sábado, 25 de mayo de 2013

En capilla

    Tengo que escribir algo para que no me echen de menos mis lectores y resulta que en las últimas 48 horas lo único que miro son las páginas metereológicas de Internet, porque mañana voy a correr mi única carrera larga anual y amenazan lluvias, vientos y unos agradables 9° en el momento de la salida...con lo que a mí me gusta el frío! Así que esta es la excusa para no escribir, o para no encontrar nada a propósito: no estoy muy bien informada de la realidad circundante, más allá de lo que me cuentan el Accuweather, el Weatherchannel o sus primas hermanas. Finalmente, como dice Italo Calvino en uno de sus libros ( "El caballero inexistente"  que estoy releyendo después de muchos años): " el arte de escribir historias consiste en saber sacar algo de lo poco que se entiende de la vida". Yo en este momento sólo entiendo de borrascas y probabilidades de chubascos, y me corroe la duda de si mis piernas aguantarán veinte kilómetros bajo aguaceros y vientos racheados, así que mi historia de hoy, o es inexistente (como el caballero) o sólo puede hablar de ésto, les ruego que me disculpen. 

   Como dice  el título, estoy en capilla; me siento como Tom Hanks en aquella escena memorable de "Salvad al soldado Ryan",  recuerdan? En la lancha de desembarco a punto de llegar a las playas de Normandía el día "d"; para qué describirlo, aquí tienen el testimonio visual: 



Ya, ya se que no me va la vida en ello, pero mi orgullo de corredora aficionada sí, lo confieso. Hace unos años, cuando llegaba a la meta tras veinte kilómetros de sudores, mis hijos me miraban con admiración y mi hija pequeña contaba en el colegio que a su madre le habían dado una medalla después de haber completado una carrera de "cientos y cientos" de kilómetros...Mañana, si mi vieja carcasa consigue arrastrarse hasta la meta contra vientos y mareas (es el caso de decirlo así) puede que hasta me tomen por una chiflada. No sólo yo me hago mayor, ellos también.

    Para intentar meterme más en mi papel, me compré hace un par de semanas un libro a propósito (que sería de mi si no encontrara un libro a propósito): "De qué hablo cuando hablo de correr" de Haruki Murakami, que he leido en estos días con avidez, y que me ha servido para poder decir con conocimiento de causa que este hombre es un escritor sobrevalorado a la par que un atleta con una afición a prueba de bomba. Y que me ha servido igualmente para darme cuenta que los orientales, salvo Akira Kurosawa y sus películas, nunca me conmueven con sus obras de arte. Del libro de Murakami, que es una especie de diario, me quedo con la siguiente afirmación: "la mayoría de lo que se de la escritura lo he aprendido corriendo por la calle cada mañana, de un modo natural, físico y práctico"...Se me pegará a mí algo de talento literario de tanto correr por las calles? Me pregunto. Y de paso, puestos a leer libros de corredores, les recomiendo "La soledad del corredor de fondo" de Alan Sillitoe, bastante más antigua, de 1959, pero bastante más cercana que las reflexiones de Murakami mientras se desfoga por las playas de Hawai.

    No me queda nada que añadir, me voy a estirar las piernas en esos veinte minutos de jogging preventivo que dicen los expertos que hay que hacer el día antes. Yo sigo todos los consejos de los expertos, porque los que no tenemos talento natural tenemos que hacerle caso a los profesores y a los manuales, y ensayar (o entrenar) mucho; y en mi caso esperar que, como bien dice Murakami, "mis músculos sean tan testarudos como yo". Y con las mismas, mando un saludo a mis amigos corredores (runners que dicen ahora en perfecto castellano) y que se mojarán como yo y encima tendrán que esperarme en la meta, que siempre soy la última en llegar. Gracias Elvira, Carlos y Carlos, David, Paule, Paco y Alberto; a Ester, Lourdes y Nieves las echaremos de menos; y que haya suerte, poca agua y menos agujetas. Va por vosotros!




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