domingo, 30 de agosto de 2015

Tristeza Agostí

    El Dúo Dinámico, cursis donde los haya, pero no he encontrado otra canción que me retrate mejor a día de hoy: 
 
 
     Pues sí, señoras y señores, el final del verano para mí es mañana, 31 de agosto, y aunque se que en la Península muchos de ustedes seguirán padeciendo de sofocos y altas temperaturas, aquí la fiesta veraniega se ha terminado, así de simple. En las latitudes nórdicas, el 1 de septiembre marca el comienzo del colegio y con ello una lista de acontecimientos que mejor no quisiera recordar. A pesar de que aún hoy hemos tenido sol y treinta grados, lo cual es un regalo metereológico para estas latitudes; la televisión y los informativos nos bombardean con la subida de la luz, los problemas que atraviesan muchos centros escolares a dos días de empezar el curso y los benditos atascos de tráfico que va a provocar  la vuelta a las aulas de cientos de escolares a quienes sus apresurados padres tendrán que depositar por las mañanas antes de salir pitando, apresuradamente, a sus trabajos. 

    Yo no sé si es que las vacaciones de verano no son por estos lares lo suficientemente largas como para aburrirse (como a menudo nos ocurría a nosotros) pero yo no veo a mis criaturas especialmente alegres con la idea de la vuelta al cole, y lo mismo me comentan muchos de mis amigos sobre sus hijos. Tampoco veo a los padres muy emocionados con la idea, como sí ocurría con nuestros progenitores, que brincaban de gozo ante la llegada del nuevo curso y la idea de perdernos de vista unas cuantas horas al día. Decididamente, algo ha cambiado en este asunto porque es completamente al revés de lo que ocurría cuando yo era una niña escolar que, dicho sea de paso, estaba contentísima de volver al colegio. 
 
    Que cosnte que para mí las vacaciones se acabaron hace ya varios días y que he vuelto a mi cole contenta y con ganas, es la idea de que vuelvan los demás la que me inquieta. Será porque, como he leído en una de esas revistas femeninas que sólo leo en verano, soy una "madre Alfa" que intento ocuparme de todo y estar en todas partes cuando todos sabemos que es técnica y humanamente imposible; será porque la vuelta al cole presagia días más cortos, lluviosos y grises, y una lista de sinsabores que se repite cada año por estas fechas y que ya me la sé de memoria: por eso la temo. Será porque hay que comprar cosas, cuadrar horarios, programar despertadores a horas de gallinero y convertirse en centinela, jefe de aprovisionamiento y gerente de una PYME llamada "familia". Será por lo que sea, pero animo a quienes me leen a que me lo rebatan con sólidos argumentos, pero el verano es una delicia, las vacaciones el estado ideal del ser humano, el trabajo un mal necesario y el colegio un castigo divino. Y como todo lo bueno ocurre en julio y agosto, y mañana agosto se acaba, pues mi estado de ánimo es de emoticón entristecido , ya que no puedo poner aquí el dichoso dibujito, como en el Whatsapp. 

    A ver si encuentro una canción que me sirva de antídoto, y feliz regreso (a lo que sea) para todos ustedes. 



      La encontré:  Judy Garland y Barbra Streisand (me arrodillo): "forget your troubles, come on, get happy"...A ver si me lo aplico.



martes, 25 de agosto de 2015

Veraneo sin conexión, II

    Tengo con la televisión una relación discontínua. En mi infancia era la única ventana al mundo posible, y debo reconocer que buena parte de mis sueños y de mis inquietudes juveniles se las debo a ella, al cincuenta por ciento con el cine. Pero con los años dejé de fijarme en ella y ahora no le dedico ni cinco minutos al día. Y es más,  voy a salir del armario: no sé cómo se enciende la televisión de mi casa, que es un modelo un tanto sofisticado con descodificador, altavoces especiales y no sé cuántos mandos a distancia y que no me compensa lo que tardo en comprender cómo encenderla para  simplemente  ver las noticias o el tiempo; acabo antes apretando el botón de mi iPad. 

    Pero en la cueva de Altamira donde veraneo, la televisión es de nuevo nuestra única ventana al exterior (eso si no sopla fuerte el Poniente que entonces hay interferencias) así que en las últimas semanas me he hecho una pequeña cura televisera, de la que no me quejo, a pesar de oir cosas como "el problema genérico del verano es el calor" o "vamos a recepcionar fuertes tormentas en el archipiélago balear"...El maldito verbo recepcionar se ve que ya tiene hasta utilidad metereológica!  También he pasado varias tardes viendo como operaban de un tumor en el útero a una gallina ponedora o le sacaban un tornillo de la nariz a un pastor alemán, y todo porque a mis hijos les encantan los animales y han descubierto (valga la redundancia) el canal Discovery, donde después de comer se ocupan principalmente de la cirugía veterinaria, por lo que veo. 

    Y un verano más,  me he dado el gusto de comprobar que la publicidad española sigue siendo ocurrente y bastante eficaz en sus mensajes, a pesar de que ha bajado varios enteros en los últimos años. De este verano me quedo con el anuncio de Aquarius: 


    O con este otro de ING, aunque a los bancos, como al enemigo, no les demos ni agua, hay que reconocer que este anuncio lo han clavado: 


    Y para terminar, los anuncios de la DGT para intentar reducir los accidentes de carretera, que  molestan a mucha gente por su crudeza así que, probablemente, cumplan con la finalidad para la que han sido creados:



    Ya ven ustedes, he sido capturada por la televisión a falta de Internet, pero como sé que es una enfermedad pasajera no me preocupa excesivamente; lo que sí me inquieta es pensar que hay muchas personas capturadas por la televisión de forma permanente, sobre todo nuestros mayores, muchos de ellos sin otra fuente con la que contrastar tanta patochada como las que vemos en la que otrora fuera la pequeña pantalla y ahora es frecuentemente la más grande de la casa.

   Y para terminar el resumen del veraneo, una frase del anuncio de Aquarius a la que he decidido darle la vuelta; en él se dice que "el verano hace bueno al invierno" y a mí lo que me parece es que el invierno es simplemente un peaje que hay que pagar para que llegue el verano. Y mañana, 26 de agosto, sin tener que pagar peaje alguno, cuatro años con ustedes, escribiendo, contando, gruñendo y esperando seguir haciéndolo sin ofender a nadie y con lectores que me lean. Gracias a todos ustedes, los de países remotos (que los hay) y los de mi ciudad; los que dicen "me gusta" en Facebook y los que no dicen nada, e incluso gracias a los que me dicen que no les gusta. Después de cuatro años aún me quedan ganas de seguir contando. Me doy por muy bien pagada. GRACIAS!

 

domingo, 23 de agosto de 2015

Veraneo sin conexión, I

    Hoy hace exactamente un mes escribía mi última entrada desde los Estados Unidos, y desde entonces no se crean que me pasó un tsunami por encima ni que me reclui en un monasterio, ni piensen que me he cansdo de escribir esta serie de pensamientos desordenados que a algún iluminado se le ocurrió llamar blog (porque cuando es romántico y profundamente existencial se le llama diario, claro) simplemente he veraneado, que es algo parecido a viajar pero no es exactamente lo mismo. Viajar te lleva a lugares recónditos donde nunca has estado y por esa misma razón (y porque hay wifi en los hoteles) te gusta pregonarlo a los cuatro vientos aprovechando el pregonero Facebook y similares. Veranear es ir a donde has ido siempre en verano, que en mi caso incluye aislarse del mundo internauta porque apenas tengo acceso a una conexión como Dios manda, el teléfono móvil tampoco funciona, la tele se ve con interferencias y los periódicos nos da pereza ir a comprarlos. A mí me parece el paraíso y a mis hijos la Cueva de Altamira, pero ya se sabe que nada es verdad ni mentira, sino según el cristal...

    Y tampoco se crean que un mes de silencio ha consistido solo en veraneo, entre una cosa y la otra, un triste acontecimiento me recordó que polvo somos y en polvo nos convertiremos, que es un fastidio la verdad; y que me ha recordado que hay que vivir cada día de tu vida no como si fuera el último, pero casi; porque aquí estamos todos de paso y cuando menos te lo esperas, se acaba la fiesta.O como dice mi amiga la Negra con su particular sorna, "hay que espabilarse y vivir,  que luego vas y te mueres"...

  Y ahora pasamos a la sección de las reflexiones veraniegas que servidora se hace y va apuntando en su libretilla en lo que tiene la calma suficiente para ponerlas en su blog, y sobre todo la oportuna conexión a Internet que tanto añoran mis herederos y que tan poca falta me hace cuando veraneo. Me he dado cuenta que el verano está hecho de olores casi tanto o más que de imágenes o sabores. Mis olores son los de la churrería a las ocho de la mañana, ese olor a masa frita como Dios manda que te despierta y te desea los buenos días con la sonrisa de mis amigos los churreros; el olor del pescado recién puesto en los mostradores del mercado, el de la crema Nivea que aún hay quién la usa por las playas, el de las tiendas de jamones, el del césped recién cortado; el del insecticida contra los mosquitos y el de la sangría de mediodía (aunque no me guste la sangría); el olor de las colchonetas inflables, que tienen un olor, se lo aseguro y el de la Dama de Noche al atardecer. Me quedo con estas muestras e intento olerlos en mis pensamientos para que no se me olvide que el verano existe para mi particular deleite y desesperación de quienes han sufrido este año uno de los veranos ms tórridos de la historia.

    Como cada año sigo constatando las terribles diferencias que hay entre dos playas, una española y otra portuguesa, que apenas distan veinte kilómetros una de la otra: en la portuguesa no hay colillas, no hay perros sueltos que aprovechan la mínima para hacer sus necesidades donde les place, no hay sombrillas rotas abandonadas y las papeleras no rebosan de  bolsas de detritus abandonados desde hace tres días. Es así, cada año voy con la esperanza de que la diferencia no sea tan cruelmente diferente y cada año concluyo que a los españoles nos hace falta una asignatura en los colegios que se llame "educación a la ciudadanía" o educación al respeto del espacio público", pongan ustedes el nombre que quieran, pero nos hace falta. Aunque también es verdad que la playa española es más divertida cuando se pasan horas y horas en ella, porque somos más gritones que los portugueses y a los que nos gusta enchufar la oreja con objetivo antropológico nos cunde mucho más la orilla española del Guadiana que la portuguesa. Por cierto, que apunto con asombro una manía que les ha dado a los españoles de cierta edad (menor que la mía) de hablarles a sus hijos en inglés, cuando me consta que ese inglés es aprendido y no congénito.  He observado también  que las criaturas pasan olímpicamente de las consignas paternas y maternas (me juego el cuello a que son madrileños)  lanzadas en la lengua de Shakespeare y,  que cuando los padres anglófilos se enrabietan, pasan directamente a la lengua de Cervantes, que es la suya, y dicen cosas de toda la vida como "te doy una colleja" y similares, porque claro, vaya usted a saber como se dice colleja en inglés...Ay Señor, Señor lo que nos queda por ver y oir!

    Y con éstas llego al final del primer capítulo de la miniserie "veraneo", no se vayan, porque hay más. Y feliz semana para todos, especialmene para los que ya no tenemos vacaciones, ay!