miércoles, 1 de mayo de 2013

Un año más, un año menos.

    Cuando se cumple un año más, cómo se ve el vaso? medio lleno o medio vacío? Esa es la terrible duda que me asalta desde ayer, que cumplí. Un año más de sabiduría y de experiencia, que diría mi amigo madrileño; y por otro lado, en ese préstamo hipotecario que nos hace la vida cuando nacemos, unas cuantas mensualidades menos que pagar. Lástima que en esta hipoteca, al contrario que en otras, no nos haga ninguna gracia llegar a la devolución final y cancelar la deuda. Los que me siguen desde hace tiempo (que ya tienen mérito) ya están al corriente de mi obsesión por detener el paso del tiempo.

     Si soy optimista, píenso que estoy en el Ecuador de mi vida, de esta bendita hipoteca que pagamos con gusto, y que aún hay tiempo para esas cosas que se me resisten y que quiero hacer, ver o visitar sin falta antes de que la Parca venga a buscarme o que mi cerebro se convierta en piedra pómez y ya no merezca la pena ni sacarme ni al balcón. A saber: poner mis pies en la Patagonia antes de que se fundan los glaciares, ir a visitar a mi amiga de Buenos Aires,  comprender cómo funciona un GPS e incluso comprarme uno, conseguir correr la media maratón en dos horas y media, ver a mis hijos con sus vidas más o menos resueltas, tocar al menos media sonata de Beethoven al piano o  leerme todos los Episodios Nacionales. Para otras cosas se que llego tarde, y algunas hace tiempo que las dejé por imposibles, como practicar yoga o ser una persona Zen (véase mi entrada de Diciembre del 2011 "esperando al hada madrina"). No quisiera ser demasiado exigente con la vida que, parafraseando a Violeta Parra, me ha dado tanto, pero sí me gustaría que se alargara lo suficiente para cumplir con ciertos sueños que me quedan en el morral.

   Desde ayer, no veo que me haya aumentado nada más aparte de la sabiduría, la experiencia, las canas, los dolores de espalda mañaneros, el tejido adiposo creciente o las arrugas; no he coleccionado más que las felicitaciones de los amigos, los buenos deseos de muchos de ellos, su solidaridad con los achaques de la edad y sus piropos sobre lo bien que me sientan los años : bendita hipocresía burguesa, la verdad. Desde ayer me temo que me va quedando menos tiempo para planear mi visita a los pingüinos patagónicos; y me da la sensación que hasta los días son más cortos, aunque la falsa primavera que estamos pasando nos diga que, en realidad son más largos. Comprenden ahora por qué Woody Allen es uno de mis ídolos? Compratimos obsesiones! Por cierto me viene ahora a la memoria uno de sus diálogos en "Muerte misteriosa en Manhattan", cuando Diane Keaton se mete a desentrañar un crimen cometido en casa de los vecinos,  y él, su marido le dice: "por qué tantas emociones fuertes? deja algo para tu menopausia"...




    Bien pues yo, para mi menopausia tengo ya miles de planes, las horas y los días completos; como para cada día de la próxima semana y puede que hasta para el próximo mes. Sólo me queda esperar a que llegue, porque para  la jubilación me parece que faltan varios lustros tal y como se están poniendo las cosas. Les consiento que a ésta neura la llamen ustedes miedo a morirse, sí, porque algo de eso debe de haber. Cuando a una le gusta la vida, siente que es fantástica y disfruta de la gente, los lugares y las cosas que pasan, la verdad es que morirse es una soberana faena. Y los cumpleaños están ahí para recordárnoslo.

    Y para terminar este primero de mayo, fiesta del trabajo que en España hoy no han podido celebrar 6.200.000 personas, una canción de futuro, que me valdría como máxima para la vida si yo fuera una persona Zen, que no lo soy...

  

 

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