domingo, 28 de abril de 2013

Ave, Giorgio

    En mis muchas vueltas por Europa antes de aposentar mis reales, viví tres años en Italia. Años de juventud, divino tesoro, que me sirvieron para hacer una tesis doctoral (tan bonita como altamente inútil) y a la vez conocer un nuevo y fascinante país, con el que no tardé mucho tiempo en identificarme porque además de gustarme la pasta y la pizza con locura me sentía en la casa de Rómulo y Remo, o en la de Cicerón, o en la de Leonardo da Vinci, casi tan a gusto como en la mía propia.

     Fueron aquellos, años agitados (y cuando no) de la historia italiana: los años de la lucha antimafia sin cuartel, cuando los jueces saltaban por los aires a golpe de cargas de dinamita que la misma Mafia y sus primas hermanas les enviaban; los años que vieron nacer  la operación "Manos Limpias" que esos mismos jueces sacaban adelante como podían, y los años en los que todos asistimos atónitos a los primeros pasos de Berlusconi en política. En aquellos tres años aprendí italiano, viaje mucho por la península de la bota y aprendí a conocer a los italianos, gente que jamás te deja indiferente. Y  me eché una buena colección de amigos lugareños que aún conservo,  gracias a los  cuales estoy al tanto de todo lo que ocurre allende los Alpes. Allí cada día pasa una cosa nueva y se celebran elecciones tantas como reuniones de vecinos, y del resultado de las últimas ya están todos ustedes al corriente, les ahorro el resumen.

    Esta semana, un anciano de 87 años que se veía ya en su casa haciendo crucigramas, ha tenido que remangarse de nuevo y aceptar ser presidente de la República a petición de una clase política que ha perdido el norte y quizás también los otros tres puntos cardinales. Un hombre que, en su discurso de aceptación de un puesto que no perseguía y al que ha llegado casi por aclamación, ha asegurado que asumirá la tarea hasta donde sus ya gastadas fuerzas se lo permitan, lo cual, vista su edad y lo que le costó subir los cuatro peldaños del estrado, puede que le cueste la vida. Este hombre, respetado y respetable, ha aprovechado la ocasión para echarle una buena regañina a aquellos que han provocado que él se encuentre donde está. Una bronca que se puede permitir por la autoridad que le dan sus 87 años, sesenta de los cuales los ha pasado ocupando un escaño parlamentario. Una frase para el recuerdo? ésta: "la democracia se hace en el parlamento y no a grito pelado por las calles o a golpe de redes sociales e Internet". La salva de aplausos fue atronadora, y aplaudir a quién te acaba de echar un rapapolvo es una forma de reconocer los errores cometidos. Esperemos que se lo aplique el vocinglero Beppe Grillo, ese que da los mitines subido en los capós de los coches, que por puro egocentrismo no quiso pactar con la izquierda y ahora lo quiera o no, es culpable de la vuelta de los Berlusconianos a un gobierno que no debería contar con gente como ellos en sus huestes...

    Yo me alegro que el país que ha hecho protagonistas de la vida política a personajes como Cicciolina, Berlusconi, o el mismísimo Beppe Grillo sea capaz de producir hombres de estado de una madera que ya no se encuentra. Si ésto nos pasara mañana a nosotros, a quién recurriríamos? Muertos José Luis Sampedro y Peces Barba, asesinado hace años Tomás y Valiente y desaparecidos de la vida publica muchos prohombres de la patria (y ahí tienen a Roca, que se ha quedado para defender a la Infanta de la trena...) quién nos queda en España capaz de echarse el estado a la espalda si fuéramos lo que deberìamos ser, esto es, una república? Ahí les dejo la pregunta.

    No voy a terminar gritando "forza Italia" porque Berlusconi convirtió estas dos palabras en su primer partido político y dejó la expresión en la orilla de las malditas por mucho tiempo. Pero cuánto me gustaría mandarle un aplauso a Giorgio Napolitano, acompañado por toda mi admiración. Hay quienes en tiempos agitados dejan el gobierno en manos de un hombre con uniforme y sable, en Italia se lo han dejado a un hombre armado de amor por su país y de sentido de la responsabilidad histórica, que no es poco. Ave, Giorgio.

viernes, 26 de abril de 2013

En dos palabras

    Poder adquisitivo: estas dos palabras golpean mis pensamientos una y otra vez desde hace meses. Comenzaron machacándonos con ellas políticos, tertulianos, periodistas y demás gentes agoreras y de mal vivir. Seguimos todos los demás, que preferimos decir que ha menguado nuestro poder adquisitivo en vez de declarar lo que ocurre realmente, que no llegamos a fin de mes (algunos ni al día 15) o que no nos da ni para un pirulí. Los sindicatos convocan manifestaciones con este lema, ahora que ya se ve que lo de la lucha de clases, con esta mezcla de nuevos ricos y pobres de nuevo no significa nada; y las señoras que entrevistan en los mercados en vez de quejarse de que todo está carísimo, declaran solemnemente que con semejante poder adquisitivo mermado no hay quien llene la cesta de la compra. Este debate me recuerda a aquellas discusiones terminológicas con nuestras madres, a determinadas edades de nuestras vidas, sobre si era mejor decir "voy al baño" o "voy a hacer pis".

    Cuando ya los bancos nos dan igual, tenemos claro que ésto no va a haber quién lo arregle durante varios años, hacemos oídos sordos de lo que nos dicen los políticos y estamos dispuestos a marcharnos allende los Pirineos a buscarnos la vida que nos niegan en nuestras tierras, parece que el poder adquisitivo es la única pelea que estamos dispuestos a dar. Como si perder el derecho a comprar fuera más importante que perder cierta dignidad que se nos está escapando.O perder la esperanza. O todo a la vez.

    Poder adquisitivo es lo que ya no tienen buena parte de esos 6.202.700 parados con los que se ha desayunado ayer España entera, de los cuales más de 300.000 se han sumado a la lista en el últmo año. Y como la sociedad en la que vivimos es la de comprar, vender, comprar de nuevo y reemplazar por otra cosa mejor, más cara o con pantalla táctil, si no tienes poder adquisitivo es como si no tuvieras alma. Como nuestras relaciones humanas se basan en buena parte en la capacidad de comunicarnos a través de unos cacharros que hemos comprado para remplazar otros cacharros más antiguos que también servían para comunicarnos, pues el que no tiene poder adquisitivo se queda en su casa viendo "Sálvame", que en palabras de un amigo mío que lo sigue, es el programa más peligroso que jamás haya creado la televisión porque crea adicción.

    El poder adquisitivo menguante ha hecho que para que la barra de pan siga costando un euro, haya perdido diez centímetros y dentro de nada la posibilidad de ser llamada "barra"; que las gasolineras llenen los depósitos de todo tipo de sustancias ilícitas para poder mantener los precios y que la gente no eche tres litros de cada vez que pasan; que la caña con pincho a un euro cincuenta sea precio normalizado y casi por decreto en todos los bares, de tal manera que el que la sirve a dos euros ya no se come un rosco y tiene la parroquia vacía. El poder adquisitivo está marcando nuestras vidas de tal manera que dentro de nada será un dato más de nuestro DNI o establecerá baremos para tener derecho a votar, por poner dos atrocidades entre las muchas que se me ocurren. E insisto, nos acordaremos de las demás cosas que estamos perdiendo a la par del poder adquisitivo? : la capacidad de reirnos, el buen humor, los mejores años de nuestros hijos, la esperanza de muchos jóvenes que comienzan sus vidas de adultos, la tranquilidad de nuestros abuelos, el derecho a una educación gratuita para todos, la sanidad, el derecho a decidir quién debe gobernarnos...

   Ya lo dije en el título, en dos palabras: poder adquisitivo, o como hubiera dicho Jesulín de quienes nos imponen esta angustia: im-presentables.

   

lunes, 22 de abril de 2013

Un libro para regalar

    Tenía yo otra entrada ya casi preparada  sin mirar el calendario ni darme cuenta que mañana es uno de los pocos "días de" que respeto y me gusta celebrar. Mañana, 23 de abril, hará 397 años que murieron Cervantes y Shakespeare (aunque en realidad Cervantes murió el 22, celebramos su entierro) y esperemos que en el día del libro de mañana, no tengamos que lamentar la muerte de ninguno de nuestros grandes escritores, que aún nos está doliendo la de José Luis Sampedro, que en paz descanse desde hace muy poco.

    Cuando yo era pequeña y después joven, el 23 de abril los libreros de mi ciudad conmemoraban la fecha sacando sus puestos con libros a la Plaza Mayor, donde yo aprovechaba para comprar y hacerme comprar muchos ejemplares valiéndome de dos estrategias ganadoras: una era la incapacidad del mi padre a negarnos un libro ni dinero para comprarlos; otra, que se acercaba mi cumpleaños, y todo aquello que ya se pasaba del presupuesto "día del libro" lo podía imputar a mi aniversario,  ya ven las argucias contables que me gastaba yo de niña. Llegados a estas alturas, las estanterías y los muros  de mi casa pagan las consecuencias de tanta compra compulsiva, lo cual me hace pensar que, el libro electrónico, a pesar de su fealdad y de lo poco que me seduce leer en una pantalla sea una solucción más que necesaria para los lectores voraces como yo. No nos va a quedar otro remedio.

    No se si mañana voy a tener tiempo para comprar, regalar o hacerme regalar un libro. Me gustaría hacerles una lista de recomendaciones con lo mucho, bueno y variado que ha pasado por mis ojos en los últimos meses, a riesgo de aburrirles; así que les propongo otro juego: les dejo una lista de libros que me gustaría regalar a personas a las que se que jamás tendré oportunidad de regalar un libro. Todos elegidos tanto por su título como por su argumento (más por esto  último) y si les quedan dudas o me proponen ustedes otros regalos posibles a esas mismas personas, aquí me tienen para debatirlo.

    A Iñaki Urdangarín: "La hoguera de las vanidades", recuerdan ustedes las desventuras de Sherman McCoy, que se creía el amo del universo sólo porque ganaba dinero? A los políticos españoles, sean del partido que sean: "Todo lo que era sólido", el último de Muñoz Molina, para que se enteren en la que nos han metido, aunque ellos ya lo saben. A cualquier responsable de las finanzas europeas y de los manejos del Euro: "Acabad con esta crisis, ya!" de Paul Krugman: si yo lo entiendo, no veo por qué ellos no...A Tita Thyssen: "Mi idolatrado hijo Sissi", para que comprenda lo que le pasa al suyo. A Fidel Castro, un libro de su compadre García Márquez, que me permite a mí colar un libro de mi admirado Gabriel en la lista y que seguramente él leerá con más indulgencia que si fuera de otro autor: "El otoño del patriarca". A Berlusconi: otra excusa para colar a otro de mis ídolos: "Pantaleon y las visitadoras", de Vargas Llosa, para que vea que los Bunga-Bunga no los inventó él.

    A Bachar-el-Assad, si entre tanta carnicería le queda tiempo para leer, quizás "Etica de la crueldad" de mi amigo José Ovejero le sirva para reflexionar un poco (me da que no); a los jóvenes españoles de menos de 40 años: las memorias de Carrillo y las de Fraga, casi deberían ser de lectura obligatoria en los colegios, a falta de las de Suarez, que no aparecerán nunca. Al Papa Francisco I: "Las sandalias del pescador", de Morris West, por si le resulta útil para dejarse de pamlinas con la Curia. Y para terminar, a Bárcenas, El padrino" de Mario Puzo, en edición especial acompañado de la película, primera parte, donde sale Marlon Brando peinado como él y con un abrigo igual al suyo, qué casualidad...

    Y como no les puedo regalar un libro desde estas líneas, aquí tienen un video bastante simpático y muy a propósito para la ocasión:


Y feliz día del libro para todos!

jueves, 18 de abril de 2013

Quién dijo miedo?

    Esta Semana Santa del diluvio universal, vi con mis hijos y sobrinos la película animada  de turno en el cine, una de esas que los estudios norteamericanos hacen con guiones para niños de parvulario y bromas y chascarrillos que sólo entienden los padres. "The Croods", que así se llamaba, nos mostraba las peripecias de una familia prehistórica capitaneada por un padre bruto y bonachón cuya única obsesión cotidiana era encontrar comida de día y resguardar a toda su familia en una caverna cuando llegaba la noche. Dentro de la mediocridad y de las muchas inexactitudes históricas de la película, sí había algo muy bien logrado: mostrar la sensación de miedo, y cómo el ser humano vive con ello desde que el Australopiteco decidió dejar de caminar a cuatro patas y convertirse en Homo Erectus; cómo el miedo ha gobernado las vidas humanas desde tiempos inmemoriales y cómo se nos olvida de vez en cuando, cuando pensamos que lo hemos dominado todo: el viento, el mar, las mareas, las lluvias, los animales y tantas otras cosas que sin embargo, siguen siendo una amenaza.

    Quién no le tiene miedo a nada? Yo no, y si quieren les hago una lista resumida de mis muchos temores. Para empezar a los bichos de plumas (creo que ya les dije una vez que "los pájaros" es la única película de Hitchcock que sólo he visto una vez); para continuar, me da miedo todo lo que se desliza y más si es cuesta abajo. Nunca conseguiré esquiar porque el miedo al resbalón ya me incapacitó desde pequeñita hasta a subirme en unos patines. Si quieren saber de mis miedos más trascendentales, tampoco tengo inconveniente en contárselos. Temo a la muerte y sobre todo, a que ésta venga acompañada de dolores físicos, jerinquillas y hospitales, que son lugares a los que procuro ir poco porque también están en mi lista de los horrores. Me da miedo que la gente reniegue de la democracia, pase de votar y desprecie la política, porque el paso siguiente será abrirle la puerta a un loco para que nos gobierne a su antojo. Me da miedo que si seguimos sin bajarnos de los coches y comiendo carne a todas horas, mis hijos vivan el día de mañana en un erial sin agua ni árboles y tapizado con bolsas de plástico.

    Se supone que para remediar todos esos miedos, sobre todo los trascendentes, yo me aplico en ser una ciudadana ejemplar, aunque no siempre lo consiga. Se supone también que no debo dejarme paralizar por mis miedos porque sino, no viviría. Se supone que gracias al miedo el ser humano ha progresado, descubierto vacunas, esterilizado los alimentos, erradicado plagas, superado dos guerras mundiales y condenado los genocidios, entre otras bagatelas. Si no fuera por el miedo, Jean Marie Le Pen hubiera sido presidente de Francia en 2002, aunque también es verdad que el miedo levantó el muro de Berlín y provocó en 1994 la matanza de más de un millón de Tutsis a manos de sus vecinos, los Hutus, en Ruanda. El miedo saca a muchos jóvenes del infierno de las drogas pero también arroja a muchos mujeres en los brazos de chulos y proxenetas...Se ve que al miedo también hay que encontrarle su justa dosis.

    Conozco a muchas personas cuyos miedos les impiden llevar una vida normal: no cogen aviones, no circulan por autopistas por si se les cruza un conductor kamikaze, no viajan en metro si no es provistos de guantes y mascarilla, o no comen nada que no hayan cocinado ellos mismos. Gente paralizada y paralizante, que busca constantemente ese riesgo cero que, por nuestra propia condición de humanos mortales, es imposible de alcanzar. Y también he conocido capítulos de la historia reciente donde una dosis razonable de miedos y temores nos hubiera venido muy bien. Los Estados Unidos se creyeron  inexpugnables y bastaron unos locos con licencia de vuelo para reventar sus tripas; y como consecuencia, y para calmar los miedos de la población, meternos en todo tipo de guerras donde se pueda combatir a los hijos de Alá. En España hasta no hace tanto, nos creíamos todos ricos por casa (y con qué casas!) sin miedo al interés, ni a la deuda ni a la ruina; sin saber conjugar el verbo ahorrar ni siquiera en presente y sin pensar que la palabra "mañana" no era sinónimo de mejora, y así andamos ahora. En Alemania no le tienen miedo a nada desde que alguien les convenció que no tener deudas era como estar vacunados contra el tétanos...ya llegarán tiempos en los que se convenzan de lo contrario, ya.

    Siguiendo con los ejemplos prácticos, esta semana tengo un hijo dando tumbos por los Highlands escoceses, a donde ha ido de viaje montándose en todos esos medios de locomoción de siniestralidad conocida. El miedo me dice que tengo que preocuparme y desear que esté cuanto antes de vuelta, y el sentido común me dice que no tengo derecho a que mis temores paralicen su vida. "El miedo es libre" que dijo no se qué torero, y digo yo que los toreros, de miedo deben saber un rato largo. Y para retar al miedo y no dejarle que se apodere de mi vida sigo correteando todas las mañanas y entrenándome para mis maratones de primavera en los que espero que no haya un desalmado que se dedique a poner tracas explosivas en la meta, porque no puede ser, no podemos vivir todos de nuevo encerrados en nuestras cavernas como la familia Neanderthal de la película, que llevamos veintiun siglos intentando salir de ella!

lunes, 15 de abril de 2013

Cerebros a remojar

    La muerte de Margaret Thatcher ha traído a mi memoria muchos de los retratos que la prensa y los cómicos hacían de ella sin ningún pudor. Recuerdan ustedes aquella fantástica serie llamada "Spitting Image", que fue en los años '80 el precedente de los Guiñoles del resto de las televisiones europeas?


    Les dejo el vídeo de recuerdo, y eso que no he encontrado mi favorito, aquel en el que Maggie llamaba a Reagan por teléfono, que dormía a pierna suelta en su cama. Como el asunto era urgente, la Thatcher le dice a Nancy Reagan que despierte sin más tardar a su señor marido Presidente y ésta corre rauda y veloz al dormitorio, saca un pequeñísimo cerebro que descansa dentro de un vaso de agua en la mesilla (cual dentadura postiza) y se lo coloca a Ronnie que responde diligentemente a la Señora Thatcher que vocifera desde el otro lado del auricular. La Dama de Hierro me ha servido de excusa para traer a colación esta imagen que es de lo que quisiera hablarles hoy: a mí, muchas veces me gustaría que me sacaran el cerebro de mi envoltorio y me lo dejaran dentro de un vaso de agua, o incluso en la nevera, y poder limitarme a dormir o deambular por la vida con una actitud más contemplativa.

   Me temo que padezco un síndrome que yo misma he bautizado como el del "cerebro en ebullición", que por más que busco en Google y afines no parece que esté tipificado como enfermedad. No se crean que con esta salida del armario me estoy dando el pisto de ser una lumbrera, para nada. El cerebro en ebullición no garantiza en absoluto una inteligencia superior, es bastante fastidioso según que ratos y tiene efectos secundarios que quizás te libren del Alzheimer el día de mañana pero seguro que rebajan la calidad de vida a día de hoy.

    Los que padecemos esta tara somos gente impaciente pero no forzosamente hiperactiva; nos cuesta desconectar de la realidad incluso cuando dormimos (si es que dormimos) y al día siguiente por la mañana recordamos toda una serie de imágenes que se nos han aparecido durante la noche y que varían desde una película de terror a la lista de la compra, que también a veces es una película de terror. Los cerebros burbujeantes tenemos agenda pero no la usamos, porque todas nuestras neuronas son como carpetas de Windows llenas de cosas que hacer, que contar, que leer o sobre las que pensar. Un agotamiento.

    No se si alguno de ustedes se reconoce en estos síntomas, pero por si acaso sigo contándoles. Somos gente que no nos ponemos en modo de espera ni cuando vamos a escuchar a nuestro pianista favorito; capaces de ver una película y a la vez imaginar dentro de ella otros siete argumentos posibles. Nuestras mesas de trabajo están llenas de carpetas ordenadas por tamaños o colores que contiene asuntos varios que mezclan el placer (las próximas vacaciones) con el deber (la declaración de hacienda) con la vida de familia (el presupuesto para la ortodoncia del niño) y recortes miles de prensa y revistas. Las abrimos y cerramos varias veces al día y nada produce mayor felicidad que vaciar una de ellas porque el asunto que la rellena se ha terminado. Somos incapaces de asomarnos a un mirador sin ponernos a contar árboles, o intentar calcular la distancia entre los dos pueblos que se ven a lo lejos; pero también somos capaces de recordar los cumpleaños no ya de familia y amigos, sino también  de los compañeros de colegio y varias celebridades y prohombres ilustres. Pensamos que llegará el día en el que seremos capaces de vernos de un tirón las catorce temporadas de "Cuéntame" y todas las novelas de Julio Verne, porque para nosotros los días no tienen 24 horas, sino 1440 minutos o mejor, 86400 segundos que hay que ocupar.

    A algunos se nos veía venir ya de pequeños, cuando en las largas tardes de la siesta estival, por no dormir, hablábamos solos. Con el tiempo la verborrea solitaria se nos ha apaciguado, o la hemos apaciguado para que no nos tomen por locos, pero los circuitos se nos siguen calentando y no todo el mundo se dedica a escribir un blog para enfriarlos. Insisto, si alguno de ustedes se reconoce en este retrato, les ruego se pongan en contacto conmigo, a los perros verdes nos gusta comentar nuestros síntomas comunes.

miércoles, 10 de abril de 2013

Ahora sí: el Papa

    Mis amigos, parientes y conocidos llevan varias semanas pidiendo mi opinión sobre el Papa, desde que éste asomó por el balcón de los anuncios; no porque yo sea alguien de quién merece escucharse la opinión, sino porque los que se leen mis escritos (que son sólo ellos, mis amigos, parientes y conocidos) tienen ganas de que les cuente algo sobre este Francisco I que, como tema, francamente no me seduce nada. Qué quieren que les diga? tiene cara de simpático, al contrario que su antecesor; es Jesuíta, lo cual es casi sinónimo de listo y pensador; es argentino, sinónimo de hablador, y no se puede poner los zapatos encarnados de Papa, porque desde hace años usa plantillas y éstas sólo le caben en los suyos; en este punto me solidarizo con la causa papal: yo también llevo plantillas y a veces, cambiar de modelo de zapatos es un martirio, aunque bien pensado a Francisco I lo del martirio no debe importarle mucho, es parte de su cualificación profesional.

   Dejando el Vaticano y las cuitas ortopédicas de sus habitantes, resulta que por este lado del paraíso terrenal, se nos han muerto en 48 horas Sara Montiel, la Thatcher y José Luis Sampedro. Dejo a cada cual que ponga orden de preferencia a la hora de lamentar las pérdidas, y aún respetando la importancia de Sampedro como uno de los pensadores y escritores más brillantes de los últimos tiempos, me salto la actualidad y les voy a hablar del inquilino Vaticano, del cual leí un articulo hace unos días en la prensa económica que me dejó un tanto perpleja.

    Resulta que según el articulista de pro, norteamericano para más señas, el nuevo Papa podría contribuir a la salida de la crisis financiera mundial, y pone como ejemplo su labor al frente de la iglesia argentina cuando aún era sólo el Cardenal Bergoglio, y se opuso ferozmente a los recortes de política social que el gobierno llevó a cabo allá en el momento de la suspensión de pagos argentina, en el año 2002.Para remachar el argumento, el periodista dice que los dos grandes principios del nuevo Papa a saber, dar prioridad a los pobres y desconfiar de los embrollos financieros son la única vía de salida a la crisis. No se ha quebrado demasiado los sesos el lúcido periodista, aunque hay una frase del entonces cardenal, subrayada en el artículo, que aunque no es nueva sí tiene su importancia que sea el nuevo Papa el que la haya pronunciado: " es más importante encontrar la justicia social que ceñirse al dogma financiero" le espetó Bergoglio al presidente Kirchner en su toma de posesión ( ya saben, el marido de la viuda negra).Y de dogmas el clero sabe lo suyo...

    No me consta que Rouco y compañía, que tan aficionados fueron durante una larga temporada a llenar las calles de manifestantes a favor de causas decimonónicas, pueriles y que, en algunas casos hasta atentaban contra los derechos ciudadanos,  hayan hablado de justicia social por encima de las finanzas en ninguna de sus homilías, aunque también es verdad que yo no les escucho. Quizás ahora sí debieran hacer valer su poder de convocatoria y llenar autobuses por las provincias, como hicieron antaño  para gritar por las calles contra los desahucios, contra la corrupción y contra el engorde indebido del sector financiero. Lo harán? no parece que tengan mucha intención. Mientras tanto, el Papa Francisco parece que hace unos días se escapó del Vaticano vestido de paisano y entró
en una pastelería de Roma a comprar unos huevos de Pascua para repartir entre los niños mendigos que iba encontrando en su camino. Lo ha contado ayer en la radio Paloma Gómez Borrero, que es un poco pesadita, pero que es doctora en  Vaticanología, y debe de estar muy bien informada por alguna de las sores que limpian y cocinan en los apartamentos pontificios. No se si es verdad, pero a mí me gustaría creérmelo, aunque en el fondo, el Papa me de igual. 

domingo, 7 de abril de 2013

Grandes esperanzas

    Ya ni se cuántas veces he dicho aquello de que el ser humano es insatisfecho por naturaleza y que yo como la que más. Será quizás necesario para la supervivencia de la especie: aspirar a vivir más años, a ser eternamente joven, a ganar más dinero, a tener un coche más grande que el del vecino, a ser más altos, más fuertes, más rápidos o, porque no, incluso mejores seres humanos. La insatisfacción puede ser a veces malsana, ir de la mano de la avaricia y poner de vuelta abajo un país con el riesgo añadido de que tus huesos pasen una temporadita en la cárcel, no es cierto Señor Duque Empalmado? 

    Yo tengo mi fuente de insatisfacción particular, que con los años y la sabiduría que te dan los mismos, se va limitando a pocas cosas, pero reiteradas: por qué no puedo comerme la nevera entera sin arrepentirme después de ello? Es un ejemplo. Aunque tengo otro ejemplo aún más claro que son las vacaciones. Para empezar, tengo que hacer una declaración de principios: las vacaciones son sagradas. Un derecho del trabajador para mí más importante que el permiso de maternidad, el derecho a la huelga o  los fines de semana de dos días. De mis empleadores consiento todo tipo de abusos excepto con mis días de asueto, prefiero que me engañen con el sueldo antes de que me escatimen un día de descanso. Para mí, el calendario anual se divide en los días laborables y los periodos en los que puedo cogerme vacaciones y salir pitando al aeropuerto camino de donde sea; y éstos últimos me los conozco de memoria, pueden ustedes hacer la prueba y preguntarme cuando es el Viernes Santo del año que viene o en qué día de la semana cae la Navidad, que les contesto con los ojos cerrados. Toda mi ilusión cuando vuelvo de unas vacaciones es ponerme a planear las siguientes, así que verán ustedes, en este asunto no admito mediocridades, según mis elevadas expectativas cada vacación tiene que ser excelente, y según mi insatisfacción quasi permanente, de cada vacación debería haber sacado mayor partido, más descanso o más diversión.

Como la cosa comienza a ser un poco obsesiva, me obligo a hacer examen de conciencia y a decirme una y otra vez que lo he pasado de miedo, y sobre todo, me recuerdo a mí misma en voz alta (como hacía aquel personaje que los romanos colocaban detrás de cada general victorioso) que hay mucha gente que no tiene vacaciones o que las tiene forzosas (gracias al paro) o que si las tiene no tiene ni un misérrimo Euro para ir a ninguna parte. A pesar de examen de conciencia, sigo esperando grandes cosas de mis vacaciones y por ello me esfuerzo cada vez que regreso en  hacerme una lista de todo lo bueno que he sacado de ellas procurando olvidar lo que me haya dejado la maldita sensación de que podían haber sido mejores.

    Y de estas vacaciones en España, pasadas por agua y frío, sin planes morrocotudos y con la guinda final puesta (cómo no!) por Iberia, que anuló mi vuelo porque le dió la gana pero se le olvidó comunicármelo, me he traido unos cuantos buenos ratos pasados con la familia y amigos, mis deberes con la Agencia Tributaria debidamente cumplimentados (soy muy ingenua, sigo pensando que "hacienda somos todos) vista la peli de Almodóvar y confirmadas mis sospechas de que ésta era de las malas. Me he traido puestos y visionados varios capítulos atrasados de "Downton Abbey" y confirmada  mi idea que ésta es de lo mejor que la televisión nos ha dado en los últimos años; un paseo de ensueño por las murallas de Avila, el reencuentro con los siempre queridos amigos madrileños y por fin! la oportunidad de ver la exposición de la Casa de Alba, otra razón más para admirar a Cayetana: su dedicación a la conservación de varias de las mejores obras de arte de la pintura española. Me he ahorrado todos los tambores de las procesiones porque como llovía, no salían, lo cual al final ha resultado ser la única ventaja de la lluvia. Me traigo todos los pinchos del mundo engullidos y sabe Dios la de kilómetros que tendré que correr para bajarlos, la sensación de que mi país esta empezando a ser un conjunto de gente triste o cabreada que no ve muy claro qué va a ocurrir con ellos el día de mañana, y me traigo las ganas locas de volver a marcharme de vacaciones, sí! Ya ven, siempre con grandes esperanzas. Y mañana a madrugar. Feliz semana.

viernes, 5 de abril de 2013

La vida sigue igual

    Hace unos días, estaba yo en El Corte Inglés de mi ciudad (quién puede venir de visita a España y sustraerse a ese peaje) y mientras pagaba mi azafrán de la Mancha en hebras que sólo encuentro en la patria, me entretuve en mirar los conciertos y eventos varios para los que el Corte ofrece sus servicios de venta de entradas. Me llamó la atención el anuncio de la próxima gira española de Julio Iglesias, con actuaciones en sitios tan esdrújulos como Logroño o Badajoz...Julio Iglesias? Yo me quedé en la época en la que sólo actuaba en Marbella ante un público muy selecto y de ahí volaba en su avión privado para cantar en el Carnegie Hall. Parece que para Julio, contrariamente a lo que dice en la única de sus canciones que soporto, la vida no sigue igual. 

    Y a pesar de todo, Julio sigue cantando. Se ha pasado la vida contando a los periodistas que amaba profundamente a España ( a pesar de vivir en Miami y pagar sus impuestos Dios sabe dónde) y que moriría sobre el escenario; vistos los recorridos de sus últimas giras sólo hay dos conclusiones posibles: o mantener a toda su prole le cuesta millones y son bienvenidas todas las oportunidades, o realmente es fiel a los dos principios del amor a la madre patria y la muerte con las botas puestas. A mi me gustaría pensar en la segunda posibilidad, porque después de tantos años y a pesar de que canta como para ponerle un bozal, el tipo ha terminado por caerme simpático.

    Julio Iglesias hubiera podido ser nuestro Frank Sinatra o nuestro Charles Aznavour de haber estado bien aconsejado.No ha sido así y la prueba es que tras muchos años de carrera la cosa va cada vez a peor y da más pena; ahora se limita a hacer discos con tangos, rancheras y boleros, y dentro de nada como ya no le quedarán géneros que tocar, publicará uno de jotas aragonesas o como mal menor, de zarzuelas. Sinatra se hizo cada vez más grande a medida que pasaron los años, a Aznavour tuve el placer de verle en directo hace un año y con 85 primaveras estuvo dos horas sobre el escenario cantando incluso nuevas canciones. El pobre Julio sale en Logroño o en Guadalajara a soltar uno gritos entre "me va" y "hey" o propinar su versión desafinada de "Guantanamera" y aunque ya no convoque multitudes, sigue teniendo su público y sigue cantando, aunque quizás acabe a los ochenta amenizando las fiestas populares en el frontón de Torrelodones: sólo por eso merece cierto respeto. Se acuerdan ustedes de los múltiples cantantes de la Movida madrileña? Y de los de la Operación Triunfo, primera edición, que parecía que se comerían el mundo? Pues no, pero por poco que les guste Julio (como a mí) seguirán recordándolo. 

    Y mira que cuando era muy jovencito llevaba buenas trazas:




    Qué le hicieron para estropearlo tanto? Misterio sin resolver. Se admiten conjeturas varias.




miércoles, 3 de abril de 2013

Abre la muralla!

    En las muchas vueltas que di siendo estudiante tuve muchos y variopintos compañeros de piso y entre ellos recuerdo a Luis, o mejor a Lluís, porque es catalán y ejerce de ello con honra y sin apasionamiento, que separaba los días vividos entre los que había que colocar en el "debe" y los que se quedaban en el "haber ". Lluís había pasado varios años de su vida trabajando en la contabilidad de un banco y quizás eso le hacía utilizar términos contables para las cosas de la vida cotidiana. 

    Pues bien, en esta Semana Santa de borrasca, de nazarenos enrabietados por culpa de las lluvias que no les han dejado llevar sus cruces, de torrijas que no me gustan y de tardes enteras viendo capítulos atrasados de "Downton Abbey" ha salido el sol un día solamente, el sábado llamado de Gloria, que yo he aprovechado para poner mis pies sobre las murallas de Avila, una deuda pendiente que tenía desde hace veinte años más o menos.

    Ya he alabado en variadas ocasiones el turismo de interior, y no voy a aburrirles con la  descripción de la belleza de las murallas de Avila, que deben ser patrimonio de la humanidad o algo parecido; ni pretendo contarles cómo  se ve la ciudad paseando por sus almenas, cómo las han restaurado y limpiado y cómo los abulenses presumen de ellas. Da gusto pasar una tarde de esta primavera que parece invierno pisando caminos centenarios y tocando piedras que vieron nacer a dos abulenses que admiro profundamente y a quienes varios siglos de historia separan, a saber: Santa Teresa y Adolfo Suarez. Tampoco me voy a detener en las delicias de un chuletón de Avila convenientemente asado a la parrilla o en las Yemas de Santa Teresa, que una pastelería con el bonito nombre de "la flor de Castilla" fabrica desde hace décadas sin desviarse ni un gramo de azúcar de la receta original. Ni en el horizonte de los campos de Castilla, que con todo el agua que está cayendo más bien parecen los campos de golf  de Irlanda.

     Sólo quería contarles que un día así, bien aprovechado, con buena comida, buena bebida, un poco de visita cultural, otro poco de charleta intrascendente, la compañía de mi familia y de una amiga muy querida que, además, es abulense; el tiempo detenido entre las piedras de una vieja muralla y  el sol calentándonos  a todos el alma después de tanto esconderse detrás de las nubes; un día así, les digo, hay que colocarlo en el "haber"...para compensar tantos otros días que olvidar en el "debe" y dejar que el tiempo pase hasta que la suma de los días nos de otros muchos buenos ratos. Buenas noches.