viernes, 18 de noviembre de 2011

Habla pueblo, habla

    A mi me gustaría el próximo domingo levantarme tarde, ponerme mis vaqueros, salir a desayunar fuera de casa con un mazo de periódicos aún calentitos, y después de todo eso, ir a votar. Hacer la cola que fuera necesaria y tras  un rato departiendo con los vecinos del barrio, ver como mi papeleta cae en la urna mientras oigo una voz que dice "Concepción Torres, vota". No va a ser así. Soy una expatriada (llamarme emigrante me parece una frivolidad después de lo que escribí en este mismo blog hace cinco días) lo cual me impide desde hace muchos años ver mis papeletas caer dentro de la urna, a lo más que llego es a verlas caer en un buzón. En las dos últimas elecciones, he tenido incluso que manifestar formulario mediante, mi intención de votar, esperar a que me llegaran las papeletas por correo certificado (el carteró llamará dos veces pero nunca cuando una está en casa...) ir a buscar el envío a la oficina de correos con su correspondiente cola, meter las papeletas en los varios sobres y volver a correos con su nueva dosis de cola para enviarlas en el último día posible del plazo por correo certificado a la junta electoral de mi ciudad. 

   No es un esfuerzo sobrehumano, pero bien mirado es mucho más de lo que van a hacer el domingo muchos que tienen la urna a la vuelta de la esquina y ni se van a acercar a ella. Y es mucho menos de los sinsabores que varias generaciones de españoles tuvieron que pasar en otros tiempos pretéritos en los que sólo se votaba en las juntas de vecinos...que además sólo podían reunirse con permiso del gobernador civil. Que tremenda es la desmemoria!

    Yo voté por primera vez en el referéndum sobre la OTAN , así que ya pueden poner las calculadoras en marcha para saber mi edad. Aquel referéndum en el que el partido de la entonces oposición (que nos gobernará probablemente a partir del lunes)   pidió a los ciudadanos abstenerse (?????). Pues allá fui yo con mi papeleta como quien va a una verbena, y así he hecho en todas y cada una de las veces en las que me han llamado a votar desde aquel año 1983; jamás me he abstenido ni he faltado a mis deberes como ciudadana de un país libre, algo que nos parece que viene gratis con la partida de nacimiento pero no, y sino pregunten a algún amigo tunecino, libio, sirio o egipcio, si lo tienen. 

   Ya dije en otra entrada de este blog (""Pompoff y Teddy salen de campaña") que soy una ingenua que cree que cada voto cuenta; y me gustaría contagiar un poco de esta ingenuidad a los parados, a los mileuristas, a los indignados, a los olvidados y a los jovenzuelos, sobre todo a éstos últimos. Porque ésto es lo que tiene hacerse mayor: te puedes largar de casa, comprar provisiones para el botellón sin tener que falsificar el DNI, mandar a la porra los estudios, colocarte por horas en un bar, casarte, divorciarte, abortar, conducir un coche...y tambien ser un ciudadano como todos, con algunas obligaciones, entre ellas la de votar. Así que no se os olvide el domingo, pequeños, aunque os hayáis acostado con el alba y os encontréis en la cola con todas las vecinas pesadas que os preguntan si tenéis novio,-a y por qué año de carrera vais. Aunque llueva. Aunque hayáis quedado con los colegas. Aunque no mole nada como plan. A las urnas ciudadanos, es el último asalto que nos queda. 

   Y de postre,  un vídeo nostálgico para mostrar a las nuevas generaciones de agnósticos en democracia cómo se las apañaba Suarez para mandarnos a todos a la urna, ya ven ustedes que no es un despliegue de mercadotecnia ni de efectos especiales, pero yo aún canturreo esa tonadilla de vez en cuando: algo tendría!


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