jueves, 14 de julio de 2016

Horizontes lejanos

    En algunas horas, encaminaré mis pasos a ese aparato que nos sirve a los humanos como máquina del tiempo, en tanto los de Apple no nos inventan una de verdad. Se llama avión; a algunos les da miedo, a mí lo mínimo que recomienda la parte racional que nos dice que si tuviéramos que volar, nos habrían fabricado con alas (eso decía mi abuelo, que jamás se subió a un avión) y a muchos nos sirve para poner tierra y aire por medio con esta vida cotidiana que de vez en cuando nos mata despacito, aunque otras muchas nos dé la vida. En mi caso concreto, y en este verano que no es verano, la máquina del tiempo me va a servir para cambiar el tiempo metereológico en el que vivo, que se ha equivocado y ha vuelto del invierno al otoño, sin pasar por las otras casillas. 

    Me he enterado hace unos días que en este año 2016 festejamos en Europa los ochenta años de las vacaciones pagadas, que instauró por primera vez en Francia el gobierno del Frente Popular de Léon Blum; una auténtica conquista social, caramba! No me explico como no  hemos organizado algún festejo conmemorativo internacional, cuando luego celebramos por triplicado el aniversario de la oveja Dolly o los cuarenta años sobre la escena de Julio Iglesias. Las vacaciones pagadas significaron un cambio de primera magnitud en la vida de la clase obrera, que por primera vez disfrutó de algo parecido al tiempo libre; muchos niños de entonces vieron el mar por primera vez y muchas mujeres dejaron de tener dos trabajos diarios durante algunos días (el de casa no se lo quitaba nadie). Con las vacaciones pagadas  se creó una industria llamada turismo, que es la que ha salvado a muchos países de la quiebra y la que da de comer a miles de personas; la que destroza las playas, pero también la que abre los países que se cierran al mundo y la que tantas veces ha transportado con sus turistas un soplo de libertad. En España este año se esperan cifras de récord: 72 millones de turistas para toda la temporada, 36 millones solo en julio y agosto. Habrá sitio para todos?

    Así que yo por mi cuenta, para festejar el ochenta aniversario de las vacaciones pagadas, me voy a regalar unas hermosas vacaciones para las cuales he ahorrado durante el invierno,  en vez de gastármelo en coches, copas, trapitos y cachivaches con pantalla; vaya, seamos honrados y digamos que como yo odio comprar cosas lo de ahorrar para viajar casi que no me supone un esfuerzo. Y voy a hacer lo que más me gusta en este mundo junto con el jamón, los churros, leer, ver buen cine y hablar con mis amigos: viajar con mi familia y pasar junto a ellos muchas horas, todas las que no pasamos el resto del año. Buscar el asombro de mis hijos y abrirles los ojos al mundo; y llenarles sus cabecitas adolescentes y tantas veces huecas,  de recuerdos, que es lo poco que les voy a dejar en herencia, porque ya les he dejado claro que me lo pienso gastar todo viajando.

    Que a dónde voy? Un poco de paciencia. Son horizontes lejanos, pero como hay Wi-fi, al menos en la primera parte, les iré informando. Espero y les deseo, a todos ustedes queridos lectores y sin embargo amigos, unas felices vacaciones, si es posible, poniendo tierra por medio. Acuérdense de lo que les digo: hace ochenta años ni existían...


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