domingo, 30 de noviembre de 2014

Una tarta de chocolate

    El fin de semana se anunciaba sin pena ni gloria: ir al mercado, vigilar los deberes, ser el taxista titular de mis hijos, ir al centro a hacer unas compras de urgencia, contemplar cómo mi santo varón corrige exámenes por kilos, para no darle la razón a todos esos que dicen (con Esperanza Aguirre al frente) que los profesores no trabajan tanto como los demás...Nada excitante ya ven ustedes. Y esos eran mis pensamientos mientras el  viernes comía en el trabajo con unas gentes marcianas, que curiosamente vienen del mismo planeta que yo y que me contaban sus planes de fin de semana: ópera, conciertos, la última de Woody Allen,  visitar exposiciones en París, brunch en casa varias; lo que les decía: unos marcianos que encuentran tiempo para unas actividades a las que yo, si quisiera acudir, le tendría que comprar una de sus siete vidas a un gato.

    El frío se nos ha echado encima, acompañado de esa capa de niebla espesa que impide ver el sol y hace que parezca que los días son eternas noches, o larguísimos atardeceres, que no sé qué es peor. Y por si fuéramos pocos, en estas latitudes nórdicas, ya llegaron las luces navideñas, con todo su cortejo de mercadillos donde comprar cosas inútiles que irán a parar a unos desvanes que luego nuestros hijos tendrán que vaciar; y donde te dan a beber unos vinos calientes con canela que son un invento alemán para odiar el vino en vez de apreciarlo. Todo muy prometedor.

   Sábado por la tarde, a las cinco es noche cerrada, y como gran idea se me ocurre hacer una tarta de chocolate, a mí! que ni soy golosa ni entre mis escasas dotes culinarias se encuentra la de la repostería. Me aplico a leer la receta con las gafas en la punta de la nariz, porque yo soy incapaz de improvisar en la cocina, y menos con los dulces, donde todo hay que pesarlo y medirlo.  Hay que batir  cuatro huevos con 150 gramos de azúcar; es en ese momento cuando me acuerdo que una de las entradas más exitosas de este blog se llamaba "Y yo sin Thermomix" (22 de septiembre de 2013) y es en ese momento, cuando a la vez intento fundir en el microondas 200 gramos de mantequilla y 200 gramos de chocolate negro, se produce una erupción volcánica (dentro del microondas) y mi hija acude en mi socorro, porque además, a ella sí que se le da bien la repostería. Todavía nos queda añadir 80 gramos de harina, una cantidad un tanto caprichosa si contemplamos las anteriores cantidades que son todas múltiplos de cinco (me digo a mí misma) mientras repaso con la criatura la descomposición factorial y el hallazgo del mínimo común múltiplo gracias  los gramos de azúcar, harina, etc. Finalmente me doy cuenta que 80 también es múltiplo de 5, está claro que Dios no me llamó por los caminos de las matemáticas y menos aún por los de la pastelería, pero como soy tozuda como la mula Francis, sigo adelante.  Añadimos una pizca de levadura, afortunadamente sin gramos que calcular, embadurnamos de mantequilla un molde de tarta y allí que va toda la mezcla después de haberme quemado y bien al sacar el chocolate explosivo del microondas. Al horno durante 25 minutos, 180° de temperatura, qué gusto cuando las instrucciones son claras!. 

    No tenía ninguna fe en mis posibilidades pero la tarta salió, y hoy nos la hemos comido en inmejorable y amable compañía, y recalco lo de amable porque estaba un poco seca y nadie ha dicho nada. No sé si se han fijado ustedes, pero a lo tonto, les he dado la receta de una tarta de chocolate que es fácil como ella sola porque la he hecho yo y me ha salido; y me diràn que vaya entrada idiota la de hoy, y que a quién le importa si yo he hecho o dejado de hacer una tarta. Resulta que a mí mi madre nunca me hizo una tarta y no por ello la quiero menos, y yo le he hecho hoy una tarta de chocolate a mi hijo, porque era su cumpleaños, quién sabe si buscando comprar su cariño y hasta un poco  su admiración, ahora que le está cambiando la voz y empiezo a resultarle una tía pesada; resulta que el invierno se me vino encima y una tarta de chocolate, le ha dado un poco de luz a esta oscuridad miserable en la que vamos a vivir hasta finales de enero, y además, después de pasarme la semana metiéndome con la Pantoja y los de Podemos, resulta que una tarta de chocolate, como hilo conductor de mis pensamientos deshilachados, no esta mal del todo. Para la canción protesta habrá tiempo, descuiden.

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