domingo, 31 de julio de 2016

La igualdad y el síndrome de Estocolmo

    Domingo por la tarde mientras lucho contra el efecto de nueve horas de desfase horario en este cuerpo ya no tan joven. Me pongo a escribir intentando que se me pase el Síndrome de Estocolmo que traigo puesto de mi último viaje, y me temo que todo lo que va a salir escrito no hará más que reforzarlo.

    Me preguntan lectores y amigos varios que de dónde me ha venido esta pasión repentina por Hillary Clinton. Aparte del síndrome de Estocolmo, me parece que la cosa está bastante clara: en lo que nos paseamos por los meses del año como un país incapaz de formar un gobierno, y nos damos cuenta que, en el fondo, poco importa; resulta que los que gobiernan de verdad el planeta, van a elegir a su presidente o presidenta, que además es un señor que manda sobre el ejército mejor equipado del planeta y al que le dan un teléfono rojo para llamar a Moscú y un mando a distancia con un botoncito que envía misiles nucleares por los aires; no me digan que no les preocupa a ustedes que un exaltado con el pelo teñido tenga todos esos poderes? a mí sí, por eso prefiero que sea Hillary la dueña del mando en plaza y del botón de los misiles. Cierto que también tiene el pelo teñido, pero me parece más natural. Me preocupa sólo que empieza a vestirse como Angela Merkel, como si hubiera un uniforme para las mujeres que mandan.

    Cada vez que viajo por Estados Unidos me fascina esa capacidad histórica que los americanos han tenido para asimilar (y poner a trabajar) a toda esa variedad de gente de todos los orígenes, colores y religiones, convenciéndoles además de que todos son iguales (que no lo son) y de que todos deben y pueden aspirar a tener una vida mejor. No soy tan ingenua como para creérmelo, pero admito que la ingenuidad de los otros que sí creen, les hayan proporcionado un vivero de gente que ha hecho avanzar ese país como ningún otro sobre la tierra. La idea de la igualdad de oportunidades, que es más idea que realidad, hace de los Estados Unidos la tierra prometida para todo el que tiene ganas de salir adelante y eso, un loco con ideas peligrosamente racistas como Trump puede cargárselo. Otro voto para Hillary. 

    En las últimas dos semanas he cogido varios taxis. Siempre he pensado que hablando con  los taxistas uno se hace una cierta idea de cómo va el país. En Estados Unidos he hablado con taxistas africanos que apenas sabían decir dos cosas en inglés y una de ellas era "tip" (propina); con indios que trabajan de sol a sol pero que admiten que peor es tirar de un Rickshaw por las calles de Bombay; con un policía jubilado, taxista eventual y fanático del fútbol europeo y del Liverpool concretamente, que me recomendó visitar en Las Vegas el museo de la Mafia porque, decía él, "es lo mejor que tenemos en esta ciudad y nadie va a verlo" y el último, ayer mismo, un iraní, ingeniero electrónico jubilado, que en realidad no es taxista pero le cubria el servicio a su cuñado y que, en lo que nos llevaba al aeropuerto nos explicó en dos patadas la crisis de Oriente Medio con unos argumentos más que defendibles.  Ah, y se me olvidaba añadir que el policía-taxista de Las Vegas tenía una hija licenciada en Stanford, que según un artículo que he leído en la prensa de hoy es la tercera mejor universidad de Norteamérica, por la calidad de sus estudios y la cantidad de genios que salen de sus aulas. No sé si muchos taxistas de Madrid  o París te pueden contar que tienen un hijo en Stanford...Y eso es la igualdad de oportunidades que Trump se quiere cargar porque él solo sabe hacer dinero a golpe de ladrillo y casinos de apuestas, con una empresa heredada de su padre, por cierto; Berlusconi al menos se tuvo que molestar en crear una propia. Otro voto para Hillary, aunque la acusen de ser la candidata de Wall Street...Ques estudió en Yale con una beca, porque tampoco era hija de millonarios.

    En unos días estaré muy lejos de todo ésto y sin Internet a mano, ya saben, en esa casa de la playa que mis hijos llaman la cueva de Altamira (sin teléfono, sin lavaplatos, sin Internet y con una televisión con interferencias) y el síndrome se irá diluyendo. Aunque hay cosas que voy teniendo claras: prefiero un país de gente que se descalza en las casas y se pasea en pantalones cortos y gorra de beisbol por los hoteles de cinco estrellas y que,  a cambio, cree en las virtudes de la ciudadanía y de la educación, no sólo en las buenas maneras. Y otro voto más para Hillary!

viernes, 29 de julio de 2016

Donde hay de todo

    Mi austeridad de castellana vieja me impide deslumbrarme ante la abundancia, cosa harto difícil si uno pasa cierto tiempo en Los Estados Unidos. Como yo soy capaz de vivir con bastante poco  (no me lo tomen como un mérito, soy así de nacimiento)  cambio de móvil cuando se rompe, cada vez que cambio de coche me compro uno màs pequeño  y desayuno pan con aceite, cuando vengo a este país me siento como Pepe Isbert recibiendo a los americanos en "Bienvenido Mister Marshall". Después de unos días se me pasa, y esta opulencia y desmesura de los americanos acaba por agobiarme un poco. Esta misma tarde he sido incapaz de terminarme un helado de Dios sabrà cuantas bolas después de haberle rogado al  camarero que me lo trajera pequeño. 

    La abundancia entendida a la americana abarca desde los litros de Coca-Cola, hasta las tazas  de café (misma medida standar: medio litro) desde los rascacielos hasta las limusinas (aún no me he repuesto de la experiencia de subirme a una de ellas) desde las obras de ingeniería hasta las montañas  rusas y desde las tortillas francesas de tres huevos (también medida estandar) hasta las hamburguesas de cinco pisos. Desde las señoras de ochenta años que hacen jogging hasta los obesos de màs de cien kilos que deben ser como la mitad de la población. Desde los periódicos con cuatro suplementos diarios hasta los cubos de palomitas para ir no ya al cine, sino al teatro.

    En este país hay de todo y por su orden, y a poco que uno abre los ojos  se ven cosas inauditas: invitadas a una boda VIP entrando todas en el hotel de lujo con traje largo y los zapatos en la mano, monjas cantando por las calles, gente pidiendo limosna con un cartelito que dice que es para pagarse la quimioterapia, predicadores de todas las religiones posibles e imposibles sermoneando por las esquinas;  cubos de basura a la puerta de los restaurantes rebosantes de comida en perfecto estado, policías que se pasean por las calles y paran a un chicano que va escuchando música y lo registran de los pies a la cabeza, con esposas incluidas; chinos que se manifiestan contra el partido comunista, vegetarianos agresivos, botellas de vodka Absolut decoradas con la bandera gay sólo porque se venden en ese barrio en particular,  gente que se pasea con una iguana colgada del brazo; todas las tiendas abiertas los domingos, retretes públicos de una limpieza inimaginable, pizzerías que te traen la pizza a un hotel de lujo a las tres de la mañana, ricos riquísimos y pobres misérrimos rebuscando en la basura de cada esquina...Y Donald Trump. 

    Me marcho de este país disparatado, alucinante y variopinto en un momento crucial de su existencia. En pocos meses van a tener que decidir si el producto de toda esa abundancia y desmesura puede ser alguien que lleve las riendas de todos ellos o si, como espero, triunfarà la cordura y se pondràn en manos de una mujer, que ademàs es inteligente y sabe lo que se trae entre manos. Como aquí hay de todo, ya han tenido un presidente afroamericano y puede que tengan una señora presidente, que tendrà que gobernar sobre la abundancia, sobre la miseria y sobre la inmensa variedad de todos ellos. Este país, que construyeron los inmigrantes y que se hizo grande corriendo tras el oro del salvaje Oeste corre el peligro de convertirse en una amalgama sosa y radicalizada a imagen de otros que no son precisamente un ejemplo a seguir, no lo quiera el dios de las urnas. Y para terminar, como ayer mismo dijo en su discurso ante la convención del partido demócrata (me lo tragué enterito, vaya pedazo de orador): "América es grande, y su grandeza no depende de Donald Trump". Amén. 

miércoles, 27 de julio de 2016

Naturaleza salvaje, naturaleza doblegada.

    A pesar de que consumí muchos veranos de mi infancia montada en un burro, matando alacranes que salían de las piedras y comiendo higos recogidos de la higuera al anochecer, no soy una persona amante del campo. Tengo un qmigo que solo viaja y hace turismo en las ciudades que tienen un Apple Store; yo, sin llegar a ese extremo, a la primera de cambio me embarco rumbo a una de las muchas ciudades del mundo que conozco y me quedan por conocer, allá donde el campo no es màs que un dibujo en el horizonte. Y en esas estoy ahora, conociendo y admirando San Francisco, una ciudad para quedarse en ella un mes, cosa que no será posible. 

    Pero como de todo hay que ver en esta vida, ayer pasé el día en un parque natural, Yosemite concretamente, donde yo pensaba que íbamos en busca del oso Yogui y resulta que la guía turística me sacó de mi ignorancia aclaràndome que en ese parque se ubica "el Capitan" montaña conocida sobre todo porque es el nombre del último sistema operativo de Apple, y que el oso Yogui campaba en los dibujos animados por Yellowstone, que està bastante lejos de aquí. A mis hijos, que adoran los animales (no he sido yo quien les ha inculcado tal amor) quizàs les resultó la visita un tanto decepcionante porque osos, ciervos, àguilas y demàs bichos de envergadura no se dejaron ver, quizàs porque había 40 grados a la sombra. A mí me pareció un espectàculo sobrecogedor ver esa naturaleza imponente, desmesurada y desmesuradamente grande como todo lo que se ve y acontece en este país. Esas sequoias de altura infinita y esas montañas peladas rodeadas de àrboles, riachuelos, arroyos y cataratas hasta donde se pierde la vista. Me dí un empacho de madre naturaleza a sumar al que me di hace una semana cruzando en Cañón del Colorado en un helicóptero, y ya van dos en pocos días. Y me digo a mí misma que la naturaleza es grande y que yo a su lado soy miserablemente pequeña, como todos los humanos miserablemente pequeños que nos hemos propuesto acabar con tanta belleza a golpe de plàstico y aerosol. 

   Y hoy, he cruzado a pie el Golden Gate, sorteando los turistas profesionales que lo cruzan todos en bicicleta y se paran en la mitad con bicicleta al bies impidiendo el paso a los transeúntes, y aquí hago un inciso que sé que varios de mis amigos van a aplaudir: para cuándo vamos a dejar pendiente la asignatura de urbanidad para ciclistas, que son todos bastante maleducados, por mucho que pedaleen en vez de quemar gasolina? Vuelvo al tema principal, ruego me disculpen la calentura. He cruzado el Golden Gate decía, que fue un desafío a la naturaleza en su tiempo (1933-37) una revolucionaria obra de ingeniería y después de tantos años, un elemento màs del paisaje de la bahía de San Francisco. La naturaleza, que es sabia, ha sabido hacer suyo este amasijo de cables de hierro, planchas y tornillos. Espero que mis ojos no tengan que ver quien la destruya. 

    Sigo adelante con mis empachos visuales. No me pierdan la pista, aún me queda alguna que otra maravilla que relatarles. Buenas noches a este lado del Pacífico. 

lunes, 25 de julio de 2016

It takes a country...

    Perdónenme los no angloparlantes, la frase me parece mejor en inglés, y se traduce por "se necesita un país", que me parece muy gràfica para todo lo que les voy a soltar a continuación. Les aclaro de paso que ya abandoné el loquero de Las Vegas y he llegado hasta San Francisco, ciudad bellísima y sorprendente, que llevaba años queriendo conocer. Una menos en mi lista de asuntos pendientes. 

    Pero a lo que íbamos. A partir de mañana mi adorada Hillary comienza  su cuenta atràs y sus muchos meses de frenética campaña para (espero) convertirse en la primera mujer presidente de los Estados Unidos. Tener como enemigo a un payaso debería ayudarla en ese afàn, pero nunca se sabe. Nunca se sabe en un país donde es imposible consumir Coca-Cola en dosis menores de medio litro, donde las pistolas se compran en los supermercados, los obesos son casi la mitad de la población y aún así nadie camina; donde es imposible comprar un yogur sin azúcar añadido, donde la gasolina es màs barata que un kilo de fruta, donde si paseas por un barrio residencial los automovilistas se paran y te preguntan si te ha ocurrido algo. Un país que en estos momentos vuelve a las tensiones raciales que creía olvidadas y enterradas gracias a ocho años de mandato de un afroamericano en la Casa Blanca, con policías que disparan y luego preguntan y con algunos exaltados que piden muros y expulsiones contra todos los que construyeron con muchos sudores la grandeza de este país. El payaso del flequillo imposible les ha prometido hacer posible esa idea disparatada. 

    Y este país no necesita un payaso al frente, porque nos guste o no, es el que nos marca el paso a todos los demás, donde últimamente ya vamos bien despachados de payasos gobernantes y alguno màs que està calentando motores a ver si lo eligen. En una Europa con Erdogan de vecino, los ingleses dando por donde saben, Putin que no hay manera de quitàrnoslo del medio, Marine Le Pen a dos palmos del Eliseo y Renzi jugando a convocar referendums, màs nos vale una cabeza pensante como la de Hillary, aunque no siempre elija bien la cuenta del correo electrónico, que un cantamañanas que ni siquiera es capaz de elegir a un asesor para que le escriba diez líneas de discurso a su mujer sin copiarlas. Ya dijo Aristóteles que la política es el arte de lo posible...Lo posible, en este momento de locura y despropósito es que alguien con màs de dos neuronas nos gobierne, y los americanos lo tienen, tanto mejor para ellos. Tampoco es tanto pedir. 

    En este país ("it takes a country") le tienen que hacer frente a todo ese lío suyo y ademàs ocuparse del resto del mundo. Con todo y con eso, una vez cada cuatro años hassta consiguen ponerse de acuerdo en un mínimo común. Mientras, en mi querida patria (que necesita urgentemente volver a ser un país) cuatro incapaces con un territorio menor que el de California llevan seis meses mareando la perdiz. Qué mal repartido està el talento! 

jueves, 21 de julio de 2016

Desde la ciudad del pecado

Ya les avisé en mi anterior entrada que abandonaba la paz de los bosques de Virginia. De nuevo en la màquina del tiempo y, 3500 kilómetros y tres husos horarios atràs, heme aquí en Las Vegas, ciudad del pecado que dicen. El pecado en los años treinta, cuando comenzó su auge, era una sabia combinación de alcohol sin restricciones, juego y prostitución; el pecado actual es uno sólo y se resume al mal gusto. Les estoy escribiendo en este momento junto a la ventana de mi habitación de hotel y desde ella diviso una falsa torre Eiffel y un falso Arco del Triunfo y, un poco màs lejos, toda la falsedad grecorromana que encierra un lugar llamado Caesar's Palace. Esta tarde voy a visitar unos falsos canales venecianos y ayer me retraté ante una falsa Estatua de la Libertad y una botella de Coca-Cola de al menos diez metros de altura...Desde hace 48 horas creo vivir dentro de una Falla valenciana! Hablando de mal gusto...

    Como siempre, los americanos, endiabladamente hàbiles para venderte sus cosas, acaban por embaucarnos en este monumento al mal gusto, en el cual acabas por encontrar tu sitio. El mío, como siempre, està en la calle, viendo pasar a la gente y sacando mis conclusiones. A pesar de los 43° y del asfalto ardiente, no hay película mejor ni màs fiel en el mundo que retrate la diversión y el espectàculo a la americana que estas calles de Las Vegas repletas de obesos y no tan obesos, llenos de bolsas con compras de rebajas, que beben en vasos de litro todo tipo de granizados de colores (mejor no preguntarse de qué estàn hechos) que juega en los casinos desde las siete de la mañana y gastan un dineral en ver por las noches a Celine Dion, David Copperfield, Cher y demàs folclóricas en versión USA y en carrera decadente. Yo misma iría a ver a Celine Dion, si no fuera porque està dada de baja por viudedad, la pobre. Si nuestra Pantoja hubiera tenido unas Vegas en versión hispana, habría devuelto sus dineros robados en tiempo récord y quién sabe si no se habría librado de la càrcel.  También en eso consistía la ciudad del pecado. 

    Que por qué me estoy sometiendo a mí misma a esta tortura estética? Pues tiene su explicación. En mi lista de cosas que ver antes de volverme idiota o simplemente morirme, estaba el cañón del Colorado, no lejos de aquí y que he sobrevolado esta mañana en helicóptero (muerta de miedo para qué negarlo) con mi familia. Ya de paso me he subido a una limusina y a un helicóptero, que es algo que no estaba en mis planes vitales pero que a mis retoños les ha chiflado; y la excursión aerea contribuirà al patrimonio de buenos recuerdos que voy a dejarles en herencia, porque el otro patrimonio, a este paso, va a quedar un tanto menguado. Ellos piensan que Las Vegas es lo mejor que hay sobre la tierra y mejor no rasco mucho porque a lo mejor me dicen que la falsa torre Eiffel es mejor que la verdadera (donde han estado ya varias veces)  y que por supuesto entre París y este patio de Monipodio no hay color...Con los años quizàs acaben visitando el Louvre con pasión y acordàndose de aquel verano en el que sus padres les llevaron a Las Vegas y se subieron a un helicóptero. Espero que al hacerlo, se les dibuje una sonrisa en el rostro. Si así fuera, misión cumplida. 

lunes, 18 de julio de 2016

La comunidad

    No sé si saben ustedes que Obama comenzó su vida laboral en Chicago como "community organizer" que es un término inglés intraducible pero viene a ser un mediador que intenta allanar las dificultades que surgen en barrios, grupos de personas, colegios, etc. Así lo leí hace tiempo en su estupenda autobiografía titulada "Los sueños de mi padre", y ocho años después, he llegado a la conclusión que lo que ha hecho de él un gran político y un màs que aceptable presidente americano es precisamente ese trabajo de mediador entre gentes de muy distinto origen y con muchos problemas comunes pendientes, trabajo que es precisamente el del presidente norteamericano, que gobierna un país donde las comunidades son tan diversas y el bien común tan lejano de muchas de ellas. 

    Ya sé que me van a reprochar ustedes un cierto síndrome de Stendahl, pero cuando vengo a los Estados Unidos, me asombra permanentemente ese sentido cívico y del bien común de los norteamericanos, cuanto màs en un país en el que los valores fundamentales y hasta la constitución se asientan sobre la defensa de las libertades individuales. "Comunidad" en esta tierra es una palabra que sirve para nombrar muchas cosas màs que una asamblea de vecinos que pone dinero en común para arreglar el ascensor y luego se insulta en las reuniones. Aquí la comunidad se presta la cortacésped o la quitanieves, con la misma buena disposición con la que llena la nevera del vecino cuando éste vuelve de sus vacaciones. A fuerza de convivir con ellos he aprendido que no hay mayor drama en una casa americana que el de una nevera vacía!  Y con esa misma alegría e interés por el bien común, preparan galletas para venderlas en la piscina comunitaria, o hacen una barbacoa benéfica en la que en vez de vender comida para conseguir un objetivo común, lo que parece es que van a terminar con el hambre en el mundo, vistas las cantidades. Los políticos en campaña le dan tanta importancia o màs a sus reuniones con los vecinos de ciertos barrios como a las grandes multitudes reunidas en un estadio; y el club de baloncesto, la residencia de la universidad o los grupos parroquiales se convierten en núcleos duros de cierto poder civil donde se forjan amistades para toda una vida. 

    La iglesia es una de estas comunidades a prueba de bombas y goteras;  ayer precisamente estuve en una de ellas, oyendo misa, aquí donde me ven. Quién yo? Pues sí, la que suscribe y tantas veces blasfema. Fui a una misa católica con gente variopinta, de varios colores y procedencias; cantada a ritmo de blues y oficializada por un sacerdote viejete irlandés y dicharachero y otro vietnamita, sonriente y acogedor. Cuando la misa empieza los vecinos presentan en público a los amigos y conocidos que han traido, y antes de terminar, se comentan en voz alta los cumpleaños, aniversarios de matrimonio y demàs efemérides, así como las necesidades de ciertos feligreses o simplemente la enfermedad y recuperación de algunos de ellos. Yo tuve que levantarme de mi banco y saludar a un grupo de gentes amables que me aplaudían, en la vida me he visto en otra parecida!  A la salida el padre vietnamita me dió las gracias por haber venido y, por un rato, sentí que también pertenecía a 
esa comunidad. Cuando los obispos españoles braman porque nadie va a misa, habría que sugerirles una visita de estudio a este otro lado del Atlàntico. Y por cierto, las iglesias tienen unos baños que, cuando la necesidad aprieta, se pueden visitar en medio de la misa y a nadie le sorprende; una nimiedad no tan nimia, francamente. 

    Mañana salgo a la conquista del oeste, con parada y fonda en una especie de Sodoma y Gomorra de la que les iré rindiendo cuentas. Ya me fastidia abandonar esta civilizadísima comunidad virginiana en la que soy tan feliz cuando vengo, pero así es la vida del viajero. No me pierdan la pista, seguiremos informando! 

sábado, 16 de julio de 2016

Un océano por medio

    Ya està. La máquina del tiempo cumplió su cometido y me transportó allende los mares, a un lugar donde he emergido esta madrugada cuando aún no había aclarado el día (jet-lag obliga) con las terribles noticias de todo lo que dejé al otro lado del océano, que es el que me toca cada día. Me parece mentira a la hora en la que escribo estas líneas, tomarme mi café americano con los irresistibles muffins de aràndanos de mi amiga Raquel, en la paz de un balcón que se asoma a un bosque de Virginia y a donde en pocos minutos acudirà un tropel de ardillas a comerse las migas de mi desayuno, y al mismo tiempo leer que en la supuesta civilizada orilla de ese océano que nos separa ayer fue un día para olvidar, lleno de horror, de muerte y de gritos de guerra.

    No sé qué me espanta màs, si los 84 muertos y triple de heridos de Niza, o los 260 que ha dejado el golpe en Estambul. No sé si es màs fàcil condenar por enésima vez el fanatismo pueril y asesino del conductor del camión o reflexionar sobre nuestra condena como europeos a un golpe de estado que, si bien no es defendible en la forma, merece una vuelta de tuerca en nuestros pensamientos porque nos obliga a ponernos del lado de un régimen que camina a pasos agigantados hacia la intolerancia de los que acusamos. Lo dicho, o como decía el del chiste, qué prefieren ustedes, susto o muerte?

   Yo, por el momento prefiero estar donde estoy, alejada física y mentalmente de ese viejo mundo que es el mío, de esa Europa arteriesclerótica, paralizada e incapaz, llena de políticos incapaces, indecisos y cacofónicos. Por puro egoísmo mental he decidido pasar una parte de mis vacaciones en el Nuevo Mundo, que también tiene sus cosas (sus rifles en los supermercados, por ejemplo) pero que en este momento se me presenta como un remanso de paz  al lado de nuestra pelea de gallos. Reconozco que aquí también guardan conejos peligrosos en la chistera, como Donald Trump; aunque con las mismas, tengo la esperanza de asistir en las próximas semanas al paso adelante firme y decidido de una mujer camino del despacho Oval.

    Les iré contando. Ya saben, cuando tengo que escribir con este teclado tàctil surgen erratas, pàrrafos partidos por la mitad y cosasa extrañas que me ocurren cuando escribo sobre una tableta; les ruego que me disculpen por todo ello. Y les ruego que entre todos digamos que basta ya, pero no a los que matan en nombre del dios que sea, porque esos ni nos escuchan ni les interesamos; sino a los que ciegamente siguen gobernando sin darse cuenta que la miseria exagerada de media humanidad es la que puede llevar a la muerte a la otra media. El mal del siglo XXI es la desigualdad extrema, busquemos políticos que sepan curarlo. 

jueves, 14 de julio de 2016

Horizontes lejanos

    En algunas horas, encaminaré mis pasos a ese aparato que nos sirve a los humanos como máquina del tiempo, en tanto los de Apple no nos inventan una de verdad. Se llama avión; a algunos les da miedo, a mí lo mínimo que recomienda la parte racional que nos dice que si tuviéramos que volar, nos habrían fabricado con alas (eso decía mi abuelo, que jamás se subió a un avión) y a muchos nos sirve para poner tierra y aire por medio con esta vida cotidiana que de vez en cuando nos mata despacito, aunque otras muchas nos dé la vida. En mi caso concreto, y en este verano que no es verano, la máquina del tiempo me va a servir para cambiar el tiempo metereológico en el que vivo, que se ha equivocado y ha vuelto del invierno al otoño, sin pasar por las otras casillas. 

    Me he enterado hace unos días que en este año 2016 festejamos en Europa los ochenta años de las vacaciones pagadas, que instauró por primera vez en Francia el gobierno del Frente Popular de Léon Blum; una auténtica conquista social, caramba! No me explico como no  hemos organizado algún festejo conmemorativo internacional, cuando luego celebramos por triplicado el aniversario de la oveja Dolly o los cuarenta años sobre la escena de Julio Iglesias. Las vacaciones pagadas significaron un cambio de primera magnitud en la vida de la clase obrera, que por primera vez disfrutó de algo parecido al tiempo libre; muchos niños de entonces vieron el mar por primera vez y muchas mujeres dejaron de tener dos trabajos diarios durante algunos días (el de casa no se lo quitaba nadie). Con las vacaciones pagadas  se creó una industria llamada turismo, que es la que ha salvado a muchos países de la quiebra y la que da de comer a miles de personas; la que destroza las playas, pero también la que abre los países que se cierran al mundo y la que tantas veces ha transportado con sus turistas un soplo de libertad. En España este año se esperan cifras de récord: 72 millones de turistas para toda la temporada, 36 millones solo en julio y agosto. Habrá sitio para todos?

    Así que yo por mi cuenta, para festejar el ochenta aniversario de las vacaciones pagadas, me voy a regalar unas hermosas vacaciones para las cuales he ahorrado durante el invierno,  en vez de gastármelo en coches, copas, trapitos y cachivaches con pantalla; vaya, seamos honrados y digamos que como yo odio comprar cosas lo de ahorrar para viajar casi que no me supone un esfuerzo. Y voy a hacer lo que más me gusta en este mundo junto con el jamón, los churros, leer, ver buen cine y hablar con mis amigos: viajar con mi familia y pasar junto a ellos muchas horas, todas las que no pasamos el resto del año. Buscar el asombro de mis hijos y abrirles los ojos al mundo; y llenarles sus cabecitas adolescentes y tantas veces huecas,  de recuerdos, que es lo poco que les voy a dejar en herencia, porque ya les he dejado claro que me lo pienso gastar todo viajando.

    Que a dónde voy? Un poco de paciencia. Son horizontes lejanos, pero como hay Wi-fi, al menos en la primera parte, les iré informando. Espero y les deseo, a todos ustedes queridos lectores y sin embargo amigos, unas felices vacaciones, si es posible, poniendo tierra por medio. Acuérdense de lo que les digo: hace ochenta años ni existían...


domingo, 10 de julio de 2016

Para que todo (o nada) cambie

    "Para que todo permanezca como està, hay que cambiarlo todo"; "Il gattopardo", Giuseppe Tomaso di Lampedusa (1954). Una de mis novelas favoritas, y no digamos la película de Visconti, de 1963, y todo ello, gracias a nuestro presente político, de rabiosa actualidad.


    Antes de meterme a hablar de política, les recuerdo que los protagonista eran Claudia Cardinale, Burt Lancaster y Alain Delon; y la música de Nino Rota; así que ya están tardando ustedes en verla, incluso si no hacen nada más el resto del domingo, incluso si dejan de leerme a partir de esta línea. Porque hoy, en contra de mis propios deseos, y en contra de lo que me propongo cuando escribo, que es no hacerlo de la actualidad, voy a hablar de política...Precisamente porque me parece que no tiene 
todo el protagonismo que la actualidad de un país sin gobierno desde hace seis meses se merece. 

    Puede que hasta debiera hablar de política con la lengua más suelta, visto que los procesos cicateros inventados en el 2011 por los grandes partidos me han dejado sin votar y que de lo que ha resultado en esta ocasión, yo no tengo arte ni parte.Lo que por ahora veo en la mucha prensa que leo 
y releo cada día es precisamente lo que me asusta: que no pasa nada nuevo, que todos dicen lo mismo que decían hace seis meses (recuerdan? Cuando tuvimos la oportunidad de ser un país con un gobierno no monocolor) y que, en el fondo, el soplo de libertad de las urnas se ha quedado enterrado bajo un montón de papeletas cenizas que buscan que todo siga como estaba. Los niños pequeños son enemigos del cambio, los españoles estamos aún en la más tierna infancia a la hora de jercer la democracia, qué le vamos a hacer. 

    Ahora mismo este país tiene un problema más político que económico. Nuestra democracia es una partitocracia, y los partidos no son el cauce de protesta del ciudadano sino la madre de todas las corrupciones; y cuando viene uno nuevo e intuye que puede pillar tajada (o simplemente escaño) sólo
es capaz de proponer sustituir a los corruptos por otra gente decente que, supuestamente saldrá de sus propias filas. Aún admitiendo que los nuevos partidos estén compuestos exclusivamente por gente muy decente, de lo que se trata es de impedir que esta gente se vuelva corrupta, y para ello, lo que hay que cambiar no es unas cabezas parlantes por otras, sino las leyes que dejan manga ancha a la corrupción. 

    Pero hete aquí que en España hay ocho millones de personas que piensan que no necesitamos cambiar en absoluto un modelo que no funciona por mucho que todos metan la mano en la caja, apoyados por otros cinco millones que más o menos concuerdan con la idea de dejar que todo siga como está, esperando que la pelota de gobernar se pase a su campo y otros cinco millones de desorientados porque votan a unos que aún no han sido capaces de explicar claramente si van de blanco o de negro o si están (como yo lo creo) simplemente a por uvas y mientras tanto meten miedo a un país que es cada vez más un país de pensionistas. Quedan tres millones de  moderados medianamente sensatos que no consiguen morder en la tarta porque ésta no está cocinada para los moderados, precisamente. Entre todos son algo más de 21 millones de personas desnortadas, mucha gente con esa idea de que para cambiarlo todo, lo mejor es que no cambie nada. Hemos entrado en una fase de nuestra democracia llamada "Gattopardiana". Búsquenlo en la Wikipedia, que lo explica muy bien. Da miedo.

miércoles, 6 de julio de 2016

Cosas extraordinariamente banales

    Mi hijo se marchó ayer a Estados Unidos, sin darle mayor importancia a la cosa. Yo creo que él piensa que cruzar el charco es algo natural que se hace cada verano, y a mí me maravilla esa aparente naturalidad con la que estos chicos hacen cosas que a mí, a su edad, me parecían extraordinarias. Yo atravesé el Atlántico por primera vez ya cumplidos los treinta y no me creía  Charles Lindbergh, pero casi, casi. Sólo me faltó llamar al periódico local de mi ciudad para que lo publicaran!

    Supongo que es la misma admiración que yo pude levantar en mis padres cuando hace treinta años llegué hasta Budapest en tren, pasando el telón de acero y todo. O quizás la misma sorpresa (que no admiración en este caso) que cuando me marché a vivir con un tipo sin casarme con él, o cuando me presentaba en casa a las siete de la mañana y me los encontraba desayunando. Será también la misma admiración o sorpresa que mi madre pudo provocar en su propia madre cuando se puso pantalones o fumaba delante de su padre, cosas estas bastante banales, vistas desde el año 2016. O cuando mis abuelos compraron una televisión, que debió de ser la primera del vecindario y que por banal que sea el aparato,  a mis bisabuelos (aún pude conocer a uno de ellos) les pareció una invención del maligno.  Porque así se escribe la historia, la sorpresa de una generación hace que se conviertan en banales los logros de la generación anterior. 

    No les vendría mal a nuestros herederos, sin embargo, darse cuenta que muchas cosas que parecen banales no lo son tanto. Abrimos el grifo cada mañana y sale agua, pero en màs de la mitad del continente africano no es que vayan con el cántaro a la fuente (que alguna de mis abuelas ya lo conoció ese caminito) sino que, además, no hay fuente a donde ir. Blasfeman del colegio y están ahora mismo en la franja ancha de sus largas vacaciones: según la UNESCO, aun hay 58 millones de niños en el mundo sin escolarizar, y parece que es ésta una cifra maldita que no hay manera de bajarla. Nuestros hijos tienen casa, y si me apuran hasta dos, pero hay ahora mismo en Europa 160.000 refugiados que hay que reubicar y que, aunque los países firmaron un acuerdo para ello, no hay manera: apenas unos 600 han encontrado techo desde septiembre para acá. Ojo! es gente que se ha marchado de sus países huyendo de las bombas que les caían a dos metros, no son aventureros que se echan a los caminos con la mochila por gusto. Y así tantas otras cosas, banalidades muchas de ellas según desde qué lado del cristal las estamos contemplando.

    Otra banalidad como ejemplo: las cuatro estaciones; nada tan acostumbradamente repetitivo. Sin embargo, yo vivo en un paralelo donde el otoño es casi eterno y cuando se retira es para darle paso al invierno. A día de hoy, víspera de San Fermín, se ha asomado a mi ventana una tímida primavera después de  35 días de lluvia sin interrupción. He salido a correr esta mañana, antes de trabajar, que es una cosa banal que hago varias veces por semana sin prestarle mayor atención; pero hoy, con 18 grados y un tibio sol más de octubre que de julio, me ha parecido un acto extraordinario. Después de 35 días de lluvia en este Macondo que habito, me ha resultado casi tan extraordinario como cuando crucé el Atlántico por primera vez!

   Y de propina, una canción muy apropiada para el hecho banalmente extraordinario al que hemos asistido hoy. 

domingo, 3 de julio de 2016

Anonadada

    No he desaparecido de mis pàginas blogueras porque esté de viaje y no tenga wifi, que es lo que normalmente justifica mis ausencias, aunque todo llegarà. Llevo casi diez días sin poner una sola línea de mi cosecha porque estoy anonadada, y en mi sorpresa, sufro de parálisis escribiente. 

    Anonadada por ser capaz de soportar 33 días de lluvia seguidos sin cometer un delito de sangre, presa de mi desesperación. No debería extrañarme después de más de veinte años desplegando y perdiendo paraguas por estas tierras; pero con el cambio climático, parecía que hasta el terrible y húmedo norte se estaba convirtiendo en un lugar habitable. Falsa esperanza la mía; desde hace 33 días vivo en Macondo; y ya estoy empezando a padecer de los huesos, ahora que, no se preocupen, que tengo unos planes para que se sequen esos mismos huesos, que ya verán, ya!

    Anonadada estoy por la capacidad de los españoles a soportar que les roben, del erario público, e incluso de sus bolsillos, y confiar de nuevo en Alí-Babá y los cuarenta (o cuatrocientos) ladrones para seguir conservando las llaves de la caja. Como esta vez no me han dejado votar, me limito a constatar mi sorpresa, ingenuamente, porque los sabios analistas probablemente ya se lo esperaban. Y constato, sin anonadamiento ninguno, que aunque no he votado, es como si lo hubiera hecho, por lo poco que ha cambiado el panorama desde la última vez.

    Anonadada me quedé hace una semana al ver como un pueblo civilizado, una democracia antigua y supuestamente sólida, se deja arrastrar por los cantos de sirena de unos cuantos alocados de pelo teñido (Farage) o alborotado (Boris). Se marchan del club al que hasta hace nada todos llamaban a la puerta para convertirse en países respetables, lo que indica que quizás el club ha bajado de categoría o que sus socios ya no son percibidos como respetables, a saber; o simplemente que esta gente británica es muy rara. Yo, que vivo la cosa europea como el aire que respiro no sé si estoy simplemente anonadada o francamente enojada. Vaya, ellos hablàn inglés, que como bien sabemos, es un idioma que abre puertas, así que podràn irse de este club alborotado y sin rumbo cierto e incluso podrán hasta fundar otro gallinero nuevo. Como para pensar que todos los países civilizados tienen cuentas pendientes con el gremio de peluqueros, visto que quienes quieren gobernar tienen casi toda su personalidad y su imagen al servicio de su cabellera, despeinada o mal teñida, según los casos: el siguiente en la lista es Trump...

    Anonadada me han dejado mis hijos con sus (buenas) notas; la selección española con su mal juego y sus pocas ganas de ganar y darle un buen rato a la parroquia; anonadada los de Unidos Podemos (o podíamos) que pasaron del megáfono callejero a la mercadotecnia televisiva y se quedaron como estaban. Y entre tanta sorpresa, aquí sigo expectante, boquiabierta, sorprendida, confundida, desnortada, interrogante, estupefacta, asombrada y haciendo rogativas para que pare ya de una vez esta lluvia que hace que el 3 de julio parezca el 3 de octubre y que se me esté poniendo una mala m.......(rellénese con lo que proceda) que no me aguanto ni yo!