Pues sí, amados lectores (los que quedan) después de 542 entradas, cincuenta mil visitas, muchos amigos que me felicitan, muchos otros que me critican, también amigos y siempre bien recibidos; muchos descubrimientos y no pocas sorpresas; aqui sigo, escribiendo no contra viento y marea porque afortunadamente vivo en una Europa libre, democrática y librepensante donde se puede escribir y hablar de lo que a uno le de la gana, sino con gusto, con reflexión y en muchos casos con desahogo.
Aquí sigo hablando de todo y de nada, con la única cortapisa que me puse desde el principio: no faltarle el respeto a nadie, no escribir lo que otros me pidieran escribir y no renunciar a los poquísimos principios que la suma de los días, la acumulación de canas y una cierta sabiduría que otorga la edad me han ido dando. No se los voy a enumerar, basta que se lean dos o tres entradas en años alternos para que los descubran ustedes mismos. Si quieren algunas pistas como soy buena se las voy a dar: no soporto el racismo ni el fanatismo religioso (de cualquier religión, ojito) no soporto a los machistas irredentos y a los maltratadores ni a los negacionistas de la Transición española, la única religión que practico es la de viajar todo lo posible y votar en las elecciones, adoro a mi familia y a mis amigos a partes iguales y muchas veces me cuesta delimitar donde empiezan unos y se acaban los otros. No les gustan estos principios? Pues siento no poder decirles como Groucho Marx que tengo otros, porque no los tengo. En ese caso limítense a no leerme más.
Aquí sigo seis años después de que una amiga me dijera "te cansarás a la quinta entrada"...Sigue siendo mi amiga, pero en aquel entonces demostró conocerme poco. En estos años he visto de todo y he escrito sobre una cosa y su contraria, he escrito dedicatorias a novias y novios que se han divorciado, dedicado entradas a niños que ya van camino de la Universidad o incluso terminándola, he escrito, para mi desgracia, hasta elegías fúnebres de personas cercanas. Y aquí estoy, a veces dudando de si merece la pena cultivar este huerto que ni siquiera se puede llamar literario, y respondiéndome que merece la pena porque si no lo hiciera, machacaría vivos a mis cohabitantes porque yo, todo lo que no escribo lo cuento de viva voz, y reconozco que puedo ser pesadita.
Así que inauguro la séptima temporada de este folletín no televisivo que es la vida misma, relatada por Concha Torres, una señora cincuentona que tiene a bien contarles a ustedes lo que se le pasa por la cabeza a lo largo de los días y no pocas noches. Tengan paciencia con ella, llegará un día en el que se cansará...
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