domingo, 19 de mayo de 2019

Ames a quien ames

   Ayer pasé la tarde como una mirona más en la Gay Pride de la ciudad donde vivo. Hice muchas fotos, me marqué algún paso de baile, me asombré de la cantidad de gente que participaba, abracé a algunos conocidos que desfilaban, y me marché a casa con el ánimo subido, feliz de ver a esos jóvenes y no tan jóvenes, exhibicionistas y disfrazados algunos y recatados y vestidos con normalidad muchos otros, proclamar a los cuatro vientos que todos somos iguales. La frase la trae hasta el catecismo y no digamos las constituciones de medio centenar de países, pero bien sabemos los más viejos del lugar que no, que no todos somos iguales y que por amar al polo positivo siendo positivo uno mismo,  aún hay lugares del mundo donde te condenan a muerte.

    Recordaba los primeros desfiles de la Gay Pride hace como veinte años y veo en los de ahora cierto poso de madurez que agradezco. Me agrada ver la normalidad con la que la gente los contempla, las fotos que todo el mundo se hace, el reparto de preservativos, la música estupenda, las banderas del arco iris (este año patrocinadas por Ben & Jerry, qué le vamos a hacer) y me fastidia el aprovechamiento político del evento por parte de los partidos, que este año ninguno se quiso quedar sin carroza; a dos pasos de las elecciones supongo que es el peaje a pagar. Y me llegó especialmente al corazón el desfile de los padres de los niños transgénero, un problema ninguneado durante décadas pero que, por ejemplo, mis hijos ya han vivido en su escuela.

    En el capítulo musical, constato con alegría que en la Gay Pride, aparte de que se repitan una y otra vez los himnos habituales ("YMCA", "It's raining men", "I will survivre", etc) la música es muy buena, los DJ selectos y el Reguetón (alabado sea quien tenga que ser) brilla por su ausencia. Ver a 100000 personas desfilar por las calles de la ciudad donde vivo, sin mayores incidentes, al ritmo de Gloria Gaynor, Aretha Franklin, Annie Lennox, Petshop Boys, Bruno Mars y Madonna o David Guetta como mal menor es un gran alivio cuando por España andan algunos presumiendo de llenar plazas de toros al son de Manolo Escobar para luego proclamar a los cuatro vientos que la Gay Pride no se puede llevar al retiro "porque allí hay familias": vayan ustedes a San Google, la frase tiene padre y madre y ha sido pronunciada en voz alta en esta campaña electoral.

    Después de tres párrafos, me doy cuenta que he empleado el término "Gay Pride" que probablemente sea viejuno y políticamente incorrecto frente a todas esas siglas LGTB etc que nunca consigo recordar. Ruego a mis lectores, amigos y conocidos que me perdonen y no se sientan heridos. Yo vengo de esa época viejuna en la que tus amigos salían del armario y te lo contaban un día de Navidad, cuando tú llevabas años sospechándolo y queriendo ayudarles; de los compañeros de facultad expulsados de los seminarios por mostrarse cariñosos con otro seminarista o por no ser suficientemente cariñosos con el padre prior. Yo vengo de la España que abrió los ojos con "La ley del deseo" de Almodovar y que todavía hacía diferencias entre los "mariquitas" y los "maricones", de aquellos años en los que la peor esquina del peor de los bares de copas era el lugar de intercambio de besos y miradas furtivas, del caso  Arny, de los rumores sobre Ortega Cano y Borrell (no se rían no)  y de tanto despropósito acumulado cuando la cosa es tan sencilla como el "amaos los unos a los otros" que tan mal se interpreta siempre.

    O como ese "Ames a quien ames, Madrid te ama" de hace dos años, que me parece una de las grandes frases publicitarias que deberían pasar a la historia. Eso es,  ames a quien ames, todos somos iguales. Tan fácil...Y tan difícil a veces!

   Dentro video




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