miércoles, 23 de abril de 2014

Los libros de mi padre

    Desde que tengo uso de este blog, la única fecha comercial que respeto es el día del libro, bien lo saben ustedes. En mis años mozos ésta era también una fecha señalada, y además festiva, pues desde que se pergeñaron las autonomías, la mía castellanoleonesa, decidió celebrar su fiesta conmemorando la derrota de los Comuneros frente a Carlos V: 23 de abril de 1521; hay que ser castellano para celebrar una derrota con derecho a patíbulo para los heroes (que luego no lo eran tanto) de la resistencia anti Habsburgo. 

    Así que yo, el 23 de abril siempre me preparaba para ir con mi padre a la feria del libro que ponían en la plaza mayor de mi ciudad, que de paso les cuento que es la más bonita de España, y ahí no me puede el orgullo patrio sino la verdad estética. Yo le sacaba a mi padre las entretelas porque él en libros no escatimaba y además, pocos días  después era mi cumpleaños así que el negocio era redondo. Ahora, si uno quiere quedar bien con los hijos más vale llevarlos al Media Markt...

    Hace unas semanas, me contaba un colega del trabajo cuyo padre había fallecido recientemente, que él estaba leyendo todos esos libros que su padre le recomendó y que él no hizo caso, que era una manera de rendirle un pequeño homenaje. Había empezado por "Crimen y castigo", que ya es mérito! Mi colega me dio sin quererlo la idea para mi entrada de hoy, donde quisiera rendirle homenaje a las lecturas de mi padre, muchas de las cuales he compartido. Vayamos a ello. 

    Mi padre era un gran lector, y para él la madre de todos los libros era "El Quijote", seguido de "Guerra y Paz", que aseguraba haber leído en la mili. Estos los he leído, pero siempre me rsistí a su tercera recomendación: "La montaña mágica" de Thomas Mann, que caerá algún día como homenaje, como el Dostoievsky que se está merendando mi colega. Su fascinación por la nación israelí enciontraba sus orígenes en "Oh Jerusalen" de Dominique Lapierre, y su confirmación en los cuentos de Bashevis Singer, que compartimos y comentamos todo un verano. Sus autores favoritos eran siempre viejetes y anglófonos;  curioso, viniendo de alguien que no hablaba ni entendía una sola palabra de inglés: Pearl S. Buck, Chesterton, Morris West y Hemingway. Leí "Por quien doblan las campanas" porque él me lo aconsejó, pero discutí mil veces con él porque "El viejo y el mar" me parecía una castaña. Aún me lo parece, así que ese también tendrá que caer en la lista de las lecturas homenaje. 

    Guardo como oro en paño la edición de "Los gozos y las sombras"  de tres tomos en una cajita de cartón que recibí como regalo el 23 de abril de 1982 y los "Cien años de soledad" del mismo día del año siguiente. Ahí comenzó mi fascinación por Gabo, que nunca conseguí trnasmitirle; él prefería a Vargas Llosa y me dejó leer con menos años de los requeridos "Pantaleon y las visitadoras", que aunque iba de prostitutas, en el fondo era bastante más  inocente que "La ciudad y los perros" que recibí como regalo el mismo año: 1979. No compartía mi fascinación por la literatura hispanoamericana y sí coincidíamos en nuestros gustos castellanos: Delibes era el más grande, aunque cayó varios puntos en su estima el día que se lo cruzó en un restaurante de Tordesillas, le pidió un autógrafo y se lo negó. 

    Conseguí recomendarle y que se leyera "El nombre de la rosa", que era uno de esos libros necesarios para no quedarse fuera de las conversaciones, y como no le gustaba mucho la cosa medieval, nunca me regaló "El señor de los anillos" y la que se ha quedado fuera de muchas conversaciones por eso he sido yo! Nunca le apasionaron los libros de política ni las biografías, algo que, normalmente gusta mucho a los padres. Se leyó "El Padrino" antes de que se convirtiera en una película de Oscar y sostenía que Vázquez Montalbán era un soplagaitas: ahí discrepábamos. Me regaló una edición del María Moliner cuando cambié de trabajo, porque sospechaba que me haría falta, y tenía razón. Su última lectura fue "El agente secreto" de Conrad, que me he quedado yo, con su fecha de lectura y sus subrayados. Y cuando tenga tiempo, quizás me jubile y pueda dejar de oir el maldito despertador, me meteré con los "Episodios Nacionales", que él se leyó mientras estudiaba unas oposiciones que, claro, está, con tanta lectura, no aprobó.

    Feliz día del libro. Cómprense uno, firmenlo con la fecha del día, y quizás sus herederos lo recuperen en el futuro, no hay que perder la esperanza.

1 comentario:

  1. Querida Concha:
    Te sugiero que cambies la expresión "la nación israelí"; el adjetivo alude al estado de Israel. Te sugiero "nación judía" o "pueblo judío". Por otra parte, el adjetivo "israelita" tiene una connotación más estrictamente bíblica o religiosa.
    Abrazo.

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