lunes, 1 de julio de 2019

Olviden, y miren lo que queda.

    Ha llegado julio y yo creí que no llegaría nunca. Junio se ha marchado y si por mi fuera, con una buena patada en sus posaderas. Se me nota que he pasado un mes regular, tirando a malo? Pues no les doy más pistas. 

    En este mes regular de los malos, he tomado ciertas decisiones que les iré comunicando cuando encuentre la paz de espíritu que me dan los churros, el mar, unos buenos libros y la compañía de mis seres queridos. Ahora sólo me da la poca paz espiritual restante para escribir estas líneas que quisiera dedicarme a mi misma y a todos los que como yo, tenemos un procesador de emociones metido en el cerebro, que avanza a saltos y trompicones sin darnos cuenta que la vida a veces va a la velocidad del caracol. 

    Cuando los años se cuentan por más de cinco decenas, va siendo hora de pisar el freno más veces de las que uno quiere y sobre todo, más veces que las que se pisa el acelerador. Porque esa cosa que se llama vida, y que se cuenta en plural en los videojuegos pero en singular todas las demás veces, es un regalo que nos pensamos que es gratis, y de eso nada. Este cuerpo que creemos que es nuestro y que hace todo lo que le decimos, a veces hace lo que le da la gana; y esos cinco sentidos a los que no prestamos atención ninguna,  nos juegan también alguna que otra mala pasada. Así que vengo dispuesta a anunciarles una buena noticia: no es que os améis los unos a los otros (que también) sino que miren ustedes a su alrededor y decidan, cada día, y casi cada hora lo que de verdad importa. 

    Así que olviden los suspensos de los hijos, las multas de tráfico, las negociaciones para formar gobierno, las subidas de la luz, el valor catastral de sus inmuebles, el ruido que hace la vecina de abajo con sus tacones o el vecino de arriba con su televisor. Olviden los resultados de su equipo de fútbol, la tercera temporada de "La casa de papel", los horarios de los bancos y las wifis que no funcionan o se paran en el momento preciso. Olviden los Sanfermines, la llegada de los turistas, el Tour de Francia (habrase visto cosa más viejuna?) y las rebajas. Dejen de publicar fotos de cualquier cosa en Instagram (es terapeutico) y no lean más libros de autoayuda, porque la verdadera autoayuda es querer mucho a los de alrededor. Tiren muchas cosas a la basura, todo eso que uno no sabe donde colocar, por falta de estanterías y si eso no basta, tiren las estanterías. Olviden el coche, soporten como puedan los patinetes, vayan al cine y dejen de ver series, caminen por todas esas calles por donde en otro tiempo circularon sobre cuatro ruedas. Olviden la maravillosa paella de su suegra y los chistes malos del cuñado, los maravillosos hijos de los demás, que terminan masters y dobles carreras, las niñas rubias y con lazos en el pelo, los perros que ocupan el lugar de las personas y las personas que no son capaces de ser amables con los perros. Olviden al político extremista, al colega del trabajo puñetero y al taxista impertinente; olviden su nómina, las facturas, los tipos de interés y la prima de riesgo si es que alguna vez llegaron a comprender como funcionaba. 

    Cuando hayan procedido a toda esta catarsis y limpieza de cuerpo, palabra, espíritu y cachivaches, miren a su alrededor y miren lo que queda, o quienes quedan; respiren con ganas y si sale y entra aire sin mayor problema es que están vivos. Todo lo demás no importa. Feliz verano amigos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario