jueves, 24 de diciembre de 2020

Melón con Jamón

     A Alicia le caen bien sus suegros, pero prefiere no ir mucho por su casa. Son dos entrañables ancianos refugiados en un pueblo de la provincia de Toledo tras muchos años de bregar con ese Madrid que les hizo trabajar como cosacos pero que a Alicia, que vino precisamente de otra provincia pequeña, le ha dado la vida y muchos éxitos profesionales.  Alicia es dueña de una galería de arte, organiza subastas y vive de forma frenética mientras Jaime, su marido, salta de un avión a otro cerrando tratos comerciales de alto nivel. Tienen una vida cara y frenética en la que cenas, inauguraciones y eventos de variado pelo se suceden sin descanso; y cuando no se suceden, los provocan ellos. Accesoriamente han criado dos hijos a los que han pagado colegios carísimos y universidades no menos caras, privadas y extranjeras para que, según se van haciendo hombres de provecho, no les reprochen mucho a sus padres lo poco que los han visto mientras crecían. 

    Entre tanta ocupación, Jaime que es hijo único de los buenos, no perdona un fin de semana al mes en Tomelloso, ese pueblo grande de la Mancha (pero pueblo  al fin y al cabo) donde sus padres viven en una casita sencilla y con huerto de donde salen tomates, pimientos, cebollas y lechugas destinados a las ensaladas de los dos madrileños acelerados. Alicia acompaña por amor a su marido más que por gusto; el fin de semana (aunque sea de día y medio) se le hace eterno y lo peor: la casa de esos suegros que son adorables y con los que jamás ha tenido ni medio conflicto, huele a viejo, está decorada como una almoneda y transpira la tercera edad por cada peldaño , cada esquina  y cada ladrillo; una tercera edad de la que Alicia huye como de la peste, ya sea ignorándola o con algún pinchazo estratégico en su rostro y mucho gasto de peluquería. Un día y medio al mes en el que Jaime se reencuentra con sus padres y se olvida de sus bancos pero que a ella le recuerda que polvo es y en polvo se convertirá. La vejez y sus representaciones son esa parte de la vida a la que no solo no quiere llegar sino que, además, huye de ella en feroz carrera hacia adelante.

    Todo está trastocado en este año de la plaga, y en este caso particular, como consecuencia positiva,  Alicia se ha librado de muchos fines de semana oliendo a guiso de puchero, friegas de alcohol de romero y naftalina entre mantas de lana vieja y bandejas con medicamentos. Y espera ardientemente librarse también de una Navidad de pueblo que cada año viene a la cita puntualmente; a pesar de las protestas de los chicos, de los muchos compromisos a los que hay que renunciar; a pesar de que cada año ella desearía hacerse traer la cena a su casa por el catering de Samantha de España o similar, a pesar de todos esos pesares, cada año toca celebrar la Navidad con esos abuelos que practican la austeridad comprando cava de oferta y asando unas paletillas de cordero al horno como gran muestra de refinamiento y excepcionalidad. Este año el virus y la necesidad de proteger a los mayores, nos va a traer por fin la ansiada Navidad en casa, con árbol adornado en un solo color, aperitivos exóticos y cena con las mejores galas, aunque sea para los cuatro de casa y un amigo divorciado y solo que completa el cupo de allegados  permitidos.

    Jaime ha prometido visitar a sus padres dos días antes para llevarles lo que necesiten y felicitarles la Navidad. Alicia pretexta trabajo y los chicos exámenes, y de esa manera se libran del olor a viejo, del café con roscos de vino y de los espumillones de colores que la abuela aun insiste en sacar para decorar las puertas, la farola de la entrada y hasta el buzón si le sobra un trozo.  El 23 por la noche, Jaime llama a Alicia desde Tomelloso y después de muchos rodeos llega al meollo: 

- cariño vas a tener que ajustar el menú de la cena de mañana...

- Cómo que ajustar? He encargado los aperitivos en Mallorca, y la cena en el catering como dijimos. Las ostras también están encargadas, pero de qué me estas hablando? 

- Mi madre nos ha hecho la cena. Dice que como estamos tan ocupados que me la llevo yo mañana por la mañana y así nos quitamos de cocinar; no puedo decirle que no, compréndelo; y con la que está cayendo no querrás que la tire a la basura, no? llama al catering y anula, di que alguno de nosotros se ha pillado el virus, eso seguro que cuela como excusa.

Alicia, que se está poniendo verde, morada y de todos los colores, pero que no quiere tener una bronca con Jaime por un mero asunto culinario, pregunta con toda la delicadeza de la que es capaz:

- Y qué traes? 

  Y Jaime, a quien los delirios culinarios de su esposa le parecen prescindibles contesta de una tacada: 

- cóctel de gambas, melón con jamón y una paletilla de cordero ya adobada y lista solo para hornear, y de postre...

- Ni me lo cuentes! 

- ...Un surtido de mazapanes de Toledo, responde Jaime a sabiendas de que su señora camina entre la indignación y el desmayo y ya conoce la respuesta. 

   Alicia cuelga, busca en el móvil el teléfono de Samantha de España y cree firmemente que entre las venganzas terribles,  la  de su suegra de hoy es de libro. 

   Feliz Navidad .