miércoles, 23 de noviembre de 2011

Las muñecas de Famosa se dirigen al portal

   Cuando ustedes lean estas líneas, estaremos exactamente a día D-30 de la Nochebuena. Ajá! ya les oigo, mentes retorcidas, esperando a continuación toda una sarta de improperios contra la Navidad, las compras, las comilonas y los Reyes magos en su modalidad "amigo invisible"...Pues  han pinchado en hueso, porque miren ustedes por dónde, a mi las navidades me gustan, y he llegado a la conclusión de que lo que no me gusta son los parientes, los amigos, los conocidos y colegas laborales que se empeñan en decirme cómo tengo que celebrarlas. 

   Insisto y proclamo, me gusta la Navidad. Y les recuerdo que en el fondo es una fiesta pagana, hábilmente recuperada por los cristianos como tantas otras costumbres (ay! la religión, qué tremenda máquina de reciclaje) celebramos el solsticio de invierno: esto es , que aunque los días sean insoportablemente cortos y haga un frío polar, a partir del 22 de Diciembre la cosa, teóricamente tiene que ir a mejor. El que no se consuela es porque no quiere.

   Y a mi atracción navideña han contribuído en sobremanera mis dos hijos, que tienen un espíritu navideño subido y que en cuanto me descuido me llenan la casa de bolas, colgajos y adornos varios, me meten en el salón un pino de dos metros y cumplen escrupulosamente con todos los ritos de la temporada, excepto con el de la misa del gallo porque dudo que sepan de qué se trata. Y me gustan los polvorones, aunque no el turrón; y los villancicos si los cantan Bing Crosby o Dean Martin, aunque no cuando los dan sin interrupción por megafonía callejera. Creo que "los peces en el río" debería estar en el Top 100 de las canciones de mi vida; y si me dejaran , me pasaría diez veces seguidas el DVD de "Qué bello es vivir" y el de "La gran familia" con atención especial a la escena en la que Chencho se pierde en el mercadillo navideño de la Plaza Mayor y el abuelo Pepe Isbert lo busca desesperadamente. Y me gusta el derroche de luces, comer como un ogro y atragantarme con las uvas el día de Nochevieja. me gusta sobre todo que, como decía mi padre: "siempre que suceda igual, que ocurra lo mismo".

   Lo malo de todo ésto es la presión social: verse con los parientes por obligación, comprar regalos a los cuñados sólo porque toca, pasárselo de miedo por real decreto en soporíferas fiestas y cenas navideñas de trabajo con colegas que en muchos casos ni saludarías por los pasillos y para rematar, hacerte el amigo invisible (pero hay alguien que sepa de dónde nos vino este maldito invento?) con los amigos visibles.

    Prueben a vivir de vez en cuando una Navidad diciendo NO a todo este despropósito y les aseguro que disfrutarán de ella como nunca. Yo disfruto no sólo por decir que no, sino  porque vivo permanentemente retroalimentada  por la nostalgia, y para muestra el vídeo que acompaña, que solo empezar a oirlo me pone ya de buen humor...Y feliz Navidad, para cuando llegue...


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