miércoles, 30 de enero de 2013

Maneras de venir al mundo

   Voy a contarles una historia un tanto personal, espero que me disculpen.  Cuando mis hijos nacieron yo no estaba allí, pero como tengo la manía de apuntarlo todo en cuadernos, agendas y libretillas varias, sé perfectamente lo que estaba haciendo, en cada uno de los dos casos. Sabía que iba a ser madre porque había opositado duramente durante años para ello (como los notarios) sabía que cuando ellos asomaran  la cabeza al mundo no sería a mí a quién verían por primera vez, y sabía que todo aquello iba a ocurrir a diecisietemil kilómetros de mi casa. La cosa me parecía excitante, rara, graciosa, inverosímil y qué se yo cuántos adjetivos calificativos más podría ponerle al asunto. Hoy esas dos criaturas que nacieron separadas de mí por un océano son casi dos adolescentes y no se separan de mi lado: la maternidad es, desde luego, un fenómeno paranormal, y a veces hasta inexplicable.

    Cuando me metí en un avión para ir a buscar la primera criatura, literalmente muerta de miedo por la que se me venía encima, iba leyendo uno de esos manuales que reparten en las clínicas a las parturientas sobre cómo hacerle frente a un bebé; mi comadre, con la inteligencia práctica que le caracteriza, insistió mucho en prestármelo y en que aprovechara las catorce horas de avión para estudiármelo, cosa que hice. Y una vez allí, con la teoría leída y subrayada y muy verde todavía en la práctica,  cuando descansaba bajo una palmera y miraba el sol a través de los ramos de dátiles, recordaba lo que otro padre adoptivo me había dicho unos meses antes mientras me enseñaba las fotos de su nueva hija y de toda la familia en bañador en una playa de la isla de San Andrés (Colombia): "decididamente, hay formas bastante peores de tener hijos"...Qué razón tenía. Y como doy por hecho que mis lectores son personas inteligentes, paso por alto el aclarar que soy madre adoptiva.

   Valga toda esta introducción para justificarlas las vueltas que le he dado a la noticia de que la señora Al-Assad está embarazada y dará a luz en marzo. Y de paso, una nota de vanidad: el 18 de marzo pasado publiqué una entrada ("dictaduras de alta costura") donde les contaba mi particular teoría sobre lo poco que duran los dictadores catetos y feos y lo que cuesta hacer caer a los que tienen cierto porte y galanura; ya vaticiné entonces que Al-Assad no caería de un día para otro y aquí lo tenemos casi un año después: sigue matando civiles, asediando ciudades, y entre un  bombardeo y otro, ha dejado embarazada a su mujer por cuarta vez.

    Bajo la metralla de Al-Assad han muerto miles de personas desde hace un año, en todo este tiempo  las mujeres sirias dan a luz en hospitales sin camas, sin anestesia y sin apenas medios para atenderlas; decenas de niños han nacido estos meses para morir poco después bajo el peso de un ejército que no discrimina en sus objetivos y cuando nazca el heredero del sanguinario, que probablemente lo hará en las mejores condiciones imaginables, su padre seguirá mandando pólvora a los hospitales y seguirá negando que su país se está desangrando en una guerra que él se empecina en negar y occidente no sabe cómo parar. Hoy sin ir más lejos, 68 cadáveres (se piensa que puede haber muchos más) descubiertos en la orilla del río de Alepo, maniatados con las manos en la espalda y muertos de un tiro en la nuca. 

    Yo perdí a mi padre poco antes de tener a mi hijo en mis brazos, una amiga me dijo que la única respuesta conocida a la muerte es la vida: Bachar Al Assad también lo sabe y lo ha puesto práctica y, decididamente, hay muchas maneras de venir al mundo...y algunas muy malas.  

domingo, 27 de enero de 2013

Mejor con imágenes

    Llevo dos semanas con el cerebro congelado y varias otras partes de mi cuerpo que me callo por pudor. Las calles de mi barrio han sido hasta hoy una pista de patinaje por la que nos hemos jugado todos, sino la vida, sí al menos la integridad de nuestro rostro, el termómetro dándonos cada día una alegría mañanera en forma de temperatura negativa y el cuerpo envuelto en siete capas de lanas de todo tipo porque ha hecho un frío que debería estar prohibido por decreto ley.

    Pero resulta que en febrero del 2012 ya les propiné una entrada sobre el frío, y en este mi cerebro congelado y aletargado tengo que buscar la manera de rellenar una entrada sin repetirme. Bien pensado, los blogueros tenemos derecho a repetirnos, porque como no tenemos talento literario para eso hemos quedado; que si lo tuviéramos, aquí íbamos a estar poniendo entradas de media página (y de medio pelo) en Internet!

   Así que hoy, a falta de inspiración, de neuronas activas y de ganas de estrujarme las pocas que están encendidas, les dejo una cuantas imágenes de esas que la caja de Pandora llamada Youtube nos ofrece gratuitamente y que reflejan muy bien unas cuantas cosas que me pasan...y se pasean por mi cerebro dormido y entontecido por el frío.

    Resulta que mañana es lunes, y ya saben ustedes lo que pasa los lunes. Yo, lo que me aguarda para los próximos cinco días lo veo así:

   

    Aunque el resultado al final de la semana, es bastante más modesto:



    Y mis cohabitantes me dicen que éste es mi lenguaje para con ellos:


    Vive Dios que no es a propósito y que me perdonen, ya quisiera yo pasarme todo el día así:



    Ya me gustaría a mí, pero no puedo...como decía aquella otra:


    Y de paso aprovecho para rendir mi pequeño homenaje a Fernando Guillén, que era un actor de una pieza, y se nos ha ido para siempre.

    Y una última imagen sonora reveladora, que me retrata bastante más que las muchas tonterías que escribo dos o tres veces por semana en este apartado:



    Como ha comenzado el deshielo, prometo mensajes con mas enjundia para los próximos días, permanezcan atentos a sus pantallas, táctiles y de las otras. Buenas noches.

martes, 22 de enero de 2013

La familia? bien, gracias (y 2)

    A la manera del santo castellano, decíamos ayer que la familia es importante no sólo como idea religiosa ni como ese pilar de la sociedad que todos los políticos dicen defender aunque luego la machaquen concienzudamente. Quería yo escribir el pasado jueves una filípica sobre la familia, institución en la que creo por encima de otras muchas, y en éstas que se me echaron a la calle medio millón de franceses para reclamar que la familia siga siendo la creada por la unión de un hombre y una mujer sin variante posible, y me tuve que desviar del discurso original y ponerme a argumentar a favor de las familias vengan de donde vengan sin fijarme en el número de calzoncillos o de sujetadores que suman sus progenitores.

    Yo quería hablar la semana pasada de la familia como lugar y no como partido político. Quería describir a la familia como ese sitio a dónde uno acude en busca de refugio y perdón de las culpas; ese lugar bajo el sol en donde uno se ha criado, crecido y convertido en un adulto más o menos soportable. Quería hablar de esa familia que, cuando la nuestra no está a la altura de las circunstancias, buscamos recrear con los amigos, los colegas del trabajo o los compañeros de viaje. De esa familia que como dice el refrán, sale por la puerta y te la encuentras entrando por la ventana; de la que te obliga a participar en el amigo invisible navideño, te pide el coche prestado, te cuenta cosas que después no puedes contar por ahí y te perdona las deudas de amor e incluso las  de juego.

    Quería yo hablar de esas familias que en España se han convertido en la última barrera de contención contra la marea negra de la pobreza; de esos abuelos que con su pensión mantienen a hijos y nietos; de esos padres que avalaron con las casas propias los delirios de grandeza inmobiliaria de unos hijos que pensaban que era más importante ser propietario que ser persona. Quería yo hablar de las familias que le echan agua a la sopa para sentar a todos a la mesa, de las que ya no reciben ni una miserable ayuda para que sus hijos coman caliente en el colegio y que dentro de poco tendrán que elegir si dejan al niño con los dientes llenos de caries o le compran los libros de texto. Quería yo hablar de todas ellas, las familias, que con su red de salvamento evitan que cada día haya un motín por las calles españolas, que es lo que tendría que haber vistas las apreturas de cinturón sin descanso a las que se somete a la población.

   Esas familias españolas que, vistas por un advenedizo, asustan; que hacen convivir bajo el mismo techo  a padres, hijos, abuelos, tías solteras, cuñados insolventes y como diría Gila, un señor bajito y vestido de negro que un día vino a comer y se quedó para siempre. Esas familias que, en España, donde tantas cosas hemos hecho mal en los últimos tiempos, pueden estar compuestas por dos padres o dos madres (amén del abuelo y la tía soltera) y que con esas composiciones tienen derecho a cobrar las prestaciones sociales mientras éstas existan. No es poca cosa: parece que en los tiempos de bonanza alguna cosa hicimos medianamente bien.

    La Iglesia, con su defensa parcial de la familia y los manifestantes parisinos que le hacen eco, me apartaron hace días  de mis primeras intenciones discurseras, pero esas familias existen, y no son todas, ni mucho menos, como las describen los obispos protestones (que no protestantes). Como alguien dijo, todas las familias felices se parecen, y las infelices lo son cada una a su manera. Si a la Iglesia le falla la familia como sólo ella quiere entenderla no es ningún drama, pero como al gobierno de Don Tancredo (véase mi entrada del 31 de mayo del 2012) le falle la familia, ya no se a qué clavo ardiendo va a agarrarse...

jueves, 17 de enero de 2013

La familia? bien, gracias

    Una cosa que me sigue asombrando de la jerarquía católica con el paso de los años, es la facilidad que tienen para hacer suyas causas y conceptos que en origen  son mucho más universales que la propia Iglesia. Un ejemplo? la familia. Sí, la familia, esa excusa que utiliza Rouco un domingo por trimestre para invadir la Plaza de Colón en Madrid; esa institución sacrosanta que parece ser que Zapatero, enviado especialmente a España por Belcebú para cargársela, masacró y menospreció hasta reducirla a la nada; la familia pues, esa que le sirve a los Kikos para pregonar su mensaje evangélico y a los obispos para pedir que se anule la ley que permite el matrimonio homosexual...Esa familia que existe en todo el planeta tierra y que incluso practican los animales, pero que para la Iglesia católica en general y para la española en particular sólo puede tener un formato que es el que ustedes ya saben y aprendieron de pequeños.

    Pues bien, resulta que la tontuna humana se puede exportar e importar y que este pasado domingo los obispos franceses azuzaron a sus huestes para que salieran a manifestarse a favor de la familia aprovechando la circunstancia de que el parlamento francés discutirá esta semana la posibilidad de que los homosexuales puedan casarse en Francia: mon Dieu, la France, con lo moderna que nos parecía hace veinte años! Y que la República por excelencia, tiene algunos súbditos carcas, más de los que nos pensamos, que son capaces de salir a gritar no por conseguir una igualdad de derechos (que básicamente es por lo que hay que echarse a la calle a gritar) sino para pedir que se recorten y limiten los derechos de un sector de la población, homosexuales y lesbianas, ya se sabe, gente que no paga impuestos, está enferma y desequilibrada y no merece tener ni el DNI.

   Y este sector carca va y se encuentra en España un ilustre vocero en la persona de Luis Alfonso de Borbón, aspirante al trono de Francia de profesión y millonario por matrimonio. Dice la criaturita en una carta dirigida al pueblo francés que "la defensa de la institución matrimonial es una cuestión de civilización" y que "nuestros políticos no pueden asumir la responsabilidad de definir las leyes de la naturaleza humana": no, ni los políticos ni nadie, porque la naturaleza humana no viene definida por ninguna ley, simplemente los hombres han hecho un pacto para vivir en sociedad y adaptar la salvaje naturaleza a nuestro devenir cotidiano. Ya que el chaval aspira  al trono de Francia, no le vendría mal leer a Rousseau, Voltaire y Montesquieu (para empezar)  antes de echar exabruptos al aire; y quizás su tito Juan Carlos I le pueda explicar que gracias a cartas como esa uno puede seguir toda la vida aspirando a un trono, sin olerlo ni de lejos; ya aspiró su padre al trono de España y el espabilado de  su primo Juanito le ganó la partida precisamente por eso: por entender de qué iba el juego. Claro que, de casta le viene al galgo: el biznieto de Franco que pretende sentarse el el trono del Rey Sol, a ser posible con los mismos derechos que en el  siglo XVII...dejémosle que siga viviendo en su ignorancia, bastante castigo tiene con ella.

    Por suerte, en España toda la población tiene derecho a formar una familia, y todo el mundo tiene derecho a que su forma de convivencia sea legalizada sin importar  cuantos pares de cataplines hay en la pareja. Y en los tiempos recios que atravesamos, la familia importa en España más que nunca. Según el Instituto Nacional de Estadística, a finales del 2013 si la cosa no mejora, tendremos tres millones de españoles que habrán agotados todos sus subsidios de desempleo y seguirán sin encontrar trabajo, lo cual supone más o menos un millón setecientas mil familias donde nadie percibe ningún tipo de ingreso. Si no fuera porque existe  la familia entendida a la española, ésto es, con los abuelos, los tíos, los cuñados y al menos media docena de primos, no quedarían ya contenedores ni cubos de basura donde rebuscar para darle de comer a esta gente. Y de estas familias, aunque le pese a Rouco, habrá muchas que en origen estén compuestas por dos hombres, o dos mujeres. Y de ésto quería yo hablar cuando salió el pavo de Luis Alfonso a largar por esa boquita. Así que en pocos días les cae la segunda parte de esta entrada, he dicho. Y hablando de segundas partes, no se pierdan esta noche la del capítulo de "Cuéntame", va del 23-F; habrá alguien que se la recomiende a Luis Alfonso?

viernes, 11 de enero de 2013

Una hora: sesenta minutos; un día: veinticuatro horas

    Varias veces al año me planteo el paso del tiempo como concepto, aunque suene pedante lo que les digo. El comienzo del año, además de la pereza que da remontar la cuesta de enero, es uno de esos momentos de reflexión: queda un año por delante, qué nos traerá? Cuánto falta para el verano? Resistiré hasta entonces sin que me de un colapso por falta de luz?: los que viven en mis latitudes me entienden. Y ahora es mi hija la que pregunta:  cuánto falta para las  próximas vacaciones? Y pienso yo:  en qué día cae el jueves santo? y mi cumpleaños? y la Nochebuena?  Y tantas otras preguntas vitales que tienen como hilo conductor lo que la siempre original Isabel Allende llamó, titulando uno de sus libros más recomendables "la suma de los días". Porque en eso consiste ver desfilar las horas, los días y las semanas: en sumar tiempo, añadir arrugas, aumentar el talle y la cintura y nunca poder rebobinar y dar marcha atrás.

    Como cada año, en el mes de enero tengo la impresión que el año pasado se fue sin haberlo saboreado a fondo y que el que queda por delante se me hará eterno. Todo subjetivo, de acuerdo; pero ya me dirán ustedes si los veinte minutos del recreo del colegio son los mismos veinte minutos de la cola en la caja del supermercado. O si las veinticuatro horas de un domingo son las mismas veinticuatro horas del lunes; o si dos horas de una película de Woody Allen o de Almodóvar son lo mismo que dos horas de película francesa con diálogos construidos a golpe de monosílabos; o si la media hora de la misa a la que acudían por obligación en su infancia acompañando a sus padres es la misma media hora  que dura un episodio de los "Pingüinos de Magadascar"? ...(por poner un ejemplo que sirva para todos los públicos).

   El mes de junio dura los mismos treinta días cuando uno es universitario y tiene exámenes que cuando simplemente se es trabajador y se agradece la llegada del buen tiempo? La semana del paquete turístico avión más hotel a Lanzarote es la misma semana de siete días de mediados del mes de febrero? Los diez minutos de conversación telefónica con un amigo son los mismos diez minutos que, siendo optimistas, uno pasa escuchando la primavera de Vivaldi hasta que alguien contesta en una administración pública o empresa telefónica cuando se llama para pedir información?

    Una hora de conversación dura los mismos  sesenta minutos cuando se emplea con un ser querido que cuando se hace una visita de cumplido? La hora de gimnasio o los tres cuartos de piscina, o de carreras por el parque nos obligan a contar los minutos de la misma manera cuando teníamos veinte años que en este comienzo de la edad crepuscular? Las ocho horas de sueño prescriptivo son las mismas en todos los momentos de nuestra vida? O no serían un poco más cortas cuando los niños se asustaban y lloraban  de noche porque uno había tenido la buena idea de ponerles "Mars Attack" en DVD la tarde anterior?

    Aquí sentada espero que alguien me haga llegar un sólido argumento científico para desmontar mi particular teoría de que el paso del tiempo es la magnitud más subjetiva y menos exacta que existe. Y mientras tanto, y aprovechando la ola ochentera que nos ha traído  "Cuéntame", les dejo con una víctima de aquellos años y con una canción que habla del tiempo, nada más...y nada menos.

lunes, 7 de enero de 2013

Cuéntame más

    A día de hoy, siete de enero, lo mejor que ha traído el 2013 ha sido el regreso de "Cuéntame" a las pantallas. Hablo por mí, claro, que no me ha tocado la lotería del Niño  ni creo en los Reyes Magos, que son las otras dos cosas buenas que te pueden pasar en este momento del año. Ya se lo dije en mi entrada del 21 de diciembre pasado: lo bueno de que no se acabara el mundo es que podremos ver la decimocuarta temporada de "Cuéntame".

    Asiento en que las series de televisión son un fenómeno adictivo, y que cada uno se engancha a lo que quiere y puede. Hago esta declaración de principios porque ya les veo venir: "que si Imanol Arias sobreactúa", "que si el personaje de Carlitos es insufrible", "que con lo de la hija heroinómana y el cáncer de Merche se pasaron de rosca" y muchas otras críticas que ustedes son libres de emitir y yo de no aceptar, porque yo soy adicta a "Cuéntame" desde hace catorce años que se emite. Y en el cómputo de mis adicciones, ésta es de las duraderas, sólo superada por el gazpacho, el cine y el amor a mi familia y a ciertos amigos cercanos. Ni siquiera la adicción al café me ha durado tantos años!

    Como todas las adicciones, no hay justificaión posible, si no fuera porque el tal Carlitos en la serie, ha nacido tres o cuatro años antes que yo: su infancia fue la mía, su adolescencia también, sus discos los míos, como sus tebeos o sus programas de televisión. Y como encima Dios me ha dado pocas gracias naturales pero sí una memoria de elefante, pues resulta que las cosas de la serie me suenan como que me pasaron antesedeayer. Cuando Carlitos veía la Eurovisión yo también me acuerdo de cómo veíamos en casa de mis padres aquella misa cantada; cuando merendaba su bocadillo de pan con chocolate de "La Campana" a mí me venía ese sabor a la boca y cuando la abuela sacaba la harina de la lata de Cola-Cao de lunares yo también veía todas esas latas alineadas en la despensa de mi abuela. Para una sentimental como yo es difícil hacer abastracción de todo eso y ponerse a debatir de la calidad y coherencia de los guiones. Vayan ustedes con esa vaina a los adictos de "Sexo en NY"...que expliquen el porqué de su afición, a ver si pueden.

    "Cuéntame" ha vuelto el jueves pasado con un episodio dedicado a la música que yo compraba, escuchaba, bailaba y cantaba en mi primera juventud (que quede claro que estoy viviendo la segunda). Me resultó igualmente emocionante ver a Alaska cantando "horror en el hipermercado" sin el pesado de su marido revoloteando alrededor que ver la lata de Cola-Cao en la mesa de la cocina y, me temo, que esa capacidad de los guionistas  de tocarnos a unos cuantos la fibra sensible en pequeñas dosis,  es lo que mantiene a la serie en pie desde hace catorce temporadas. Y en breve, la máquina del tiempo de los Alcántara nos va a colocar en el 23-F, muy oportunamente, ahora que parece que está de moda hablar mal de la Transición. Mi pertinaz memoria me recuerda que el 24-F de 1981 mi profesora de geografía e  historia (antes ciencias sociales) me mandó al pasillo junto con otras secuaces porque nos pilló en plena clase con una radio encendida en la que íbamos siguiendo la evolución del asalto a las Cortes y contábamos el número de guardias civiles que se iban rindiendo. Yo siempre fui una niña buena, pocas veces me tuvieron que castigar en el colegio y una fue ésta, de la cual me siento especialmente orgullosa. Y eso que no estudiábamos educación a la ciudadanía!

    Ardo en deseos de ver el episodio dedicado al 23-F, que muy probablemente pillará a alguno de los Alcántara dentro del Congreso de los Diputados y que muy probablemente también traerá aparejado un aluvión de críticas y de opiniones contrariadas. Quizás olvidamos que no es un documental de la 2, es un ejercicio cnematográfico adaptado a la televisión, desgranado en píldoras de sesenta minutos, imperfecto y emotivo. Así lo veo yo y así seguiré viendo los demás episodios que me sirvan en ésta y otras temporadas, hasta que los recortes nos separen. Así escucharé todas las voces y todas las canciones que me traerán recuerdos de un tiempo no se si más feliz, pero sí felizmente recordado. No se piensen ustedes que vivo alimentada de recuerdos y del pasado, simplemente encuentro muy útil saber de dónde venimos para saber a dónde vamos. Y como dice un proverbio árabe que he escuchado hoy en mi trabajo: "en el pasado, hasta el futuro era mejor"...Buenas noches.

jueves, 3 de enero de 2013

Miscelánea para la cuesta de enero

    Bienvenidos al año 2013, primero con seis millones de parados y quinto, no de Alemania sino de la crisis, y Feliz Año Nuevo para todos, qué caramba...

    Como ya he repetido hasta la saciedad, quién tiene talento literario escribe novelas y quién no, se limita a escribir un blog, este es mi sino. Y quién escribe un blog, precisamente por no tener talento litrerario tiene que repetirse de vez en cuando; así que aquí me tienen ustedes repitiéndome como las muchas morcillas que me he comido en estas fiestas: voy a contarles lo que ha dado de sí mi Navidad y les voy a dar algunos consejos lectores, algo que ya hice el día 9 de enero del año pasado en una entrada que titulé "Qué fue de todo aquello". Advertidos están, si no quieren seguir leyendo lo entenderé.

    Para empezar una novedad: he conseguido hacer dos vuelos con Iberia sin más de cinco minutos de retraso y no me han perdido ninguna maleta a pesar del jaleo navideño: será que Iberia funciona mejor cuando está al borde de la quiebra? o será que tuve simplemente suerte?

   Continuemos con la lectura. Les recomiendo mi lectura navideña: "Plegarias nocturnas", del colombiano Santiago Gamboa; si el amigo invisible les ha regalado "Cincuenta sombras de Grey" vayan a cambiarla por ésta que les indico, les aseguro que no se arrepentirán. Y para los nostálgicos, mi admirada Elvira Lindo ha publicado la continuación de la saga de Manolito Gafotas en un volumen titulado "Mejor Manolo", que no sorprende ni tiene la chispa de los Manolitos de hace años pero también es una buena opción para cambiarlo por las sombras del Grey dichoso, que son, más que un manual de pornografía barata para cincuentonas, un insulto para la inteligencia.

   De cine poco puedo recomendar como no sea "Campanilla" que me tragué acompañada de hija y sobrina (la buena obra navideña) pero sí puedo recomendar un documental que se ha estrenado en los cines este otoño pasado y que yo he podido visionar cómodamente en el sofá de mi casa por cortesía de su autor, que además es amigo mío. "El foso", de Ricardo Iscar es cine documental de altura, desgraciadamente fuera de los circuitos comerciales, aunque pueden ver ustedes el trailer en Youtube, y así hacen ganas. Si les gusta la ópera, o simplemente la música, es un regalo para la vista y para el oído. Ojalá vuelvan a reponerla en los cines.

    No soy nada aficionada a afiliarme en Facebook a páginas sobre reivindicaciones miles aunque les aseguro que si alguien abriera una pidiendo que se acabe el programa de televisión de Nochevieja, sería capaz hasta de donarles dinero. Que lo produzcan las televisiones privadas pase, que con el dinero del contribuyente se financie semejante patochada que sólo sirve para que los que no salen tal día (muchos, me consta) se vayan a la cama de mal humor al contemplar tamaña estupidez. Puestos a retrasmitir astracanadas, casi que con una peli de Marisol o incluso de Paco Martínez Soria  quedarían mejor, al menos nos daría cierta nostalgia y no ganas de tirar la copa de cava a la pantalla para que se calle David Bustamante que es un fijo de estos eventos. Y no hablo del peinado de Imanol Arias para las campanadas, porque creo que de eso ya hay un grupo en Facebook...

    Y este año, poca tele, poco cine, poca prensa y mucha charla. Me he pasado más de una semana tomando cañas y cafés con parientes y amigos, celebrando lo bueno y lamentándonos de lo malo; poniendo a parir a la Merkel y al gobierno; intercambiando recetas para no engordar y quejándonos de cómo pasa el tiempo y de nuestros hijos adolescentes; sacándole punta hasta a la mortalidad del cangrejo y arreglando los problemas de casa ajena sin mirar los de la casa propia. Para eso sirve lo que pregonaba el Almendro: "vuelve a casa por Navidad"...y escápate de ella en cuanto la Navidad termine! Que nadie se ofenda: la Navidad es maravillosa precisamente porque sólo ocurre una vez al año.

   Y para terminar con una nota simpática les dejo con una gansada que me ha llegado vía mail y que demuestra que saber reirse de uno mismo y de las propias desgracias es una característica española que nos salvará de una depresión nerviosa nacional, no es poca cosa!