jueves, 30 de abril de 2015

1965

   1965, un año como otro cualquiera en medio de la década prodigiosa. O quizás no como otro cualquiera, porque ese año comenzó la guerra de Vietnam y se terminó el Vaticano II;  el uno cambió la percepción de la guerra contra los poderosos y el otro la faz de la Iglesia católica; por cierto, sabían ustedes que ese año Pablo VI quiso peregrinar a Santiago con motivo del Año Santo y Franco no se lo permitió? También ese mismo año, miles de afroamericanos en USA organizaron las marchas de Selma a Montgomery y consiguieron por fin el derecho de voto para su gente.

    En España el gran acontecimiento de 1965 fue la llegada de los Beatles, y poco más, porque en aquel entonces la dictadura ni se imaginaba que un día dejaría de serlo. La canción de moda era "la chica ye-ye" que cantaba a todo trapo Concha Velasco por las emisoras. En ese año se rodó "Sonrisas y Lágrimas", que ganaría el Oscar el año siguiente, y ese mismo año ganó el Oscar Julie Andrews, por "Mary Poppins", que había rodado un año antes. No puedo resistirme, ya saben ustedes (a poco que me hayan leído) que yo soy fan y fanática de la Andrews:




    En ese año 1965 nacieron algunos personajes, e incluso también algunos personajillos, juzguen  sobre esta breve lista y pongan ustedes los nombres debajo de la columna correspondiente: Cristina de Borbón, Estefanía de Mónaco, Brooke Shields (hay alguien que se acuerda de ella? ) Dolores de Cospedal, Alex de la Iglesia, Bachar el Assad, Andreu Buenafuente, Boris Izaguirre, Terelu y Jesús Vázquez. Una quinta variada, ya ven que se encuentra de todo, como en botica. 

    Y ese año, tal día como hoy, en el que se conmemoran los setenta años del suicidio  de Hitler (no dejen de leer el magnífico artículo de José Alvarez Junco del domingo pasado en "El País": "De las cervecerías al búnker") en un hogar de la Castilla profunda llegaba al mundo una criatura de la que no se sabía si sería niño o niña, como correspondía a los tiempos pretéritos a la ecografía. Todos esperaban niño, porque era el primer hijo, el primer nieto y el primer sobrino para muchos de ellos; como la naturaleza es caprichosa, nació niña, y se llamó Concha, como su madre y como su abuela, para seguir con esa tradición española de encontrar en las familias ristras de miembros que tienen todos el mismo nombre. O mejor dicho, se llamó María de la Concepción, porque existía aquella regla idiota, ni se sabe si escrita o no, pero que todo los registros civiles seguían al pie de la letra, de que las niñas llevaban todas el María por delante. Con el paso de los años, y con todas esas "Marías de" viviendo fuera de España en los países más variopintos posibles, ya me gustaría echarme a la cara a alguno de esos funcionarios de los registros, para que vean lo complicado que es rellenar impresos con unos nombres falsamente alargados. 

    Por si aún no lo han pillado, esa niña era yo. Esa Concha (María de la Concepción en los docuentos) sigo siendo yo. Hoy hace cincuenta año que vine al mundo, hecho del que no fui más que sujeto pasivo pero que estoy encantada de haber disfrutado, y que deseo seguir disfrutando otros cincuenta años más, aunque lo veo complicado. Hoy, a falta de churros, me voy a comer un jamón con mis amigos y mi familia; mañana, si aún me acuerdo cómo se hace, tendré que cambiarle el subtítulo a este Blog, que ya no puede seguir llamándose "confesiones de una cuarentona..." Y pasado mañana, inaugurado el principio del resto de mi vida, espero encontrar la imaginación, las ganas y los recursos para seguir escribiendo...y viviendo con la misma intensidad. Gracias a todos por estar ahí, donde quiera que sea...Les dejo con la canción estrella de mi año de nacimiento,  de regalo.


domingo, 26 de abril de 2015

Tercera salida del armario: si por mí fuera...

    Si por mi fuera, y tuviera poder para que mis deseos se hicieran realidad, unas cuantas cosas que damos por adquiridas y soportadas en la vida cotidiana, ya no lo serían más. Empezando por la "movilocracia" que es una palabra que yo me acabo de inventar para definir el insoportable mando que tiene el teléfono móvil sobre nuestras vidas. Nunca imaginamos que se prohibiría el tabaco en los lugares públicos y ocurrió, así que, por qué no soñar con que algún día el móvil tendrá restricción de empleo en museos, restaurantes, cines, salas de conciertos, trenes en marcha, vagones del metro y demás espacios de uso público donde es difícil abstraerse de las conversaciones ajenas que no nos interesan. Y con multas gordas para los infractores, claro.  De paso, podrían empezar a fabricar móviles con un crédito limitado de "selfies", digamos unos cincuenta para toda la vida útil del aparato, y ya soy generosa. Una vez sobrepasado el número límite de autorretratos en posiciones idiotas y lugares comunes, el aparato se autodestruiría como los mensajes de las películas de espías. A los vendedores del nefasto "palo-selfie" les prohibiría el acceso a ciertos monumentos capitales del mundo (Torre Eiffel, Taj Mahal, Coliseo, Torre de Londres) y les pondría a todos un puesto en la puerta del mercado de abastos, por ejemplo. 

    Si por mi fuera, todos los jóvenes que acaban sus estudios y reclaman un puesto de trabajo y la posibilidad de comprarse un piso deberían estar obligados a hacer unas prácticas de un mes en lugares como una escuela de barrio periférico, una comisaría en turno de noche, las urgencias de un hospital público o repartierndo ropa usada y víveres en un centro de acogida para emigrantes. Quizás fuera incluso positivo que la medida se nos pudiera aplicar a todos con efecto retroactivo, un mes no es nada en toda una vida y es más que suficiente para abrirnos los ojos. 

    Si por mi fuera, ciertos establecimientos comerciales deberían tener una tarifa plana y descuentos fiscales, dada la enorme labor social que llevan a cabo: peluquerías, gimnasios, piscinas públicas, los bares de la esquina (esos donde te conocen y saben cómo te gusta el café y cual es tu tapa preferida); las guarderías, los despachos de lotería, las panaderías y las farmacias a la antigua usanza. Por contra, freiría a impuestos a los gastrobares japoneses, las tiendas chinas, las de cigarrillos electrónicos y las de complejos vitamínicos.

    Si por mi fuera, habría topes salariales para los futbolistas y doble ración de vacaciones para los enfermeros, los cuidadores de los mayores, los jueces y los barrenderos. Tres pagas extras para los consejeros de los bancos que, de verdad, consiguieran repartir dinero entre sus accionistas sin hacer trampas y suspensión de empleo y sueldo a cualquier alcalde de provincias que plantee la construcción de un museo de arte contemporáneo y contrate para ello a un arquitecto estrella. El presidente del gobierno tiene que estar bien pagado aunque sea un idiota incompetente, al menos durante sus primer mandato, eso nos haría pensar dos veces a quién votamos. 

    Y a estas alturas de mi casi medio siglo sin asimilar, si por mi fuera,  eliminaría de un plumazo muchas cosas molestas: el olor de los ambientadores de coche, los zapatos de tacón, las prendas de color naranja y amarillo, la ropa interior sintética, los vinos espumosos baratos, las colchas de ganchillo, las miniaturas de los huevos Kinder (y las colecciones de ellas) más de la mitad de la programación de Tele5 y las series de televisión sobre comunidades de vecinos. No creo que un mundo sin Belén Esteban, sin el Estado Islámico, sin Fidel Castro, sin Kim Kardashian, sin Bárcenas y sin Rita Barberá sea peor que el que tenemos así que, si por mi fuera, que los manden a Marte en una de esas naves espaciales que tardan años en llegar. 

    Ay! si por mi fuera...Un mundo sin nicotina que mate a pobres adictos al tabaco que no lo saben, un mundo donde todos los niños supieran leer una partitura musical y tocar un instrumento, el que quieran; donde el ruido sea música y la violencia sea un mal humor pasajero. Un mundo donde cada noche pasaran por la televisión una película antigua de John Ford o de Billy Wilder, con la wi-fi racionada a un par de horas diarias y las avenidas de las ciudades sembradas de naranjos y limoneros. Un mundo con menos coches (y no necesariamente más bicicletas) y menos semillas mutantes, donde los tomates sepan a tomates y los churros se frían cada mañana en aceite de oliva en la esquinita de tu casa. 

    Si por mi fuera, ese sería el mundo a mi medida. Llevo casi cincuenta años aprendiendo a vivir en otro, el que me ha tocado, que tampoco está mal, vaya...
   

   

jueves, 23 de abril de 2015

Libros, libros y más libros

    Ya saben ustedes que yo no dejo nunca de escribir por el día del libro; es la única fecha establecida por algún comerciante que jamás me salto, con decirles que me parece más importante que el día de la madre y los Reyes magos ya les digo todo. 

    En el Pleistoceno de mi vida, yo aprovechaba el día del libro para comprarlos con descuento, o aún mejor, para engatusar a mi padre y que me los comprara él. Ahora que ya nos asomamos al precipicio de la edad, me los compro cuando me da la gana, así que celebro el día del libro escribiendo y leyendo, pero no comprando. De todas maneras, quién compra libros a estas alturas? Y sobre todo, quién los lee? aparte de ésta que lo es y unos cuantos raritos más. Hace unos días, conversando con un colega de trabajo bastante más joven que yo sobre los hoteles que no te proporcionan la wi-fi en la habitación, él me decía que no los frecuentaba porque  la necesitaba, al parecer sin la tal conexión se sentía perdido. Yo le dije que cuando voy a los hoteles, o es por trabajo y estoy cansada, o estoy de vacaciones y vengo a descansar, con lo que, en ambas circunstancias no necesito conectarme a ningún cacharro, y sobre todo, no quiero. "Y qué haces entonces?", me preguntó;   " me leo un libro" contesté. Lo mejor fue su respuesta: "pero si eso es del siglo XX!"...Me dejó sin habla, no tanto por su asombro ante el hecho de leer, sino sobre todo, por considerar al siglo XX  como un  tiempo anterior a la máquina de vapor. Vivir para ver. 

    Pasemos página y hablemos de los libros que leemos los que aún disfrutamos con ese placer obsoleto, ya sea en hojas de papel cosidas por el lomo, ya sea en ese maravilloso aparato llamado Kindl (da la casualidad que los grandes lectores somos a la vez grandes aficionados al libro electrónico) que ha conseguido ahorrarme hasta ahora varios kilos de papel transportados de un sitio a otro. Hablemos de los libros que se releen, que no son tantos, lo que nos hace preguntarnos para qué los almacenamos por docenas en nuestras estanterías entonces, y además con  la vana esperanza de que los lean nuestros herederos...Yo he releído pocos libros en mi vida, pero acabo de terminar la relectura de "Si esto es un hombre" de Primo Levi, esta vez en versión italiana; aún más duro, aún más estremecedor si cabe leer el relato de un superviviente del infierno pensando que esas palabras escritas y no traducidas eran sus propias  palabras. Lectura sobrecogedora que he tenido que dejar de leer por la noche porque me producía pesadillas tremendas.

    Hablemos de los libros que leemos. En este momento, "La Oculta" de ese colombiano que no se parece en nada a García Márquez pero que a mí me encandila por igual: Héctor Abad Faciolince. Se leyeron ustedes "El olvido que seremos" que tantas veces les aconsejé? Sí? No? pues no sé a qué están esperando. "La Oculta" es su última novela y en ella habla de ese tema que todos decimos detestar pero que acabamos buscando en todos los libros: la familia y las relaciones entre sus miembros. Y de paso me estoy leyendo también "Petit traité d'intolerance", una colección de artículos publicados por Charb, uno de los dibujantes asesinados en el atentado de Charlie Hebdo, divertido a más no poder porque, en el fondo, aunque tampoco nos atrevamos a decirlo en voz alta, sí, se puede uno reir de todo en esta vida.

    Y hablemos de los libros que vamos a leer, que serán en breve los cuatro tomos de "L'amica geniale", ese fenómeno editorial que levanta pasiones en Italia y en los muchos países  donde se ha traducido (en España aún no) entre otras cosas porque la autora vive en el anonimato y no se sabe quién es, ni siquiera si es una mujer. Después de visitar Nápoles es lectura obligada y, además, es un consejo de mi vecina, que nunca se equivoca con sus recomendaciones literarias. Me hice aficionada a Manuel Chaves Nogales gracias a ella y aún estoy dándole las gracias; y pronto caerá "La agonía de Francia",  un ensayo publicado en 1941 desde el exilio, de una clarividencia arrebatadora. 

    Ya les he dado unas cuantas pistas; ahora, si son de los míos, de los del siglo XX, ya saben lo que se pueden comprar para celebrar el día del Libro. Si pertenecen ustedes realmente al siglo XXI sigan descargando vídeos en Youtube (yo también lo hago no crean) y leyendo periódicos digitales fugaces y Twitters con frases ortográficamente dudosas, no se lo reprocho. En el fondo, leer es lo primero que nos enseãnron en el colegio y, bien visto, debe dejar traumatizado a más de uno.

domingo, 19 de abril de 2015

Robar, creer, vivir

    A la visto de lo que acontece, me temo que en estos nuestros países católicos del sur de Europa, no nos aprendimos muy bien los diez mandamientos. O quizás (al menos en la versión española) no eran suficientemente claros, porque nos estudiamos lo de "no codiciarás los bienes ajenos" donde quizás hubiera sido mejor poner directamente "no robarás", para que la cosa quedara tan clara como en el quinto, que dice "no matarás" y no "no procurarás el deceso del prójimo".

    Robar se considera en muchos casos un pecadillo venial, o al menos no se le da toda la importancia que debiera. O no llamamos nosotros robar a cosas que sí lo son, como escamotear el dinero de las vueltas del pan cuando éramos pequeños, largarnos de un hotel con una toalla de recuerdo y de ahí pasar directamente a defraudar a hacienda, que para algunos no sólo no es robar sino además un deber patrio. A mí la primera lección de este sujeto me la dieron cuando ya era mayorcita el año que disfrutaba de mi bendita beca Erasmus. Yo veía que en la puerta del comedor universitarion de Lovaina (Bélgica) los estudiantes dejaban descuidadamente carteras con libros, calculadoras, bolsas de la compra, cascos para andar en bicicleta y bolsas con material deportivo, entre otras muchas cosas. "Nadie las roba?" preguntó en el año 89 la cateta que esto suscribe y un compañero estudiante me dijo: " de qué sirve robarle a otra persona lo que tú mismo necesita cada día para estudiar o vivir?" Para que vean ustedes que estos gobiernos que apelando a la austeridad educativa se quieren cargar el programa Erasmus, desconocen la utilidad civilizadora que ha tenido. 

    Los españoles, como los italianos, los griegos, ciertos franceses y en menor medida los portugueses, no llamamos robar a muchas cosas que sí lo son. Entre ellas, la corrupción, que es una forma de robo que los jueces disfrazan en sus acusaciones como "alzamiento de bienes" , "evasión fiscal" o "desvío de fondos": ROBAR, señores, robar con todas sus letras mayúsculas..Robar un sobre de mortadela en el Mercadona es robar, aunque nos provoque cierta conmiseración; no pagar a hacienda como se debe es robar, aunque pensemos que hacienda nos está robando a nosotros; llevarse las toallas y los albornoces de los hoteles es robar; meter la mano en el bolso de la pasajera del metro y quitarle la cartera o el iPhone es robar, aunque no haya violencia por medio, y hacer lo que han hecho elementos como Urdangarín, Rodrigo Rato, Granados, Bárcenas y tantos otros es robar, y punto; y cuanto antes se lo expliquemos a los chiquillos de párvulos mejor, con un vídeo en Youtube, un Power Point o lo que sea, visto que el Catecismo no fue muy eficaz.

    Ahora, con este frenesí de ladrones que nos rodea, nos estamos echando encima otro problema, importante en un año electoral: creer. No creemos en nadie que se llame a sí mismo  político porque nos parece que los que ya están son todos unos ladrones y los que vienen, aspiran a serlo. Los jóvenes no queieren votar porque piensan que no merece la pena ("todos roban") y las viejas votan a los ladrones conocidos porque piensan que, al menos son de los suyos. Léanse el artículo de de Luis Garicano de hoy en El País económico, donde habla de la necesidad de acabar con la corrupción y sobre todo, con ese pacto con el diablo que muchos electores hacen con los corruptos si a cambio generan bienestar y puestos de trabajo. Un iluminado este Garicano, el mejor fichaje que ha hecho Cuidadanos, y la política en general en muchos años a la redonda. Hay que acabar con la corrupción porque, además genera una sociedad de desencantados y descreídos, algo que no es sano ni sostenible.

   Y todos necesitamos creer en algo o en alguien, hasta los agnósticos entre los cuales me encuentro. Necesitamos creer y que crean en nosotros, es una de las bases del progreso humano. Yo misma me pongo como ejemplo; no sería lo que soy ni hubiera llegado a donde estoy de no haber sido por tres personas, de las que dos ya no están en este mundo: mi padre, que creía que yo podría ser alguien a pesar de no despuntar en belleza y encanto como rivalizaban las mujeres de mi familia. Ana Díaz Medina, mi maestra de la Universidad, que creyó en mí y en un puñado de ideas que le presenté para hacer una tesis doctoral por la que nadie daba un duro y luego resultó; y mi comadre Celeste, que creyó en mis posibilidades para ejercer un trabajo que adoro y que ni yo misma soñaba que un día podría llegar a hacer. Y ya me dejaba a mi santo varón, que tiene el mérito de creer en mí y en mis chifladuras (y soportarlas) desde hace casi 24 años; a mis hijos aún me los tengo que ganar, porque los padres de familia tenemos ese reto pendiente cada día de nuestras vidas, aunque espero que acaben creyendo en mí como yo creo en ellos. Pero ya ven, necesitamos que crean en nosotros, y si todos somos ladrones y mentirosos, nadie lo hará. Fin del sermón, podéis ir en paz.

lunes, 13 de abril de 2015

Mi amigo Nino

Desde hace dos días tengo un nuevo amigo, no sólo en Facebook, sino aún mejor, en la vida real; y como yo soy pobre en divisas pero pretendo ser rica en amigos y compañía, he decidido que de mi última visita a Nápoles (volví ayer) aparte de traerme un kilo de más a golpe de pizza, Sfogliatelle y helados y de ser feliz turisteando con los míos, lo mejor que me he traído es un amigo nuevo.

    Mi amigo se llama Nino y es taxista principalmente, y de forma complementaria cocinero, pastelero, tifoso del Nápoles, conocedor de su ciudad hasta el último de los rincones posibles; amable, servicial y buen tipo, puntual y solícito. Tiene un taxi de siete plazas con el que te lleva al fin del mundo si se lo pides, pero sobre todo a explorar los alrededores de su ciudad que él conoce tanto o mejor que la ciudad misma y donde tiene cientos de amigos que le saludan y le jalean cuando pasa por allí; les asegura que es toda una experiencia! Sabe de casi todo lo que lleva el adjetivo "napolitano": las recetas pasteleras, los jugadores de su equipo del alma, las películas de Sofía Loren y  las frases de Totó, que me ha explicado con toda su santa paciencia, porque aún hablando italiano como lo hablo desde hace treinta años, les aseguro que el habla napolitana no hay Dios que la descifre. También conduce como un napolitano (espero que me entiendan) pero en ese caos de ciudad en el que por nada del mundo me aventuraría yo a alquilar un coche, yo me he sentido segura con sus manos al volante. 

    Nino trabaja todas las horas del día  y quién sabe cuantas de la noche y días de fiesta, y es capaz de subir al Vesuvio contigo a cuestas si se lo pides, ama su ciudad y te transmite ese amor con cada una de sus palabras y en cada uno de sus volantazos. Si te ha quedado claro alguna vez que la pizza se hace en Nápoles como en ningúna otra parte del planeta (yo ya llegué a esa conclusión hace ańos)  que Maradona es Dios y que la familia es lo primero en la vida, Nino es tu hombre. Llega a la hora a la que le has pedido presentarse, cobra lo que has acordado con él,dido por anticipado, y todo eso con la mejor de sus sonrisas.  Su coche de siete plazas equipado de wifi y televisión, estampitas varias y amuletos los necesarios, aire acondicionado y todo lo que uno puede necesitar para hacerse cuatrocientas curvas  por la costa amalfitana es todo lo que se hace falta para viajar  con ciertas garantías de llegar a buen puerto. Yo que vivo en una ciudad donde los taxistas son un gremio odiado por la población (por antipáticos, ineficaces y careros) y él,  que vive en una ciudad donde los taxistas tienen la reputación no siempre merecida de engañarte apenas ponen el taxímetro, nos hemos encontrado en un terreno común donde los humanos se entienden: el valor de la palabra dada, el trabajo bien hecho, el amor por tu ciudad y tu gente. Yo pretendo cuando viajo ser algo más que un turista y Nino, sin pretenderlo,  es mucho más que un taxista, el binomio no podía ser mejor.

   "La vita é una sola"; no creo que haga falta traducir esta frase simple y contundente que Nino me ha espetado varias veces en apenas dos días. Vida sólo hay una y hay que vivirla intensamente: en la pizza, en las ruinas de Pompeya, en cada curva entre Sorrento y Positano y en cada apretón de manos repartido entre esta gente napolitana entrañable. "La vita é una sola",  y Nino la vive así, con su taxi, con su gente, con su teléfono móvil, con esa pesadilla de turistas de crucero a los que él conduce eficientemente varias veces por semana a ver las ruinas de Pompeya que, en el fondo les importan poco (a los cruceristas)  pero que hacen funcionar su economía y la de todos esos primos y conocidos que me ha ido presentando en estos días. La vive en cada Belén napolitano que me ha enseñado y en todos sus proyectos de viajes, de primeras comuniones de sus niñas, de partidos de fútbol y de mejora de su vida a golpe de trabajar mucho y ahorrar otro tanto.

  Les ha quedado claro que si visitan Nápoles tienen que buscar a Nino Castagner, que conduce un taxi Nissan de siete plazas, es honrado, no les va a engañar ni a cobrar de más y les va a enseñar una ciudad fascinante como nadie mejor sabe hacerlo? Pues si no les ha quedado claro, léanse de nuevo esta entrada, y si les ha quedado claro, vayan a Nápoles y pregunten por él, o pregúntenme a mí, y recuerden: "la vita é una sola"...



miércoles, 8 de abril de 2015

Segunda salida del armario: cosas que ya no importan

    Hay que llegar al medio siglo de vida para darse cuenta de muchas cosas. Los seres humanos somos lentos de reacciones y de reflexiones, quizás porque la naturaleza nos ha dado unos cuantos años más de vida para pensar y corregir el tiro cuando sea necesario; la ciencia ha hecho el resto y, gracias a ella, se nos brinda la posibilidad de hacer capítulo en nuestras vidas a una edad en la que nuestros antepasados, o estaban muertos o estaban listos para el desguace. De este resumen general, me resulta especialmente atractiva la idea de que, con los cincuenta al acecho, ya hay una larga lista de cosas que no me importan, y que aunque muchas de ellas son estupideces, hasta hace nada me importaban. 

    Ya les díje en mi entrada del 26 de marzo que ha dejado de interesarme lo de ser guapa e incluso poner mucho empeño en serlo (casi siempre con escasos resultados). Por las mismas, tampoco me interesa comprar el Vogue o el Marie Claire y empaparme de todo lo que se lleva o no se lleva esta temporada; no es que antes me interesara, pero disimulaba y hacía como que sí; ahora ya lo digo alto y claro: no me interesa lo más mínimo saber si la pata del pantalón de este verano será ancha o estrecha y si la falda irá por encima o por debajo de la rodilla. Si voy a una tienda y me venden lo que se lleva, pues bien, para eso están ellos, para que me lo cuenten sin que yo tenga que, además, hacer un esfuerzo intelectual para dilucidarlo.

    No me importa una serie de cosas que salen en las noticias y que son parte de un debate contínuo: quién ganará la liga, en qué equipo entrenará Guardiola la próxima temporada; si Quatar organizará el mundial de fútbol o no y a quién le ponen o le quitan las estrellas Michelin, sobre todo porque los restaurantes que yo frecuento nunca tienen estrellas ni le ponen vinagre balsámico a todo, que es la gran pesadilla culinaria del siglo XXI. No me importa la programación televisiva, porque no la veo jamás ni cuánto dinero ingresan las Kardashian y gentes afines por vivir del cuento. No me importa Belén Esteban y muy poquito la Pantoja, no me importa cuántas tiendas tiene Zara en todo el mundo ni cómo vive su heredera, cual es el color preferido de la reina Letizia y dónde hará la comunión Leonor. Hace tiempo que dejé de comprar el Hola! (y eso que era adepta) porque no conozco a la mitad de los que salen en ella y, por lo tanto, no me interesan nada sus vidas. 

    No me importa demasiado el bienestar animal (y en eso y sólo eso difiero de mi admirada Rosa Montero) siempre que no se cometan crueldades innecesarias contra ellos. Por más años que viva no creo que deje de estar convencida que el bienestar de las personas está muy por encima del de los animales...Y hay tantas y tantas personas que no tienen ni la mitad de lo mínimo para vivir dignamente que, la verdad, la vida de los cuadrúpedos y bípedos con plumas no merece la de un humano, mientras que no se les mate por negocio  pues la caza es un horror, proclamo.

    No me importan ciertas tiendas en las que no entro jamás y cuando lo hago es por pura necesidad: las de teléfonos, materiales de construcción o sanitarios, las franquicias de lencería para jovenzuelas de talla 36 y el Corte Inglés, que allá por donde cae avasalla y se carga el comercio de toda la vida. No me importan los trapos que se ponen mis hijos aunque muchos los encuentro horribles y ni quiero imaginarme la cara que hubiera puesto mi madre si yo hubiera aparecido vestida de ciertas maneras que ellos usan ahora, porque a mí me importaba la opinión de mi madre (y ni les cuento la de sus amigas)  y ahora me dan igual. No me importa el premio Planeta ni el Goya, aunque sigo dándole cierto crédito al Nóbel y a los Oscar de Hollywood. No me importa el arte contemporáneo y ya paso de hacer el esfuerzo de comprenderlo, porque creo que en muchos casos y salvo honrosas excepciones, es una tomadura de pelo. No me importan muchas partes del globo terráqueo a las que creo que no iré nunca, aunque espero no morir sin ver la Patagonia y la bahía de Ha-Long. 

   Y lo mejor de todo, creo que la lista de las cosas que no me importan, o mejor, que antes me importaban y ahora ya no, se va haciendo cada vez más grande, de lo cual concluyo que he conseguido llegar a lo esencial en muchas cosas y a quedarme con lo que merece la pena. Es un largo esfuerzo, muchas años de pelear contra una misma y lo que piensen los demás. Esfuerzo que ha merecido la pena, francamente.

lunes, 6 de abril de 2015

...Y Santas Pascuas!

    Que dónde he estado? Pues en mi casa del pueblo. Sola o acompañada? Muy bien acompañada, aunque me faltaba mi santo varón que cometía en esos días el acto heroico de recorrer, junto a una panda de adolescentes embravecidos, varias capitales andaluzas. Que qué he hecho? Pues de todo...y nada en particular, que en eso consisten las vacaciones.

    He hecho algo que cada vez me gusta más, que es enseñar mi ciudad natal; mostrar sus piedras y sus encantos, que tiene muchos, contar las historias de esas piedras y de esas calles empedradas y tener además una buena oyente como lo es mi vecina (la de la ciudad donde vivo) receptiva y buena pieza para sacarla a pasear. Como premio a tanta caminata monumental, nos hemos pagado a nosotras mismas a base de churros, pan de hogaza, huevos rotos, jamón y torrijas y un cocido castellano (cortesía de mi hermana, excelente cocinera) donde no faltaba ni sobraba ningún aderezo. Hay que saber vender nuestra humilde tierra castellana a quienes saben apreciarla y de paso, montar todo un debate mañanero sobre la forma del pan de hogaza:" libreta picada o libreta de rescaño?" Pregunta el panadero cuando te atiende. De aquí a unos años nadie sabrá responderle, me temo.

   El clima nos ha acompañado, calor más que primaveral que ha permitido a mis enemigos los nazarenos salir y tomar las calles por asalto, no se puede tener todo en esta vida y la verdad, a los que vivimos en las nieblas del norte nos viene mejor que mejor un poco de sol para calentar nuestros espíritus. Yo pensaba muy alegremente que el clima no lo es todo en la vida, pero cuando veo las calles españolas llenas de gente estos días, las terrazas de los bares repletas de parroquianos y las dichosas procesiones con tres filas de espectadores aunque sean feas como ellas solas me digo que a la pobre España, con ese paro, esa crisis económica y esos gobernantes impresentables, lo último que le haría falta sería una borrasca permanente como la que yo tengo sobre mi la mitad de los días del año.

    Descubrimientos? unos cuantos. Oigo la radio y la única publicidad que se repite una y otra vez es la de las empresas que cambian bañeras por platos de ducha; como para pensar que los españoles, todos a una como en Fuenteovejuna, han decidido cambiar sus bañeras por una de esas plataformas sin escalones donde te duchas  sin tropezarte y se pone todo el cuarto de baño perdido de agua; curioso fenómeno sociológico éste, que se explica en parte por el envejecimiento de la población, digo yo. Mención especial para los nombres de las empresas: "securibath", "la casa de las mamparas", "duchas milenium" y mi favorita: dúchate.es, una dirección de Internet que lleva implícita una incitación al aseo personal! Se imaginan la misma dirección electrónica vendiendo un laxante?

    Otro descubrimiento: la reedición de la mítica "Cambio 16" que me he comprado y leído con intensidad, porque me parece que es aún mejor que su predecesora, a ver cuánto dura. En ella leo dos  interesantes entrevistas con Pablo Iglesias y Albert Rivera, que les recomiendo. Y en ella leo también unas curiosas estadísticas (mi punto flaco) que hablan del consumo de bienes culturales por parte de los españoles: entre los contenidos digitales (libros, películas, series de televisión) el 87% de lo que consumen los españoles es descarga ilegal...Seguimos siendo, en el fondo, un país de choricetes y pillos, no tenemos remedio por mucho que los nuevos políticos pidan que no haya imputados en las listas y se condene la corrupción. A todos los que se les llena la boca con esa palabra parece que no les importa ver  una película ilegalmente y por cierto, ni Rivera ni Iglesias dicen una sola palabra de la educación que queremos darle a nuestros futuros ciudadanos, de la cual forma parte la idea de que descargar ilegalmente el trabajo de otras personas, llamadas escritores, músicos o cineastas, también es robar.

  Y les dejo con el trailer de la única película que he visto en el cine en estos días, un más que honrado trabajo que, si ustedes no tienen reparos como yo los tengo, se pueden ya descargar ilegalmente en Internet...Y Santas Pascuas!