viernes, 26 de diciembre de 2014

De léxico y traiciones

    Aprovecho los días de invierno en mi casa del pueblo para releer un libro viejuno, que rescaté de la biblioteca de mi difunta tía: "Castilla, lo castellano y los castellanos" que con semejante título sólo puede ser escrito por Miguel Delibes. En sus páginas encuentro muchas de las referencias a los campos de Castilla que el maestro describió como nadie, muchos de los refranes, los dichos y las verdades que la generación de mi padre, y aquellos que me enseñaron buena parte de lo que se, utilizaban en sus conversaciones cotidianas y que hoy se han perdido para siempre. Porque hasta hace veinte años, los castellanos éramos todos unos aldeanos, que distinguíamos todo tipo de árboles y razas ganaderas y sabíamos solo por el vuelo de las aves qué tiempo íbamos a tener al día siguiente. Releo las páginas de Delibes con el placer de la buena literatura, pero sobre todo con el de las palabras perdidas: grajo, alcaucil, vereda, trocha, rastrojo, acedera, voladizo, barrunto, galguería, maitines, vihuela, trillo, zampoña, zahorí, mandil, manteleta, berlana, ditirambo...no sigo, que me emociono. 

    Después de las palabras perdidas, salgo a la calle y me encuentro con unas palabras que no sé si son castellanas o de Tele5, y a las que supongo que acabaré acostumbrándome por aquello de que los idiomas están vivos y los hacemos los hablantes. Hago un esfuerzo, pero me cuesta todavía que en la tienda de embutidos me pregunten si habrá alguien que "recepcione" un jamón que he mandado de regalo. O que la operadora de Gas Natural me diga que no me puede "agendar" todavía la visita para la revisión de mi caldera. O que los de la inmobiliaria que vende el piso superior al mio y que me han puesto un cartel que me molesta, vean qué pueden hacer para encontrar "otra tipología de cartel". O que otra inmobiliaria anuncie una promoción de "chalets monofamiliares"...Si ésta  es la lengua viva que mantenemos y renovamos entre todos, casi que preferiría quedarme con la muerta! 

   Y para acabar la miserias de hoy, en lo que invento alguna estrategia para cargarme las palomas que utilizan el maldito cartel de la inmobiliaria como nido, y me están poniendo el balcón como un estercolero, voy en busca de un nuevo proveedor de churros y chocolate, pues mi cafetería habitual cambió de dueños y los nuevos no hay quien se los coma...me ha parecido una traición mayor que la de Urdangarín a la Casa Real.

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