viernes, 29 de agosto de 2014

Regreso al verano, II

    Lo siento, no puedo dejar de escribir del verano, y tengo que darme prisa además, porque en dos días comienza septiembre, mes que odio particularmente por razones que ahora no vienen al caso, y porque como ya les he contado, en este lugar nórdico que habito, el verano está ya má que ido y los árboles perdiendo las hojas...este es el panorama. 

    Tengo mil razones para amar el verano, casi tantas como para odiar el invierno. Ya sé que probablemente no les importe, pero yo se las cuento, porque por si no se han fijado todavía,   escribir un blog es lo más parecido que hay a acudir al psicolanalista, sólo que sin hablar y sin tener que pagar; a cambio de tener cierta maña con la redacción, claro; y como yo llevo tres años agudizando mis sentidos para contarles cosas, bien me merezco un poco de terapia gratuita. 

    Amo el verano porque mis hijos no van al colegio, y eso significa, aún cuando yo tenga que trabajar, al menos una hora más de sueño cada día. Amo el verano porque los parques tienen flores, los campos colores y las ciudades se vacían de al menos la mitad de sus habitantes y sobre todo de sus coches, lo cual las hace bastante más agradables. Amo el verano porque el sol no sólo calienta la atmósfera sino sobre todo el alma de la gente, porque es el momento del año en el que leo libros de mil páginas y veo los capítulos de todas las series televisivas que me he perdido durante el invierno; porque pongo en práctica todos los planes que he pergeñado en muchas tardes grises del resto del año  y puedo ver a todos los amigos que echo de menos. Amo el tinto de verano, la canción del verano y soy capaz hasta de soportar un programa entero de "Sálvame" sin que me vengan arcadas. Yo,  en verano, de repente soy tolerante con lo hortera y comprensiva con muchas cosas que no soporto a menudo. Adoro ese uniforme consistente en camiseta vieja, pantalón corto y chanclas playeras y me doy cuenta que las mujeres teñidas (gremio al que pertenezco) nos relajamos bastante en nuestra exigencia de tinte y vamos todas por las playas con una raya de dos centímetros que jamás toleraríamos en otra estación. 

    Hablando de playa, es en verano cuando la costa,  se convierte en el patio de Monipodio al que acudir para llenarse de historias que contar en invierno: basta con abrir los ojos y las orejas. De mi playa de este verano me traigo una cuantas batallitas que desarrollar en sucesivas entradas, para empezar esa obsesión que le ha entrado ahora al macho español por depilarse y llenarse de tatuajes...curioso. También me he traído unas frases para la historia apuntadas en las carreteras de la madre patria: alguien me puede explicar qué es un "hospital de alta resolución" (a ver si ahora con los recortes en la sanidad resulta que ya hay hospitales que se anuncian como eficaces frente a otros). Y esta otra que anuncia en la autopista de La Mancha un "aparcamiento de vialidad invernal"? no soy yo precisamente un dechado de pureza gramatical, pero reto a mis amigos Marta y Andrés (que sí lo son) a que busquen una mejor formulación para este asunto. 

    Y qué decir de los anuncios! Visto en un ultramarinos del Albayzín de Granada: "Hay de todo (casi)"; o en una tienda de embutidos de Salamanca: "En tiempo de crisis y de recesión, como usted jamón, lomo, chorizo y salchichón"; o en un bar de Cáceres después de haber desayunado por cuatro euros un café, un zumo natural y dos tostadas: "aquí combatimos la crisis a jamonazos" o en la puerta de un garaje particular de Granada: "no aparcar, tenemos muy mala leche y llamamos a la grúa en dos minutos"!

    Y ya está. Amo el verano y me entristece que se acabe, y que con él se vayan los higos en las higueras, las verbenas populares, los cines al aire libre y el olor de la Dama de noche, las sandías de temporada con todas sus pepitas y las radios emitiendo tonadillas horteras; me fastidia ver como se alejan de mí los tomates que valen para hacer gazpacho sin tener que recurrir a Alvalle, las chanclas de plástico y los abanicos,  la gente que sonríe y los bares llenos hasta la bandera...Siempre nos quedan como opción las Canarias, para visitarlas todo el año y darse una dosis de verano ficticio, pero que me perdonen mis amigos de allá y sus habitantes: no es lo mismo. Adios verano, aquí me quedo esperándote durante los próximos once meses.

martes, 26 de agosto de 2014

Regreso al verano, I

    Si me dejo llevar por lo que veo en estos momentos por mi ventana, debería titular esta entrada ¨regreso al inviernö, pero apenas llevo un día en este mi lugar de residencia así que intentando ser positiva, voy a retroalientarme de lo que ha dado de sí mi verano del que, gracias a la ausencia de wi-fi, han tenido ustedes pocas noticias. 

    El verano, la madre de todas las estaciones metereológicas; sobre todo para una servidora, a la que no le asusta el calor y que vive permenentemente añorando su infancia. Dijo Jacques Brel una vez que era de idiotas soñar con la infancia y que, era aún más idiota pensar en ello como en la Arcadia Feliz de nuestras vidas; siento discrepar con una poeta y músico de su talla y a quien tanto escucho en mis tardes (de invierno) pero sí, el verano representa para muchos de nosotros lo mejor de esa Arcadia Feliz llamada infancia, aunque sólo sea por dos poderosas razones: había vacaciones y no conocíamos la importancia de la prima de riesgo. En mi caso concreto el verano era el momento de los viajes, de los campamentos en plena naturaleza, de las visitas a los abuelos en sus campos meseteños respectivos y de leer de corrido todas las aventuras de "Los Cinco" que, bien miradas con el tiempo, eran un leñazo que nos tragábamos porque no había otra cosa que hacer mientras nuestros padres dormían la siesta. Yo en verano siempre he sido feliz, antes (aunque le pese a Jacques Brel) y ahora, con más motivo, porque ya he explicado varias veces que las vacaciones pagadas son la mayor conquista de la clase trabajadora, muy por encima de las demás. 

    Y ya les comenté que este verano había emprendido un largo viaje de más de cuatro mil kilómetros que me ha llevado por media España buscando los olores, los sabores y las sensaciones de mi Arcadia perdida. Mucho camino, pensarán ustedes, para acabar comiendo churros y bebiendo tinto de verano; pero es que hay cosas que, por auténticas y simples son difíciles de encontrar a simple vista y a golpe de avión; requieren paciencia, kilómetros, y si yo me llamara Camilo José Cela una choferesa, pero como me llamo Concha Torres, la choferesa he sido yo misma, y encantada!

    Véase el caso "tinto de verano" del que creo que ya he hablado con mis amigos de Facebook: en tiempos de Mojitos a tutiplén, gin-tonics de maracuyá y cervezas con, sin y sin embargo; un humilde tinto peleón, bien repleto de cubitos de hielo y generosamente regado de gaseosa "La Casera" (y no del sucedáneo que fabrica Mercadona) es una bebida sublime, y cuesta un euro cincuenta con la vista al mar incluida. Con los churos no me extiendo: un euro la docena y la sonrisa de la churrera, que no tiene precio. Y ya que vamos por el lado gastronómico, que me expliquen los restaurantes cómo siguen dando primero, segundo y postre por diez euros, con una calidad más que aceptable. Sospecho que en España, en lo peor de la crisis, el menú de diez euros ha salvado a Mariano el del puro de una revuelta social.

    Sé que soy una afortunada porque dispongo de un mes de vacaciones para recorrer España con la lentitud suficiente para hacerla intensa e interesante. Pero soy sobre todo afortunada por no necesitar más que mis cinco sentidos para disfrutar, y por tener muchos y buenos amigos y parientes (y sin embargo amigos) a los que he ido visitando. Mis hijos opinan que una  buena conexión wi-fi no estaría de más, porque en mi estancia playera (sin wifi, ni lavaplatos, ni supermercado a veinte metros, y débil cobertura telefónica) ellos pensaban estar veraneando en la cueva de Altamira. Con un poco de suerte, dentro de una pila de años ellos también buscarán esa Arcadia perdida y se la enseñarán a sus hijos. Porque como dice la publicidad televisiva de Decathlon, conjuntamente con una marca de material de camping: "el verano es para ir a buscar todo lo que no necesitas". 

    Termino con una efemérides: hoy, festejo mis tres años como bloguera, que se dice bien; y como voy envejeciendo y con ello, perdiendo las inhibiciones, voy a darles alguna pista concreta de mis cosas, aunque sólo sea para que vean por donde me he paseado últimamente. Los mejores churros de España los hacen mis amigos Use y Olga, en su churrería "La Esperanza" del mercado de Ayamonte; el mejor restaurante playero de Andalucía también está en la playa de Ayamonte y atiende por "Los Mellizos", y lo regenta una familia amiga que no tienen precio, y sólo abre en verano (otra razón más para amar el verano) y la mejor carretera de España para perderse por ella, es la "ruta de la Plata" (Vía Michelin les lleva). Si siguen siendo ustedes fieles a esta modesta bloguera, a pesar de llevar tres años escribiendo de cualquier cosa, les prometo más píldoras veraniegas en los próximos días. Gracias de todo corazón a los que llevan  tres años leyéndome, y algunos, hasta apreciándome! Gracias. 

martes, 19 de agosto de 2014

España es grande

    España no se si va bien o no (aunque me temo màs bien lo segundo) pero es grande; no sé si es "different", pero es grande y ustedes pensaràn que no hace falta pasarse dieciocho días sin meter una sóla entrada en este blog para acabar pariendo en el día diecinueve una perogrullada como ésta. Ya les avisé el día 1 de este mes que mi acceso a la wifi era restringido porque soy la descendiente inmediata del hombre de Atapuerca, y ya me excusé por mi ausencia comunicadora a pesar de lo mucho que tengo almacenado para contarles, pero...no wifi? No blog. Así de cruel. Y lo peor es que tengo que hacer como que no me importa delante de mis criaturas, a quienes los màs de tres mil kilómetros que llevamos recorridos les importan bastante menos que el no poder ver su Whatsapp cada día. 

    Tengo que exprimir el poco tiempo de conexión que tengo esta tarde y no sé si empezar por mi último encuentro en la tercera fase de una peluquería ("Amparo la cuponera" con ese nombre casi mejor le reservo un blog entero) o mejor por un motín popular que provoqué hace un par de semanas en una frutería de la costa de Huelva por intentar enseñar a unos madrileños por el mundo a respetar el infalible sistema de "quién da la vez", que no lo entienden. No sé si contarles mis observaciones playeras, que son muchas y variopintas, o comentarles las dificultades de comprar un teléfono de teclas para mi venerable progenitora, que se niega a dar el paso adelante del mundo táctil. No sé si detenerme a comentar el trasero de Urdangarín al descubierto o si ya toda España ha emitido su opinión al respecto, porque como no tengo wifi, tampoco puedo consultar la prensa. No sé cómo va el caso Pujol pero si sé que, como dijo Georges Brassens a propósito de los nacionalistas, "todos los imbéciles son de alguna parte".

    Y gracias a ésto último, engancho con el título: España es grande, y variopinta, y eso nos hace imprevisibles e ingobernables. España es grande porque yo llevo una buena kilometrada a mis espaldas, y en cada desplazamiento, en cada nuevo sitio que piso después de las horas de coche,   veo cosas diferentes, gente especial, lugares increíbles y engullo como una boa constrictor, asombrada y maravillada que tanta cosa buena se ponga al alcance de mis sentidos. El año pasado me fui al Perú buscando exotismo y este año recorro España buscando casticismo, y después de tres mil kilómetros y unos mil màs que aún me quedan según mis cálculos, sólo puedo llegar a la conclusión que España es grande, muy grande; tanto, que no encontramos quienes en su grandeza sean capaces de gobernarnos. España es tan grande, que me tengo que meter estas palizas de coche para darle  besos y abrazos a mis seres queridos, para oir una soleà tocada a luz de la luna en honor de mi amigo Joaquín y su cincuentena y de paso ver la Alhambra desde el mirador de San Nicolás. Gracias amigo, sólo por haber tenido que hacer este viaje para acompañarte, me siento muy feliz, y eso no tiene precio. 

viernes, 1 de agosto de 2014

No wifi? No blog.

    A día de hoy, primero de agosto, no sé si aún me quedaràn lectores, y si no me quedan bien merecido lo tengo. Me explico: que estoy de vacaciones ya lo anuncié hace diez días y que estoy recorriendo España cual si fuera una caravana electoral ya lo saben mis amigos de Facebook y mis conocidos. Tengo todo el tiempo  del mundo para escribir y mil y una ideas que me atraviesan el espíritu; y me paso el día apuntando frases, dichos y chascarrillos varios en la libreta que siempre va conmigo. A priori, se reunen todas las condiciones necesarias para publicar una entrada diaria pero...ay! Me falta la wifi, un detalle nimio para alguien que, como yo, piensa que con un boli y un papel se llega al fin del mundo, pero un obstàculo insuperable para ese mismo alguien (servidora)  una vez metida a bloguera.

    Pensarán ustedes que estoy veraneando en la isla Peregil o las Chafarinas, que deben ser dos de los tres o cuatro sitios que queden sin conexión en toda la geografía hispana, pero no; simplemente no tengo 3G, un móvil de mierda y pocas ganas de ir a los bares ruidosos donde a cambio de poder escribir  y de tomarme un café espeso y quemado (inciso: cuando aprenderàn los bares españoles a no quemar el café? )  me tengo que tragar dos o tres telediarios con el careto de Pujol y su familia o los fichajes del Real Madrid. Gran dilema. Y ya saben ustedes que mis principios me impiden pagar a las compañías telefónicas (chorizos del mundo uníos) por tener acceso libre a las redes, así que, ya saben habrà blog cuando, como ahora, esté en una casa donde me presten la red; y como cosas me están ocurriendo y tengo para dar y contar, les propinaré la serie veraniega completa con un poco de retraso, se siente.

   Mientras tanto, sigo teniendo la mala costumbre de pasar mis veranos en sitios donde la conexión telefónica es mala y la wifi inexistente, lo cual me ha granjeado la enemistad de mis hijos, que piensan que el siguiente paso será vestirnos con pieles y salir a cazar el sustento diario! Les aseguro que es posible esta vida fuera del alcance de las redes sociales y sus tentáculos y fuera de toda onda que trasmita algo. Les garantizo que no pasa nada por no saber cuánto robó exactamente Jordi Pujol y  de qué manera, ni por no saber cuánto ha pagado el Madrid por James Rodriguez, ni qué temperatura hará mañana en Cuenca ni cuántos parados menos hay en julio con los que el gobierno sigue pretendiendo hacernos creer que la cosa va mejor.

   Les puedo dar unos consejos a riesgo de que me tachen de antigua y petarda: miren al cielo por las noches, de aquí al dia 10 hay lluvia de estrellas casi todos los días;  miren como sube y baja la marea durante al menos una hora (el mejor mantra que conozco)  vayan a comprar a los mercados donde carniceros, fruteros y pescaderas les contarán de qué va la vida realmente, los saben mejor que nadie. Los que estén en España,  tómense unos churritos cada mañana, que son terapeuticos, nunca me cansaré de decirlo. Y todos a leer : mi elección veraniega es "La verdad sobre el caso Harry Quebert" de Joel Dickert, en mi caso en francés, pero la traducción es buena. Y a recuperar horas de conversación con los seres queridos. Para todo eso no hace falta wifi, para escribir un blog sí...qué lástima.