miércoles, 26 de octubre de 2016

Amancio for president

    El rey Felipe lleva un par de días sometido de nuevo al carrusel de visitas de los políticos, algo que hace con la mejor de sus sonrisas y fundamentalmente, porque lo dice la Constitución. Supongo que es una actividad cargante, sobre todo por repetitiva y ciertamente poco útil en los últimos tiempos, pero es lo que le toca, se siente. Que conste que este rey me cae simpático y le tengo hasta por espabilado, pero como soy republicana no voy a excederme en la loa: también me caía bien su padre y resultó ser un crápula manirroto con el paso de los años. 

    No sigo por la prensa sus andanzas porque en este momento, la campaña electoral norteamericana absorbe toda mi atención mediática. Basta con escuchar un solo discurso de Michelle Obama (uno, de los muchos que ha pronunciado en estas últimas semanas) para que nos de vergüenza lo que sale por la boca de nuestros supuestos padres de la patria. También me valen los de Hillary, pero no la nombro porque ya saben ustedes que yo soy de Hillary hasta la muerte y por lo tanto, muy poco imparcial. Fíjense que puestos a escuchar a alguien que hable y sea capaz de retener mi atención, me vale hasta Donald Trump a pesar de los espumarajos que salen por su boca mejor que, pongamos un poner, Pablo Iglesias dirigiéndose a una asamblea de Podemos en Villaverde Bajo. O Carabanchel Alto, territorio de Manolito Gafotas, que ya será un adulto y lo mismo hasta les vota. 

    En esa pérdida progresiva de la fe que significa envejecer, ahora me ha tocado perder la fe en los políticos patrios, tras haber perdido otras fés precedentes. Afortunadamente no he perdido la fe en la democracia, y eso, gracias en parte a los norteamericanos y su campaña electoral, que me parece apasionante, entretenida, llena de grandes momentos de debate por televisión, de espectáculo (nada como todo Hollywood metido en un videoclip llamando al pueblo a votar) y de dialéctica y entusiasmo de masas. Desde julio hasta la fecha, el "New York Times" es mi lectura cotidiana, y no se lo digo para que vean que leo en inglés, sino porque me parece mucho más entretenido que los diarios nacionales, que me leo también porque yo tengo bulimia lectora, no por otra cosa. 

    En esta campaña, y esperando que la cosa no tenga consecuencias mayores, una parte de los votantes norteamericanos ha decidido que lo que necesitan al mando del país no es un político inteligente y experimentado, sino un exitoso hombre de negocios, un tanto patán y racista, pero al que ellos creen capaz de enderezar el país cual una empresa con deudas se tratara. Peligrosa tendencia ésta que desgraciadamente no es privilegio de los Estados Unidos: cada vez más ciudadanos del mundo entero creen que los estados son simples empresas que necesitan  un gestor al frente. Si todo pudiera explicarse de una forma tan simple también los matrimonios en crisis y las familias desestructuradas se arreglarían con un buen gestor al frente, pero me temo que no. 

    En lo que los gringos votan (con la cabeza, esperemos) en más de un país andan buscando su  Donald Trump particular. Yo, por "meter mierda" (expresión que le he robado a mis hijos) le sugeriría a Felipe VI que los mandara a todos a paseo y que pusiera al frente a un gestor, que en España lo tenemos y encima es discreto, no da apenas titulares y ha creado más puestos de trabajo que todos los servicios de empleo de todas las autonomías juntas: "Amancio for president" Majestad, a qué está Usted esperando? Que además me consta que éste no es racista, ni machista, y encima tiene cara de buena persona y es calvo natural. Pero no, se lo va a encargar Vuesta Majestad a Mariano el registrador...Tanto ruido para acabar donde empezamos...

No hay comentarios:

Publicar un comentario