viernes, 11 de septiembre de 2015

La mitad bondadosa de la humanidad

    Un vídeo aterrador que me llegó hace unos días:



    Y como dice el video al final, para aquellos a quienes la lengua de la Pérfida Albión se les resiste: que no esté pasando aquí no significa que no esté pasando...

    En la ciudad donde vivo (apenas un millón de habitantes) hay un campamento de refugiados no muy alejado del centro desde hace un par de semanas,  las últimas cifras hablan de unas setecientas personas que pasan allí los días y las noches, esperando tramitar la solicitud de asilo en la oficina de extranjería cercana al parque. Del clima de estas tierras ya les he contado mil veces, a día de hoy en mi casa ya encendemos un ratito la calefacción por las noches. Los refugiados duermen en tiendas de campaña y pasan el rato como pueden, haciendo turnos en las infinitas colas de la ventanilla pública. Como la situación corre el riesgo de eternizarse, la ciudadanía, infinitamente mejor que sus gobernantes como suele suceder, lleva todo lo que es necesario para el mantenimiento cotidiano de esta gente que, algunos olvidan que no están haciendo un Interrail sino que han escapado de una guerra cruel, han dejado atrás lo poco que quedaba en pie de sus casas, se han dejado extorsionar por una panda de traficantes sin escrúpulos y han llegado a unas tierras prometidas donde llueve, hace frío y la mitad de la población les mira con recelo pensando que vienen a robarles. 

    Pero afortunadamente queda la otra mitad, la de la gente que lleva mantas, sacos de dormir, tiendas de campaña, zapatos con suela de goma y jerseys de lana, impermeables y botas de agua, biberones y cajas de paracetamol. Y no sólo, en la mitad buena, hay amables viejecitas que hornean cada mañana bizcochos y galletas para el desayuno, parados que matan el rato clasificando ropa de segunda mano y todo tipo de enseres que pueden ser de utilidad; estudiantes que aún no han comenzado el curso que sirven de intérpretes, recargan baterías de móviles o  montan pantallas con vídeos de dibujos animados para los pequeños. Hay carniceros que llevan allí buena parte de su mercancía antes de abrir su propio negocio, carpinteros que han puesto en marcha una cocina de campaña e incluso familias enteras de padres e hijos que pasan allí sábados y domingos echando una mano donde se puede; acaban de montar una pequeña escuela e incluso abogados de oficio acuden cada día a ayudar con los trámites legales. Muchos pertenecen a alguna ONG, la gran mayoría, pertenece simplemente a la categoría, no tan escasa de las gentes de bien. 

    En España, con 42 millones de habitantes, el gobierno a regañadientes ha aceptado 14.000 refugiados; en este país que habito, para una población de diez millones de personas, acogerán 31.000...Hasta yo que me suspendían en matemáticas, hago una regla de tres y no me sale. Sólo quisiera pensar, que si España estuviera más cerca de todas las rutas de paso de esta pobre gente, habría un buen montón de personas ayudando, repartiendo mantas y comida, y construyendo para ellos hasta un bar de tapas. Quiero pensar que sí, porque también en mi país la ciudadanía es infinitamente mejor que sus gobernantes, y no hay razón aparente para que esa otra mitad de la humanidad, la de las gentes de buen corazón, no habite entre nosotros, o mejor entre ustedes, los que habitan en la Penínisula. Rajoy no sabe muy bien qué hacer con esta gente cuando llegue, aparte de pelearse para que en el reparto le adjudiquen los menos posibles; pero vamos, tampoco sabe muy bien si ir o no ir este fin de semana a la boda de su compañero de partido y ex alcalde de Vitoria para no enfadar a sus votantes que aún sueñan con anular el matrimonio homosexual...Con gobernantes que viven sumidos en ese mar de dudas, casi mejor dejemos que los problemas los resuelvan los ciudadanos!

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