lunes, 22 de junio de 2015

Se acabó la fascinación

    Hubo un tiempo donde los niños, incluso los adolescentes, e incluso mucho tiempo después de dejar de creer en los Reyes Magos, teníamos sueños por cumplir y nos dejábamos fascinar por muchas de las cosas que nos enseñaban los mayores. Hubo un tiempo en que nuestros padres nos enseñaban el acueducto de Segovia y nos quedábamos con la boca abierta; igual de abierta que cuando vimos la primera película de Star Wars (antes "La guerra de las galaxias") o cuando Uri Geller doblaba las cucharas con la vista en el programa nocturno de Iñigo. Hubo un tiempo en el que incluso los cantamañanas lograban fascinar a las masas y se convertían en dictadores que provocaban guerras; al menos por ese lado hemos mejorado.

    No se crean, yo he seguido siendo una niña fascinada durante muchos, muchos años. Desde el acueducto segoviano me he quedado muchas veces con la boca abierta, ya fuera por ver y tocar con mis manos las piedras del Coliseo de Roma, o las pirámides de Egipto o por subirme al último piso del Empire State. Y que conste que con esta lista no me estoy dando el pisto de que estoy muy viajada sino intentando explicarles en qué consiste esa fascinación que, yo creo que nuestros hijos han perdido; o que al menos no parecen disfrutar hasta el último sorbo.

    He pasado el domingo entero paseando por París con tres adolescentes, uno de ellos norteamericano para más señas, si me permiten el chiste fácil, "un americano en París", dentro vídeo:



    El día salió soleado y con una temperatura de lujo para estas latitudes, la ciudad espléndida como siempre y las calles  aún no atiborradas de turistas como ocurre durante todo el verano. Visita resumida a los grandes iconos parisinos para no cansar artísticamente a las criaturas: Opera Garnier, Place Vendôme, pirámide del Louvre, Nôtre Dame (sin entrar) Ile Saint-Louis, torre Eiffel, Sena y Arco del Triunfo. Mi media naranja y yo, saboreando cada rincón que hemos pateado una y mil veces, comparando el color cambiante de muchas fachadas y recordando las muchas visitas anteriores, y a quienes nos acompañaban en ellas; los críos, dejándose arrastrar de un calle a otra sin conmoverse demasiado, la verdad. Digamos que la torre Eiffel sigue teniendo un cierto efecto escenográfico que se acentúa si llegamos a ella desde la boca de metro cercana...Pero poco más. Yo aún recuerdo mi primera visita a la torre, ya con diecinueve años y en pleno mes de diciembre con un frío siberiano: creo que me quede sentada en el Trocadero contemplándola durante más de media hora. Eran los tiempos Neanderthales anteriores a la vida virtual.

    Me gustaría saber y sobre todo, entender qué es lo que aún es capaz de fascinar a estas criaturas. Serán esos jovenzuelos de verbo fácil, chistes no menos fáciles y presencia agradable que ellos llaman "Youtubers" y que yo no entiendo por qué no les llaman humoristas si, al fin y al cabo lo que intentan es hacerles reir. Serán ciertos futbolistas? ahora que ya ni siquiera Casillas es intocable; me digo que Maradona lo hubiera tenido bastante más complicado en el siglo XXI para convertirse en el Dios de los estadios. Serán ciertas cantantes? algunas de ellas tienen meteoricas carreras que no se alargan más de cinco o seis años en el mejor de los casos...Qué o quienes son capaces de arrancarles un grito de admiración, un escalofrío de miedo o una mirada de arrobo? Aparte de la chica o el chico que les gusta, claro...Misterio insondable. 

    Comprendo que su objetivo en la vida no sea pisar el Machu-Picchu como lo era en mi caso hasta que lo conseguí; que las iglesias medievales sean teatros del absurdo al lado de los estadios deportivos, pero me daría pena que por perder el gusto por la fascinación se estén perdiendo algo bueno en la vida. En el momento en el que yo me desmadejaba intentando explicarles la fachada de Nôtre Dame recordando a Quasimodo y Esmeralda, ellos se concentraban en  el mercado de flores y mascotas dominical (vecino a la iglesia) y pasaron un buen rato contemplando, con toda la ternura del mundo, una jaula con dos conejillos de indias dentro. Aún pasamos después un buen rato hablando de los conejos dichosos y tuve que admitir que, decididamente sus centros de interés (sobre todo el animal) no son los míos. Aunque notaba cierto brillo en sus pupilas cuando los describían (a los conejos). Quizás no todo esté perdido.

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