jueves, 28 de marzo de 2013

Jueves de procesión

    Van a tener que perdonarme ustedes, sobre todo los puristas de la ortografía durante dos o tres entradas, porque voy a depender  de mi tableta, a la que quiero como a una mascota, pero que me complica un poco ésto de la escritura, y aún más las correcciones; un poco por mi torpeza innata y otro poco por lo de la cosa táctil (tactilidad dicen mis hijos, será correcto?); avisados están. 

   A pesar del título de esta entrada hoy no es un jueves cualquiera, es ese jueves en el que media España, o quizás tres cuartos se pasan media mañana consultando las predicciones metereológicas para saber si la procesión va a salir o no: unos porque quieren verla, otros porque salen en ella. Otro tercio de esta humanidad hispana, entre los cuales me encuentro, agradecen que sea fiesta y que a pesar de ello, el Carrefour de la esquina esté abierto; y para terminar debe haber una buena franja de la población cuya vida está tan achuchada ultimamente que poco les importa si el jueves es santo, beato, de pasión o de Corpus Christi. O simplemente el cuarto día de la semana.

    Desde mi casa del pueblo ( ya saben, esa que ni es casa ni está en un pueblo) no hago más que ver llover, que después de varios meses viendo nevar no es como para sentir alivio. Deduzco que no habrá procesión a pesar de lo mucho que la esperan mis paisanos...curioso fenómeno este de las procesiones, que acaban siendo como una película de pase único, que gusta tanto al devoto como al ateo convencido, que irritan a los automovilistas cuando les cortan el paso y son la alegría de los tenderos cuando desfilan delante de sus garitas. Pues bien, mi querida España, apaleada por las agencias de calificación, zarandeada por la corrupción y el paro y amenazada de corralito bancario, encima, este año se va a quedar sin procesiones! Cabe mayor desgracia para un jueves santo? Un sunami en la costa quizás...

   Como nunca he sido aficionada a los desfiles, porque generalmente van acompañados de una banda
 de cornetas y tambores de ruido insoportable, me resulta complicado apreciar las procesiones, y les
 aseguro que las he visto de todos los tamaños, colores y grados de fervor. Las he visto en Castilla, en recintos amurallados que cortan el hipo y las he visto en Andalucía, cargadas de cirios y olor a azahar; las he visto de pequeña, cuando no había otra cosa que ver un jueves santo y aún pensaba que la sangre de las imágenes era verdadera, y las he visto cuando descubrí que los capirotes se parecían (desgraciadamente) al disfraz del Ku Kux Klan;  las he visto con fe y sin ella, con sol y con estrellas, con mis padres y con mis hijos y la verdad, sigo sin encontrarles ningún aliciente.Respeto lo que quede en ellas de tradición cultural y de ritual religioso pero lo de desfilar, insisto, no me gusta, ya sea el ejército, una cofradía mariana o la fallera mayor de Valencia y su séquito de falleros. Puestos a ver desfiles, el único que he apreciado en los últimos veinte años de mi vida es el que cierra la jornada en los parques Disney y que vi en Los Angeles sin llegar a creer que tal despliegue de fantasía, de buen humor y de espectáculo estuviera pasando por delante de mis ojos.

    Así que he decidido hacer  de éste un jueves cualquiera, sin trabajo porque es fiesta, con amigos que llaman a mi móvil para contarme lo mal que está España, porque quizás piensan que como vivo en tierras de opulencia nórdica no me entero; con una tableta que me permite contarles los pensamientos alborotados e irreverentes que atraviesan mi cerebro y con la lluvia golpeando los cristales mientras que escucho un excelente disco de Keith Jarrett: "The Köln Concert", bastante más relajante que una banda de cornetas y tambores, creo yo.Se lo dejo de propina, ya me dirán qué les parece.


domingo, 24 de marzo de 2013

Diez razones para callarse

    Lo bueno, si breve dos veces bueno. Lo dijo Gracián, ilustre pensador y excelso escritor del Sigo de Oro, y no seré yo quién le contradiga, sobre todo porque a día de hoy, me resulta útil acogerme a la frasecita. Les cuento mis razones para no alargarme mucho en esta entrada.

   La primera, claramente, es por falta de inspiración. Varias cosas bullen en mi cerebro, pero miro por la ventana, veo el blanco que remata los tejados tras la nevada de anoche, en esta primavera que es cualquier cosa menos primavera, y ese mismo cerebro se pone en modo de espera.

   La segunda se la acabo de describir: no puedo más con esta nieve que cae a todas horas, se hace convidada de piedra (o hielo) en todos los acontecimientos de mi vida, no me deja moverme como quiero y me ha tirado ya por tierra en una ocasión tras un resbalón memorable. O para la nieve o yo no sigo adelante. Si conocen ustedes a algún psicioanalista que haya estudiado este problema les ruego que me manden su teléfono.

    La tercera: será por cansancio, por pereza, por saturación, por la nieve o porque es domingo de Ramos, pero tengo el encefalograma plano. Me he dado cuenta porque en este mes de marzo de propina invernal, he empezado leyendo las poesías de Octavio Paz y las memorias de Stéphane Hessel y lo estoy terminando leyendo "Yo, Cayetana" (la autora no hay que nombrarla)...juzguen ustedes, sólo me falta engancharme a "Sálvame"! 

    La cuarta: porque tengo que coger un avión, y ahora que ya nos habíamos quitado de encima la huelga de Iberia, resulta que hay que hacerle frente a la helada.

   La quinta: porque esta semana me ha llegado de la madre patria y de mis conocidos alguna que otra mala noticia, y la tristeza, salvo a Françoise Sagan, que escribió una excelente novela con ese título, no es buena compañera de las letras.

    La sexta: porque toca Semana Santa, con su cortejo de pasos de Vírgenes llorosas y Cristos sangrantes, que no son, valga la pena decirlo, santo de mi devoción. Y ni siquiera me gustan las torrijas, que podrían valer como premio de consolación. Un desastre.

    La séptima: porque veo el pronóstico metereológico para la Semana Santa y anuncian toda la lluvia del mundo...que si cae sobre los pasos y los penitentes les aguará a ellos la fiesta pero nos dejará las calles más despejadas y transitables. Casi que es un alivio, pero ya siento alegrarme por la desgracia ajena.

    La octava: porque gente de quién me fío, me ha dicho que la última de Almodovar es mala e incluso malísima, y ese era uno de mis proyectos estrella para las vacaciones.

    La novena: porque hace un año escribía yo que media España vivía abrazada a la miseria, y de entonces acá, hay 360.000 parados más; hablaba yo de la carnicería de Libia y carnicería sigue siendo, hablaba yo del triste destino de Grecia y este año, sigue siendo triste e incluso acompañado por sus vecinos chipriotas; como si hablar griego fuera una cualidad para llegar a  la bancarrota...

   La décima: porque termina la frase de Gracián diciendo: "y aún lo malo, si poco, no tan malo"...Pues eso.


martes, 19 de marzo de 2013

Que veinte años no es nada...

    Ya supongo que muchos de ustedes están esperando que les propine una entrada "habemus papam", cosa que no voy a hacer porque como ya he dicho varias veces, aquí escribo sobre lo que me llega al alma y me preocupa o me hace reflexionar y, honestamente, la llegada al trono de Pedro de un nuevo ocupante no entra en ninguna de las tres categorías anteriores. La Iglesia Católica se las ha arreglado bastante bien durante veinte siglos de historia para permanecer donde está sin cambiar grandes cosas (será ese el secreto de su éxito?) y no creo que un nuevo director de orquesta traiga muchas novedades; y si me equivoco, yo seré la primera encantada en reconocerlo. Veremos.

    Escribo estas líneas tras un fin de semana rico en vida social, algo que no practico habitualmente. Vida social rejuvenecedora en este caso, porque me han invitado a dos fiestas, dos, en las que los anfitriones celebraban sus treinta años...casi veinte menos que la próxima decena que me toca cumplir. Me sorprende y me halaga a partes iguales que los treintañeros me inviten a sus fiestas, y como una es como es, llevo dándole vueltas a la cosa desde entonces, y  ya va para dos días.

    Para empezar,  un tópico: treinta años, quién los pillara! Como ya he dicho en otras ocasiones, con la salvedad de la sabiduría acumulada y lo que una aprende de la experiencia, cumplir años es un fastidio, y los que tan bien y tan a gusto se encuentran en la plenitud de sus muchos años cumplidos mienten como bellacos o son carne de revista del corazón y algo tiene  que decir para rellenar los pies de foto. Las mujeres somos especialmente proclives a este tipo de afirmaciones idiotas como "nunca me he sentido tan bien como en la cincuentena"...pues yo sí! francamente, me sentía bastante mejor al borde de la treintena, sin canas que teñir, sin vientre que rebajar y sin facturas que pagar; y no digamos con la cuarentena, con dinero para pagar las facturas y las piernas sin calambres después de una hora de entrenamiento. Será que me identifico con Unamuno y aquello del sentimiento trágico de la vida, o será precisamente por lo que me gusta la vida que me fastidia que con los años me la vayan descontando.

    Volvamos a los treintañeros con los que me he codeado este fin de semana. Gente que habla de visitar lugares remotos, de vacaciones con una mochila al hombro, de comprarse una casa, de tener unos hijos, de cambiar de horizontes e incluso de cambiar de trabajo (no eran españoles, claro) o de modo de vida. Hombres que comienzan a preocuparse por la primera caída del pelo y mujeres que te preguntan si eso del reloj biológico va en serio. He intentado mirar atrás y echar mano de mi siempre eficaz memoria y me veo a mí misma apagando las velas de mis treinta años en una buhardilla de una ciudad europea, acompañada de unos pocos amigos que, a Dios gracias aún conservo; llena de planes que desde entonces acá he ido viendo como unos se cumplían y otros se quedaban en la cuneta.

    El tiempo es un ladrón de guante blanco. Del mismo blanco que tengo que tapar con el tinte capilar; del mismo blanco que, dicen, es el color de la esperanza de seguir viviendo. El tiempo es ese reloj implacable que avanza mientras tú reculas, el que te cuenta las horas por minutos y los días por horas. El tiempo es esa magnitud que no contabilizábamos a los treinta años porque pensábamos que nos sobraba y que ahora es un bien tan escaso como en ciertas épocas, inexistente. Cuando te invitan a una fiesta para celebrar treinta años la terapia de choque es la misma que la de celebrar los dieciocho de tu primer hijo o  los ochenta de tu propia  madre: a los dieciocho nos gustaría regresar, a los ochenta quién sabe si llegaremos, pero yo insisto: los treinta, quién los pillara!

    Felicito de nuevo a los treintañeros del pasado fin de semana (me consta que uno de ellos me lee) y me gustaría largarles un sermón de la montaña para insistirles en que cuando menos se los esperen, se encontrarán  con dos decenios más en sus costillas  que se les habrán pasado en un suspiro...como a la que esto suscribe.

viernes, 15 de marzo de 2013

Buscando el anticiclón

    Siempre he creído que hablar del tiempo servía sólo para amueblar las conversaciones en los ascensores y que preocuparse por la metereología a todas horas era un síntoma de envejecimiento. Me pasé muchos años de mi infancia escuchando los partes metereológicos de Radio Nacional y recibiendo reprimendas por ponerme a hablar en el momento álgido del Telediario, que para mis padres era el de la aparición del "hombre del tiempo", llamado así porque siempre era un hombre, claro: Mariano Medina, Manuel Toharia, Paco Montesdeoca...tanta atención recibían de mis progenitores que sus nombres se han quedado incrustados en un surco de mi cerebro.    Nunca entendí (ni aún hoy entiendo) tal obsesión por parte de unos señores que vivían en la estepa castellana, donde hacía mucho frío en invierno y mucho calor en verano, sin más variantes; donde apenas llovía, casi nunca nevaba y encima ni teníamos tierras ni dependíamos de la suerte de ninguna cosecha. Probablemente sea un demonio generacional, porque a mi abuelo, que era ingeniero agrónomo y él sí tenía tierras, el mapa del tiempo y el señor que lo presentaba le interesaban bastante poco.

    Reconozco que los años no pasan en balde, porque mi interés por la cuestión metereológica ha ido paulatinamente en aumento, aunque cierto es que sólo me interesa en dos situaciones en particular: cuando tengo que coger un avión o cuando me voy de vacaciones, para hacer la maleta en consecuencia. Me pregunto cómo harían nuestros padres y abuelos para hacer una maleta y marcharse a Tenerife , Miami o  Londres sin la ayuda de las miles de páginas del tiempo que pululan en Internet? Respuesta obvia: nuestros padres y abuelos no iban a Tenerife, ni a Miami ni a Londres; iban a su pueblo, a Benidorm o a la Costa del Sol, y allí ya se sabían ellos el tiempo que les aguardaba. Y sino, se ayudaban con el refranero, que siempre ha sido muy del gusto de los fenómenos climáticos: "abril, aguas mil", "hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo", "año de nieves año de bienes",etc. Y no sigo, porque mi amor por el refranero popular puede hacer que les propine una lista de quince o veinte, que me los se.

    Lo de las páginas metereológicas en Internet, es una selva como todas las selvas que hay que explorar en la red. Los muy adeptos enseguida le brindarán a usted, si se lo pide, una clasificación de las mejores según exactitud en las predicciones, colores, regiones, preciosismo en la presentación o validez científica. No se atreva a contradecirles, esta gente tiene una fe infinita. En cuanto a los telediarios, que tampoco veo porque me parecen otro síntoma de la vejez, se han convertido en un apéndice de "el tiempo" y no a la inversa como antes ocurría. La información metereológica es larga, aburrida, hablan de todo y más, y añaden de postre unas fotos panorámicas que mandan los televidentes que aún no entiendo muy bien para qué sirven además de para darle treinta segundos de gloria televisiva a quién las envía.

   Bien, pues a pesar de mi desapego, en este mes de marzo que no ha cumplido para nada con el refranero ("cuando marzo mayea...") me he descubierto en varías ocasiones escrutando información metereológica sin aviones ni maletas que lo justifiquen. Será porque en mi lugar de residencia, ultimamente, pasamos de -4°C a 18°C en menos de una semana y vuelta a la casilla de salida. Hemos tenido nieve, hielo, lluvia helada, principios de polen, nieblas de todo tipo y vuelta a la nieve y a las temperaturas laponas a siete días del inicio oficial de la primavera. Hay alguien, además del primo de Rajoy, que sea capaz de seguir negando el cambio climático?

    Cuando era pequeña y me mandaban callar (ya entonces...) porque empezaba "el tiempo", se hablaba sin cesar de un Anticiclón de las Azores que según se movía por el mapa alejaba las lluvias y nos traía el sol  que,en aquella Meseta castellana, brillaba todos los días. Ahora que ya no vivo en una tierra soleada, me gustaría que el dichoso anticiclón se coloque donde haga falta para que termine la temporada de la nieve, que se está alargando de mala manera, y yo pueda poner mis huesos a secar. A quién hay que pedir, rezar o suplicar para que el fenómeno se produzca? Será Francisco I competente en la materia? Se ruega contestación. Que tengan ustedes un agradable fin de semana. Y no se olviden de consultar el tiempo antes de echarse a la calle!

lunes, 11 de marzo de 2013

Crónicas germanas

    Hace varios domingos, Maruja Torres escribía en El País Semanal un delicioso artículo sobre una estancia reciente en Roma ("Soñando hacia atrás", 17 de febrero) como otros muchos que ha escrito de sus andanzas por el mundo. El domingo pasado, en el mismo suplemento dominical ("En el camino", 4 de marzo) Maruja escribía de nuevo sobre ese viaje a Roma, pidiendo disculpas a sus lectores (algunos de ellos parece que se lo habían recriminado) por hablar públicamente de su vida ociosa y de sus viajes de placer en un momento en el que buena parte de la población hispana no llega a fin de mes. Me asombra que la siempre indómita Maruja presente excusas a su respetable público, lo cual dice mucho de su empatía y no se si dice gran cosa de nosotros sus lectores, que nos estamos convirtiendo gracias a la crisis en una panda de resentidos.

   Que por qué les cuento ésto? Pues por que yo siempre sigo  el ejemplo de la gente que admiro, y Maruja forma parte de mi Olimpo particular del periodismo; y como lo que quiero hoy es hablar de Alemania porque he pasado el fin de semana en Berlín con mi familia, vaya por delante mi disculpa por viajar tanto ante mis lectores, que no son ni la décima parte de los de Maruja Torres, pero también tendrán su corazoncito, digo yo.

    Fin de semana en Berlín, ciudad que he conocido separada por un muro, con el muro agujereado, sin muro y llena de obras, sin muro y sin obras y en esta ocasión, bajo la nieve que, definitivamente, este invierno me persigue allá donde voy. Mis hijos han recibido una buena lección de historia, pues no hay ciudad europea que recoja mejor lo que ha sido la azarosa vida de este continente en el siglo XX, y yo he recibido alguna que otra lección de civismo y reglas de buen vivir...yo! que me paso el día proclamando la necesidad de reinstaurar la educación para la ciudadanía en los planes de estudio! Parece que aún me quedan cosas por aprender.

   En estos dos días berlineses he recibido reprimendas varias: por contestar a una llamada de mi móvil dentro de un museo o por quitarme el abrigo y llevarlo de la mano cuando hay un guardarropa gratuito en la entrada de otro museo. Por intentar cruzar una calle no muy ancha por donde no había semáforo, por sentarme por mi cuenta en una mesa de un restaurante semivacío sin esperar a que me lo indicara el camarero y por bajar unas escaleras por la izquierda en vez de por la derecha. Todo minucias, ya ven, pero parece ser que todas muy importantes para un país que apenas conoce el paro, que se ha destruido y reconstruido dos veces en los últimos cien años, que gobierna nuestas economías y que tiene un índice de protección social que ya lo quisiéramos para nosotros. Pueden darnos lecciones? me temo que sí. Nos tiene que gustar? claro que no, a nadie le gusta pasarse la vida recibiendo lecciones.

    Y así es como he descubierto que he sufrido durante muchos años una especie de "germanofobia primaria" que, entre otras cosas, me impidió a su debido tiempo estudiar alemán, que es una lengua magnífica que me hubiera servido de mucho en la vida. Sufrí de germanofobia porque cuando salí de mi casa dispuesta a comerme Europa a bocados, recibí muchas regañinas por parte de los alemanes que se iban cruzando en mi vida y entonces decidí que ya no podía soportar más ese tono tan suyo donde convergen el sermón dominical de los curas, los salmos de las monjas de mi colegio y las broncas de mi madre por llegar tarde a comer. Después de vivir muchos años en el exilio nórdico, y al filo de cumplir mi quinta decena, me doy cuenta que la regañina permanente es algo que a ciertos espíritus sureños nos hace falta para vivir sin meter la pata. Qué tal si propusiéramos que nuestros escolares adolescentes pasaran al menos seis meses de sus vidas viviendo con una familia alemana? ya se que no es factible, pero no se hacen una idea de lo que ganaríamos todos con ello.

    Los alemanes se levantan con el alba, comen patatas a todas horas,ven poco el sol y tienden a la gordura pero a cambio, ganan más que miles de europeos que hacen sus mismos trabajos, tienen treinta días de vacaciones que aprovechan para viajar y tostarse en las playas; tienen la guardería a la vuelta de la esquina, el colegio gratis, las tiendas abiertas a todas horas y la pensión garantizada. Hay quien dice que son infelices, quizás sea verdad, aunque me atrevo a discutirlo a juzgar por lo visto. Y es más, creo que para haber cometido los destrozos que han cometido y ver cómo han salido de ello, tienen todos una madera especial, cierto carácter que hace años me fastidiaba y que he acabado por admirar, me acuso.

    Y un detalle más: en Alemania los ministros dimiten (ya van tres) porque alguien se da cuenta que copiaron parte de sus tesis doctorales. En España los ministros no son doctores (ni copiando) ni dimiten por cosas mil veces peores, y para colmo, una de las páginas web que más visitan nuestros estudiantes se llama "El rincón del vago" y ofrece la posibilidad de copiar deberes y trabajos ya hechos "on line"...no tengo palabras.

jueves, 7 de marzo de 2013

Mujeres, y encima trabajadoras

    A pesar de lo mucho que me molestan las fechas señaladas arbitrariamente, y esos "dias de" que algunos iluminados nos marcan en el calendario para recordarnos algo que ignoramos los 365 días restantes, no puedo pasar por alto que mañana es 8 de marzo, día de la mujer trabajadora (ojito, he dicho trabajadora) grupo en el cual estoy metida hasta los tuétanos.  El año pasado Forges me echó una mano con una de sus viñetas geniales que me sirvió para hacer verdad aquello de que una imagen vale más que mil palabras. Este año me va a tocar rellenar con unas cuantas tonterías de las mías. Aquí las tienen.

    Lo de ser madre trabajadora, es realmente como para celebrarlo? Con el paso de los años, y una vez superada la prueba de fuego de los pañales, biberones, llantos y pises a todas horas me atrevería a decir que sí, pero con celebración festiva, vaya. El trabajo es una liberación para muchas mujeres que de otra forma estarían en casa y con la pata quebrada, como dice el refrán; pero no una liberación económica, es casi espiritual: las madres trabajadoras damos más juego en las conversaciones y tenemos un horizonte más amplio, así de simple. Les reto a que busquen una mujer de las que voluntariamente no trabajan (les aseguro que existen) y se la lleven una noche de copas: les apuesto lo que quieran a que antes del segundo gin-tonic ya le habrán enseñado las fotos de todos los críos que guardan en su iPhone (las madres ociosas siempre tienen un iPhone, curioso)  y les han dado la receta infalible de como hacer el arroz con leche en la Thermomix...qué miedo!

    Otro reto: busquen en su círculo próximo a un hombre que afirme con la boca llena que le gustaría que su mujer se pusiera a trabajar sin necesitarlo, no lo encontrarán. Y no lo encontrarán  por la simple razón de que no existe. Cuando el dinero ya no es un problema, a los hombres les gusta que alguien se encargue de expedientes tan engorrosos como la compra, los deberes o hacer de taxista de los herederos, aún a costa de encontrarse cada tarde al volver a casa con un cerebro idiotizado por el programa de Ana Rosa. Las madres trabajadoras somos las únicas capaces de  hacer una tortilla de patatas y corregir ecuaciones de segundo grado después de ocho horas laborales; y los maridos de las mujeres trabajadoras son más sufridos, más atentos,  saben cómo poner la colada y qué día tiene kárate el pequeño de la casa; los otros no...ni les interesa.

      Y ahora una costatación, con cierto asombro por mi parte: ser rubia ya no es el chollo que era. Lo dice esa rubia que ultimamente copa las portadas de nuestra prensa nacional (y no sólo del corazón);lo dice la princesa Corina, aquella por la cual llegó el escándalo, y que resulta que es falsa princesa pero rubia verdadera. Esta guapa mujer,que por supuesto niega ser la amante Real que todos sabemos, se afirma y reivindica en su status de mujer trabajadora, a lo cual tiene derecho porque ganar millones intermediando es un trabajo, aunque éticamente le podamos sacar algún pero a la forma de ganarse los dichos millones. Corina la rubia, reclama cierto respeto al que (dice) le han faltado en un mundo en el que prosperan las puñaladas traperas y las rubias no son precisamente las que cierran el trato, sino que a menudo son parte de él. Si ella dice que ser mujer y rubia le ha perjudicado, será por algo...

  Tentada estoy de terminar este panfleto de hoy con una frase lapidaria como "el trabajo os hará libres", si no fuera porque, forjada en hierro, ésta  era la frase que recibía a los deportados en los campos de concentración del III Reich. Como siempre, los Nazis fueron muy hábiles en recuperar una frase que no era suya sino de un escritor alemán,  llamado Diefenbach, que la utilizó como título para una de sus novelas en 1873, cuando el Nazismo no era ni siquiera una posibilidad. Y ya que he aclarado el origen de la frasecita de marras, y a pesar de que muchas veces en estas entradas blogueras protesto y me lamento de mi condición de mujer trabajadora, me doy cuenta que sí, que a pesar de todo, a mí, y a otras muchas como yo el trabajo nos ha hecho mujeres más libres. Feliz día para todas, ojito! sólo para las trabajadoras.

sábado, 2 de marzo de 2013

El adios de los profetas

    Voy a hacer uso de la pequeña vanidad que me permito cada diez o doce entradas: quiero tranquilizar a mis lectores que ultimamente me reclaman un poco más de broma y menos seriedad en mis escritos. No se preocupen, no aspiro a ser opinadora profesional ni a que me contraten como contertulia televisiva; simplemente me dejo llevar por la realidad, que no está ultimamente como para tirar cohetes y qué caramba! el blog es mío y como ya he dicho varias veces, ésto no son los discos solicitados.

   Hecha la introducción, y antes de proseguir con un texto que, les advierto, hoy va por lo serio, les hago una aclaración de vocabulario. He buscado la palabra "profeta" en el diccionario de la Real Academia y de los tres significados que me da me quedo con éste: "persona que por señales, cálculos o conjeturas es capaz de predecir el futuro". También tengo otra definición de la Wikipedia, que sólo da una y más simple (por eso nuestros escolares la consultan tanto) : "intermediario entre Dios y la humanidad". Quería yo hablar, aunque sea tangencialmente,  de los profetas y de las profecías y temía emplear la palabra fuera de contexto.

    Pues bien, el intermediario entre Dios y la humanidad católica (según la Wikipedia) se ha retirado de su oficio y del mundanal ruido esta semana, en un acto que, por más que leo sobre él, rebusco en mis libros de historia y miro en todas las wikipedias posibles, no deja de asombrarme. No pensaba yo que vería ciertas cosas antes de morirme y una de ellas era un Papa dimitido; que es como decir que un profeta se ha cansado de ejercer su oficio, que no es un oficio cualquiera sino la responsabilidad de intermediar con Dios...ahí es nada! Por otra parte no me extraña que se haya cansado de llevar tamaña responsabilidad sobre sus hombros, amén de la mucha inquina que le debía tener la Curia Vaticana, esa panda de clérigos de vida alegre y dispendiosa, italianos en su mayoría, a quienes hace once años les pusieron una Angela Merkel con sotana al frente; todo junto es mucho para un pobre anciano alemán deseoso de entregar su vida al estudio y no a  la negociación permanente  entre las partes. Esperemos que allá donde lo encajen, una vez resueltos todos los problemas de protocolo que el buen hombre ha planteado, cuando decidan cómo vestirlo, qué zapatos ponerle, qué hacer con el anillo y como alejarle de los focos, le dejen morirse en paz y no le den un té cargadito como a algún otro de sus predecesores. Amén.

    Y en esta semana de la jubilación del profeta, otro profeta en el sentido Real Academia del término, ha pasado a mejor vida. Se trata de Stéphane Hessel, el inspirador de los Indignados, aunque la mayoría de ello no lo sepan ni se hayan leído "Indignaos" discurso publicado en el 2010, de una clarividencia meridiana y profética al cual dio continuidad otro llamado  "Comprometeos" (2011) menos sorprendente que el primero pero no por ello menos clarividente. Este amable ancianito, muerto apaciblemente en su casa a los 95 años, fue diplomático, combatiente de la Resistencia en Francia, embajador en la ONU y sobre todo, un judío laico y un espíritu libre. Fue uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, documento bastante profético también que mi hijo, gracias a que está matriculado en moral y no en religión, ha tenido que estudiarse en el colegio; y documento que, a su debido momento, conjeturó, como lo hacen los profetas, que los humanos éramos capaces de ser tan malos los unos con los otros y de meternos en tales berenjenales que más valía poner por escrito todo aquello de lo que no se nos podía privar, so pena de infringir el derecho internacional.

    Stéphane Hessel se indignó y luchó contra la dictadura de Hitler cuando su vida y la de los suyos corría peligro, y se indignó contra la dictadura de  los mercados cuando vio el daño que estaban provocando a  nuestra sociedad; incluso asegura en sus escritos que luchar contra Hitler era más fácil, porque al menos se le podía poner rostro...él, que estuvo deportado en un campo de concentración y perdió a buena parte de su familia! Léanse su última obra, llamada "En resumen, o casi" (versión española de Aguilar, 2012) versión original: "Tous comptes faits...ou presque": indispensable.

    Descanse en paz el profeta Hessel, y descanse como pueda y le dejen el profeta Benedicto XVI; y descansen ustedes, que mañana es domingo. Buenas noches.