viernes, 26 de abril de 2013

En dos palabras

    Poder adquisitivo: estas dos palabras golpean mis pensamientos una y otra vez desde hace meses. Comenzaron machacándonos con ellas políticos, tertulianos, periodistas y demás gentes agoreras y de mal vivir. Seguimos todos los demás, que preferimos decir que ha menguado nuestro poder adquisitivo en vez de declarar lo que ocurre realmente, que no llegamos a fin de mes (algunos ni al día 15) o que no nos da ni para un pirulí. Los sindicatos convocan manifestaciones con este lema, ahora que ya se ve que lo de la lucha de clases, con esta mezcla de nuevos ricos y pobres de nuevo no significa nada; y las señoras que entrevistan en los mercados en vez de quejarse de que todo está carísimo, declaran solemnemente que con semejante poder adquisitivo mermado no hay quien llene la cesta de la compra. Este debate me recuerda a aquellas discusiones terminológicas con nuestras madres, a determinadas edades de nuestras vidas, sobre si era mejor decir "voy al baño" o "voy a hacer pis".

    Cuando ya los bancos nos dan igual, tenemos claro que ésto no va a haber quién lo arregle durante varios años, hacemos oídos sordos de lo que nos dicen los políticos y estamos dispuestos a marcharnos allende los Pirineos a buscarnos la vida que nos niegan en nuestras tierras, parece que el poder adquisitivo es la única pelea que estamos dispuestos a dar. Como si perder el derecho a comprar fuera más importante que perder cierta dignidad que se nos está escapando.O perder la esperanza. O todo a la vez.

    Poder adquisitivo es lo que ya no tienen buena parte de esos 6.202.700 parados con los que se ha desayunado ayer España entera, de los cuales más de 300.000 se han sumado a la lista en el últmo año. Y como la sociedad en la que vivimos es la de comprar, vender, comprar de nuevo y reemplazar por otra cosa mejor, más cara o con pantalla táctil, si no tienes poder adquisitivo es como si no tuvieras alma. Como nuestras relaciones humanas se basan en buena parte en la capacidad de comunicarnos a través de unos cacharros que hemos comprado para remplazar otros cacharros más antiguos que también servían para comunicarnos, pues el que no tiene poder adquisitivo se queda en su casa viendo "Sálvame", que en palabras de un amigo mío que lo sigue, es el programa más peligroso que jamás haya creado la televisión porque crea adicción.

    El poder adquisitivo menguante ha hecho que para que la barra de pan siga costando un euro, haya perdido diez centímetros y dentro de nada la posibilidad de ser llamada "barra"; que las gasolineras llenen los depósitos de todo tipo de sustancias ilícitas para poder mantener los precios y que la gente no eche tres litros de cada vez que pasan; que la caña con pincho a un euro cincuenta sea precio normalizado y casi por decreto en todos los bares, de tal manera que el que la sirve a dos euros ya no se come un rosco y tiene la parroquia vacía. El poder adquisitivo está marcando nuestras vidas de tal manera que dentro de nada será un dato más de nuestro DNI o establecerá baremos para tener derecho a votar, por poner dos atrocidades entre las muchas que se me ocurren. E insisto, nos acordaremos de las demás cosas que estamos perdiendo a la par del poder adquisitivo? : la capacidad de reirnos, el buen humor, los mejores años de nuestros hijos, la esperanza de muchos jóvenes que comienzan sus vidas de adultos, la tranquilidad de nuestros abuelos, el derecho a una educación gratuita para todos, la sanidad, el derecho a decidir quién debe gobernarnos...

   Ya lo dije en el título, en dos palabras: poder adquisitivo, o como hubiera dicho Jesulín de quienes nos imponen esta angustia: im-presentables.

   

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