sábado, 16 de julio de 2016

Un océano por medio

    Ya està. La máquina del tiempo cumplió su cometido y me transportó allende los mares, a un lugar donde he emergido esta madrugada cuando aún no había aclarado el día (jet-lag obliga) con las terribles noticias de todo lo que dejé al otro lado del océano, que es el que me toca cada día. Me parece mentira a la hora en la que escribo estas líneas, tomarme mi café americano con los irresistibles muffins de aràndanos de mi amiga Raquel, en la paz de un balcón que se asoma a un bosque de Virginia y a donde en pocos minutos acudirà un tropel de ardillas a comerse las migas de mi desayuno, y al mismo tiempo leer que en la supuesta civilizada orilla de ese océano que nos separa ayer fue un día para olvidar, lleno de horror, de muerte y de gritos de guerra.

    No sé qué me espanta màs, si los 84 muertos y triple de heridos de Niza, o los 260 que ha dejado el golpe en Estambul. No sé si es màs fàcil condenar por enésima vez el fanatismo pueril y asesino del conductor del camión o reflexionar sobre nuestra condena como europeos a un golpe de estado que, si bien no es defendible en la forma, merece una vuelta de tuerca en nuestros pensamientos porque nos obliga a ponernos del lado de un régimen que camina a pasos agigantados hacia la intolerancia de los que acusamos. Lo dicho, o como decía el del chiste, qué prefieren ustedes, susto o muerte?

   Yo, por el momento prefiero estar donde estoy, alejada física y mentalmente de ese viejo mundo que es el mío, de esa Europa arteriesclerótica, paralizada e incapaz, llena de políticos incapaces, indecisos y cacofónicos. Por puro egoísmo mental he decidido pasar una parte de mis vacaciones en el Nuevo Mundo, que también tiene sus cosas (sus rifles en los supermercados, por ejemplo) pero que en este momento se me presenta como un remanso de paz  al lado de nuestra pelea de gallos. Reconozco que aquí también guardan conejos peligrosos en la chistera, como Donald Trump; aunque con las mismas, tengo la esperanza de asistir en las próximas semanas al paso adelante firme y decidido de una mujer camino del despacho Oval.

    Les iré contando. Ya saben, cuando tengo que escribir con este teclado tàctil surgen erratas, pàrrafos partidos por la mitad y cosasa extrañas que me ocurren cuando escribo sobre una tableta; les ruego que me disculpen por todo ello. Y les ruego que entre todos digamos que basta ya, pero no a los que matan en nombre del dios que sea, porque esos ni nos escuchan ni les interesamos; sino a los que ciegamente siguen gobernando sin darse cuenta que la miseria exagerada de media humanidad es la que puede llevar a la muerte a la otra media. El mal del siglo XXI es la desigualdad extrema, busquemos políticos que sepan curarlo. 

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