domingo, 12 de mayo de 2013

Con flores a María

    Hace un par de semanas me sorprendió ver a mi hija pequeña estudiando en voz alta "la primavera ha venido, nadie sabe como ha sido"; sorpresa doble, tanto por el hecho de volver a oir unos versos de Machado recitados por una voz infantil, como por  comprobar con cierta satisfacción que aprender poesías de memoria sigue siendo una práctica escolar en los tiempos de la  tableta y el Twitter. Y sí, así es, la primavera ha venido sin saber cómo, sobre todo después del invierno que hemos soportado y nos ha traido imágenes como ésta:


   Un bosque de jacintos que cada año por la misma época florecen, y que cada año visito con mi familia...y que cada año tengo que preguntarle al entendido de mi marido que cómo se llaman esas flores azules que vamos a ver. Lo reconozco, soy totalmente inútil en materia floral: si éstas son jacintos para mí como si son narcisos o azaleas, porque no las distingo, no se de qué color es cada una ni cuando florecen o dejan de florecer. Les pareceré una marciana, pero me cuesta bastante menos recordar los números de teléfono que los nombres de las flores que van más allá de las rosas, los geranios  y los tulipanes. Quizás sea algún tipo de anomalía genética y debería mirarmelo, no se.

    El caso es que en la Europa nórdica y lluviosa que habito, la primavera se hace de rogar, pero cuando llega,  trae una explosión de flores y árboles de miles de colores que soy incapaz de asimilar, aunque sí de apreciar y disfrutar, gracias a que no soy alérgica y a que en esta época del año me paso la vida trotando por las calles para reducir cintura y colesterol y prepararme para la única carrera que corro al año y que está a punto de caer. Y puestos a correr, más vale hacerlo rodeado de flores que de antenas parabólicas, que también las hay.

    De pequeños nos contaban que mayo era el mes  de la Virgen (he olvidado por qué, lo reconozco) y de las flores, por razones climatológicas obvias. Las que fuimos a colegio de monjas, además, llevábamos flores a las vírgenes de las capillas colegiales, flores que nuestros padres costeaban religiosamente. Hay que ver qué habilidad la de las monjas para tener a la Virgen permanentemente floreada y subvencionada! Me pregunto qué no serían capaces de reparar económicamente si las dejaran los Obispos salir de sus conventos y ponerse a pedir, que siempre fueron muy convincentes! O eso decían mis padres cuando volvíamos a casa con listas interminables de cosas que comprar para el colegio: "pedís más que las monjas". Y cantábamos "con flores a María"...y de aquel fervor infantil y floreado hemos llegado a este descreimiento, o por lo menos yo, y encima sin distinguir las flores. Y sin remedio a estas alturas,  ni para recobrar la fe,  ni para asimilar cierta cultura floral.

    Y mañana parece que vuelve el invierno, nos anuncian,  y cuidado si no nos arranca de cuajo los jacintos de ese bosque, los tulipanes plantados en las rotondas de mi ciudad y las ganas de salir a la calle y disfrutar de todo ello. Si Vivaldi hubiera vivido por estas latitudes se habría ahorrado componer las cuatro estaciones, le hubieran sobrado tres...el chiste es fácil, lo reconozco, pero mañana es lunes, tengo que madrugar muchísimo y no me apetece devanarme más los sesos. Feliz semana para todos.

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