viernes, 11 de enero de 2013

Una hora: sesenta minutos; un día: veinticuatro horas

    Varias veces al año me planteo el paso del tiempo como concepto, aunque suene pedante lo que les digo. El comienzo del año, además de la pereza que da remontar la cuesta de enero, es uno de esos momentos de reflexión: queda un año por delante, qué nos traerá? Cuánto falta para el verano? Resistiré hasta entonces sin que me de un colapso por falta de luz?: los que viven en mis latitudes me entienden. Y ahora es mi hija la que pregunta:  cuánto falta para las  próximas vacaciones? Y pienso yo:  en qué día cae el jueves santo? y mi cumpleaños? y la Nochebuena?  Y tantas otras preguntas vitales que tienen como hilo conductor lo que la siempre original Isabel Allende llamó, titulando uno de sus libros más recomendables "la suma de los días". Porque en eso consiste ver desfilar las horas, los días y las semanas: en sumar tiempo, añadir arrugas, aumentar el talle y la cintura y nunca poder rebobinar y dar marcha atrás.

    Como cada año, en el mes de enero tengo la impresión que el año pasado se fue sin haberlo saboreado a fondo y que el que queda por delante se me hará eterno. Todo subjetivo, de acuerdo; pero ya me dirán ustedes si los veinte minutos del recreo del colegio son los mismos veinte minutos de la cola en la caja del supermercado. O si las veinticuatro horas de un domingo son las mismas veinticuatro horas del lunes; o si dos horas de una película de Woody Allen o de Almodóvar son lo mismo que dos horas de película francesa con diálogos construidos a golpe de monosílabos; o si la media hora de la misa a la que acudían por obligación en su infancia acompañando a sus padres es la misma media hora  que dura un episodio de los "Pingüinos de Magadascar"? ...(por poner un ejemplo que sirva para todos los públicos).

   El mes de junio dura los mismos treinta días cuando uno es universitario y tiene exámenes que cuando simplemente se es trabajador y se agradece la llegada del buen tiempo? La semana del paquete turístico avión más hotel a Lanzarote es la misma semana de siete días de mediados del mes de febrero? Los diez minutos de conversación telefónica con un amigo son los mismos diez minutos que, siendo optimistas, uno pasa escuchando la primavera de Vivaldi hasta que alguien contesta en una administración pública o empresa telefónica cuando se llama para pedir información?

    Una hora de conversación dura los mismos  sesenta minutos cuando se emplea con un ser querido que cuando se hace una visita de cumplido? La hora de gimnasio o los tres cuartos de piscina, o de carreras por el parque nos obligan a contar los minutos de la misma manera cuando teníamos veinte años que en este comienzo de la edad crepuscular? Las ocho horas de sueño prescriptivo son las mismas en todos los momentos de nuestra vida? O no serían un poco más cortas cuando los niños se asustaban y lloraban  de noche porque uno había tenido la buena idea de ponerles "Mars Attack" en DVD la tarde anterior?

    Aquí sentada espero que alguien me haga llegar un sólido argumento científico para desmontar mi particular teoría de que el paso del tiempo es la magnitud más subjetiva y menos exacta que existe. Y mientras tanto, y aprovechando la ola ochentera que nos ha traído  "Cuéntame", les dejo con una víctima de aquellos años y con una canción que habla del tiempo, nada más...y nada menos.

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