miércoles, 27 de julio de 2016

Naturaleza salvaje, naturaleza doblegada.

    A pesar de que consumí muchos veranos de mi infancia montada en un burro, matando alacranes que salían de las piedras y comiendo higos recogidos de la higuera al anochecer, no soy una persona amante del campo. Tengo un qmigo que solo viaja y hace turismo en las ciudades que tienen un Apple Store; yo, sin llegar a ese extremo, a la primera de cambio me embarco rumbo a una de las muchas ciudades del mundo que conozco y me quedan por conocer, allá donde el campo no es màs que un dibujo en el horizonte. Y en esas estoy ahora, conociendo y admirando San Francisco, una ciudad para quedarse en ella un mes, cosa que no será posible. 

    Pero como de todo hay que ver en esta vida, ayer pasé el día en un parque natural, Yosemite concretamente, donde yo pensaba que íbamos en busca del oso Yogui y resulta que la guía turística me sacó de mi ignorancia aclaràndome que en ese parque se ubica "el Capitan" montaña conocida sobre todo porque es el nombre del último sistema operativo de Apple, y que el oso Yogui campaba en los dibujos animados por Yellowstone, que està bastante lejos de aquí. A mis hijos, que adoran los animales (no he sido yo quien les ha inculcado tal amor) quizàs les resultó la visita un tanto decepcionante porque osos, ciervos, àguilas y demàs bichos de envergadura no se dejaron ver, quizàs porque había 40 grados a la sombra. A mí me pareció un espectàculo sobrecogedor ver esa naturaleza imponente, desmesurada y desmesuradamente grande como todo lo que se ve y acontece en este país. Esas sequoias de altura infinita y esas montañas peladas rodeadas de àrboles, riachuelos, arroyos y cataratas hasta donde se pierde la vista. Me dí un empacho de madre naturaleza a sumar al que me di hace una semana cruzando en Cañón del Colorado en un helicóptero, y ya van dos en pocos días. Y me digo a mí misma que la naturaleza es grande y que yo a su lado soy miserablemente pequeña, como todos los humanos miserablemente pequeños que nos hemos propuesto acabar con tanta belleza a golpe de plàstico y aerosol. 

   Y hoy, he cruzado a pie el Golden Gate, sorteando los turistas profesionales que lo cruzan todos en bicicleta y se paran en la mitad con bicicleta al bies impidiendo el paso a los transeúntes, y aquí hago un inciso que sé que varios de mis amigos van a aplaudir: para cuándo vamos a dejar pendiente la asignatura de urbanidad para ciclistas, que son todos bastante maleducados, por mucho que pedaleen en vez de quemar gasolina? Vuelvo al tema principal, ruego me disculpen la calentura. He cruzado el Golden Gate decía, que fue un desafío a la naturaleza en su tiempo (1933-37) una revolucionaria obra de ingeniería y después de tantos años, un elemento màs del paisaje de la bahía de San Francisco. La naturaleza, que es sabia, ha sabido hacer suyo este amasijo de cables de hierro, planchas y tornillos. Espero que mis ojos no tengan que ver quien la destruya. 

    Sigo adelante con mis empachos visuales. No me pierdan la pista, aún me queda alguna que otra maravilla que relatarles. Buenas noches a este lado del Pacífico. 

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