martes, 16 de febrero de 2016

El tiempo que se fue

    Si hay algo que he entendido y asimilado en este galimatías de la política española reciente es que mi tiempo, el que me corresponde por edad y generación, el de gobernar o, al menos comprender a los que gobiernan por próximos y coetáneos, ya se pasó. Se pasó porque no entiendo nada o quizás por todo lo contrario, porque lo entiendo todo, y  veo el despropósito con una clarividencia tal, que la única salida posible  está tapada por una espesa cortina de  niebla. Y aún me pareció más evidente que mi tiempo se pasó cuando el pasado domingo leía el artículo de Javier Marías, que no suele ser santo de mi devoción, en el  Semanal del País (""Esto no estuvo aquí siempre")  que les recomiendo vivamente que lean.

    He tenido la inmensa suerte de ser joven, revoltosa, osada y optimista y de construir la que es ahora mi vida en una época formidable; por eso lo que veo ahora ni me conmueve, ni me ilusiona, ni me siento llamada a participar en nada de lo que se avecina. Les toca a otros, y a juzgar por lo poco que llevan conseguido, están dejando pasar de largo una oportunidad dorada: la de refundar la política nacional sobre una base sólida, con una Cosntitucion de traje nuevo y una clase dirigente fresca y regenerada, libre de corrupción y de discursos viejunos. Vaya, lo de libre de corrupción puede que lo consigan, pero el discurso es más viejuno que nunca y además ignorante; como dice Marías, "nuevo", pero no novedoso, ventajista, megalómano y decrépito. Así es. 

    El viento que sopla en la Península estos días es el de la intolerancia y el insulto fácil, el de no dar la mano a quien te la tiende, despotricar gratuitamente sin haber votado y asegurar no que "España nos roba" (que decían aquellos) sino que todos roban a todos. La clase media enriquecida ha sido tradicionalmente el amortiguador de las tensiones sociales; y esa misma clase media, ahora empobrecida y enrabietada es, en muchos casos, el origen del insulto fácil y demagogo. La extrema derecha lo sabe y basta pinchar un poco a esta clase media desposeída de todo lo que logró comprar en tiempos de bonanza para ganar terreno con ellos y echar pestes de parados, emigrantes, refugiados y gentes de otros colores, todos metidos en el mismo saco. Me duele España (como a Unamuno, salvando las distancias) cuando quienes deben gobernarla, porque par ellos sí es su tiempo, no son capaces de sentarse en una mesa y elaborar un gobierno de coalición, que no es un fenómeno paranormal sino algo bastante común en el resto de la Europa civilizada a la que nos gusta pertenecer. 

    El mismo domingo pasado, en el que leía a Javier Marías y constataba que mi tiempo se pasó, leía también la efemérides de los veinte años del asesinato de Francisco Tomás y Valiente, a quien tuve el privilegio de conocer y el placer de ser su alumna. La noticia la redactaba su hijo Quico, periodista y amigo de la infancia, y decía de su progenitor que practicaba la "tolerancia beligerante", que es un bonito juego de palabras con mucha miga por detrás. El tiempo en el que los hombres como Francisco Tomás hablaban (poco) en las televisiones y actuaban (mucho y bien) en la vida pública se ha pasado, y ese sí era mi tiempo. Aquel en el que el Partido Comunista se legalizó un Viernes Santo entre los aspavientos y sofocones de mis abuelos, la preocupación de mis padres y la expectación de mis coetáneos;  pero sin tiros, sin sangre, sin insultos  y sin blasfemias. También es verdad que el que no existieran las redes sociales ayudaba, para qué negarlo; se insultaba en la cara misma del insultado o se lo guardaba uno para adentro, no había otra opción. El día de mañana habrá quien agradezca a los creadores de Facebook que con ellos, el insulto y la calumnia  pasaron de delito a chascarrillo, gratuitamente.

    Pero claro, como bien señalaba Marías en el título de su estupendo artículo, esto no estuvo aquí siempre (toda la libertad de la que disfrutamos ahora) costó mucho conseguirlo y más, costó mucho que no volviéramos a matarnos a garrotazos unos a otros por ello. A ver si estos niños que pretenden gobernar se enteran. Para acabar con una frase antigua de las de mi tiempo, que es antiguo también, un poquito más de lectura clásica y algo menos de Twitter les vendría de perlas...

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