jueves, 9 de noviembre de 2017

Erase una vez un bloguero

    Como aquella que tenía una granja en Africa, yo tenía un amigo bloguero de cine. Vamos a corregir los tiempos verbales: el amigo lo sigo teniendo, del blog de cine nunca más se supo y bien que lo siento, porque me fiaba mucho de su criterio y me ahorraba ir a ver más de un tostón solo siguiendo sus comentarios. Se marchó a vivir al otro lado del charco y me consta que es feliz y que vive acampado permanentemente en Broadway, así que quizás un día de éstos ataque con un blog de teatro, la esperanza es lo último que se pierde. 

   Así que hoy me voy a lanzar yo, por variar un poco las habilidades que no tengo, a comentarles una película. Ser crítico de cine en estos tiempos debe ser un  oficio durísimo desde que existe esa Santa Inquisición llamada "spoiler", Habrá abandonado mi amigo su oficio de bloguero por esa razón? Yo, para evitar la censura y que me acusen del spoiler dichoso les largo el trailer y luego hablamos. Aquí lo tienen: 



   "La llamada", de Javier Calvo y Javier Ambrosi, una peliculita hecha con cinco duros y con toda la imaginación y la gracia que desde hace tiempo le falta al cine español. La he visto hace una semana y aún me río cuando la recuerdo, algo que no me ocurría desde aquellos primeros puntazos de Almodovar. Teniendo en cuenta que me estoy poniendo mayor y cada vez es más difícil hacerme reir, así por las buenas, es todo un mérito. Pero ahora viene la advertencia (spoiler?) para el respetable público que aún esté a tiempo de verla y que tenga ganas de reirse: es imprescindible haber ido a un colegio de monjas, y aún mejor, a un campamento con monjas, para apreciarla en todo su esplendor; circunstancias ambas que confluyen en mi persona, y a tenor de las carcajadas de la sala de cine, en muchos de los espectadores que, cierto es, eran mayoritariamente espectadoras. 

    Los campamentos que organizaban las monjas de mi colegio eran un cúmulo de fatalidades que hubieran podido llevarnos a todas al cementerio, de no ser por un ejército de ángeles de la guarda que velaban por nosotras (se entiende que en aquellos años, eran campamentos de niñas, como el de la película). Las monjas de modelo "hábito con playeras" eran un ejército de soldaditos cantarines que guitarra en mano desafiaban permanentemente las leyes de la gravedad, de la seguridad alimentaria y del buen juicio; y los seres de pesadilla que habitábamos aquellos campamentos, a falta de móviles y otras pantallas, una panda de descaradas e inconscientes que lo mismo bebían el agua de un charco que se tiraban por una ladera de Gredos en bañador. Un poco de todo eso hay en esta película, acompañado el conjunto por un Dios que se aparece cantando canciones de Withney Houston y unas actrices todas como para quitarse el sombrero. Vayan a verla. 

   Y tú, amigo bloguero, vuelve a escribir de cine como solías, que algunos de los que vivimos para ver películas, a falta de tener una vida de película, te echamos de menos. O tengo que publicar una sarta de mentiras sobre Angela Lansbury para que entres al trapo? Una vez que te hayas visto todo lo que ponen en Broadway, e incluso en el off-Broadway no nos caerá la guinda de que nos hables de cine? Aquí te mando un regalito, a ver si te tienta!


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