jueves, 18 de abril de 2013

Quién dijo miedo?

    Esta Semana Santa del diluvio universal, vi con mis hijos y sobrinos la película animada  de turno en el cine, una de esas que los estudios norteamericanos hacen con guiones para niños de parvulario y bromas y chascarrillos que sólo entienden los padres. "The Croods", que así se llamaba, nos mostraba las peripecias de una familia prehistórica capitaneada por un padre bruto y bonachón cuya única obsesión cotidiana era encontrar comida de día y resguardar a toda su familia en una caverna cuando llegaba la noche. Dentro de la mediocridad y de las muchas inexactitudes históricas de la película, sí había algo muy bien logrado: mostrar la sensación de miedo, y cómo el ser humano vive con ello desde que el Australopiteco decidió dejar de caminar a cuatro patas y convertirse en Homo Erectus; cómo el miedo ha gobernado las vidas humanas desde tiempos inmemoriales y cómo se nos olvida de vez en cuando, cuando pensamos que lo hemos dominado todo: el viento, el mar, las mareas, las lluvias, los animales y tantas otras cosas que sin embargo, siguen siendo una amenaza.

    Quién no le tiene miedo a nada? Yo no, y si quieren les hago una lista resumida de mis muchos temores. Para empezar a los bichos de plumas (creo que ya les dije una vez que "los pájaros" es la única película de Hitchcock que sólo he visto una vez); para continuar, me da miedo todo lo que se desliza y más si es cuesta abajo. Nunca conseguiré esquiar porque el miedo al resbalón ya me incapacitó desde pequeñita hasta a subirme en unos patines. Si quieren saber de mis miedos más trascendentales, tampoco tengo inconveniente en contárselos. Temo a la muerte y sobre todo, a que ésta venga acompañada de dolores físicos, jerinquillas y hospitales, que son lugares a los que procuro ir poco porque también están en mi lista de los horrores. Me da miedo que la gente reniegue de la democracia, pase de votar y desprecie la política, porque el paso siguiente será abrirle la puerta a un loco para que nos gobierne a su antojo. Me da miedo que si seguimos sin bajarnos de los coches y comiendo carne a todas horas, mis hijos vivan el día de mañana en un erial sin agua ni árboles y tapizado con bolsas de plástico.

    Se supone que para remediar todos esos miedos, sobre todo los trascendentes, yo me aplico en ser una ciudadana ejemplar, aunque no siempre lo consiga. Se supone también que no debo dejarme paralizar por mis miedos porque sino, no viviría. Se supone que gracias al miedo el ser humano ha progresado, descubierto vacunas, esterilizado los alimentos, erradicado plagas, superado dos guerras mundiales y condenado los genocidios, entre otras bagatelas. Si no fuera por el miedo, Jean Marie Le Pen hubiera sido presidente de Francia en 2002, aunque también es verdad que el miedo levantó el muro de Berlín y provocó en 1994 la matanza de más de un millón de Tutsis a manos de sus vecinos, los Hutus, en Ruanda. El miedo saca a muchos jóvenes del infierno de las drogas pero también arroja a muchos mujeres en los brazos de chulos y proxenetas...Se ve que al miedo también hay que encontrarle su justa dosis.

    Conozco a muchas personas cuyos miedos les impiden llevar una vida normal: no cogen aviones, no circulan por autopistas por si se les cruza un conductor kamikaze, no viajan en metro si no es provistos de guantes y mascarilla, o no comen nada que no hayan cocinado ellos mismos. Gente paralizada y paralizante, que busca constantemente ese riesgo cero que, por nuestra propia condición de humanos mortales, es imposible de alcanzar. Y también he conocido capítulos de la historia reciente donde una dosis razonable de miedos y temores nos hubiera venido muy bien. Los Estados Unidos se creyeron  inexpugnables y bastaron unos locos con licencia de vuelo para reventar sus tripas; y como consecuencia, y para calmar los miedos de la población, meternos en todo tipo de guerras donde se pueda combatir a los hijos de Alá. En España hasta no hace tanto, nos creíamos todos ricos por casa (y con qué casas!) sin miedo al interés, ni a la deuda ni a la ruina; sin saber conjugar el verbo ahorrar ni siquiera en presente y sin pensar que la palabra "mañana" no era sinónimo de mejora, y así andamos ahora. En Alemania no le tienen miedo a nada desde que alguien les convenció que no tener deudas era como estar vacunados contra el tétanos...ya llegarán tiempos en los que se convenzan de lo contrario, ya.

    Siguiendo con los ejemplos prácticos, esta semana tengo un hijo dando tumbos por los Highlands escoceses, a donde ha ido de viaje montándose en todos esos medios de locomoción de siniestralidad conocida. El miedo me dice que tengo que preocuparme y desear que esté cuanto antes de vuelta, y el sentido común me dice que no tengo derecho a que mis temores paralicen su vida. "El miedo es libre" que dijo no se qué torero, y digo yo que los toreros, de miedo deben saber un rato largo. Y para retar al miedo y no dejarle que se apodere de mi vida sigo correteando todas las mañanas y entrenándome para mis maratones de primavera en los que espero que no haya un desalmado que se dedique a poner tracas explosivas en la meta, porque no puede ser, no podemos vivir todos de nuevo encerrados en nuestras cavernas como la familia Neanderthal de la película, que llevamos veintiun siglos intentando salir de ella!

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