viernes, 29 de noviembre de 2013

Dientes de acero

    Esta mañana temprano sonó mi móvil (ni que decir tiene que como es táctil no llegué a tiempo de sacarlo de la funda y descolgar) y ante mi sorpresa vi que la que llamaba era la antigua pediatra de mis hijos. Me hizo gracia la situación, porque en otros tiempos no tan remotos, era yo la que la  llamaba a ella (con mi teléfono de teclas) a esas horas madrugadoras, después de una noche de fiebre y toses y con la urgencia de pensar quién se quedaba con la fábrica de mocos, perdón, con la criatura, porque yo me tenía que ir a trabajar; buen ejemplo éste de cómo da vueltas la vida. Huelga decir que, en aquel entonces, yo consideraba que no había persona más imprescindible en mi existencia que el pediatra; e incluso tuve dos, uno aquí y otro en la madre patria, y ambos son, después de muchos años de tratar y curar a mis hijos, no sólo excelentes médicos, sino además, con el paso del tiempo, buenos amigos. 

    Pues hete aquí que esta mañana, mi adorada amiga pediatra me llamaba para hacerme una consulta a propósito del ortodoncista que, pasados los tiempos de las fábricas de mocos a granel y de pillar todo cuanto con nombre de virus  traspasaba la puerta de mi casa, es el personaje paramédico fundamental de nuestra existencia familiar. Me encantó compartir con ella toda mi sabiduría ortodontística y sobre todo, poder ayudarla después de tantos años pidiéndole yo ayuda a ella.
    Este señor ortodoncista que le recomendé a mi ex-pediatra, ya me enderezó a mi lo enderezable recién cumplidos los cuarenta y encaminada a ser una vieja desdentada por culpa de unas malas encías; y ahora se ocupa de alinear los caninos de mis hijos, que como todos los hijos del siglo XXI, tendrán una dentadura perfecta porque hay una legión de ortodoncistas que se encargan de meternos miedo a los padres diciendo que si no lo hacemos (y vaciamos en consecuencia nuestros bolsillos) nuestros herederos se convertirán en la segunda edición de Nosferatu, tendrán un trauma insuperable y por ello, se convertirán en asesinos en serie cuando sean adultos. No sé cómo somos capaces todos de caer en la trampa, cuando mirando a nuestro alrededor y entre los de nuestra edad, no vemos más que paletas salientes y separadas, colmillos montados sobre el incisivo de al lado y muelas del juicio que hay que quitar por falta de sitio; será que el miedo escénico a las dentaduras torcidas ha arraigado con fuerza entre nosotros, como no lo hizo con nuestros padres. Y eso que yo puedo decir, para descargo de los mios, que se preocuparon por mi dentadura desordenada y tuve un aparato a los quince años, aunque aparentemente fue una tomadura de pelo, porque hizo falta poner otro 25 años más tarde...

    Ahora los ortodoncistas son unos señores muy competentes que te reciben en unas consultas impolutas que parecen a veces platillos volantes; donde te presentan presupuestos millonarios para dejar a tu prole con una sonrisa como la de George Clooney o la de Angelina Jolie. Suelen salirse con la suya en los dos supuestos: el de dejarte con la cuenta corriente tiritando y el de poner los dientes en fila india. Por el camino, quedan muchos días batallando con los herederos para que no se quiten el aparato (cuando es móvil) y para que se laven los dientes más de lo que acostumbran (cuando es fijo); muchas horas pasadas en las salas de espera, donde curiosamente en vez de tener el "Hola" y similares, sólo tienen folletos de varias páginas anunciando tratamientos blanqueadores y ortodoncias invisibles; muchos pagos a plazo o al contado de cantidades que, si las ponemos todas juntas nos darían para unas buenas vacaciones y muchas ganas de terminar con este suplicio en forma de acero y plástico rosa que adorna todas, y digo bien, todas las bocas de nuestros adolescentes.

    Esperemos que el día de mañana, todas estas bocas remozadas que hemos pagado a millón, se dediquen a ofrecernos las mejores de sus sonrisas cuando nosotros, sus progenitores de dientes amarillentos y torcidos en muchos casos, estemos sólo para sopitas! De ilusión también se vive.


domingo, 24 de noviembre de 2013

Empleos idiotas

      Vivir secuestrada por Pepe Gotera y Otilio tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Me temo que yo me fijo más en estos últimos, porque caminar sobre restos de cemento por el pasillo de tu casa no creo que nadie lo contemple como una ventaja; pero no sigo por aquí, porque me conozco y en treinta segundos estaré largando y despotricando sobre electricistas que hacen agujeros donde no deben y obreros que te preguntan muy seriamente si hablas ruso después de que tú has intentado comunicarte con ellos en los cuatro idiomas que conoces y otros tres que chapurreas, y pedidos de baldosas que llegan a tu casa con el color equivocado. Basta por ahora de ese monotema que me quita el sueño y con el que acabaré por aburrirles. 

    Por el lado de las ventajas quizás debería sopesar la de no tener que ir a trabajar, porque huelga aclarar que para que Pepe Gotera y Otilio no dejen tu casa como un queso Gruyère, ni prolonguen tu obra como si fuera la del Escorial, es necesario pedirse una excedencia y quedarse a su vera. Y eso me libra los domingos de pensar que mañana es lunes y hay que volver a echarse al monte para cumplir con la maldición bíblica de ganarse el pan con el sudor de lo que sea. Y aquí abro un paréntesis: yo ese síndrome del domingo lo desconozco, porque afortunadamente me gano la vida haciendo algo que más o menos se me da bien y me gusta; pero reconozco que hay  millones de almas que, como dice no sé muy bien quién, el domingo por la tarde inclinan la cabeza. Es más, en mi país de mis entretelas, hay seis millones de personas que al llegar el domingo no inclinan la cabeza ni protestan, porque saben que el lunes traerá más de lo mismo, que es infinitamente peor que temer la llamada del despertador. 

    Hace poco leía un artículo en la prensa sobre la multitud de trabajos existentes en nuestro planeta laboral que no sirven absolutamente para nada, y cuyos trabajadores lo saben. Esos controladores de gestión, consultores  de mil cosas consultables, gestores de grupos de presión, expertos en marketing, consejeros y expertos en todo y en nada; jefes  de ventas donde nada se vende, buscadores de red, proyectistas de proyectos que jamás se realizarán y delineantes de sistemas que nadie sabe muy bien en qué consisten. No sigo, porque la lista es más larga que la de los reyes godos, si quieren más detalles léanse el artículo de un visionario profesor de la London School of  Economics  (otro más) que atiende por  David Graeber, publicado este año en una revista llamada  "Strike": "The phenomenon of bullshit jobs", que viene a traducirse como "el fenómeno de los empleos idiotas" (como deferencia a mis lectores no angloparlantes) donde este profesor Graeber nos ilustra de forma alucinante sobre como la economía ha creado en los últimos años millones de puestos de trabajo altamente inútiles, que crean frustración a quienes los desempeñan y que han hecho que en el actual contexto de crisis, sea muy fácil eliminar. Porque, no nos engañemos, en estos recios tiempos que nos está tocando vivir, para una empresa, ser productivo y obtener beneficios no consiste en trabajar de forma más inteligente y dar  más tiempo libre a sus trabajadores, sino en poner más gente en la calle y que los que se queden dentro trabajen de sol a sol. Y, qué casualidad, buena parte de los que se van a la calle ocupaban uno de esos trabajos idiotas. El círculo perfecto. 

    Esta pobre gente que ve acercarse el lunes como una amenaza porque piensa que lo que hace en su trabajo no sirve para nada, vive aterrorizada de pensar que además, el día en que los de arriba lo descubran, se irán a engrosar las cifras del paro. Seamo claros: podremos vivir en un mundo sin médicos, profesores o fontaneros? Lo dudo. En un mundo sin barrenderos, conductores de metro o mecánicos de automóviles? Con dificultades. En otro sin músicos, escritores o productores de cine? Quizás, aunque sería un mundo bastante más aburrido. En un mundo sin todo ese ejército de consultores, asesores, evaluadores y teleoperadores, probablemente sí. 

    Pero qué difícil es encontrar su propio camino en la vida, yo ya tuve que tomar mis decisiones hace años, no se crean, cuando me di cuenta que estudiar la vida del clero y los nobles en el siglo XVII no podría darme de comer a muy largo plazo. Ahora tengo un trabajo que nada tiene que ver con aquello y no tengo el síndrome de los lunes, más que en este paréntesis de mi vida en el que los lunes en vez de esperar la hora para irme a trabajar espero a que Pepe Gotera y Otilio traspasen la puerta de mi casa! Algo que, por suerte, no durará mucho, espero. Feliz semana para todos. 

martes, 19 de noviembre de 2013

Pepe Gotera y Otilio (y dos)

    Iba yo a escribir sobre la entrevista que Roldán ha concedido este pasado domingo a El País, que me ha parecido entre puramente surrealista o como versión amable, perteneciente al realismo mágico, y claro, con los Pepe Gotera y Otilio rondando por la casa y amenizando mis días a golpe de martillazos, resulta difícil concentrarse sobre cosas serias. Y no es una excusa fácil les advierto, que lo he intentado, diciéndome a mí misma que mi poder de concentración era superior a sus golpes y taladros...pero ni modo. Así que me he tenido que buscar otra terapia ocupacional.

    Y aquí me he dado cuenta que la presencia de estos señores en mi casa, está revelándome cosas de mi propio yo que desconocía hasta ahora ("cada uno tiene sus personalidades" que decía Lola Flores) y vaya usted a saber si no acabaré presentándome a algún concurso televisivo si la obra se prolonga más de la cuenta, o aprendiendo a hacer Petit Point, por poner dos casos extremos; porque desde que vivo encerrada con Pepe Gotera y Otilio, veo a otra Concha que no soy yo, que se transforma cada mañana cual si del hombre lobo se tratara. Les voy a poner un ejemplo esclarecedor. 

    Ya les conté en mi entrada del 11 de noviembre ("Segunda Mano") que, para mi sorpresa, había vendido la bañera antigua de mi cuarto de baño en reforma. De sobra es sabido, porque me harto de repetirlo en este Blog (y porque si me leen ya se habrán dado ustedes cuenta) que yo no tengo talento literario, aunque lo intento. Pero de lo que yo estaba  más segura es de  que no tenía tampoco ningún talento comercial, y resulta que parece que sí lo tengo, porque esta tarde he vendido una lámpara de colgar, y un pequeño lavamanos y (agárrense) un retrete! Vivir para ver. Y no sólo lo he vendido, es que he tenido que pasar el día agarrada al miserable teléfono táctil  respondiendo a unos y dando citas a otros, porque, se lo crean ustedes o no, el mercado del retrete de segunda mano está que arde. Y ya, si quieren más precisiones, les diré que he tenido que descartar un par de llamadas que sólo estaban interesadas en la tapa del retrete (lo que oyen)  y dar la vez como en cualquier mercado de abastos, porque retrete sólo había uno y compradores ansiosos tres o cuatro, que se han quedado con las ganas porque el botín se lo ha llevado el primero que vino, a las siete de la tarde, para ser ms exactos. Y finalmente ni siquiera puedo decir que tenga talento comercial, porque me he limitado a poner un anuncio con poca fé o ninguna y esperar a que alguien llamara, cosa que, para mi sorpresa sucedió. 

    Toda una experiencia sociológica para alguien como yo, que de pequeña no jugaba a los tenderos porque no sabía dar las vueltas, que perdía siempre al Monopoly, que jamás soñé con poner un negocio porque sé que me arruinaría y que hasta hace dos días ni siquiera sabía en qué consistía eBay y demás pàginas afines. No es una mera coincidencia lo de acabar siendo funcionaria, con el talento comercial que Dios me dió lo más lejos que hubiera llegado hubiera sido a la quiebra a los dos días de echarme a la calle. Pero miren por dónde, hoy he vendido un retrete, que es algo de lo que no sé si muchos de los que andan por ahí vendiendo pueden presumir! Y ahora, a dormir, que mañana a las ocho vuelven Pepe Gotera y Otilio y a saber qué otra faceta extraña de mi personalidad van a sacar a la luz...

viernes, 15 de noviembre de 2013

Pepe Gotera y Otilio

    A mi padre le gustaban los tebeos, de los que era un consumidor voraz. Consumía con la misma voracidad novelas y periódicos, pero a mí me hacía mucha más gracia en aquel entonces presumir de un padre que leía tebeos y además los apreciaba y por ende, me los compraba en grandes cantidades. Discrepábamos en nuestros personajes favoritos, los míos eran Mortadelo y Filemón y todos los habitantes de la 13 Rue del Percebe; los suyos, Pepe Gotera y Otilio, sin ninguna discusión. Los recuerdan? aquellos dos tipos que aparecían en tu casa para desatascar un lavabo y terminaban haciendo saltar el edificio en pedazos. Pepe Gotera era el patrón y se daba un aire a Groucho Marx; Otilio era el peón que ejcutaba con bastante poca destreza los encargos que recibía su jefe y comenzaba todas sus viñetas comiendo bocadillos con una vaca entera dentro (cuando no era un cerdo). A quí los tienen, para los desmemoriados, o simplemente para los más jóvenes:

 
    Pues bien, sepan ustedes que desde esta semana yo vivo con Pepe Gotera y Otilio metidos en mi casa  varias horas al día. Tienen un aire bastante más profesional y supongo que saben lo que hacen; son amables y sonrientes, bastante puntuales y por ahora no han roto más que lo que les hemos indicado que hay que romper, eso sí con algún agujero más de la cuenta y saben qué? he descubierto que Pepe Gotera y Otilio en sus múltiples configuraciones (albañil, fontanero, electricista que de todo hemos tenido hasta ahora) son capaces, vaya usted a saber por qué poderes paranormales, de paralizar mi cerebro, dejarme con la boca abierta y sin respuesta, saltarme las lágrimas de impotencia y hacerme fregar y restregar cada día el suelo de mi pasillo como no lo he hecho en los trece años que llevo viviendo en mi casa. Normalmente casi nadie puede conmigo en estos términos, y menos aún, todo junto en la misma persona, sólo ellos; por eso les digo: tienen poderes paranormales. 

    O quizás todo ésto sea un trauma de la infancia, porque en mis años alevines, mi señora madre se entretenía, justo cuando llegaba el momento de apretar los codos, en tirar tabiques, cambiar puertas de sitio, pintar, barnizar parquets o combinación de dos o más de las anteriores operaciones. Vaya, mi señora madre no, los Pepe Gotera y Otilio de entonces. Sería por eso que eran los personajes favoritos de los tebeos de mi padre? No tengo respuesta, pero si un psicoanalista se encuentra con esta historia lo mismo hasta le saca jugo. Yo prefiero pensar que mi aversión por las obras en casa (y ya no digamos viviendo dentro al mismo tiempo) viene de un trauma infantil antes que de cualquier otro tipo de trastorno más serio.

    No me digan que es algo que le fastidia a todo el mundo, conozco a más de uno a quién la presencia de los hombres de las chapuzas les levanta el ánimo; para quienes romper una pared y destripar las tuberías es una operación más interesante que abrir un regalo o catar un jamón por primera vez. No diré nombres, ellos saben quienes son.En mi caso (y ya sé que hay cosas mucho peores en la vida) tengo la sensación de estar actuando en una película de terror en la que aparecen Darth Vader, la niña del exorcista, JR , Voldemort y Hannibal Lecter como compañeros de reparto; y a mí las  películas de terror no me gustan ni para verlas, así que imaginense ustedes verme yo misma  dentro de una de ellas!

    Hoy es viernes, tengo por delante dos días de tregua para descansar de golpes, ruido, polvo y radio a todo volumen. Me consolaré pensando que estoy ayudando a que la economía se reactive, ahora que gracias a la bajada de los tipos de interés, vamos a acabar teniendo que pagarle nosotros intereses a los bancos para que nos guarden nuestro dinero, en vez de al contrario. Nunca pensé que vivir con Pepe Gotera y Otilio fuera una obra de beneficencia...vivir para ver. Feliz fin de semana a todos.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Segunda mano.

    Ayer domingo hice una cosa que no pensé que haría nunca, a sumar a toda esa lista de cosas que todos decimos que nunca haremos y que van cayendo. No se me inquieten, no he matado a nadie, no me he cambiado de sexo y ni siquiera me he inscrito en un grupo de meditación, es algo mucho más banal, pero que resulta un cambio fundamental en mis principios y que, yo creo,  hará que mi vida nunca vuelva a ser la misma: he vendido la bañera de mi casa.

    Les pongo en situación: voy a reformar mi cuarto de baño, por necesidad y no por capricho, que conste. Todos mis sanitarios están en un estado más o menos decente y encima la bañera, que hay que quitar de en medio porque ya no va a caber tras la reforma, es un modelo con patas imitación años treinta, con cierto encanto y con cierto valor, además. Como vivo rodeada de avezados internautas, más de uno me sugiere que esas cosas se venden, y a esta primera sugerencia hago oídos sordos; porque yo siempre he creído que lo que uno se quita de encima, se le regala a quien lo puede necesitar más. Y con ésto les desvelo mi lado "Teresa de Calcuta" (sólo tengo ese, eh? ) que aflora cada vez que hay que cambiar un mueble en la casa.

   Y aquí se abre un paréntesis: me paso una semana en España, intentando desmontar la casa de una tía mía que se ha muerto soltera (era soltera profesional en realidad) y haciendo valer el principio de regalar lo que puede ser de utilidad, aunque yo me quedo con una lavadora y dos sillas porque la verdad, no le veo mucha utilidad a todo lo que hay dentro de aquella casa. Nadie quiere nada, los anticuarios no quieren comprar las antigüedades y las ONG interesadas llaman preguntando sin los muebles son del Ikea...huelga decir que en la casa de una señora de 87 años no hay muebles del Ikea, porque la tal señora ni sabe que el Ikea existe. N hay manera de regalar nada y malamente de vender, porque a los españoles con crisis de primera mano no les gusta comprar cosas de segunda. Una de las muchas contradicciones que nos identifican como pueblo. Se cierra el paréntesis.

   Y de regreso a mi lugar de residencia, y con los fontaneros afilando sus instrumentos para entrar a saco en mi casa, me decido una noche a hacer fotos de los sanitarios, darme de alta en tres páginas de anuncios varios, pasar una hora devanándome los sesos para ver cómo se pueden reducir unas fotos hechas con mi adorado iPad pero que no hay manera de cargar en las páginas de anuncios; inventar nombres de usuario y contraseñas  para todas esas páginas malditas y con todo eso me dieron casi las dos de la mañana! Cuánto más me hubiera aprovechado una buena juerga, pero en fin...

    Después de una semana en la que no he parado de contestar correos electrónicos con medidas y colores, mensajes de texto en mi móvil y peticiones de aclaraciones múltiples, me llega el domingo sin una maldita venta en el aire, hasta que aparece el comprador como por milagro. Comprador que no es un trapero rumano sino un señor diplomático que se lleva la bañera y la paga religiosamente, todo en un par de horas. Tan fácil, o tan difícil como eso. Les decía que toda esta experiencia ha supuesto un cambio decisivo en mi vida: ahora sé cómo poner un anuncio en Internet, sé cómo reducir los pixels de una foto (y eso en mí ya es para subir nota) y sé que las cosas viejas se pueden vender, porque a veces es más fácil venderlas que regalarlas. Y sé que todos tenemos unas casas llenas de cachivaches de los que nuestros herederos tendrán que deshacerse algún día, y que les va a costar Dios y ayuda venderlas  y/o regalarlas porque estarán rodeados de personas que a su vez estarán intentando vender y/o regalar las cosas de su padres, y así hasta el infinito. Moraleja: no acumulen, disfruten de la vida y regalen las cosas, cacharros, vajillas y muebles, e incluso casas y fincas rústicas antes de dejar de pertenecer a este mundo, porque la segunda mano es un mercado que se está poniendo muy duro! Buenas noches.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Erasmus 1-Wert 0

    El título de esta entrada se le ha ocurrido a unos estudiantes Erasmus, que son los mismos que han movilizado esas redes que, cuando se utilizan con inteligencia, son un arma de destrucción masiva; y cuyo resultado ha sido el que se anuncia: el ministro pierde por un gol, pero qué gol: el córner lo sacaron los estudiantes Erasmus, pero se lo remataron de cabeza los de su propio partido! Espectacular.



    Como el tío es listo (la inteligencia también se puede usar de mala manera) ahora nos venderá la milonga esa de que rectificar es de sabios, pero el hecho es que  este señor que otrora se dedicara a hacer encuestas y cobrar millones por equivocarse, ésta vez se ha equivocado desdeñando y pasándose por la entrepierna el programa Erasmus, algo que, siendo como una especie de mili de Europeísmo e idiomas, nos ha venido muy bien a varias generaciones de españolitos, entre los cuales me incluyo. Porque no se lo he dicho hasta ahora, pero yo, del convento Erasmus soy madre fundadora! Eran otros tiempos lejanos, en los que los profesores te perseguían por los pasillos para que aceptaras unas becas que casi nadie pedía porque no se fiaban de las famosas convalidaciones. Como yo he tenido siempre la especialidad de tirarme de cabeza a piscinas de lodo en las que no se ve el fondo, pues heme aquí, después de 24 años, orgullosa de ser uno más de esos estudiantes que nos fuimos a hacer las Europas en un tiempo histórico en el que ser europeo tenía cierto empaque.

    Lo triste de esta historieta con final feliz es que sigue demostrando que en España nos importa un pimiento la educación. En realidad no nos ha importado casi nunca, aunque todo padre de familia se llene la boca diciendo que la educación de sus hijos es lo primero, no es así en realidad. Despreciamos a los profesores, escatimamos en libros, en clases particulares, estudiar música es caro y difícil, el deporte sólo vale si sale por la televisión, los colegios de pueblo se cierran, y los de muchas ciudades apenas se tienen en pie de viejos. Destinamos lo mínimo que despachan a becas, se les recorta el sueldo a todos los que enseñan con el demagógico argumento que sólo trabajan nueve meses al año, nuestros escolares siguen sin hablar idiomas (aunque les den "Concimiento del Medio" en inglés) y nuestros parados, que no tienen culpa de serlo, tampoco tienen manera de salir de ello porque muchos apenas saben leer y hacer las cuatro operaciones matemáticas esenciales. Los laboratorios de investigación cierran y los escolares catalanes tienen que pagar por calentarse el almuerzo en el microondas; los que tienen posibles están obsesionados por mandar a sus hijos a estudiar a colegios y Universidades privadas de a millón y los que no pueden se maldicen de su mala suerte. En este país de mis entretelas, camino de celebrar cuarenta años de democracia, vamos a conseguir algo que no consiguieron cuarenta años de dictadura: cargarnos la enseñanza pública!

    Y ponemos al frente del ministerio de educación a tipos como el que nos ocupa en este momento, o a otros aún peores que dicen que "la desigualdad del hombre viene escrita en el código genético"; el que soltó está frase era uno con barba, que tenía un primo que le había dicho que lo del cambio climático era mentira, lo recuerdan? Ahora tiene un puesto aún mejor que el de entonces...

   Yo también tengo un puesto decente en un trabajo más que decente (creo) y fui a un colegio concertado de monjas de provincia y a una Universidad pública. Me doctoré con una beca de otra institución pública de enseñanza y oposité a funcionaria pública para intentar devolverle a mi país y a sus instituciones una ínfima parte de todo lo que recibí durante tantos años. Y aún así me solivianto y me enojo, y me revuelvo contra las autoridades...imagínense cuando se nos revolucionen los de ahora, con lo poco que les estamos dando!

lunes, 4 de noviembre de 2013

Herederos. En diez mandamientos

    No cunda el pánico: no me he arrepentido de escribir un blog, aunque creo que jamás he estado diez días sin poner una entrada nueva como ha sucedido. Todo tiene sus motivos, y en este caso son largos y tediosos de explicar. Me fui a pasar una semana a mi casa del pueblo (ya saben aquella que ni es una casa ni está en un  pueblo) y me encontré  metida en un berenjenal en el que se mezclaba la necesidad de vaciar la casa de una tía soltera muerta, el reencuentro con muchos parientes olvidados y con muchas reliquias del pasado y las preocupaciones derivadas de una herencia mal concebida y predispuesta para que se la lleve Hacienda, que otrora decía en su publicidad "somos todos". Un tumulto de mucho cuidado, que ha conseguido bloquear mi escritura como casi nada lo había conseguido hasta ahora. Y para colmo, en la semana conmemorativa de Todos los Santos y Difuntos...hay coincidencias que deberían prohibirse por decreto ley. 

    Creo que con la lejanía del lugar de autos, y el retorno a la vida cotidiana y sus respectivos madrugones, he recobrado algo de cordura y buena parte de mis espíritus, y con ello les dejo el decálogo de la herencia perfecta, y los buenos deseos de los herederos mártires, que les aseguro que existen. Les ruego disculpen tanto esoterismo, pero tengo que escribir sobre ello a modo de exorcismo, para poder pasar página y dedicarme a otros asuntos. 

HEREDAR EN DIEZ MANDAMIENTOS. 

1- Amarás tu patrimonio sobre todas las cosas: pero sin olvidar que, lo quieras o no, un día dejará de ser tuyo.
2- No pronunciarás el nombre del notario en vano.
3- Santificarás las fiestas, y no te dedicarás a llevar lavadoras y armarios de una casa a otra un domingo por la mañana (es sólo un ejemplo, pero real).
4- Honrarás a tu padre y a tu madre, pero también a tus hijos, a tus hermanos, y a todos aquellos que algún día padecerán las consecuencias de tus decisiones terrenas y del reparto de tus bienes. 
5- No matarás...aunque vistas ciertas cosas no te falten ganas!
6- No cometerás actos impuros: cagarse en la madre que parió al difunto o la difunta también cuenta.
7- No robarás: ni a Hacienda, ni a tus parientes. 
8- No dirás falso testimonio ni mentirás en situaciones tan ideales como delante de un notario, en la ventanilla de la Caja de Ahorros o llegado el momento, ante los inspectores de la Agencia Triutaria.
9- No consentirás pensamientos ni deseos impuros; dentro de los cuales entran tanto los deseos avariciosos como las ganas de mandarlo todo y a todos a............ rellénese la línea de puntos al gusto.
10- No codiciarás los bienes ajenos, y algún día te darás cuenta que sólo es tuyo lo que has ganado con el sudor de tu frente y muchas horas de trabajo y que, lo demás, es una lotería en la que el número que nos toca no siempre lleva reintegro.Y hablando de bienes, tampoco es necesario acumular los propios hasta el infinito, porque muchas veces acaban sus días en bolsas enormes de basura.

    Y con ésto queda clausurada mi semana negra de los muertos, difuntos, Halloween y demás sandeces venidas de lejos. Mañana tengo que levantarme para ir a trabajar y no para esperar que me caiga una herencia, y les aseguro que, considero que sólo por eso ya tengo mucha suerte! Buenas noches