miércoles, 15 de agosto de 2012

Simplemente gazpacho

    Este mi verano de larga playa, poca conexión y mucha pereza, me ha traído hasta la ciudad monumental que me vio nacer, a modo de transición con mi lugar de residencia, para que sea menos traumàtico pasar del biquini al paraguas. Le dije adios a todas mis comadres playeras, a mis churreros del alma, a mi pescadera, a mi bar con wifi desde donde les escribía y me  crucé la terrible estepa castellana (se acuerdan? "sangre, sudor y hierro, el Cid cabalga") para llegar con la fresca de las cuatro de la tarde a mi entrañable capital de provincias.

    Ya les hablaba en la última entrada de la amabilidad portuguesa y la apacibilidad de sus gentes, bien: llego a mi casa provinciana y apenas puestos los cuatro intermitentes y abierta la puerta del coche para bajar las maletas al portal, un repartidor de furgoneta amenaza con partirme la cara (literal) si no me aparto de la calzada a la voz de "ya"...Pasa por allí la policía municipal y me dicen que tengo todo el derecho del mundo a descargar las maletas en la puerta de mi domicilio (vaya! No se me hubiera ocurrido) y el repartidor malhumorado y agresivo se marcha indignado porque no le han dado la razón a él...Prefiero pensar que el hombre apenas llega a fin de mes, para estar de semejante café...

    Tras subir las maletas y abrir una casa que lleva varios meses cerrada y que parece el horno de una pizzería abro la nevera y me encuentro una garrafa de gazpacho que el angel de la guarda que tengo por hermana me ha dejado la noche anterior sabedora de cual sería mi estado al llegar; y me digo que es verdad aquello que afirmaba el Doctor Marañón: que el gazpacho había salvado màs vidas en la posguerra española que la penicilina!

    Nada mejor para aplacar la sed, el hambre, las iras, los malos, humores y fenómenos parejos que un buen gazpacho en su versión original, esto es, con su tomate, su ajo y su pepino. Dejemos las versiones modernas a base de fresa, manzana y maracuyà para situaciones frívolas. Para la vida cotidiana: gazpacho. Para el verano estepario, gazpacho, para los sofocos menopausicos: gazpacho. Demos gazpacho a chorizos y maltratadores, repartamos gazpacho en los colegios para acabar con la obesidad infantil; estoy segura que mejoraremos el mundo. Funcionarà también para aplacar los mercados? Le gustará a Angela Merkel? Quedo a la espera de sus respuestas.Atentamente.

1 comentario:

  1. Mi hijo Miguel podría vivir solo con gazpacho; lo almuerza, lo come, lo merienda, lo cena... si le dejara ¡¡hasta lo desayunaría!! y no es broma :)

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