martes, 27 de agosto de 2013

No es la misma canción

    Cuando yo era pequeña, en esta época del año volvíamos de la playa, de una playa cualquiera que, desventajas de vivir en la meseta castellana, distaba al menos siete u ocho horas de viaje de nuestra casa. Dicho así parece cualquier cosa, porque ahora en ese lapso de tiempo te cruzas la Península Ibérica, pero los que hemos viajado por las carreteras de los años setenta, sabemos que no.

    Mi padre nos sacaba de la cama a las cuatro de la mañana (él ya con el pitillo en la boca) y nos enfilaba dentro de un coche (que también olía  a tabaco) en el que pasábamos varias horas apretujadas y en mi caso particular, mareada perdida y vomitando cada cincuenta kilómetros mientras mi padre seguía fumando y mi madre escuchaba tres o cuatro veces los grandes éxitos de María Dolores Pradera. Parábamos en las gasolineras (donde la gente seguía fumando) a repostar y yo a lavarme porque me había vomitado encima; y parábamos en ventas de camioneros donde nos tomábamos un pepito de ternera correosa a media mañana, y llegábamos a la playa al atardecer si es que el coche no se calentaba, o pinchaba o no se nos atravesaban tres cosechadoras por el camino. Toda una proeza, ya les digo. 

   Yo, que soy un alma viajera, recuerdo aquellas expediciones veraniegas de mi infancia y primera adolescencia con estremecimiento, y recuerdo sobre todo el olor del tabaco paterno mezclado con el de la gasolina, o con el de los tubos de escape varios, porque como el aire acondicionado brillaba por su ausencia, viajábamos con las ventanillas bajadas y medio cuerpo asomado por ellas. Y recuerdo sobre todo esa voz de Maria Dolores Pradera cantando "la flor de la canela", que en aquel entonces me parecía una canción tan odiosa como ahora me lo pueden parecer "los pajaritos" en versión de María Jesús y su acordeón.Porque mi madre era presidenta del club de fans (que no existía) de María Dolores Pradera y en el coche se escuchaba lo que ella quería, aprovechando que mi padre tenía una oreja en frente de la otra y no distinguía a Beethoven de la Niña de los Peines...Y que los hijos en aquel entonces acatabamos las decisiones maternas sin provocar un debate constitucional, como ocurre ahora. 

    Han tenido que pasar muchos años, y han tenido que mejorar mucho los coches para que María Dolores Pradera y su "flor de la canela" salgan de mis pesadillas. Y miren ustedes por dónde, este verano el destino me ha llevado a la puerta de la casa donde vivía quien compuso esa canción, que fue la gran Chabuca Granda ("nadie como María Dolores" respondería mi madre) en cuyo barrio de Barranco, en Lima, estuvimos paseando, y junto a cuya estatua nos fotografiamos. La estatua en cuestión está frente a un puente, que no es otro que el famoso "del puente a la alameda" que rezaba la canción, que cruzamos religiosamente y yo, concretamente, tarareando la cancioncita que no me ha salido del cerebro desde entonces, y ya va para tres semanas. Incluso me he comprado un disco de Chabuca Granda y la llevo puesto en el coche, y no se si a este paso mis chiquillos pedirán a gritos que el CD se estropee o el día de mañana escribirán en un blog que su madre iba siempre cantando "la flor de la canela" desde que una vez estuvo en Lima...Ya se sabe que, aunque queramos evitarlo, siempre tendemos a reproducir los errores de nuestros padres, aunque sean musicales. Les aseguro que la canción es la misma, pero la de las gasolineras con olor a tabaco de mi infancia no suena igual que la que ahora me canta Chabuca en el CD de mi coche. Aunque, como diría mi madre, la versión de María Dolores sea mucho mejor. Yo les dejo las dos,  y ustedes juzguen...



lunes, 26 de agosto de 2013

Dos años conmigo


   Que se dice bien...Dos años yo escribiendo y, lo que tiene más mérito aún, dos años ustedes leyendo. De aquí en adelante todo lo que ponga sonará a tópico, pero quizás los tópicos también están para mantenerlos, justamente, reiterándolos.

    A día de hoy este blog ha recibido 10.520 visitas, lo cual está muy lejos del número de visitas que recibe Paris Hilton (por ejemplo) pero salvando las distancias, me deja medianamente satisfecha. Soy consciente de que mis mayores seguidores y visitantes son mis amigos, pero como no tengo amigos en la India ni en Rusia, me deja un tanto perpleja que haya casi trescientos visitantes de cada uno de esos dos países. Ya lancé mi botella a la mar sin éxito el año pasado, así que lo intento una vez más: quiénes son ustedes? me podrían dejar un mensaje y contarme cómo han llegado hasta mí? Como soy consciente que no siempre Internet pone las cosas fáciles para dejar comentarios, les propongo que me busquen por mi nombre y apellido en Facebook (estoy) y se identifiquen como lectores de mi blog, prometo contestar a quién así entre en contacto conmigo.

    Voy repasando la lista de entradas de este año y me doy cuenta  de que me repito más que la morcilla, lo cual no se si venderlo como un signo de coherencia con las ideas propias o como una gran prueba de que servidora está al cabo de la calle y de lo que le preocupa a la gente, lo dejo a su elección. Sigo, y me temo que seguiré, dándole vueltas al paso del tiempo, a las huellas que va dejando en nuestro cuerpo serrano, a la tiranía del teléfono móvil, a la incapacidad de los que nos gobiernan, a la importancia de votar, al respeto por el prójimo y sobre todo por su diferencia, a los adolescentes y sus extraños mecanismos de respuesta, a los churros, el jogging y el cine, al ansia de viajar y de pasar más y mejores ratos con mis seres queridos, a la nostalgia de mi infancia, a la familia, a las mujeres de mi quinta, a la España de provincias en la que me crié, a la Europa en la que creí, y a todo lo que por el camino se me vaya ocurriendo, que para eso el blog es mío!

    La entrada triunfadora de este año ha sido "En dos palabras", publicada el 26 de abril y que hablaba sobre el poder adquisitivo y su tiranía sobre las personas. La del año anterior fue "abrazados a la miseria", donde les contaba  las dificultades de llegar a fin de mesde todos aquello que hasta ahora habían vivido despreocupadamente...Es como para pensar que entre mis lectores hay muchos miembros de las organizaciones de consumidores! Otra duda que me corroe.

    Y antes de comenzar el año III de la era "Qué he hecho yo para merecer ésto", como ya hice con el año II que acabamos de dejar atrás, una pequeña declaración de principios, para que no se llamen a engaño: tengo un iPad del que no se ni usar la mitad de sus funciones, un teléfono menos inteligente que yo, dos hijos adolescentes, un marido profesor, soy española de provincias pero vivo en la Europa nórdica y presuntamente civilizada, me gustan los churros y el gazpacho más que nada en la vida, y leo todo lo que tiene letras y cae en mis manos; sigo intentando comprender el porqué de la suma de los días y sigo intentando correr 7 kilómetros en una hora al menos dos veces por semana para que mi cintura no tome dimensiones demasiado esféricas, y sigo pensando que el público que me lee está por encima de quien ésto suscribe, así que seguiré, un año más intentando no defraudarles!

miércoles, 21 de agosto de 2013

Frases para el recuerdo

    He vuelto por donde me fui, y aquí me tienen intentando superar la depresión post-viaje, post-vacación y el síndrome de Stendahl; retomando  mi vida laboral (de ello hay que dar gracias más que otra cosa) poniendo lavadoras y dejando la Visa reposar en el frigorífico hasta nuevo aviso, que la pobre ha vuelto un poco fatigada. Qué vida esta!

    Cuando estuve en España en julio, escuchando  una mañana la radio, oía el relato de una pareja de desempleados de Madrid que daba las gracias a la Federación Nacional de Campings de España, porque gracias a ellos, y a una particular iniciativa que han desarrollado este año y que se llama "Ningún niño sin veraneo", habían podido pasar cuatro días gratuitamente en un camping de Escorial. Esta pobre gente hablaba de esos cuatro días con una felicidad y un agradecimiento que parecía más bien que les había tocado gratis en una rifa un viaje a Miami...y sólo eran cuatro días en el Escorial que, a juzgar por el estado de sus finanzas, deben de contar por lo mismo. Así que recuerdo esa entrevista y me digo a mí misma que, desde este preciso momento está prohibido lamentarse  de mi condición de veraneante de mes y medio y visitante de lugares remotos. 

    Y como para prolongar la felicidad pasajera no hay nada como evocar los buenos recuerdos, aquí les dejo una colección de frases memorables que he ido recogiendo por varias ciudades  del Perú, casi todas ellas parte  de carteles o pintadas, que son en este siglo lo que el arte Rupestre a la Prehistoria, no me digan que no. Comienzo. 

"Bienvenidos al mejor país para saborear la vida" (publicidad de la cerveza "Cusqueña"): una inmensa valla publicitaria que recibe a los viajeros que llegan al aeropuerto de Lima,  y que no pudo tener un mejor efecto sobre mis vibraciones, que ya eran buenas al llegar. 

    En Perú los cementerios son privados y a menudo reciben nombres curiosos como "lugar de encuentro eterno" o "parque del recuerdo". En los varios cementerios que me he cruzado y sobre todo en sus muros exteriores, he visto pintadas tan significativas como ésta: "vas a morir. Firmado:la vida" o anuncios como el que sigue: "no echen basura a los muertos: merecen un respeto"

    Oído en una manifestación callejera: "Ollanta, escucha, nosotros te pusimos" . Nota de la redacción: Ollanta es el presidente de la República, al que se le están sublevando las clases medias que lo votaron porque el crecimiento económico ( 6'5 % cada semestre!)  está provocando una enorme inflación y un aumento desbocado de los precios de los carburantes. La frase, no por sencilla me pareció menos eficaz, y me preguntaba yo aquel día, y en aquel momento en las calles de Cuzco, a 3500 metros sobre el nivel del mar, si los pensionistas de cualquier ciudad española a cualquier altitud que sea serían capaces de salir a la calle y decir "Mariano, escucha, nosotros te pusimos"...que estaría más que justificado. 

    Viniendo como vengo de un país donde en este momento todo se alquila o se vende, me ha llamado especialmente la atención encontrar permanentemente carteles que dicen "este solar no se vende" o incluso "no pienso vender este solar aunque me llamen" ... Y qué me dicen de esta pintada en una pared de Urubamba (pueblo del Valle Sagrado): "no se permite vandalismo político en esta pared"!

    En mi visita a Machu-Picchu estuve alojada en un hotel que tiene la buena idea de decorar los muros de sus habitaciones con frases significativas, cada una diferente de la otra. A mi me tocó la siguiente, que les dejo en versión original, porque aunque éste sea un blog en castellano, cuenta con lectores inteligentes que sabrán descifrar una frase admirable en francés, de un señor francés no menos admirable:

"Être surpris par quelque chose est la première étape de l'esprit vers la découverte" . Louis Pasteur.

    Pues así estoy yo después de mis vacaciones, sorprendida y alucinada, y esperando inaugurar en breve un tercer año de blog lleno de descubrimientos. 

sábado, 17 de agosto de 2013

La coca de la vida

    La coca de la vida no es esa con burbujas que venden en lata o botella sino ésta otra que les presento a continuación:



    La hoja de Coca, la planta más milagrosa, curativa y energética de América latina y quizás del mundo. Cultivo ancestral en esta parte del mundo que comprende Perú, Ecuador y Bolivia, donde su utilización y consumo en la vida cotidiana está autorizado. Fuente de calcio en una región donde los productos lácteos no abundan, incluye más de catorce alcaloides, razón por la cual es considerada un medicamento. Ayuda a combatir el mal de altura, la digestión pesada, el mareo que produce la falta de oxígeno y es energizante  tanto como lo pueda ser la cafeína. 

    En estos mis días de turismo Andino, ya ni se la de múltiples versiones en las que la he podido consumir, y todas buenas: infusión, caramelos, mermelada y hasta ingrediente en postres como flanes o cremas. Mis hijos (que con las trazas que llevan serán aún más y mejores viajeros que su madre) hasta se han atrevido a mascarla, como cualquier peruano de a pie, y se han paseado por alturas de 4500 metros sin mayores problemas, y sin que ello les convierta en drogodependientes. Ni a mí, que reconozco que pasarme de ahora en adelante sin mi infusión cotidiana de hojitas de coca me va a costar, porque gracias a la hipocresía de nuestros países, las bolsitas de infusión tienen prohibida su entrada en el Sancta Santorum aduanero de la UE; cuando se sabe que para producir efecto alucinógeno, habría que consumir al menos 120 kg  de esta infusión en menos de media hora (lo dice la OMS)  cosa que veo harto complicada sin que mientras tanto no te de un cólico de riñón. En fin, que me tendré que curar de mi enganche al mate de Coca haciéndome vulgares manzanillas que ni por asomo tendrán el mismo y beneficioso efecto. 

    La hoja de coca tiene un 0'002 mg de cocaína con efecto alucinógeno. Para elaborar un kilo de cocaína de la mala, hacen falta más de una tonelada de hojas, y de paso, añadirle un montón de porquerías que van desde la lejía o el calcio hasta una larga lista de solventes químicos que la gran industria del ramo en occidente, está encantada de venderle a precio de oro a los fabricantes. Pero no podemos llevarnos de regreso a nuestras casas unas inocentes bolsitas de infusión, eso no, por Dios. Ni hasta hace nada considerábamos la cocaína como una droga mortífera  y atroz (que es lo que es) sino como un divertimento de jovencitos ricos que se la metían por la nariz para no tener que pincharse, que es más desagradable. 

    Menos mal que cuando a la ETA, en sus años más sangrientos, le dió por utilizar las ollas a presión como artefactos explosivos no se prohibió su venta a los particulares, porque sino, no se qué hubiera sido de las lentejas de media España. En USA se venden pistolas y fusiles en los supermercados y cualquier desaprensivo puede comprarlas y dedicarse a jugar al tiro al blanco dentro de un colegio, pero, ay! del pobre gringo que vuelva  a su país con una bolsa de caramelitos de coca de regalo para sus sobrinos (que tienen todos una pistola en casa)...la hipocresía humana no tiene límites, pero la de los gobiernos en asuntos de drogas y similares no sólo es grande sino además, altamente ineficaz para atajar el problema. Les dejo con un esquema muy esclarecedor de cómo se fabrica la porquería para inhalar, y yo me voy a tomar una de mis últimas infusiones, que ésto ya va llegando a su fin. 





viernes, 16 de agosto de 2013

Stendhal en los Andes

    La historia de la literatura nos cuenta que Stendhal sufrió un ataque de ansiedad tras visitar la Iglesia de la Santa Croce en Florencia, al parecer, turbado por tanta carga de historia y belleza juntas. Sus impresiones configuran una de las mejores guías para viajeros que jamás se hayan escrito ("Roma, Nápoles y Florencia" 1826) y sus temores y ansiedades dieron nombre a un conjunto de síntomas que padecen algunos viajeros, perturbados en exceso por los lugares que visitan: el síndrome de Stendhal. 

    A pesar de que soy descreída por naturaleza ante muchos de los hallazgos de la ciencia psiquiátrica, les diré que esto del síndrome de Stendhal es cierto como que la tierra se mueve. Como yo soy viajera recalcitrante lo he padecido varias veces y con variada intensidad, y una de ellas, miren ustedes por dónde, en un periodo breve de mi vida en el que vivía en una casa cuyos balcones daban, precisamente, a la Plaza de la Santa Croce de Florencia...Durante aquellos meses creía que vivía en un escenario de teatro y no en un apartamento de treinta metros cuadrados! Sentí la misma sensación sobrecogedora cuando en la prehistoria de mi vida viajera me planté por primera vez ante la Torre Eiffel, o cuando subí al Empire State, o cuando de pequeña mi padre me llevó a ver el Acueducto de Segovia, que era su monumento favorito (yo creo que porque al lado estaba el Mesón de Cándido) y que cumplía su máxima de conocer primero España y luego lanzarse a explorar el mundo. 

    Mientras escribo estas líneas, estoy empezando a recuperarme a duras penas del shock que me ha provocado poner mis pies en el Machu-Picchu; y poder proclamar a los cuatro vientos que sí, que es tan imponente como lo describen y tan tremendamente sobrecogedor el pasearse por sus piedras. Que no importa que para ello una tenga que sortear unos cuantos (muchos) japoneses con mascarilla y norteamericanos con barriga cervecera, madrugar de forma escandalosa y pagar, por ser extranjera, un precio bastante alucinante: lo doy todo por bien empleado. El Machu-Picchu no es un monumento, es un cuadro pintado por la historia, rodeado de un paisaje que sólo una conjunción astral pudo crear por encargo y conservado con mimo por los peruanos, descendientes de aquellos Incas a los que aún veneran quizás de forma desmedida. El mérito del lugar no está tanto en las piedras, al fin y al cabo muchas iglesias románicas  y monumentos grecorromanos han soportado mejor el paso del tiempo que el santuario andino; el mérito está en el envoltorio, en ese lugar, polo de atracción magnética (dicen) en el que la luz crea sombras milagrosas y el sol juega a esconderse y aparecer detrás de cada una de las impresionantes montañas que lo rodean. 

    No sigo, que me estoy poniendo cursi: ya ven que lo del síndrome es cierto. Aunque una psicoanalista italiana llamada Gabriela Magherini lo ha estudiado con profusión y publicado un estudio al respecto  en 1989 donde dice que quienes lo padecen son personas que viajan solas y principalmente mujeres. De lo segundo no me libro, de lo primero sí, porque afortunadamente, viajo acompañada por mi familia, que me sigue en mis correrías y al mismo tiempo me aguanta, lo cual tiene mucho mérito porque yo, cuando voy de viaje soy muy intensa...será también cosa del síndrome ese!

sábado, 10 de agosto de 2013

La Madre Tierra

    Ya me metí en mi entrada del día tres con los cambios climáticos y los desarreglos (quizás también propios de la edad) que sufre nuestro planeta. Y ya saben ustedes, los fieles lectores, de mi poco aprecio por el reino animal y de mi fobia a los bichos de plumas, pues bien, no sé si tendré que plantearme un severo acto de contricción, o simplemente tragarme mis palabras, viendo lo que veo y todo lo que me rodea en los últimos días. 

    Creo que después de haber leído mis dos últimas entradas ya tienen una idea de por donde ando paseando mi cuerpo y mi espíritu últimamente. Voy a ser un poco más concreta, aunque, como dirían las famosillas de "Hola!"no me guste dar demasiados datos de mi vida privada. Acabo de pasar dos días recorriendo parte de la cordillera Andina a lomos de una furgoneta todoterreno, sí, sí, allá por donde se despeñan los turistas cuando llegan las lluvias, sólo que yo por precaución lo he hecho en la estación seca. No se asusten que no voy a cantarles las maravillas de la naturaleza que vieron mis ojos en las últimas 48 horas, sólo les pongo por escrito algunos pensamientos que cruzaron mi mente mientras pasaba por barrancos y desfiladeros, intentaba no marearme en cada curva y buscaba cómo colocarme en el asiento para aliviar mis maltratadas posaderas.

   En los Andes la tierra es hostil, árida, rugosa y en cuesta. La carreteras no existen y cuando existen son caminos llenos de baches y de piedras que se desprenden de las cunetas. Llueve torrencialmente sólo una vez al año y sin parar durante tres meses. El ganado apenas encuentra pasto para comer y cuando muere de inanición, lleva detrás toda una corte de aves carroñeras dispuestas a darse un festín. El campesino no se arredra por éstas minucias, y trata con mimo y fervor a esa madre tierra (la Pachamama que dicen ellos)  de la que tras muchos sudores y varias ofrendas a dioses paganos y cristianos, obtiene unos pocos sacos de quinoa, de cebada o de patatas, con los que alimentar a su familia o comercia en el mercado de la aldea más cercana. Cuando la tierra se enoja, en forma de terremoto, de sequía o de heladas a destiempo, el campesino andino sigue pensando que sus motivos tendrá...y sigue cultivando.

  Si a uno de éstos aldeanos, les hablamos de cosechadoras con aire acondicionado, de plantas mutantes que dan sandías sin pepitas o pimientos de todos los colores, de Monsanto y sus semillas de soja transgénica que han invadido los campos de medio mundo, de camiones de leche vertidos por las carreteras, de precios artificialmente protegidos por los gobiernos, de gallinas que ponen un huevo diario al ritmo de Waka-Waka, de agricultores que viven de las subvenciones que les da la Unión Europea sin haber plantado ni un pepino; se creerán que venimos del mismo planeta? Lo dudo.

    Y así tenemos a la Madre Tierra enfadada y desarreglada, y en vez de hacerle ofrendas, seguimos comiendo peras argentinas en España y mandarinas españolas  en Japón, tomates cuando no toca y carne a todas horas, condimentándolo todo con bien de plaguicidas que conseguirán, de aquí a unos años, acabar con los espermatozoides de media humanidad varonil (es un hecho probado); porque la Madre Tierra, es una señora mayor a la que no conviene llevar mucho la contraria: lo saben los campesinos de los Andes, que muchos son analfabetos, y nosotros aún no nos hemos enterado...














miércoles, 7 de agosto de 2013

Amor América

    Espero que Maruja Torres no se enoje demasiado si algún día va a parar a esta pantalla, por haberle  pedido prestado el título de una de sus mejores crónicas periodísticas que más tarde se convirtió en libro, muy recomendable, por cierto. Yo, como Maruja, ya me enamoré de América en general hace unos veinte años y de Sudamérica, en particular, en el año 2000, cuando, literalmente, me dí de bruces con ella, casi como Colón, porque no estaba en la lista de los lugares de la tierra que quería conocer, y ahora está en la lista de los lugares de los que no puedo prescindir. 

    Creo que ya les voy desvelando el sueño del que les hablaba en mi última entrada, aunque estoy en ello, aún no lo he materializado completamente. Para ello me he chupado catorce horas sentada cual sardina enlatada en dos aviones, sección clase turista, no hay otra. Como viajo excelentemente acompañada por tres seres que no protestan a pesar de haber ido tan enlatados como yo, vuelvo a usar  este blog como desahogo: cruzar el charco en avión a partir de cierta edad y de ciertas agujetas y tortícolis, comienza a ser una proeza...por no hablar de cierto mal rollo que me da eso de pasar al menos siete horas suspendida sobre la mar oceana; yo creo que el miedo al avión también se acrecienta con la edad. 

    Pero todo se disipa cuando salgo por la puerta del aeropuerto y veo un panel publicitario (anunciaba una cerveza) que dice "bienvenido al país donde se saborea la vida", reconfortante, no me digan que no. Y comienzo a atravesar una ciudad atascada por el tráfico de hora punta donde nadie parece dormir y todas las tiendas están abiertas, todos los niños juegan en la calle y todas las luces se quedan encendidas; donde la bocina funciona como intermitente y los baches ni se cuentan y donde tras ese safari se llega a un pequeño hotel donde todos salen a saludar con una sonrisa de oreja a oreja y, aunque es tarde y la jornada debe haber sido dura, todos te hacen sentirte importante y esperado, porque lo de hacerte sentirte en casa, ya sabemos todos que es hipocresía burguesa.

    Los europeos hemos vaciado de contenido esos inevitables "qué tal?",cómo están?", sean bienvenidos!"  y frases similares que nos parecen un ritual pesado, inútil, falso y dictado por el más elemental marketing comercial. Yo, no se por qué, cuando pongo un pie allende el Atlántico, tengo la impresión que cuando me hablan y me hacen esas preguntas, se interesan de verdad por mí y por mi circunstancia, y huelga decir que lo hacen siempre esbozando una sonrisa que me desarma. Ay! Esa sonrisa de los latinos, sincera y no forzada...Cómo podríamos hacer en la vieja Europa para recuperarla? Y no me vengan con aquello de "con la que está cayendo" y letanías similares; a esta gente les está cayendo desde hace muchos años, les cayeron guerras absurdas, terrorismos eternos y dictaduras sanguinarias, les caímos nosotros españoles encima, les cayeron los Gringos después, les caerán los chinos un día de estos y siguen haciendo de la sonrisa y la amabilidad un acto de fe.

    Hace años me dijo una camarera en un hotel  de Bogotá  "usted le habla muy duro a su marido"... Tuve que explicarle a la amable señora que los españoles, y más aún los castellanos recios como yo, le hablamos duro a todo el mundo sin que por ello estemos enojados: no pareció entenderlo mucho aunque por amabilidad, esbozó una de esas sonrisas cautivadoras que en el fondo me estaban diciendo " prueba a cambiarlo". Vive Dios que lo intento, y cuando estoy a este lado del oceano me da la impresión que hasta a veces lo consigo. Le seguiré contando, ésto no ha hecho más que empezar.

domingo, 4 de agosto de 2013

Vivir para soñar

    Les he dicho alguna vez que me apasionan Jacques Brel y sus canciones? Hace veinticinco años fueron un buen motivo para ponerme a estudiar francés, y aunque sin tardar mucho encontré otros motivos para hablar la lengua de Voltaire (motivos que caminaban sobre dos piernas) las canciones de este belga desgarbado y con un pitillo en la boca fueron durante mucho tiempo mi inspiración y mi razón para abrir el diccionario como ya previamente lo fueron las de los Beatles o Bob Dylan y más tarde las de Mina o Paolo Conte. 

   Jacques Brel tuvo la habilidad y el buen gusto de escribir canciones de amor sin caer jamás en la cursilería, de cantarlas con las tripas sin tener una gran voz y con magníficas orquestas que si acompañaran hoy a los concursantes de "la voz" se los comerían con patatas. Y para colmo, murió joven y dejó tras de sí una bonita leyenda: la de haber vivido para cumplir sus sueños. Porque Jacques Brel además de un excelente músico, intérprete y compositor era un poeta, que hablaba de los sueños y empujaba a todo ser viviente a realizarlos: no se vive una vida, se viven sólo los sueños, decía...casi nada. Les advierto que de  esta línea en adelante me voy a poner cursi. 

    En muchas de sus canciones aparecen los sueños, y las ganas de realizarlos: "les deseo que tengan sueños por doquier, y que tengan la fuerza necesaria para realizar alguno" , o ésta otra que malamente he traducido pero que es una de mis favoritas: "querer realizar un sueño es talento, lo demás son fatigas". Y esta maravilla que les dejo en vídeo y que habla de " soñar un sueño imposible":

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    Me acuso de utilizar a Brel para darle un tono de aparente seriedad y circunstancia a lo que me está pasando hoy y, sobre todo lo que me va a pasar en los próximos días: voy a cumplir un sueño, no diré más. Un sueño para el que he trabajado, quizás usando el poco talento que tengo y algunas fatigas, un sueño de mi infancia y buena parte de aquella juventud en la que los folletos de las agencias de viaje eran parte de mis lecturas favoritas (ésto ya es una pista) . Un sueño que me parecía imposible y que, el tiempo, ese implacable enemigo con el que me peleo constantemente, me va a permitir realizar. No me pregunten, se lo iré contando en los próximos días, pero luchen por sus sueños, les aseguro que a veces, aunque sean pocas, se cumplen. feliz domingo.

    

sábado, 3 de agosto de 2013

Menopausia climática

    Que el cambio climático existe, es algo que ya ni el primo de Rajoy se atreverá a negar. Yo me limito a constatar por lo que he pasado en los últimos días (método empírico que se llama) que si el cambio climático no existe, lo que estamos viviendo últimamente debe ser la antesala del Juicio Final o el preludio de una invasión de extraterrestres que nos están modificando las temperaturas para hacernos la vida imposible en lo que llenan sus platillos volantes para venir a machacarnos. 

    Les pongo un ejemplo: en menos de una semana he pasado de estar en una playa andaluza viendo llover, a pasar dos días en la terrible estepa castellana con un tiempo primaveral de Abril, para regresar a mi lugar de residencia (latitud 50° Norte) donde habitualmente llueve una media de 180 días al año, buena parte de ellos en verano, y encontrarme la casa como un horno y unas temperaturas insoportables para andar por la calle...una está a las puertas de la menopausia y es sabido que eso crea muchos disturbios en la temperatura corporal, pero les aseguro que en este momento la que está menopausica perdida es la madre Tierra!

   De paso, leo en el País de hoy la enésima noticia sobre el cambio climático donde se nos comunica que la aceleración del calentamiento global es la mayor que la tierra ha conocido, desde que se extinguieron los dinosaurios, lo cual se remonta a 65 millones de años. Siendo estúpidamente optimistas podríamos decirnos que si el Juicio Climático Final tarda siquiera la mitad de estos 65 millones de años no le pillará a ninguno de nuestros herederos, pero bueno, voy a ser políticamente correcta y decir que sí, que me importa y me preocupa. Aunque también admito que me preocupa más que nos caigan encima estas olas de calor insoportable donde no toca, que los augurios constantes de la revista "Science" que parece que a veces los paga la Iglesia de los Adventistas del Séptimo Cielo.

    Asi que de ahora en adelante, resignados a salir nadando porque se desbordan los ríos que antes se secaban en verano, a pasar frío en el clima Mediterraneo y a pasar calor en los Fiordos noruegos; al fin y al cabo, también comemos tomates y sandía durante todo el año, uvas en febrero y naranjas en julio...Puestos a romper con las tradiciones, las cuatro estaciones son la más secular de las conocidas, y aunque a mí me fascinaba cuando se sucedían sucesivamente, soy capaz de acostumbrarme  a casi todo en la vida, incluso a no tenerlas, siempre que no decidan quedarse sólo con el invierno, que es la más odiosa de todas ellas. Si es verdad que la tierra es la madre tierra, y por ello mujer, quizás también sea cierto que le está llegando la edad de la menopausia. Y con ellla los sofocos...

jueves, 1 de agosto de 2013

Regreso al futuro

    Para escribir en este blog encuentro cada día decenas de motivos y razones, para no escribir, sólo una y ya saben ustedes cuál es: la pereza; ese pecado capital que me autorizo una vez al año, más o menos de quince de julio a quince de agosto, y que me concedo con gusto visto que el resto del año me paseo por la vida a la misma velocidad que el bólido de Fernando Alonso. Y también encuentro una excusa, algo que habitualmente no suelo practicar (lo de buscar excusas, digo): estoy desconectada, en un lugar perdido cerca de la frontera portuguesa, donde no llega la wi-fi y cuando la pesco, como ya les expliqué hace unos días, la pesco a ráfagas según sople el viento de levante o de poniente.

    Acabo de volver a mi lugar de residencia dejando atrás ese bendito lugar donde mis gastadas pilas invernales se recargan por otras nuevas y llenas de energía solar, y marina; y me doy cuenta que buena parte de esa recarga hay que agradecerla al hecho de vivir de una forma un tanto antediluviana, me explico. Resulta que como allí no tengo wi-fi, pierdo muy poco tiempo al día consultando páginas de bobadas y escribiendo las mías propias ya sea en Facebook o en este blog; no saben ustedes la cantidad de horas que se sacan al día para hacer mil cosas cuando Internet no nos llama desde cualquier esquina a cualquier hora. Tiempo para leer, para hablar con tu pareja, para jugar con tus hijos a las cartas, para escribir en un papel pensamientos inconexos como los que yo escribo y después pasarlos a limpio en forma de blog. Tiempo al fin, que es lo que no nos sobra y encima las pantallas y sus redes mal llamadas sociales nos roban.

    Como consecuencia de no tener wi-fi, hay ciertas operaciones antediluvianas que hay que volver a retomar, por ejemplo, leer periódicos en papel, pagarle a los pobres kiosqueros un euro con treinta a primera hora de la mañana y leer las noticias (casi siempre malas) y los muchos artículos de fondo y de opinión que, se siente, pero en la versión electrónica no aparecen. El resto del año nos conformamos con la verdad a medias y la inmediatez de la prensa digital, en verano da gusto pasar el tiempo leyendo la letra pequeña, las reseñas de libros, hacer el crucigrama y el Sudoku y después a provechar las hojas usos domésticos variados.

    Sólo en verano es posible desayunar churros recién hechos en una terraza sin que se enfríen, en lo que te traen uno de esos cafés con leche que sirven en Andalucía en el mismo vaso que la caña de mediodía, todo ello acompañado por la conversación de los de la mesa de al lado, que gritan como becerros y de la televisión que nadie ve, pero que a todo volumen te da las noticias o te vende un aparato para acabar con la celulitis. Todo muy "Chill- out", como podrán comprobar y, sin embargo, cuánta vida hay en esos cafés mañaneros de bar de pueblo y qué poca en las terrazas con sofás blancos de Ibiza! Para rematar la mañana del veraneo troglodita, se pasa uno por el mercado y compra pescados de pobre (por ejemplo caballas, a tres euros el kilo) y una sandía de diez kilos por cuatro euros y ya está hecho el día.

    Y ya si quieren que les cuente todo, pues les diré que en mi refugio veraniego, por no tener, no tenemos lavaplatos, por pereza de ir a comprarlo y que eso nos sirve de excusa (sobre todo a mis hijos) para perpetrar ciertos  actos prohibidos en temporada como rebañar el plato a conciencia (para usar sólo uno) sacar la cazuela a la mesa o comernos la sandía con las manos.

    Todo el mundo debería tener un pequeño jardín secreto, o como decía Virginia Woolf y más tarde se apropiaron de ello las feministas "una habitación propia". Yo tengo un rincón de Andalucía, allá donde ésta pierde su nombre, que es una caverna que me transporta a un pasado más amable, menos tecnológico y lleno de naturaleza; un pasado lleno de pájaros que dan la tabarra por las mañanas y gente que vive feliz a pesar de llegar a fin de mes con todos los números rojos. Un pasado sin wi-fi y sin lavaplatos, desde el que encaro de mejor humor y con mejor salud el impepinable regreso al futuro, que es donde me encuentro.