martes, 7 de mayo de 2013

La ropa o la vida

    No hay que gastar en ropa, porque la ropa no vale nada. Mis hermanas y yo cuando salimos de compras (pocas veces) nos recordamos unas a otras esta frase que una vez pronunció un tío mío al que no siempre le prestamos atención porque es un poco extravagante, aunque no da puntada sin hilo. Y es verdad, la ropa no vale nada, y vale tan poco, que se puede cobrar setecientas vidas humanas en Bangladesh y las tiendas a las que iban destinadas las prendas que fabricaban aquellas almas siguen llenas, y más en estos días en los que parece que, por fin, vamos a poder quitarnos el abrigo y guardarlo en el armario.

    Vean las imágenes en cualquier reportaje de la prensa, televisión  o  Internet: los escombros, los familiares de las mujeres (las víctimas lo eran en su gran mayoría) desaparecidas gritando sus nombres en el exterior, los obreros sacando restos humanos desde hace más de una semana, los ataudes de madera sencilla, todos iguales, que esperan a las víctimas que no dejan de aparecer...De verdad son ustedes capaces esa misma tarde de ir a Mango a comprarse unos trapitos? Ya se, ya se, no podemos hacernos responsables de todos los males que pueblan la tierra, y cuando me pongo así, me acuerdo de mi abuela que nos obligaba a tragarnos el potaje de vigilia con la excusa de que millones de chinos se estaban muriendo de hambre en ese preciso momento; quizás aprendimos en aquel entonces a no tirar los restos de la comida y a comernos el potaje o lo que nos pongan delante, y quizás podamos ahora reflexionar y decirle a nuestros hijos "fashion victims" (y a nosotros mismos) que no es posible que las camisetas se vendan a 5 Euros ni las chaquetas de último grito a 20, porque no es ese su verdadero precio, y sólo con ver los escombros del edificio de Dacca, ya sabemos el  porqué. Y buscando entre mis clásicos me encuentro la frase que va como anillo al dedo: "todo necio confunde valor y precio" (Antonio Machado, "Proverbios y cantares" LXVIII).

    Para mi descargo tengo que decir que a mí lo de la ropa me parece un rollo macabeo y que si por mí fuera, pediría en mi trabajo que me pusieran un uniforme, cual azafata de Iberia. Es lo único que le envidio a las monjas y frailes de clausura: no tiene que pensar cada mañana en lo que se van a poner. Ahora que soy mayor, me gano la vida honradamente y tengo derecho adquirido a tener opiniones fundadas y proclamarlas a los cuatro vientos gracias a este invento del Blog, voy a salir del armario: vestirse y pensar en ello es un rollo, la moda una farsa y una tomadura de pelo y la industria textil una tumba para quienes trabajan en ella en el Tercer Mundo, que es donde ahora se instala la industria textil para que podamos seguir comprando camisetas al peso. Claro que es mucho más democrático que exista Zara y que todos podamos llevar puesto el modelito de la pedida de Letizia, el problema es que Letizia, cuando ella quiere, se va a su costurero a que la vista de mantelería de Lagartera y nosotros, no sólo nos contentamos con el modelo copiado y de saldo,  sino que ya no concebimos que ese modelo se pueda vender por más que el precio ridículo que nos piden las grandes marcas del baratillo. No me vale que ahora la Merkel salga cual Juana de Arco pidiéndole cuentas a los de la industria y diciendo que ella siempre verifica de donde proceden las prendas que compra (Véase El Mundo del pasado lunes) entre otras cosas porque ella ha hecho realidad mi sueño de no tener que pensar en qué ponerse: lleva siempre lo mismo, pero claro ella es Angela Merkel y yo no!

   Tampoco se crean que yo soy una santa que se pasea vestida con algodón ecológico tejido en el Tibet y sandalias de cabritilla, nada de eso. Yo, como todo bicho viviente, lleno mi armario con trapos de Zara y congéneres porque ya he perdido la cuenta de lo que cuesta de verdad un traje de chaqueta desde que Don Amancio I decidiera que no tenían que costar tanto. Y como me gano la vida de cara al público, pues no me queda más remedio que tener un cierto guardarropa, que me aburre en  sobremanera cambiar, probar y actualizar, para qué negarlo. Por ésta y otras razones parecidas  me duele en el alma lo que ha ocurrido, porque me digo que hasta yo con mis compras mecánicas y apresuradas soy un poco culpable de lo que ha ocurrido. 

    Cuando nuestros adolescentes se embrutecen pasando tardes enteras en Mango, Zara, H&M y compañeros verdugos (que no mártires) no estaría mal que supieran de antemano que el pantalón que se llevan por 15 Euros lo ha cosido una señora en Bangladesh que gana 30 al mes...y eso con suerte  y si no se le cae el techo encima. Y sí,  mi tío tiene mucha razón, la ropa no vale nada, y por lo que vemos, la vida de los que la fabrican, bastante poco.


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