domingo, 28 de abril de 2013

Ave, Giorgio

    En mis muchas vueltas por Europa antes de aposentar mis reales, viví tres años en Italia. Años de juventud, divino tesoro, que me sirvieron para hacer una tesis doctoral (tan bonita como altamente inútil) y a la vez conocer un nuevo y fascinante país, con el que no tardé mucho tiempo en identificarme porque además de gustarme la pasta y la pizza con locura me sentía en la casa de Rómulo y Remo, o en la de Cicerón, o en la de Leonardo da Vinci, casi tan a gusto como en la mía propia.

     Fueron aquellos, años agitados (y cuando no) de la historia italiana: los años de la lucha antimafia sin cuartel, cuando los jueces saltaban por los aires a golpe de cargas de dinamita que la misma Mafia y sus primas hermanas les enviaban; los años que vieron nacer  la operación "Manos Limpias" que esos mismos jueces sacaban adelante como podían, y los años en los que todos asistimos atónitos a los primeros pasos de Berlusconi en política. En aquellos tres años aprendí italiano, viaje mucho por la península de la bota y aprendí a conocer a los italianos, gente que jamás te deja indiferente. Y  me eché una buena colección de amigos lugareños que aún conservo,  gracias a los  cuales estoy al tanto de todo lo que ocurre allende los Alpes. Allí cada día pasa una cosa nueva y se celebran elecciones tantas como reuniones de vecinos, y del resultado de las últimas ya están todos ustedes al corriente, les ahorro el resumen.

    Esta semana, un anciano de 87 años que se veía ya en su casa haciendo crucigramas, ha tenido que remangarse de nuevo y aceptar ser presidente de la República a petición de una clase política que ha perdido el norte y quizás también los otros tres puntos cardinales. Un hombre que, en su discurso de aceptación de un puesto que no perseguía y al que ha llegado casi por aclamación, ha asegurado que asumirá la tarea hasta donde sus ya gastadas fuerzas se lo permitan, lo cual, vista su edad y lo que le costó subir los cuatro peldaños del estrado, puede que le cueste la vida. Este hombre, respetado y respetable, ha aprovechado la ocasión para echarle una buena regañina a aquellos que han provocado que él se encuentre donde está. Una bronca que se puede permitir por la autoridad que le dan sus 87 años, sesenta de los cuales los ha pasado ocupando un escaño parlamentario. Una frase para el recuerdo? ésta: "la democracia se hace en el parlamento y no a grito pelado por las calles o a golpe de redes sociales e Internet". La salva de aplausos fue atronadora, y aplaudir a quién te acaba de echar un rapapolvo es una forma de reconocer los errores cometidos. Esperemos que se lo aplique el vocinglero Beppe Grillo, ese que da los mitines subido en los capós de los coches, que por puro egocentrismo no quiso pactar con la izquierda y ahora lo quiera o no, es culpable de la vuelta de los Berlusconianos a un gobierno que no debería contar con gente como ellos en sus huestes...

    Yo me alegro que el país que ha hecho protagonistas de la vida política a personajes como Cicciolina, Berlusconi, o el mismísimo Beppe Grillo sea capaz de producir hombres de estado de una madera que ya no se encuentra. Si ésto nos pasara mañana a nosotros, a quién recurriríamos? Muertos José Luis Sampedro y Peces Barba, asesinado hace años Tomás y Valiente y desaparecidos de la vida publica muchos prohombres de la patria (y ahí tienen a Roca, que se ha quedado para defender a la Infanta de la trena...) quién nos queda en España capaz de echarse el estado a la espalda si fuéramos lo que deberìamos ser, esto es, una república? Ahí les dejo la pregunta.

    No voy a terminar gritando "forza Italia" porque Berlusconi convirtió estas dos palabras en su primer partido político y dejó la expresión en la orilla de las malditas por mucho tiempo. Pero cuánto me gustaría mandarle un aplauso a Giorgio Napolitano, acompañado por toda mi admiración. Hay quienes en tiempos agitados dejan el gobierno en manos de un hombre con uniforme y sable, en Italia se lo han dejado a un hombre armado de amor por su país y de sentido de la responsabilidad histórica, que no es poco. Ave, Giorgio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario