lunes, 24 de junio de 2019

Aprenderemos? Aprenderé ?

    Gracias al cielo se acaba este mes de sufrimiento ingente para los que estudian, para los que examinan y para los que no haciendo ni una cosa ni otra, lo padecemos. También es el mes en el que se paga a hacienda, sufrimiento que yo considero menor si lo comparo con el de los exámenes de mis hijos, pero cada uno tenemos nuestras penurias. 

    En lo que llegan las notas, o las que faltan, lo suyo sería preguntarse si hemos cumplido todos (los que se examinan y los examinadores pasivos) con el objetivo principal que aparte de aprobar es, por supuesto, aprender. Yo no estoy libre de culpa así que no puedo tirar la primera piedra, ni la segunda ni la tercera: no he aprendido nada. No he aprendido de otros años, que debería ser lo fundamental, visto que no me examinan. No aprendo que no soy yo la que me examino y que no puedo angustiarme por unos exámenes que no hago ni puedo hacer; y sobre todo, que no me puede angustiar a mí más que a los sujetos que se examinan. No aprendo ni aprenderé que por mucho que intente renovar mis métodos de persuasión,  enviar mensajes de motivación via Whatsapp, aprenderme los horarios, intentar pensar en lo que ellos no piensan, vigilar salidas y entradas y demás medidas cautelares, lo que no puedo hacer es ir yo a examinarme ni ponerme en sus pellejos...Que es quizás lo que me gustaría. 

    No he aprendido ni aprenderé que el estudiante estudia porque quiere y no lo hace cuando no quiere, y que ni el mayor o la mayor « Influencer »  que pueda crear Instagram puede convencer a los recalcitrantes, despistados, vagos, flojos y discontinuos de pasarse seis semanas con el trasero calentando una silla si el dueño del susodicho trasero no lo hace por voluntad propia. No aprenderé que ya no tengo poder de persuasión, ni encanto ninguno, que ya no soy la madre heroica que corría maratones sino una petarda que repite durante semanas la misma cantinela y que sólo sabe la conjugación del verbo estudiar. Los hijos de mis amigos, sobrinos y demás familia susceptibles de ser estudiantes ya me tienen bien catada y en mayo y junio ni se me acercan!

    Así que yo, en lo mío, suspensa, por no aprender. A los demás, que Dios reparta suerte. Solo me consuela ver que igual que yo no aprendo tampoco lo hacen los votantes de Ciudadanos, los jueces que sueltan a los violadores porque dicen que no hubo violación, los futbolistas que no pagan impuestos, los alcaldes que revocan las zonas peatonales, los ciudadanos del Reino Unido que siguen pidiendo Brexit de merienda, ni Puigdemont, ni la Pantoja en su reality de isla desierta; ni aprenden  los españoles a no hacer ruido ni los europeos a dejar de reírse de España porque dormimos una siesta que muchos de ellos también duermen. Se publican más manuales que nunca e Internet nos pone el conocimiento a un golpe de tecla en casa, pero lo que es aprender, nadie aprendemos nada. Yo la primera. 







  

miércoles, 19 de junio de 2019

Berto y Berta; La chica de ayer, 25

    Cada día, incluso los de lluvia, Berta se acerca al Retiro con Berto. Ella es pelirroja y delgada, siempre lleva unos cascos donde suenan Duncan Dhu, Gabinete Caligari, Siniestro Total y demás compañeros de quinta; para Berta la música se detuvo en aquellos años y no quiere ni tiene ganas de explorar las muchas sugerencias que le hacen los sobrinos o Spotify. Los cascos le ayudan a aislarse de todos esos paseantes de perros que con la excusa de la belleza de Berto se le acercan buscando conversación. Porque Berto es un fantástico ejemplar de pastor alemán: grande, de pelo aterciopelado, fuerte de patas y con cara de bueno a pesar de su imponente presencia. Berto no solo es el compañero de piso de Berta, es  su compañía única una vez que ésta se deshizo de un marido que la incordiaba y decidió así mismo que los seres de dos piernas le interesaban poco. Berto es la excusa para salir cada día de casa, de una casa que es además oficina por culpa  del  teletrabajo y motivo de algún apuro financiero gracias de una hipoteca eterna. Berta sale dos veces al día de casa para que Berto haga sus necesidades, y una de esas dos veces va a Retiro porque allí es donde Berta fue una niña feliz, antes de ser un adulta a la que las cosas le han ido solo regular. 

    Lo demás dueños y dueñas de los perros habituales del Retiro son figuras de un museo de cera, Berta ni se fija en ellos y el escudo protector de la música que suena en sus cascos es suficiente para ahuyentar a los pelmas. Aunque desde hace unas semanas no puede evitar fijarse en un nuevo paseante. Es un hombre de su edad, calcula ella, larguirucho de piernas y brazos, incluso muy alto, tiene aire de estar perdido. Llega cada tarde con una perra Chihuahua en brazos, que suelta al cruzar la reja del parque. No la lleva atada porque la perra, apenas se le separa; es vieja y se le nota, no hay que ser un experto canino para darse cuenta. Este hombre se siente fuera de sitio, hasta un tanto ridículo acarreando esa perrilla en brazos, pero peor es sacarla a la puerta de casa y soportar las risas de los clientes del bar de abajo cuando tiene que llamarla por su nombre: Marylin... Maldice el día en el que decidió quedarse con ella después del fallecimiento de su madre sin calcular que los Chihuahuas pueden vivir veinte años. El también se ha fijado en la dueña del pastor alemán, esa pelirroja que no se quita los cascos, atractiva, para qué negarlo,  y que a pesar de parecer distraída con su música  tampoco le quita el ojo. 

     La primavera insultante y un Retiro a 25 grados después de varias semanas de lluvia consiguen aproximar estos dos seres que parecen orbitar en sistemas planetarios opuestos. Ella se quita los cascos algún día que otro; él no falta nunca al paseo vespertino e incluso lo alarga cuando ella se retrasa. Ya saben sus nombres, incluso a qué se dedican: ella es traductora, él agente de seguros; él ya se ha atrevido a acercarse a Berto e incluso a acariciarle el lomo, ella cree que Marylin es graciosa; ambos aseguran que sus amigos caninos lo son todo en sus vidas. Ya son capaces de saludarse cotidianamente, y hasta de tomar una cerveza en las terrazas mientras Berto y Marylin se vigilan con desconfianza. Ella piensa que quizás haya encontrado un amigo, él incluso cree que ella puede ser la mujer que cambie su mala opinión de las mujeres; la escasa hora diaria que pasan juntos es lo mejor del día y el universo que solo era canino se vuelve humano de nuevo. 

    Tanto disfrutan el uno de la compañía del otro que no prestan atención a los canes, que se han enzarzado en una pelea por algo que parece un resto de comida; el perro grande lo quiere, la perra chica se lo arrebata. Berto se revuelve y en menos que pía un pollo le ha tirado un buen bocado a la impertinente Marylin quizás pensando sólo en morderle la oreja: mala suerte, en la boca inmensa del pastor alemán entra practicamente toda la cabeza de la Chihuahua, que sale perdiendo del envite y dejando un rastro de sangre y vísceras digno del mejor Tarantino. Los dueños se miran sin saber qué decir, no hay tiempo para reproches ni discusiones,  él recoge a la perra y sale corriendo camino del veterinario de su barrio, aunque sabe que muy poco se va a poder hacer para salvarla. Ella agarra a Berto, le limpia el hocico y se pone los cascos para retomar el camino de casa.

    Berta sigue yendo cada tarde al Retiro, y cada tarde se acuerda de la perrita Chihuahua y de su dueño que, como se temía, no han vuelto a aparecer por allí. No sabe de él más que su nombre y una lista larga de sus gustos musicales, a él también le gustaban Duncan Dhu, Alaska y Dinarama y Los Toreros Muertos. Nunca se intercambiaron sus teléfonos porque en la hora cotidiana de encuentro en el Retiro no se les ocurrió nunca que el Whatsapp fuera imprescindible. Ella sigue fiel a sus costumbres y horarios, si él quisiera, ya sabe donde encontrarla; es más, si él quisiera ya habría aparecido por allí... Así que Berta asume que él no quiere. Y mientras tanto, desde hace semanas, suena en los cascos la misma canción.





domingo, 16 de junio de 2019

Nueva antología del disparate

    En estas duras épocas de exámenes, examinadores y escolares abundan los chistes fáciles sobre respuestas absurdas en los exámenes, soluciones inverosímiles a problemas de matemáticas o confusiones rupestres sobre cosas que a los que no nos examinamos nos parecen de perogrullo. Lo que se ha llamado toda la vida la antología del disparate, que es vieja como el mundo y antes se publicaba en los periódicos, esos que ahora solo tienen espacio para el fútbol y los anuncios. 

    Volviendo a los periódicos, esos que antes servían para envolver los zapatos viejos y que ahora leemos en las pantallas, sin necesidad de que sea junio y los escolares metan la pata en sus exámenes, son grandes fuentes de disparates, verdaderas antologías que además tienen el mérito de ser cotidianas. Hoy, gracias a cuatro horas de tren con trasbordo y paradas varias en mitad del campo la prensa me ha regalado varios disparates dignos de reseñarse, sin tener que haberme puesto a responder cuestionarios ni corregir exámenes. 

   « Vox hará grupo en el Parlamento Europeo con los nacionalistas flamencos, los grandes valedores de Puigdemont en Europa ». No creo que tenga que gastar ni una letra más en explicar el disparate. «Una de las concejalas del partido de Colau ha denunciado que al atravesar la plaza del Palau después de la investidura la llamaron puta, guarra y zorra ». Hecho nacionalista aparte, a alguno de sus compañeros del partido llamado Barcelona en Comú le llamaron (por ejemplo) guarro, cabrón e hijo de puta? Respuesta: no. 

    Cambiemos de tercio: « una joven con dos millones y medio de seguidores en Instagram no logra vender más que 36 camisetas de la marca que promociona y la marca fabricante le da la espalda ». Casi que me ha enternecido la historia: una criatura se mete a Influencer y solo uno de cada 69.440 (he hecho la cuenta aunque soy negada para los números) de sus seguidores está dispuesto a comprar la camiseta que se supone que lleva su ídolo? Con la cantidad de estupideces que habrá tenido que hacer, decir y fotografiarse...El trabajo de Influencer es más duro de lo que yo pensaba y, claro está, un gran disparate. 

    Y por supuesto que en toda la prensa nacional del domingo 16 de junio no había otro tema de mayor trascendencia vital para la buena marcha de nuestro país que la boda de Sergio Ramos y Pilar Rubio; que habrá sido un bodrio como lo son casi todos ahora, profundamente cateto y lleno de mal gusto como tantos otros aunque en este caso, con mucho fondo presupuestario para acometerlo. De la boda no comento nada porque francamente no me interesa, pero me ha llamado la atención que los periódicos digan que antes de empezar el convite « los novios dieron una rueda de prensa » (sic). Yo me he chupado hoy cuatro horas de tren para hacer mi trabajo que, parcialmente consiste en asistir a unas ruedas de prensa donde muchas veces hay menos periodistas, muchos menos incluso, que los que aguardaban a la puerta de la finca del futbolista para asistir a la rueda de prensa matrimonial. Y eso que, en lo mío se tratan cosas de cierta envergadura y se habla de dinero...Pero ni color con lo de los flamantes señores de Ramos. Tomen nota los que proyecten casarse a partir de ahora: además de todas esas cenas y fiestas pre y post boda, y de todos esos fotocalls y puestos de chuches, no habrá boda que se precie sin rueda de prensa. 

   Pues yo, para retransmisión periodística absurda, como en tantos otros casos, me quedo con el maestro Gila: 


   
   Y













lunes, 10 de junio de 2019

Exámenes a mí!

   De una de mis peliculas favoritas de siempre:


   Poco después de esta escena, el padre que protagonizaba Alberto Closas, le contaba a su amigo (el inefable "padrino búfalo" que era José Luis López Vázquez) que no podía parar de fumar porque solo en esa semana se examinaba en una facultad, dos tribunales de bachillerato, cuatro institutos y seis escuelas de enseñanza primaria... Consecuencias de tener quince hijos, claro. 

    Ya siento no haber encontrado la escena, porque yo, sin haberme dado al tabaco, es así como me siento. De mis tres escolares uno examina (que también tiene lo suyo, no crean) y otros dos se examinan; y yo sin poder hacer nada por ellos más que compra, comida y decirle a mi madre que ilumine iglesias, que a los ateos nos parece que es una manera indolora de rezar; siempre a cargo de uno que crea, por supuesto. Aunque a mi lo que me gustaría es examinarme y pasarme los tragos yo, sin tener estos nervios por cuenta ajena que me machacan viva. 

    Y no lo digo con la boca chica: me gustaría examinarme, atiborrame de café y memorizar listas eternas de lo que sea; descifrar fórmulas y conjugar verbos; buscar palabras en los diccionarios y hacer resúmenes de los resúmenes; subrayar y cantar en voz alta todas las obras de Lope de Vega (por ejemplo) volver a recitar las partes de la célula y dibujar mitocondrias y protozoos; azañas que ya hice a su tiempo y que me parecieron un tostón pero de las que salí casi siempre airosa (menos en el carnet de conducir):  cualquier cosa antes de este sinvivir en forma de exámenes ajenos!

    Me gustaría examinarme yo para no tener que preocuparme por los exámenes ajenos, para no tener que recordar que esto o lo otro es importante; para no comerme el tarro pensando si las horas invertidas son las necesarias o si debería haber sacado el látigo más o menos frecuentemente; me gustaría examinarme yo para no pensar día y noche en cómo y qué vuelta darle a esos exámenes que aunque los pasen los hijos, lo queramos o no, también sirven para examinar a los padres.  Llámenme inmadura, mala madre, maestra suplente o tutora de medio pelo, lo que ustedes quieran; todo lo acepto, insisto y persisto: si fuera yo la que me examinara estas semanas, viviría menos angustiada de lo que vivo. 

   Pero en ésto de los exámenes, como en tantas otras cosas, mi tiempo ya pasó. Quizás sea eso lo que fastidia profundamente...Feliz semana para todos los que se examinan, por cuenta propia o ajena!



lunes, 3 de junio de 2019

Sin manos

    Cuando un niño pequeño echa andar, no hay momento tan mágico como aquel en el que se suelta de lo que le agarra o le sostiene, sea la mano de un padre o un taburete de cocina, da dos o tres pasos y sonríe al infinito antes de pegarse un nuevo batacazo. Toda su vida futura está resumida en esos pocos momentos: aprender a caminar, agarrarse a la mano amiga, apoyarse en la pared, soltarse, caerse, volverse a levantar...Si en esos momentos los niños supieran lo que les aguarda quizás no se levantaran nunca, o todos hubiéramos seguido siendo cuadrúpedos. 

    Hacer las cosas por uno mismo, conseguirlas sin ayudas externas que no sean las estrictamente necesarias sigue siendo un motivo de orgullo; para mucha gente, hasta una ley de vida. Aunque para otra buena parte de la humanidad, conseguir las cosas como sea, incluso las que no nos merecemos, es lo que cuenta. No quisiera hacerme la interesante con la filosofía política pero desde que Maquiavelo se preguntó retóricamente (porque él lo tenía clarísimo) si el fin justificaba los medios, nadie consigue responderse a sí mismo de forma tajante. Yo por lo menos no lo consigo. 

    Venga la introducción al caso por culpa de una de las pocas noticias que me han interesa en los últimos ocho días en los que he intentado no interesarme por las noticias: solo en el mes de mayo diez montañeros han perdido la vida en el Everest. Quizás llamarlos montañeros sea un eufemismo; todos eran millonarios que habías pagado cantidades obscenas por ser llevados en volandas hasta la cima del mundo, apoyados en Sherpas bien pagados, cuerdas fijas y cientos de botellas de oxigeno que después se abandonan en el camino a la cumbre creando un enorme basurero a ocho mil metros de altitud. Este mes de mayo el embotellamiento de millonarios con aspiraciones alpinistas ha sido tal,  que al prolongarse el tiempo de espera para asaltar la cumbre, diez de ellos han fallecido y varios más  han estado a punto de perder una vida que, modestamente, pienso que no valoraban más allá del dinero que se habían gastado en pagar la expedición de marras. Para hacerse un selfie en la cumbre del Everest todo vale, aunque en la vida diaria una montaña se haya visto sólo en tarjeta postal; pero esta vez la montaña se vengó de todos los que pensaron que podrían con ella a golpe de Visa Oro.

    Segunda noticia: hoy comienza esa dichosa PAU (antes Selectividad) que levanta ampollas y dolores de cabeza en miles de familias españolas y en sus retoños estudiantes, muchos de ellos  esforzados; sobre todo si pretenden ser médicos, fisioterapeutas o ingenieros, y si han nacido en Castilla, Navarra o Madrid: en estas tres comunidades el corrector es exigente y la nota baja las décimas necesarias para meterse en la carrera deseada. Leo con estupor que hay familias castellanas que envían a sus niños a estudiar el bachillerato a Extremadura, Murcia o Canarias, para que vuelvan con una nota inflada y accedan a la facultad deseada. Y de paso, en este río revuelto de estudiantes frustrados, las Universidades privadas, algunas de ellas creadas antesdeayer, echan las redes y de nuevo, a golpe de talonario, consiguen alumnos que pueden hacerse ingenieros aeronáuticos cuando alguno que otro suspende en matemáticas. Con lo fácil que sería crear un distrito único y darles a todos las mismas oportunidades!

    Lo de la PAU quizás tenga más fácil remedio que lo del turismo  del Himalaya, espero. Los que no tenemos remedio somos los humanos, que aprendimos a caminar  y desde entonces, cada vez que tropezamos y nos caemos,  no sacamos como conclusión que hay que levantarse e intentarlo de nuevo. A ser posible, sin manos.