jueves, 11 de junio de 2015

El sudor de las pequeñas frentes

    Voy a contarles una historia que he leído hoy mismo en la peluquería, para que vean que incluso en el tiempo dedicado a la frivolidad se pueden sacar conclusiones interesantes sobre muchas cosas. Una de mis teorías recurrentes, dicho sea de paso.

   El protagonista de mi historia se llama Rubén, es boliviano y vive en La Paz, y tiene trece años, como uno de mis hijos; hasta ahí todo en orden. Pero Rubén, aparte de ir al colegio cuando puede, se gana la vida limpiando zapatos por las calles, ejerciendo un oficio muy popular en Bolivia, el de los "lustrabotas", que han sido objeto de la atención de toda la prensa mundial. Insisto, Rubén tiene trece años e intenta, mal que bien, no perder comba en el colegio, pero no le queda otra que ayudar en casa con los miserables bolivianos (la moneda local) que se gana cada día que, cuando todo va bien, no pasan del equivalente a ocho o nueve euros. No es más que uno de los 3500 lustrabotas censados oficialmente en La Paz, la mayoría niños entre 10 y 17 años, y uno de los más de 800.000 niños que, de forma también más o menos legal, trabajan en Bolivia. A nosotros se nos abren las carnes sólo de pensarlo, o de imaginar a uno de nuestros hijos de esa misma edad ganándose la vida con una caja de betún y un cepillo pero en Bolivia, uno de los países con mayor índice de pobreza infantil de América, el trabajo infantil se considera un mal menor. 

    Rubén no se queja de su existencia, dice que al menos su trabajo está regulado. El compañero Evo Morales ha promulgado el pasado año un decreto ley que regula el trabajo infantil y lo autoriza desde los diez años, aduciendo que el trabajo de los niños es un mal menor y que él mismo lo padeció en su infancia. El compañero presidente ha descubierto aquí una nueva forma de hacer política, que no sirve para superar o reparar los errores del pasado, basta simplemente con legalizarlos...A veces las revueltas populares acaban en esperpento a poco que se lo propongan. Resultado de la medida legalizadora? el 18 % de los niños bolivianos entre diez y doce años trabajan actualmente de forma legal, y vaya usted a saber hasta dónde llegan las cifras cuando sumamos los que también lo hacen ilegalmente: lustrabotas, recolectores de cartones, lavacoches, vendedores ambulantes e incluso mineros y albañiles. 

    Rubén ha pedido por su cumpleaños tener un pastel con unas velas, catorce, exactamente las próximas. Y sueña con que un día su padre juntará lo suficiente para pagarle un viaje en el teleférico que cruza  La Paz por los aires, que es el otro regalo de cumpleaños que desea ardientemenete. En lo que llega ese día, limpia zapatos a la intemperie por menos de medio euro el par, estudia a ratos perdidos y celebra cada año el 2 de diciembre el "Día Nacional del lustrabotas" que es un invento boliviano (y no sé si bolivariano también) para dignificar el oficio. 

    Mientras tiñen mis canas y me leo este artículo periodístico que me ha dejado con el alma encogida, miles de escolares europeos sudan la gota gorda para sacar adelante sus exámenes de junio. Los más mayores, además, se buscan un trabajillo veraniego destinado en mucho casos a pagar un nuevo teléfono, una motocicleta o unas vacaciones de camping playa, aprovechando esa aberración también regularizada que se llama "trabajo estudiantil" y que proporciona mano de obra barata a los empresarios y quita puestos de trabajo a quien los necesita para algo más que para una sudadera de Abercrombie. En un mundo medianamente racional, los estudiantes (y aún más los niños) sólo deberían preocuparse de estudiar y los trabajadores de trabajar, pero parece que no es así. La maldición bíblica de ganarnos el pan con el sudor de nuestras frentes debería tener, Urbi et Orbe, edad de salida inviolable; y el sudor de las pequeñas frentes debería estar provocado por la resolución de las ecuaciones de segundo grado, no por otras operaciones nada matemáticas y aún menos infantiles. Pero ya ven, incluso en la peluquería, leyendo un ejemplar del "Marie Claire" del mes pasado se da uno cuenta de lo grotescamente injusta que es la vida...

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