martes, 4 de octubre de 2016

La chica de ayer

     Me voy a atrever: voy a inaugurar una sección dentro de este blog. Se va a llamar "La chica de ayer", parafraseando la canción de Antonio Vega que fue para los de mi quinta un mantra inolvidable, aunque a mi personalmente me gusta más "Se dejaba llevar", pero para lo que aquí pretendo, que es contar historias, la primera canción  va mejor. Aquí la tienen, para aquellos que son más jóvenes y no saben de qué hablo:

    La chica de ayer llevaba el pelo corto y mal cortado. Corto, desde que hizo la comunión y pidió a sus padres como regalo de comunión poder deshacerse de la trenza gorda y negra que llevaba desde los cuatro años como una cruz a cuestas; mal cortado, desde que su peluquera era su vecina taiwanesa en la residencia de estudiantes donde vivía. La peluquería era un lujo que una becaria en un país extranjero no podía permitirse y para eso estaba Mai-Li, que aseguraba haber hecho una formación de peluquera antes de viajar a Europa, cosa que, a juzgar por los resultados, no debía ser cierto. 

    Mai-Li estudiaba (o más bien lo pretendía) filosofía con una beca del gobierno taiwanés. En la residencia pernoctaba con ella  a menudo un becario taiwanés con el que engañaba al novio que le habían buscado sus padres y con el que irremisiblemente tendría que casarse a su vuelta, tres años más tarde, y probablemente con la carrera de filosofía sin acabar dado lo poco que estudiaba. Con un camino tan estrechamente trazado y con tan poco margen para sacar los pies del plato en el futuro, Mai-Li decidió pasar los años de su beca en Europa dedicándose a la buena vida que podía permitirle su exigua beca, y la peluquería, por imperfecta que fuera, le procuraba algún dinero de bolsillo. Y le procuraba, sobre todo,  una excusa para entablar conversación con el enjambre de estudiantes de múltiples nacionalidades en el que gracias al programa Erasmus se había convertido su residencia. 

    Mai-Li era buena conversadora y eso le ayudaba a ocultar su torpeza con el tinte y las tijeras. Le interesaba resolver ciertos enigmas que poco tenían que ver con la filosofía, como el uso de determinados perfumes y colonias, la obsesión por los productos lácteos en general y el café con leche en particular o la posibilidad de que las mujeres se casaran con quien les diera la gana e incluso ni se casaran. De todo ello discutía abundantemente con sus víctimas peluqueras, que salían de la experiencia con el flequillo torcido, escalones en la nuca, colores a medio fijar  y una galleta china con proverbio dentro, obsequio de la peluquera. A veces,  si la discusión le apasionaba y el cliente tocaba ciertos temas (cómo ligarse a un europeo, bàsicamente) la sesión terminaba en torno a un bol de fideos chinos o incluso unos rollitos de primavera caseros más que aceptables. Para contentar a los clientes, Mai-Li pasaba horas y horas en la cocina para desesperación de sus vecinos de pasillo, que no siempre soportaban el olor a soja y a fritanga agridulce, aunque todos reconocían cuando cataban el resultado que el arte culinario era bastante superior al peluquero.

    A medida que pasaban los meses la cultura europea de Mai-Li se acrecentaba, tanto como flequillos escabechados proliferaban a su alrededor. El taiwanés aspirante a ingeniero que pernoctaba aspirando a otras cosas se hartó de  pasar a un segundo plano en las preferencias de la peluquera aficionada, que encontraba bastante más interesantes a ingleses, suecos, italianos, alemanes y franceses. Cuando Huan, que así se llamaba el chico, desapareció del pasillo de aquella residencia, los clientes de Mai-Li dejaron de recibir galletas de la fortuna y la calidad de los fideos, sopas y rollitos descendió notablemente; la conclusión unánime de la clientela es que la falsa peluquera era también una falsa cocinera, y por encima de todo una muy hàbil empresaria!

    La chica de ayer se aficionó en aquel entonces a la comida china y, sobre todo, a las galletas de la buena suerte que, hasta hoy sigue buscando por los restaurantes chinos, y  para su desgracia no en todos las encuentra. Sigue llevando el pelo corto, aunque ahora bien cortado por un peluquero italiano caro y muy profesional, y su camino nunca volvió a cruzarse con el de Mai-Li. Creo que añora ese tiempo en el que  podía llevar el pelo mal cortado y no pasaba nada.

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