jueves, 11 de diciembre de 2014

El hambre no está invitada

    El 12 de diciembre del 2011 escribí una entrada llamada "Más cornadas da el hambre", que cuando miro mis estadísticas blogueras siempre está encaramada entre las diez más visitadas. No sé si sentirme orgullosa o apenarme por ello, porque si la gente la sigue leyendo,  quizás sea porque el hambre es de rabiosa actualidad. De muestra les dejo este vídeo sobrecogedor, es el de la campaña contra la pobreza infantil del año pasado, pero por desgracia, vale también para este año:


    Dice nuestro presidente, Don Tancredo Rajoy, allá por Veracruz (porque verdaderamente hay que irse hasta Méjico para decir cosas así) que en Europa nos admiran por nuestra recuperación económica y por nuestra capacidad de crecimiento después de la crisis. No sé si sabe Don Tancredo, que de esa crisis feroz y salvaje como pocas, aparte de los cinco millones de parados, que ya sabemos que no le importan a nadie en el gobierno, han quedado 2.300.000 niños viviendo bajo el umbral de la pobreza, muchos de ellos presentando severos cuadros de malnutrición. En un país lleno de estrellas Michelín, de bares de tapas, de programas de cocina en las televisiones y turistas que viene a ponerse morados de paella, no sé cómo soportamos la sola idea de que nuestros chiquillos estén mal alimentados, no porque les guste la comida basura, sino porque muchos de ellos no llegan ni a catar la comida, punto.
 
 No sé como podemos creernos que vivimos en un país decente cuando sólo entregamos el 0'5 del PIB como ayuda a las familias; en la Unión Europea, sólo Rumanía, Bulgaria y Grecia se ocupan menos de las familias y de la crianza de los hijos que nosotros. Los hijos, les recuerdo, son esos ciudadanos de pleno derecho que algún día con su trabajo deberían de pagar nuestras pensiones y mantener nuestras sociedades en pie; algo que harán malamente si crecen desnutridos, enfermizos, raquíticos y sin ir al colegio. Como estamos gobernados por grandes incultos, nadie se acuerda que los Bárbaros fueron empujados hasta las puertas de Roma por el hambre, que ese mismo hambre llenó Estados Unidos de irlandeses famélicos, que el hambre se cargó al Zar de Rusia y provocó toda una revolución en un país que ya estaba pringado con una guerra mundial, que el hambre ha convertido amantes de los animales en toreros, honrados padres de familia en delincuentes, derrocado tiranos, provocado ríos de sangre y revueltas atroces en varias partes del mundo...Como si nada. 
 
    No hace tantos días, decía el Papa Francisco (ese hombre que si sigue así quizás hasta consiga que yo vuelva a entrar las iglesias para algo más que para ver sus cuadros) ante el Parlamento Europeo reunido en Estrasburgo que los europeos hablábamos de la pobreza sin saber verdaderamente en qué consistía, puesto que ser pobre, como se es en otros continentes, es nacer pobre, vivir pobre, y morir pobre habiendo engendrado unos hijos que, a su vez, seguirán siendo pobres. Al Papa yo le diría que sus palabras son ciertas gracias a que en Europa hemos creado tras las dos grandes guerras un modelo social en el que aún naciendo pobre se podía aspirar a un mundo mejor para nuestros hijos; ahora bien, viendo la saña con la que muchos se están empleando en destrozar nuestra educación, nuestra seguridad social y tantas otras cosas buenas que hicimos juntos, creo que en unos años serán los asiáticos lo que hablarán de nosotros como esos pobrecillos a los que hay que alimentar. 
 
    Me pongo pesadita con estas cosas porque se acerca la Navidad, tiempo de opulencia culinaria, de Alka Seltzer a todas horas y de cenas y comidas interminables, de muchos cubos de basura llenos de comida que sobra en los platos y de muchos supermercados repletos de viandas a las que una parte de la población no va a echarle la zarpa nunca. Yo no soy ninguna santa, peco de gula como la que más, no me gusta el turrón pero sí los langostinos, por catetos que sean, pero antes de sentarme a la mesa navideña ya he dejado mi granito de arena en el lugar donde pueda ser útil, y así se lo he explicado a mis hijos y a todos los que me quieran escuchar. Si no se les ocurre nada, aquí tiene unas cuantas ideas: www.plan-international.org; www.accioncontraelhambre.org;  www.educo.org. Por cierto, si sufren ustedes la plaga de los Amigos Invisibles y sus regalos inútiles, pidan que, en vez de recibir un regalo,  se haga una donación en su nombre. Y después, tomense los langostinos, las uvas y el turrón en paz, pero digámonos todos que no, que donde hay niños,  el hambre no está invitada.


 
  

 


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