jueves, 30 de mayo de 2013

Cuentos chinos

    En mi adolescencia, cuando  llegaba tarde a mi casa (tarde era entonces pasar de las diez de la noche) por el camino iba inventando la excusa que les iba a propinar a mis padres, que inexorablemente me contestaban  "no nos vengas con cuentos chinos";  la misma respuesta que me dió mi padre una de las primeras veces que llegué,  no tarde a casa, sino pronto por la mañana y me lo encontré desayunando: "el cuento chino te lo ahorras, y ahora vete a dormir". Aclaro para quién no me lo haya oído decir, que yo era la mayor de mis hermanas, y que iba abriendo paso y asustando a mis progenitores con afirmaciones y horarios que con el tiempo y el advenimiento de otras fechorías fraternales me hicieron parecer un angelito. Pero lo del cuento chino se me quedó grabado, y hace unos días me dio por mirar de dónde venía la maldita expresión: la nostalgia, a veces también es léxica, qué le vamos a hacer.

    "Cuento chino", según el Diccionario de la Real Academia  es un "embuste o mentira disfrazada de artificios". Esto es, no vale un engaño simple, hay que adornarlo y encajarlo dentro de una historia que parezca veraz. Y de dónde viene? Pues parece que hay dos explicaciones y las dos tienen sus partidarios y detractores. Hay quien afirma que "cuento chino" se aplicó en su tiempo al relato de  Marco Polo al  regresar de sus viajes; relato que quedó recogido en el llamado "Libro de las maravillas", cuya primera edición española data de 1503, aunque Marco Polo viajó a China a finales del siglo XIII.  Otra teoría sitúa el origen de la expresión en la Cuba de mediados del XIX, cuando miles de chinos emigraron a la isla empujados por el hambre desde su país de origen y acogidos por los grandes terratenientes cubanos que necesitaban mano de obra abundante y barata para recoger la caña de azúcar; parece que muchos de ellos protestaban por las condiciones abusivas en las que se les hacía trabajar y estas protestas recibieron el nombre de cuento chino por parte de los cubanos.

   Y fíjense que el cuento chino es algo que nos acompaña desde nuestra más tierna infancia: los Reyes Magos, el Ratón Pérez, el Portal de Belén, el Juicio Final, Adan y Eva en el Paraíso  y tantos otros que si me pongo a enumerarlos estaré aquí hasta mañana. Tanto nos hemos acostumbrado a estos relatos hechos de patrañas, que cuando nos los cuentan de mayores o nos los seguimos creyendo o se los creen a pies juntillas los que se los inventan, y ya saben ustedes que nada hay más verídico que una mentira tan  bien contada que hasta el que la cuenta se la acaba creyendo.  De éstas todos nos sabemos unas cuantas: el monstruo del Lago Ness, la Guerra de los Mundos de Orson Welles, el gol con la mano de Dios de Maradona,  las tres carabelas de Colón que en realidad eran dos o la oreja cortada de Van Gogh, que en realidad sólo fue un pedazo de su lóbulo izquierdo. 

    Si nos metemos en finanzas, el cuento chino comenzó a usarlo un tal Ponzi en los años '40 del siglo pasado, que se inventó aquello de la estafa piramidal,  que es un cuento simple como un sello de correos y que en nuestro país explotaron con especial habilidad unos señores que trabajaban en una cosa llamada "Forum Filatélico": no eran vendedores de sellos de colección, sino vulgares estafadores que evaporaron los ahorros de miles de pobres ingenuos. Aunque el cuento chino debe, en principio, servir a pícaros y maleantes, la cosa ha evolucionado tanto que ahora son los que nos gobiernan quienes nos lo cuentan con tanta fe que pretenden que nos lo creamos, y a veces hasta lo consiguen. Si una mente preclara como Kenneth Rogoff dice que a partir de una deuda pública del 90 % no puede haber crecimiento y eso lo cuenta en tiempo de crisis, nuestros gobernantes están encantados de hacer de ésta frase las tablas de la ley...hasta que llega un listo de verdad y le cuenta al mundo, con datos en la mano, que la afirmación no se sostiene. Le hemos dado muchas vueltas, pero probablemente ustedes, sin ser avezados economistas como no lo soy yo, se habían dado cuenta hace tiempo que lo de la austeridad era un enorme cuento chino: si  el estado recorta, hay que ahorrar de donde antes se gastaba, y si  no se gasta, no circula la pasta y no se puede ahorra para gastar de nuevo y para que el estado ingrese. Parece un trabalenguas pero es tan simple como la tabla del  uno.

    Hace ahora diez años, los americanos (no siempre muy espabilados) se buscaron a un listo como Tony Blair para que éste a su vez embaucara a otros dos pavos (Aznar y Barroso) y tras hacerse una foto para la eternidad en las Azores se inventaran cualquier cuento chino para invadir Irak buscando unas armas de destrucción masiva que  ellos ya sabían que no iban a encontrar. Las consecuencias son las que todos sabemos. Y las consecuencias hicieron que el 11 de marzo del año siguiente, medio Madrid saltara por los aires dejando 191 cadáveres y 1857 heridos de gravedad, y el señor de la foto de las Azores contándonos a todos un cuento chino que, afortunadamente no nos creímos y que, aparte de crecerle la nariz a medida que lo contaba, le costó perder las elecciones.

    Ahora viene lo bueno: este señor bajito, feo y a un bigote pegado, está dispuesto a volver por donde solía y a ofrecerse como salvador de la patria (pobre patria la nuestra que siempre tiene que estar pendiente de que la salven) cansado ya como está de dar conferencias en inglés y de ganar dinero a espuertas. Y si esta vez no es un cuento chino?

martes, 28 de mayo de 2013

Hacerse el sueco.

    Mis deberes atléticos me han tenido apartada de la realidad y de la prensa, que ya saben ustedes que son las dos fuentes de las que me alimento para escribir estas líneas, mientras espero a las musas literarias que jamás me visitan. Cuando ayer por la  mañana comencé mi repaso a los periódicos leí con sorpresa que en Suecia, y en su muy nórdica y civilizada capital llevan varios días de disturbios en los barrios periféricos que incluyen quema de vehículos, rotura de escaparates, vuelco de contenedores de basuras y todas esas lindezas que se supone que los bárbaros del sur conocemos de sobra, porque cuando no nos empleamos a fondo en destrozar nuestras economías y poner en peligro el Euro, ya se sabe que nos dedicamos a destruir el bien público, o al menos de eso nos acusan los cultos y civilizados Vikingos. Nunca lo hubiéramos creído de nuestros vecinos del sol de medianoche y como diría mi madre en una expresión muy suya y que, a pesar de antigua es más que pertinente en este caso: se nos ha caído otro palo del sombrajo.

    Se supone que el día que nuestros países venidos a menos se vengan a peor, es a las riberas del Báltico a donde habrá que mudarse. Se supone que  es en Dinamarca, en Finlandia, en Suecia o en Noruega donde hasta los barrenderos hablan inglés, donde las mujeres dan a luz en condiciones de ensueño y se pasan un año en casa cuidando a sus hijos y cobrando su sueldo completo; donde las aceras están más limpias que el pasillo de tu casa y los niños salen del colegio trilingües e ingenieros. Es allí donde todo el mundo toca el piano y tienen la guardería gratis y el médico que viene a casa; donde todos los maridos cocinan y cambian pañales y donde las pensiones son como sueldos de banquero. Aunque a mí no me engañan, que desde que me leí de corrido las tres partes de "Millenium" aprendí que, al menos en Suecia, la violencia machista es un problema serio, la gente fuma más de la cuenta, la extrema derecha sigue viva y coleando y los gobiernos tienen fondos reservados que emplean para espiar a los políticos enemigos o traficar con armas. Añadan a eso que un país que gana tantas veces Eurovisión, tarea a la que se aplican con especial esmero, no puede estar muy en sus cabales. Y si todo ésto no les convence, vean una joya cinematográfica, "Mi vida como un Perro" de Lasse Hallström, que le robó el oscar a Almodóvar en 1987...el título en este caso, es muy descriptivo de lo que ocurre en la película, que se desarrolla en la Suecia de los años cincuenta.

    Volviendo a la bronca callejera, de la que ya no se libran ni en el paraíso nórdico, ya ven ustedes lo complicado que está el mundo. Ya no se sabe qué es mejor, si prohibir lo importado o respetarlo aún más; si integrar a golpe de decreto o acercarse a las otras culturas y fomentar los cultos foráneos; si el respeto ha funcionado o si no ha funcionado porque no ha sido suficiente; si éstos chavales enrabietados merecen mano dura o un diálogo que a veces es de sordos, si están enrabietados por una nueva patria que no los quiere o por la añoranza de la que dejaron sus padres, que la abandonaron porque tampoco allí les querían...alguien tiene una respuesta a todo ésto? Lo dudo. Hay experimentos que han funcionado, se acuerdan ustedes de la orquesta de músicos palestinos y judíos que dirige Barenboim? Los mediadores sociales suecos bien claro lo dicen en la prensa: " si no tienen libros en las manos, cogen piedras",  lo cual demuestra que los libros también funcionan.

  Y yo, a riesgo de que me llamen pesada les pongo otro ejemplo de los míos. Ya saben que este fin de semana he corrido en una carrera popular, donde por primera vez he visto un grupo de chicas corriendo con pañuelo en  la cabeza (Hiyab para los entendidos) junto a las que hice buena parte del recorrido. Aunque no hacía calor, no quiero ni imaginarme lo que puede ser correr con todo eso alrededor de la cabeza, y además pantalones largos, claro. A lo que iba: éstas chiquillas, corrían con buen ritmo y mejor sonrisa;  en un momento dado, se preocuparon por ayudar a un señor corredor de cierta edad que se tropezó al salir de un tunel, recogieron uno de mis guantes que se cayó por el camino y corrieron solícitas a entregármelo, compartían plátanos y barritas energéticas con los que no teníamos y, ya en el plano de las suposiciones, me juego lo que ustedes quieran a que al volver a casa ayudaron a sus madres a terminar la comida y pusieron la mesa de domingo que los holgazanes de sus hermanos mayores no se dignaron en colocar, porque estarían  todos tumbados en el sofá viendo la salida del Gran Premio de Montecarlo. Les aseguro que no me lo invento, tengo muchos amigos profesores que me cuentan la dura realidad de estas hijas musulmanas de la emigración, que tienen que demostrar lo que valen envueltas en ropajes y velos y someterse no sólo a la autoridad del padre, sino muchas veces a la del hermano mayor, botarate y pendenciero que no vale ni la mitad que ellas que, dicho sea de paso, suelen ser mejores estudiantes que ellos, porque saben que los codos son la única manera de salir del ghetto.

   Qué les damos: un violín y una partitura? una biblioteca entera? unas zapatillas de deporte? Cualquiera de las tres cosas vale para empezar a apagar la mecha que se está prendiendo en el corazón de nuestras ciudades, cualquier cosa menos hacernos los suecos.

sábado, 25 de mayo de 2013

En capilla

    Tengo que escribir algo para que no me echen de menos mis lectores y resulta que en las últimas 48 horas lo único que miro son las páginas metereológicas de Internet, porque mañana voy a correr mi única carrera larga anual y amenazan lluvias, vientos y unos agradables 9° en el momento de la salida...con lo que a mí me gusta el frío! Así que esta es la excusa para no escribir, o para no encontrar nada a propósito: no estoy muy bien informada de la realidad circundante, más allá de lo que me cuentan el Accuweather, el Weatherchannel o sus primas hermanas. Finalmente, como dice Italo Calvino en uno de sus libros ( "El caballero inexistente"  que estoy releyendo después de muchos años): " el arte de escribir historias consiste en saber sacar algo de lo poco que se entiende de la vida". Yo en este momento sólo entiendo de borrascas y probabilidades de chubascos, y me corroe la duda de si mis piernas aguantarán veinte kilómetros bajo aguaceros y vientos racheados, así que mi historia de hoy, o es inexistente (como el caballero) o sólo puede hablar de ésto, les ruego que me disculpen. 

   Como dice  el título, estoy en capilla; me siento como Tom Hanks en aquella escena memorable de "Salvad al soldado Ryan",  recuerdan? En la lancha de desembarco a punto de llegar a las playas de Normandía el día "d"; para qué describirlo, aquí tienen el testimonio visual: 



Ya, ya se que no me va la vida en ello, pero mi orgullo de corredora aficionada sí, lo confieso. Hace unos años, cuando llegaba a la meta tras veinte kilómetros de sudores, mis hijos me miraban con admiración y mi hija pequeña contaba en el colegio que a su madre le habían dado una medalla después de haber completado una carrera de "cientos y cientos" de kilómetros...Mañana, si mi vieja carcasa consigue arrastrarse hasta la meta contra vientos y mareas (es el caso de decirlo así) puede que hasta me tomen por una chiflada. No sólo yo me hago mayor, ellos también.

    Para intentar meterme más en mi papel, me compré hace un par de semanas un libro a propósito (que sería de mi si no encontrara un libro a propósito): "De qué hablo cuando hablo de correr" de Haruki Murakami, que he leido en estos días con avidez, y que me ha servido para poder decir con conocimiento de causa que este hombre es un escritor sobrevalorado a la par que un atleta con una afición a prueba de bomba. Y que me ha servido igualmente para darme cuenta que los orientales, salvo Akira Kurosawa y sus películas, nunca me conmueven con sus obras de arte. Del libro de Murakami, que es una especie de diario, me quedo con la siguiente afirmación: "la mayoría de lo que se de la escritura lo he aprendido corriendo por la calle cada mañana, de un modo natural, físico y práctico"...Se me pegará a mí algo de talento literario de tanto correr por las calles? Me pregunto. Y de paso, puestos a leer libros de corredores, les recomiendo "La soledad del corredor de fondo" de Alan Sillitoe, bastante más antigua, de 1959, pero bastante más cercana que las reflexiones de Murakami mientras se desfoga por las playas de Hawai.

    No me queda nada que añadir, me voy a estirar las piernas en esos veinte minutos de jogging preventivo que dicen los expertos que hay que hacer el día antes. Yo sigo todos los consejos de los expertos, porque los que no tenemos talento natural tenemos que hacerle caso a los profesores y a los manuales, y ensayar (o entrenar) mucho; y en mi caso esperar que, como bien dice Murakami, "mis músculos sean tan testarudos como yo". Y con las mismas, mando un saludo a mis amigos corredores (runners que dicen ahora en perfecto castellano) y que se mojarán como yo y encima tendrán que esperarme en la meta, que siempre soy la última en llegar. Gracias Elvira, Carlos y Carlos, David, Paule, Paco y Alberto; a Ester, Lourdes y Nieves las echaremos de menos; y que haya suerte, poca agua y menos agujetas. Va por vosotros!




miércoles, 22 de mayo de 2013

Logaritmos y derivadas

    No hace falta que se lo recuerde: en las casas donde hay escolares estamos entrando en plena temporada alta. Ese bonito momento del año en el que los que estudian, aún estudian más y los que no, remolonean lo justo y necesitan algún que otro latigazo (verbal) y alguna plegaria de las abuelas para salvar los muebles. En este norte europeo que habito, como además llueve y hace frío, las tentaciones externas son menos; queda por ver si la lluvia es un motivo para estudiar más, aunque yo diría que en la era de los niños "on line" ya no tiene tanta importancia, porque las mayores tentaciones ya no vienen de los parques y plazas floreadas sino de las pantallas táctiles. 

    Dice el sempiterno informe PISA que a los españoles no se nos dan bien las matemáticas y en este caso, voy a darles la razón a estos señores PISA (que quienes serán y de dónde salen) en sus argumentos. Si me pongo a hacer una encuesta a mi alrededor entre parientes y colegas, veo que la palabra matemáticas levanta ampollas, y en algunos casos, entre los que me incluyo,  vómitos y urticaria adicionales. Hemos trasladado a nuestros hijos la mucha angustia que nos provocaron los exámenes  de nuestra adolescencia, sin darnos cuenta que simplemente hemos sido víctimas de una mala enseñanza de la materia,  aunque yo hasta el día en que leí un artículo en la prensa que me lo explicaban, pensaba que lo que me ocurría era una mala predisposición genética para los números. Servidora forma parte de la generación que se pasó años estudiando la famosa teoría de los conjuntos, la propiedad biunívoca de los mismos, venga a dibujar óvalos rellenos de triangulos de colores y de ahí, sin piedad, a resolver ecuaciones, logaritmos y derivadas sin comprender el modo de empleo. Después de pasar años y años con los malditos conjuntos disjuntos, nos llovía del cielo el número "e" y ese bonito dibujo que correspondía a "infinito partido por infinito" y para entonces la cosa ya no tenía remedio: calentones de cabeza, profesores particulares y en el mejor de los casos, opción letras en los últimos años del BUP para salir del paso airosamente. Así se ha perdido la ciencia española buena cantidad de elementos que quizás le hubieran servido, otra vez, una prueba más del desprecio que tenemos en la madre patria por la inteligencia (véase mi entrada "Exodo"  del 5  de mayo).

    El desdén por la aritmética arrastra sus consecuencias hasta nuestros días: jamás controlamos las vueltas que nos dan en las tiendas, pagamos en los bares por rondas,  y en esos mismos bares se llenan las copas sin medida y cuando llegó el Euro, lo redondeamos todo (hacia arriba)  para no tener que hacer operaciones con decimales. En la Europa nórdica si se pide usted un Gin-tonic le va a poner la ginebra con un medidor, los precios se dan con los decimales que hagan falta y en los restaurantes  la cuenta se divide por persona y calculadora por medio sin perdonarnos los unos a los otros ni medio Euro. Son ellos más listos? Seguro que no. Tienen una crisis galopante? No parece. Sus cuentas públicas están saneadas? Parece que sí...saquen ustedes sus propias consecuencias. Las matemáticas se han convertido en una asignatura indispensable no sólo para el colegio, sino para la vida en general, los países que lo entendieron hace tiempo las convirtieron en un pilar básico de sus sistemas educativos y francamente, les va bastante mejor  que a nosotros. Y no pongamos el ejemplo de los orientales, que nos están comiendo por las patas y siguen enseñando a los niños a contar con el ábaco, instrumento simple donde los haya pero que parece que desarrolla los hemisferios cerebrales de forma prodigiosa.

    Las matemáticas son feas o bonitas según la capacidad  del maestro de enseñarlas.  Los niños, a priori, no tienen mejor ni peor capacidad para asimilarlas,  y me niego a admitir que los orientales sean todos, absolutamente todos más inteligentes que nosotros. Si el señor Wert y sus secuaces fueran capaces sólo por un minuto de abandonar sus credos,  dejar de darle gusto a los obispos y  de encabezonarse en ciertas discusiones bizantinas, aprovecharían la ocasión de la enésima reforma educativa para ocuparse de las matemáticas y de las ciencias y de cómo nuestros chiquillos pueden aprenderlas y apreciarlas y quizás sí, entonces sí sacaríamos a España del cajón de los olvidados de la historia. Como no lo hacen, tenemos que esperar a que el fútbol nos de alguna que otra alegría y cinco minutos de gloria en los telediarios, y aún eso se nos acabará algún día.

   Hagan leer a sus hijos "el diablo de los números", de Hans Magnus Enzesbergen, y léanse ustedes "Simetría,. Un viaje por los patrones de la naturaleza", de Marcus de Sautoy; ya es un buen comienzo. Ya saben ustedes que yo, si no recomiendo un libro, reviento. 

sábado, 18 de mayo de 2013

Eurovisión y la Inglaterra de los Lores

    Sábado, 22'53 de la noche, les escribo estas líneas porque he sido víctima del ejercicio de la democracia, que como bien dijo Churchill, uno de los grandes políticos a los que admiro, no es perfecta, pero es el menos malo de los sistemas de gobierno. Verán ustedes, en mi casa los sábados por la noche vemos una película, pero éste sábado en particular, he perdido la votación y la mayoría ha decidido ver el festival de Eurovisión, cosa que a mí me fastidia en sobremanera pero que acato como hay que acatar en democracia el resultado de las elecciones. Y mientras un montón de cantantes provenientes de las antiguas repúblicas soviéticas me martillean los oídos, pues aquí me dispongo yo a hablarles de lo apenada que estoy por haber terminado de ver las tres temporadas de Downton Abbey que el amigo invisible de este año me regaló por Navidad. Y suena Bonnie Tyler en la televisión...pero sigue en órbita? debe ser más vieja que Margaret Thatcher...

    Mientras se retira del escenario el horripilante cantante de Georgia, me digo que la Inglaterra de principios del siglo XX hubiera sido un sitio donde yo hubiera podido vivir, claro está, con ciertos inconvenientes por el hecho de ser mujer: no poder ir a la Universidad, no tener derecho a decidir sobre mi futuro marido, tener que llevar falda larga y corsé o tener que vestirse de gala todos los días para cenar... ya ven ustedes, minucias, al lado de lo que significa tocar una campanilla y que aparezca un criado de librea con la bandeja del té; porque está claro que puestos a regresar al pasado, mejor vivir en  casa de un ricachón como el Lord Grantham de Downton Abbey que en el orfelinato de Oliver Twist. Acaba de pasar el cantante irlandés y comienzan las votaciones, a Dios gracias se acabó la rondalla.

   Les decía en otra entrada que esta serie que me ha tenido fascinada durante tres meses es de lo mejor que ha creado la televisión en muchos años, no ya por los consabidos argumentos de la ambientación, los decorados, etc. sino sobre todo por lo intenso de sus diálogos (algo que no había vuelto a ver desde "Ally MacBeal" o "Los Soprano") en unos personajes que, a priori, son simplemente ricos o simplemente criados, sin más. De todos, ellos me quedo con la fantástica Maggie Smith, cuyas réplicas y diálogos no tienen desperdicio:


   Lo siento por los que no saben inglés, pero no he encontrado la versión traducida; y de todos modos para aprender la lengua de Shakespeare no son las oportunidades lo que faltan, sin ir más lejos, ver Eurovisión, donde todo el mundo canta en inglés...por cierto, atacan en este momento con un repaso de todas las canciones, el segundo de la noche!

    Mientras los ingleses deciden emitir la cuarta temporada de mi serie estrella (he tenido que desterra del podio a "Cuéntame" porque desde que Carlos está en la cárcel, se están poniendo muy pesaditos) seguiré recordando gracias a Youtube los buenos momentos de los capítulos que ya he visto, y sobre todo las escenas de esta viejecita maravillosa que dice cosas como "no pienso darme por vencida, es muy de clase media". Cielos, ahora es la presentadora sueca del evento la que ataca con un simulacro de comedia musical donde canta las excelencias de Suecia y lo sueco (hablará de los hombres que maltrataban a las mujeres?) en inglés, claro, porque en sueco no la entendería nadie.

   Son las 23'28 y aún no hemos llegado al clímax de las votaciones, Dios nos libre de un tercer repaso a todo el cantoral, no se si me estoy haciendo muy mayor, pero con ésto de la Eurovisión, siento como dijo aquel, que mi reino no es de este mundo. Para mí Eurovisión es este vídeo que les dejo de postre, y no más. Antigua que es una. Me voy a la cama a leer, que eso sí que es antiguo, buenas noches.


jueves, 16 de mayo de 2013

Música para mis piernas

    Ya no les aburro más con el cuento de que me gusta correr y que lo hago para rebajar mi cintura, mi colesterol y retrasar la vejez de mis articulaciones. Quienes tienen un corredor en casa ya saben que estamos en temporada alta de maratones populares (o cuarto y mitad de los mismos que son  a los que yo me apunto) y de sprinters callejeros, entre los cuales me encuentro.

    Resulta que correr es bueno, bonito y barato, comparado con otras aficiones deportivas que requieren tiempo a raudales y material sofisticado. Y resulta que es un deporte muy agradecido con las supermujeres del siglo XXI que somos casi todas, les pongo un ejemplo: una vuelve del trabajo, se calza las zapatillas, se mete un lomo de cerdo o besugo, o pollo en el horno y se sale corriendo en dirección al parque más cercano. Cuatro vueltas al mismo y vuelta a casa, por valor de siete u ocho kilómetros y unas 350 calorías, y cuando el pitido del horno nos anuncia que el asado está listo, ya estamos entrando por la puerta. Aún a falta de una buena ducha y de preparar la ensalada y revisar las carteras colegiales, hay quién de más por menos?

    Y encima, correr permite escuchar música gracias al beato Steve Jobs, que ha perfeccionado tanto sus aparatejos que además de amenizarnos las zancadas nos las cuenta, nos dice los kilómetros que hemos hecho y las calorías que hemos quemado; aquí me han dado donde me dolía: música y estadísticas! A mi iPod sólo le falta resolver las ecuaciones de segundo grado de mi hijo o ir al supermercado para ser proclamado el mejor amigo del hombre!

    Lástima que la música clásica no sirva demasiado como carburante; salvo honrosas y escasas excepciones el jogging callejero se lleva mal con los Nocturnos de Chopin o cualquier pieza de Beethoven. Personalmente, he experimentado el Bolero de Ravel para finales en cuesta arriba (catorce minutos) y "Rapsody in Blue" de Gherswin para correr por la orilla de un río pretendiendo que se ve Manhattan del otro lado, pero no más. Correr necesita una banda sonora que ayude a la descarga de adrenalina y yo, con el paso de los años he ido encontrando la mía que, claramente, deja ver los gustos de mi generación y  delata los años que tengo. Por gentileza de la casa, aquí tienen la lista de discos que con más frecuencia  me acompañan en mi trote mañanero:
- "De akí a Ketama", Ketama e invitados.
- "Deseo Carnal", Alaska y Dinarama.
- "Memoria del porvenir", Radio Futura.
- "Sympathique", Pink Martini.
- "The Joshua Tree", U2.
- "The singles", Pretenders.
- "Glittering Prize", Simple Minds.
- "Born in the USA", Bruce Springsteen.

    Llevada por mi pasión cinéfila, hay días que me hago un "especial bandas sonoras", intentando imaginar la película a la vez que corro, y éstas suelen ser las elegidas:
- "The Blues Brothers"
- "Fame".
- "Saturday Night Fever".
- "Peter's Friends".
- "Rocky"
- "The sound of music"
- "Hair".

    Y para terminar, aquí les dejo la lista "top running" de mi iPod, canciones que escuchadas una detrás de otra te ponen en órbita, hacen que tus zancadas sean más largas, tus zapatillas vuelen y tú te creas una keniata con piernas de metro y medio a punto de cruzar la línea de meta:
-"It's not unusual", Tom Jones.
- "Dancing Queen", ABBA.
- "There must be an angel", Eurythmics.
- "As", George Michael.
- "Brass in the pocket", Pretenders.
- "Alive and Kicking", Simple Minds.
- "Memory", Barbra Streisand.
- "Rehab", Amy Winehouse.
- "Alexandrie, Alexandra", Claude François.
- "A cara o cruz", Radio Futura.
- "September", Earth, wind and Fire.
- "Prayer for the Dying", Seal.
- New York", Frank Sinatra.
- "Anything Goes", Ella Fitzgerald.

  Y cuando las agujetas comienzan a pinchar y la boca se hace estropajo, llega la traca final:



    Escuchadas todas, no forzosamente en este orden, dan para una hora de entrenamiento.Esto y agua es el único dopaje que conocen mis piernas. Se admiten críticas y sugerencias, ya saben donde encontrarme.


domingo, 12 de mayo de 2013

Con flores a María

    Hace un par de semanas me sorprendió ver a mi hija pequeña estudiando en voz alta "la primavera ha venido, nadie sabe como ha sido"; sorpresa doble, tanto por el hecho de volver a oir unos versos de Machado recitados por una voz infantil, como por  comprobar con cierta satisfacción que aprender poesías de memoria sigue siendo una práctica escolar en los tiempos de la  tableta y el Twitter. Y sí, así es, la primavera ha venido sin saber cómo, sobre todo después del invierno que hemos soportado y nos ha traido imágenes como ésta:


   Un bosque de jacintos que cada año por la misma época florecen, y que cada año visito con mi familia...y que cada año tengo que preguntarle al entendido de mi marido que cómo se llaman esas flores azules que vamos a ver. Lo reconozco, soy totalmente inútil en materia floral: si éstas son jacintos para mí como si son narcisos o azaleas, porque no las distingo, no se de qué color es cada una ni cuando florecen o dejan de florecer. Les pareceré una marciana, pero me cuesta bastante menos recordar los números de teléfono que los nombres de las flores que van más allá de las rosas, los geranios  y los tulipanes. Quizás sea algún tipo de anomalía genética y debería mirarmelo, no se.

    El caso es que en la Europa nórdica y lluviosa que habito, la primavera se hace de rogar, pero cuando llega,  trae una explosión de flores y árboles de miles de colores que soy incapaz de asimilar, aunque sí de apreciar y disfrutar, gracias a que no soy alérgica y a que en esta época del año me paso la vida trotando por las calles para reducir cintura y colesterol y prepararme para la única carrera que corro al año y que está a punto de caer. Y puestos a correr, más vale hacerlo rodeado de flores que de antenas parabólicas, que también las hay.

    De pequeños nos contaban que mayo era el mes  de la Virgen (he olvidado por qué, lo reconozco) y de las flores, por razones climatológicas obvias. Las que fuimos a colegio de monjas, además, llevábamos flores a las vírgenes de las capillas colegiales, flores que nuestros padres costeaban religiosamente. Hay que ver qué habilidad la de las monjas para tener a la Virgen permanentemente floreada y subvencionada! Me pregunto qué no serían capaces de reparar económicamente si las dejaran los Obispos salir de sus conventos y ponerse a pedir, que siempre fueron muy convincentes! O eso decían mis padres cuando volvíamos a casa con listas interminables de cosas que comprar para el colegio: "pedís más que las monjas". Y cantábamos "con flores a María"...y de aquel fervor infantil y floreado hemos llegado a este descreimiento, o por lo menos yo, y encima sin distinguir las flores. Y sin remedio a estas alturas,  ni para recobrar la fe,  ni para asimilar cierta cultura floral.

    Y mañana parece que vuelve el invierno, nos anuncian,  y cuidado si no nos arranca de cuajo los jacintos de ese bosque, los tulipanes plantados en las rotondas de mi ciudad y las ganas de salir a la calle y disfrutar de todo ello. Si Vivaldi hubiera vivido por estas latitudes se habría ahorrado componer las cuatro estaciones, le hubieran sobrado tres...el chiste es fácil, lo reconozco, pero mañana es lunes, tengo que madrugar muchísimo y no me apetece devanarme más los sesos. Feliz semana para todos.

martes, 7 de mayo de 2013

La ropa o la vida

    No hay que gastar en ropa, porque la ropa no vale nada. Mis hermanas y yo cuando salimos de compras (pocas veces) nos recordamos unas a otras esta frase que una vez pronunció un tío mío al que no siempre le prestamos atención porque es un poco extravagante, aunque no da puntada sin hilo. Y es verdad, la ropa no vale nada, y vale tan poco, que se puede cobrar setecientas vidas humanas en Bangladesh y las tiendas a las que iban destinadas las prendas que fabricaban aquellas almas siguen llenas, y más en estos días en los que parece que, por fin, vamos a poder quitarnos el abrigo y guardarlo en el armario.

    Vean las imágenes en cualquier reportaje de la prensa, televisión  o  Internet: los escombros, los familiares de las mujeres (las víctimas lo eran en su gran mayoría) desaparecidas gritando sus nombres en el exterior, los obreros sacando restos humanos desde hace más de una semana, los ataudes de madera sencilla, todos iguales, que esperan a las víctimas que no dejan de aparecer...De verdad son ustedes capaces esa misma tarde de ir a Mango a comprarse unos trapitos? Ya se, ya se, no podemos hacernos responsables de todos los males que pueblan la tierra, y cuando me pongo así, me acuerdo de mi abuela que nos obligaba a tragarnos el potaje de vigilia con la excusa de que millones de chinos se estaban muriendo de hambre en ese preciso momento; quizás aprendimos en aquel entonces a no tirar los restos de la comida y a comernos el potaje o lo que nos pongan delante, y quizás podamos ahora reflexionar y decirle a nuestros hijos "fashion victims" (y a nosotros mismos) que no es posible que las camisetas se vendan a 5 Euros ni las chaquetas de último grito a 20, porque no es ese su verdadero precio, y sólo con ver los escombros del edificio de Dacca, ya sabemos el  porqué. Y buscando entre mis clásicos me encuentro la frase que va como anillo al dedo: "todo necio confunde valor y precio" (Antonio Machado, "Proverbios y cantares" LXVIII).

    Para mi descargo tengo que decir que a mí lo de la ropa me parece un rollo macabeo y que si por mí fuera, pediría en mi trabajo que me pusieran un uniforme, cual azafata de Iberia. Es lo único que le envidio a las monjas y frailes de clausura: no tiene que pensar cada mañana en lo que se van a poner. Ahora que soy mayor, me gano la vida honradamente y tengo derecho adquirido a tener opiniones fundadas y proclamarlas a los cuatro vientos gracias a este invento del Blog, voy a salir del armario: vestirse y pensar en ello es un rollo, la moda una farsa y una tomadura de pelo y la industria textil una tumba para quienes trabajan en ella en el Tercer Mundo, que es donde ahora se instala la industria textil para que podamos seguir comprando camisetas al peso. Claro que es mucho más democrático que exista Zara y que todos podamos llevar puesto el modelito de la pedida de Letizia, el problema es que Letizia, cuando ella quiere, se va a su costurero a que la vista de mantelería de Lagartera y nosotros, no sólo nos contentamos con el modelo copiado y de saldo,  sino que ya no concebimos que ese modelo se pueda vender por más que el precio ridículo que nos piden las grandes marcas del baratillo. No me vale que ahora la Merkel salga cual Juana de Arco pidiéndole cuentas a los de la industria y diciendo que ella siempre verifica de donde proceden las prendas que compra (Véase El Mundo del pasado lunes) entre otras cosas porque ella ha hecho realidad mi sueño de no tener que pensar en qué ponerse: lleva siempre lo mismo, pero claro ella es Angela Merkel y yo no!

   Tampoco se crean que yo soy una santa que se pasea vestida con algodón ecológico tejido en el Tibet y sandalias de cabritilla, nada de eso. Yo, como todo bicho viviente, lleno mi armario con trapos de Zara y congéneres porque ya he perdido la cuenta de lo que cuesta de verdad un traje de chaqueta desde que Don Amancio I decidiera que no tenían que costar tanto. Y como me gano la vida de cara al público, pues no me queda más remedio que tener un cierto guardarropa, que me aburre en  sobremanera cambiar, probar y actualizar, para qué negarlo. Por ésta y otras razones parecidas  me duele en el alma lo que ha ocurrido, porque me digo que hasta yo con mis compras mecánicas y apresuradas soy un poco culpable de lo que ha ocurrido. 

    Cuando nuestros adolescentes se embrutecen pasando tardes enteras en Mango, Zara, H&M y compañeros verdugos (que no mártires) no estaría mal que supieran de antemano que el pantalón que se llevan por 15 Euros lo ha cosido una señora en Bangladesh que gana 30 al mes...y eso con suerte  y si no se le cae el techo encima. Y sí,  mi tío tiene mucha razón, la ropa no vale nada, y por lo que vemos, la vida de los que la fabrican, bastante poco.


domingo, 5 de mayo de 2013

Exodo

No me gusta nada la telerrealidad, aunque si no salen Belén Esteban, Alvaro Muñoz Escasi o Falete a veces puedo concederle a estas emisiones el beneficio de la duda. Y así fue hace unos días, cuando me quedé clavada ante la tele viendo Master Chef, programa (como casi siempre) copiado de otras cadenas europeas que ya llevan varias ediciones, ésta vez, con un toque muy nuestro. En las versiones francesa o británica, el jurado está compuesto por reputados cocineros que juzgan y aconsejan con tono didáctico y buenas maneras a los concursantes que, en su mayoría son cocineros o al menos trabajan en la hostelería. En la versión española, los cocineros miembros del jurado son tres seres engreídos y encantados de conocerse que, insultan, abroncan e intimidan a los sufridos concursantes que no son más que unos aficionados a los fogones. Se ve que lo de la bronca aporta más televidentes que la crítica constructiva, así somos nosotros.

   A lo que iba, ésta semana, la pobre concursante abroncada, humillada y eliminada era una joven vasca, dulce y amable, que a la pregunta de la presentadora (tan guapa como pavisosa) sobre cuál era su futuro contestó que su futuro viajaba ya en un contenedor camino de Nueva Zelanda, donde pensaba abrir un pequeño negocio de venta de productos españoles y degustación de tapas. La pavisosa dijo "qué estupendo!" sin pararse a pensar ni medio segundo en que para nuestra joven y derrotada concursante, como para muchos de sus derrotados coetáneos, el mundo ha dejado de tener confines a la hora de ganarse la vida. Nueva Zelanda...se dan ustedes cuenta de dónde está? Se dará cuenta ella que si todo le va bien (ojalá) y se queda allí a vivir su vida, cada vez que le duela España (que diría Unamuno) va a estar a 24 horas de avión y mejor ni pensarlo en Euros? No sólo se nos escapan los cerebros, también el talento culinario está poniendo tierra por medio con este nuestro bendito país.

    Claro que si la entrevista se la hubiera hecho Esperanza Aguirre, que piensa que la fuga de cerebros que está padeciendo España traerá buenísimas consecuencias para nuestro futuro, a lo mejor hasta conseguía que ni nos diera pena ni yo ahora estuviera dedicándome a escribir estas líneas con cierta amargura. O Dolores de Cospedal, que afirma que el exilio de los jóvenes españoles en busca de oportunidades es un fenómenos pasajero y sin mayores consecuencias. En España desde luego sabemos divertirnos como nadie, amar a nuestros padres hasta el delirio y ser muy amigos de nuestros amigos, pero despreciamos profundamente la inteligencia y eso, acabará por pasarnos algún tipo de factura.

    Llevamos siglos tirando cerebros por la borda: expulsamos a los Judíos juntamente con su sabiduría, quemamos en la hoguera a mucha inteligencia renacentista, fuimos impermeables al Siglo de las Luces y mandamos de viaje por Europa a los pocos liberales que hubieran podido modernizar el país. La Guerra Civil  echó de nuestra tierra a toda una generación de intelectuales, escritores y científicos que alumbraron las mejores universidades americanas con su conocimiento, y nosotros nos lo perdimos. A los que no se escaparon a tiempo nos los fuimos cargando por los barrancos y los dejamos pudrirse en la cárcel. Ahora, sin sangre por medio, asistimos a un goteo incesante de arquitectos, ingenieros, médicos y científicos que se marchan a donde pueden ganarse la vida, ya ni siquiera a hacer las Américas como hacían los toreros.

    Algún día los echaremos de menos, a ellos y a todo su saber, acumulado durante años y pagado en buena parte por las Universidades públicas que costeamos entre todos. Como me costearon a mí mis estudios, que llevo más de veinte años amortizando lejos de España. Las Conchitas que limpiaban las casas de la burguesía parisina en los años '50 y '60 se compraban todas una casa en su pueblo que alicataban con mármol y adornaban con griferías alemanas porque no tenían otro objetivo que volver (vean "Las mujeres del sexto piso" excelente película más real que la vida misma) pero los ilustrados que emigran en el siglo XXI se instalarán allende a los Pirineos, donde encontrarán reconocimiento profesional, un marido o una mujer, quizás, y una vida menos sometida a los vaivenes caprichosos de la política y el ladrillo; y dudo que volvamos a verlos. Creanme, se de lo que hablo. Buenas noches.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Un año más, un año menos.

    Cuando se cumple un año más, cómo se ve el vaso? medio lleno o medio vacío? Esa es la terrible duda que me asalta desde ayer, que cumplí. Un año más de sabiduría y de experiencia, que diría mi amigo madrileño; y por otro lado, en ese préstamo hipotecario que nos hace la vida cuando nacemos, unas cuantas mensualidades menos que pagar. Lástima que en esta hipoteca, al contrario que en otras, no nos haga ninguna gracia llegar a la devolución final y cancelar la deuda. Los que me siguen desde hace tiempo (que ya tienen mérito) ya están al corriente de mi obsesión por detener el paso del tiempo.

     Si soy optimista, píenso que estoy en el Ecuador de mi vida, de esta bendita hipoteca que pagamos con gusto, y que aún hay tiempo para esas cosas que se me resisten y que quiero hacer, ver o visitar sin falta antes de que la Parca venga a buscarme o que mi cerebro se convierta en piedra pómez y ya no merezca la pena ni sacarme ni al balcón. A saber: poner mis pies en la Patagonia antes de que se fundan los glaciares, ir a visitar a mi amiga de Buenos Aires,  comprender cómo funciona un GPS e incluso comprarme uno, conseguir correr la media maratón en dos horas y media, ver a mis hijos con sus vidas más o menos resueltas, tocar al menos media sonata de Beethoven al piano o  leerme todos los Episodios Nacionales. Para otras cosas se que llego tarde, y algunas hace tiempo que las dejé por imposibles, como practicar yoga o ser una persona Zen (véase mi entrada de Diciembre del 2011 "esperando al hada madrina"). No quisiera ser demasiado exigente con la vida que, parafraseando a Violeta Parra, me ha dado tanto, pero sí me gustaría que se alargara lo suficiente para cumplir con ciertos sueños que me quedan en el morral.

   Desde ayer, no veo que me haya aumentado nada más aparte de la sabiduría, la experiencia, las canas, los dolores de espalda mañaneros, el tejido adiposo creciente o las arrugas; no he coleccionado más que las felicitaciones de los amigos, los buenos deseos de muchos de ellos, su solidaridad con los achaques de la edad y sus piropos sobre lo bien que me sientan los años : bendita hipocresía burguesa, la verdad. Desde ayer me temo que me va quedando menos tiempo para planear mi visita a los pingüinos patagónicos; y me da la sensación que hasta los días son más cortos, aunque la falsa primavera que estamos pasando nos diga que, en realidad son más largos. Comprenden ahora por qué Woody Allen es uno de mis ídolos? Compratimos obsesiones! Por cierto me viene ahora a la memoria uno de sus diálogos en "Muerte misteriosa en Manhattan", cuando Diane Keaton se mete a desentrañar un crimen cometido en casa de los vecinos,  y él, su marido le dice: "por qué tantas emociones fuertes? deja algo para tu menopausia"...




    Bien pues yo, para mi menopausia tengo ya miles de planes, las horas y los días completos; como para cada día de la próxima semana y puede que hasta para el próximo mes. Sólo me queda esperar a que llegue, porque para  la jubilación me parece que faltan varios lustros tal y como se están poniendo las cosas. Les consiento que a ésta neura la llamen ustedes miedo a morirse, sí, porque algo de eso debe de haber. Cuando a una le gusta la vida, siente que es fantástica y disfruta de la gente, los lugares y las cosas que pasan, la verdad es que morirse es una soberana faena. Y los cumpleaños están ahí para recordárnoslo.

    Y para terminar este primero de mayo, fiesta del trabajo que en España hoy no han podido celebrar 6.200.000 personas, una canción de futuro, que me valdría como máxima para la vida si yo fuera una persona Zen, que no lo soy...