domingo, 10 de julio de 2016

Para que todo (o nada) cambie

    "Para que todo permanezca como està, hay que cambiarlo todo"; "Il gattopardo", Giuseppe Tomaso di Lampedusa (1954). Una de mis novelas favoritas, y no digamos la película de Visconti, de 1963, y todo ello, gracias a nuestro presente político, de rabiosa actualidad.


    Antes de meterme a hablar de política, les recuerdo que los protagonista eran Claudia Cardinale, Burt Lancaster y Alain Delon; y la música de Nino Rota; así que ya están tardando ustedes en verla, incluso si no hacen nada más el resto del domingo, incluso si dejan de leerme a partir de esta línea. Porque hoy, en contra de mis propios deseos, y en contra de lo que me propongo cuando escribo, que es no hacerlo de la actualidad, voy a hablar de política...Precisamente porque me parece que no tiene 
todo el protagonismo que la actualidad de un país sin gobierno desde hace seis meses se merece. 

    Puede que hasta debiera hablar de política con la lengua más suelta, visto que los procesos cicateros inventados en el 2011 por los grandes partidos me han dejado sin votar y que de lo que ha resultado en esta ocasión, yo no tengo arte ni parte.Lo que por ahora veo en la mucha prensa que leo 
y releo cada día es precisamente lo que me asusta: que no pasa nada nuevo, que todos dicen lo mismo que decían hace seis meses (recuerdan? Cuando tuvimos la oportunidad de ser un país con un gobierno no monocolor) y que, en el fondo, el soplo de libertad de las urnas se ha quedado enterrado bajo un montón de papeletas cenizas que buscan que todo siga como estaba. Los niños pequeños son enemigos del cambio, los españoles estamos aún en la más tierna infancia a la hora de jercer la democracia, qué le vamos a hacer. 

    Ahora mismo este país tiene un problema más político que económico. Nuestra democracia es una partitocracia, y los partidos no son el cauce de protesta del ciudadano sino la madre de todas las corrupciones; y cuando viene uno nuevo e intuye que puede pillar tajada (o simplemente escaño) sólo
es capaz de proponer sustituir a los corruptos por otra gente decente que, supuestamente saldrá de sus propias filas. Aún admitiendo que los nuevos partidos estén compuestos exclusivamente por gente muy decente, de lo que se trata es de impedir que esta gente se vuelva corrupta, y para ello, lo que hay que cambiar no es unas cabezas parlantes por otras, sino las leyes que dejan manga ancha a la corrupción. 

    Pero hete aquí que en España hay ocho millones de personas que piensan que no necesitamos cambiar en absoluto un modelo que no funciona por mucho que todos metan la mano en la caja, apoyados por otros cinco millones que más o menos concuerdan con la idea de dejar que todo siga como está, esperando que la pelota de gobernar se pase a su campo y otros cinco millones de desorientados porque votan a unos que aún no han sido capaces de explicar claramente si van de blanco o de negro o si están (como yo lo creo) simplemente a por uvas y mientras tanto meten miedo a un país que es cada vez más un país de pensionistas. Quedan tres millones de  moderados medianamente sensatos que no consiguen morder en la tarta porque ésta no está cocinada para los moderados, precisamente. Entre todos son algo más de 21 millones de personas desnortadas, mucha gente con esa idea de que para cambiarlo todo, lo mejor es que no cambie nada. Hemos entrado en una fase de nuestra democracia llamada "Gattopardiana". Búsquenlo en la Wikipedia, que lo explica muy bien. Da miedo.

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