lunes, 15 de abril de 2013

Cerebros a remojar

    La muerte de Margaret Thatcher ha traído a mi memoria muchos de los retratos que la prensa y los cómicos hacían de ella sin ningún pudor. Recuerdan ustedes aquella fantástica serie llamada "Spitting Image", que fue en los años '80 el precedente de los Guiñoles del resto de las televisiones europeas?


    Les dejo el vídeo de recuerdo, y eso que no he encontrado mi favorito, aquel en el que Maggie llamaba a Reagan por teléfono, que dormía a pierna suelta en su cama. Como el asunto era urgente, la Thatcher le dice a Nancy Reagan que despierte sin más tardar a su señor marido Presidente y ésta corre rauda y veloz al dormitorio, saca un pequeñísimo cerebro que descansa dentro de un vaso de agua en la mesilla (cual dentadura postiza) y se lo coloca a Ronnie que responde diligentemente a la Señora Thatcher que vocifera desde el otro lado del auricular. La Dama de Hierro me ha servido de excusa para traer a colación esta imagen que es de lo que quisiera hablarles hoy: a mí, muchas veces me gustaría que me sacaran el cerebro de mi envoltorio y me lo dejaran dentro de un vaso de agua, o incluso en la nevera, y poder limitarme a dormir o deambular por la vida con una actitud más contemplativa.

   Me temo que padezco un síndrome que yo misma he bautizado como el del "cerebro en ebullición", que por más que busco en Google y afines no parece que esté tipificado como enfermedad. No se crean que con esta salida del armario me estoy dando el pisto de ser una lumbrera, para nada. El cerebro en ebullición no garantiza en absoluto una inteligencia superior, es bastante fastidioso según que ratos y tiene efectos secundarios que quizás te libren del Alzheimer el día de mañana pero seguro que rebajan la calidad de vida a día de hoy.

    Los que padecemos esta tara somos gente impaciente pero no forzosamente hiperactiva; nos cuesta desconectar de la realidad incluso cuando dormimos (si es que dormimos) y al día siguiente por la mañana recordamos toda una serie de imágenes que se nos han aparecido durante la noche y que varían desde una película de terror a la lista de la compra, que también a veces es una película de terror. Los cerebros burbujeantes tenemos agenda pero no la usamos, porque todas nuestras neuronas son como carpetas de Windows llenas de cosas que hacer, que contar, que leer o sobre las que pensar. Un agotamiento.

    No se si alguno de ustedes se reconoce en estos síntomas, pero por si acaso sigo contándoles. Somos gente que no nos ponemos en modo de espera ni cuando vamos a escuchar a nuestro pianista favorito; capaces de ver una película y a la vez imaginar dentro de ella otros siete argumentos posibles. Nuestras mesas de trabajo están llenas de carpetas ordenadas por tamaños o colores que contiene asuntos varios que mezclan el placer (las próximas vacaciones) con el deber (la declaración de hacienda) con la vida de familia (el presupuesto para la ortodoncia del niño) y recortes miles de prensa y revistas. Las abrimos y cerramos varias veces al día y nada produce mayor felicidad que vaciar una de ellas porque el asunto que la rellena se ha terminado. Somos incapaces de asomarnos a un mirador sin ponernos a contar árboles, o intentar calcular la distancia entre los dos pueblos que se ven a lo lejos; pero también somos capaces de recordar los cumpleaños no ya de familia y amigos, sino también  de los compañeros de colegio y varias celebridades y prohombres ilustres. Pensamos que llegará el día en el que seremos capaces de vernos de un tirón las catorce temporadas de "Cuéntame" y todas las novelas de Julio Verne, porque para nosotros los días no tienen 24 horas, sino 1440 minutos o mejor, 86400 segundos que hay que ocupar.

    A algunos se nos veía venir ya de pequeños, cuando en las largas tardes de la siesta estival, por no dormir, hablábamos solos. Con el tiempo la verborrea solitaria se nos ha apaciguado, o la hemos apaciguado para que no nos tomen por locos, pero los circuitos se nos siguen calentando y no todo el mundo se dedica a escribir un blog para enfriarlos. Insisto, si alguno de ustedes se reconoce en este retrato, les ruego se pongan en contacto conmigo, a los perros verdes nos gusta comentar nuestros síntomas comunes.

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