viernes, 12 de julio de 2019

Auténticos

   Este que lo es, el sitio de mi recreo, este año me ha recibido regular. Temperatura anormalmente baja cuando en el resto de España  se achicharran, agua fría, algún dia nublado, una araña de pedigrí  desconocido que me ha arreado un buen mordisco y un consultorio de la Seguridad Social donde me han negado la asistencia médica de urgencia que hubieran debido proporcionarme y cobrarme a posteriori. Menos mal que soy de cabreo fácil y de reconciliación igualmente fácil ; de otra manera habría hecho mis maletas y escapado a algún lugar màs acogedor. 

    Pero por suerte, buena parte de los lugares son las personas que habitan en ellos. Y en este lugar, que yo llamo paraíso a pesar de que en esta mi primera semana ha renegado un tanto de su carácter paradisiaco, las personas son de dieciocho kilates. Todas excepto el celador del consultorio de la Seguridad Social, no sé si me entienden. Todas estas personas me ofrecen una sonrisa y una solución a mis cuitas cuando se las planteo; la sonrisa, incluso gratis. Los churreros que me dan de desayunar, las chicas del bar que saben cómo me gusta el café, el jardinero que cuida mi paisaje y las averías de mi casa; la pescadera que me da ese atún que no encuentro en otro lado a ese precio; mis fruteras que pacientemente me ayudan a elegir los tomates y distinguir unos melocotones de otros. Las dueñas de mi restaurante favorito que me dan de comer como dicen ellas « quizás no tan bien como en otros lados pero seguro que en otros lados no con tanto cariño « , la librera que me deja engancharme a su wifi para arreglar lo que la wifi desmayada de mi casa no me deja. 

   Sigo? Los vecinos que son lugareños y me dicen donde encontrar esas cosas absurdas que se rompen en verano y uno no sabe comprar cuando no existen cerca IKEA ni el Leroy Merlin; la limpiadora a quien le piso las escaleras recién fregadas cuando salgo a correr por las mañanas y jamás me pone un mal gesto, el tipo que hace dos días en un taller de coches, sin conocerme de nada y sin saber si le iba a dejar mi coche para arreglarlo, me explicó cómo resetear el ordenador de a bordo que me estaba dando la lata (también por ese lado han venido las goteras); la farmacéutica oronda y sonriente que me dice cómo curarme una herida que se ha puesto fea...Y que después resultó ser una mordedura de araña. 

    Todas personas auténticas, sin dobleces, sin ahorros que invertir ni amarguras que descargar sobre una cuando una vez al año asomo por sus vidas; gente que trabaja cuando algunos descansamos y descansa tirando a poco cuando los demás trabajamos y nos quejamos de nuestros trabajos que nos pagan al doble y màs que a ellos los suyos. Amigos con los que salgo a cenar sin hablar ni del Brexit, ni de la prima de riesgo porque o no les interesa o incluso desconocen lo que es. Gente que ahorra para que sus chicos tengan estudios y vean el mundo que ellos no vieron. Personas que te preguntan si es bonito Paris y sueñan con verlo algún dia cuando yo voy simplemente a ver un concierto de Raphael sin asomarme ni a la sombra de Notre-Dame. Esa gente auténtica que cada vez me cuesta más encontrarme en mi vida cotidiana que, a veces, parece que se desarrolla en otro planeta. Esas personas hechas de mucha carne y algo de hueso, de mucho sentimiento y de sonrisas impagables. Esos seres humanos auténticos como ellos solos que, cada verano, me quitan la costra inhumana que crío durante el invierno. Los necesito, tanto como el aire que respiro. 








No hay comentarios:

Publicar un comentario