lunes, 8 de julio de 2013

Abajo el despertador!

    Esta mañana me he despertado por mí misma y, por primera vez desde hace diez meses, amanezco un lunes sin el berrido del despertador. Hay que ver lo que cambia el panorama de abrir los ojos de forma natural y con el mínimo esfuerzo para despegarse la legaña, a hacerlo con palpitaciones, urgencia y obligados por el ruido de una alarma: no hay color.

    No hace mucho leí en una revista más o menos científica que despertarse con el despertador era malísimo para los biorritmos, para el corazón, para la moral y para el sistema nervioso. Si le doy cierto crédito al iluminado que escribía el artículo, resulta que en los algo más de diez meses que me levanto con despertador me estoy quitando años de vida al mismo ritmo que si me fumara una cajetilla de tabaco al día...vaya gracia! Quizás para la vuelta al cole en septiembre debería ir pensando en una solucción alternativa que por ahora no encuentro, porque entre mi media naranja y yo ya hemos probado el rumor de las olas, las cataratas de Niagara, los pájaros de la selva amazónica, las proyecciones luminosas en el techo y los hologramas y...como el zumbido de un viejo despertador nada de nada; al menos para despertarse, que es de lo que se trata. Y empiezo a pensar que los humanos occidentales venimos programados de serie para el sobresalto mañanero, porque mis hijos, que podrían prescinidir de la sirena visto que me tienen a mí, que intento hacerlo con delicadeza, me piden ya su propio despertador y además usarlo. Angelitos, no saben los año de condena que les esperan!

    Yo tengo un despertador al que, paradójicamente, le tengo cariño, fuen un regalo de boda de una amiga de mi madre muy querida y lleva casi veinte año prestándome leales servicios; tiene un zumbido persistente y perforador, desagradable donde los haya, pero cumple con su misión de sacarme de la cama a mí, que debo tener seis de tensión por la mañana y ha conseguido mantenerse vivo, superar tres mudanzas y seguir presidiendo mi mesilla de noche a pesar de las muchas veces que he deseado arrearle un martillazo.

    En las próximas semanas (no digo cuántas) le voy a dar un breve descanso. En esas mismas semanas en las que voy a intentar, y ya se que sin éxito, no atiborrarme de churros para no tener que correr luego kilómetros para bajarlos. Semanas en las que voy a secar mis mojados huesos al sol, volver a ver amigos que veo sólo una vez al año, comprar una lubina por la mañana y meterla en el horno a mediodía, engancharme a alguna serie idiota, leer "Madame Bovary" (una asignatura pendiente) y unas cuantas cosas más; ver con mis hijos el último Pixar y con suerte, repasar los anteriores y, como contaba mi abuelo de un amigo suyo jubliado: levantarme pronto para estar más tiempo sin hacer nada.

    No se si conseguiré ver seguidas las tres partes del "Padrino", como me propongo cada año;  o correr día sí y día no diez kilómetros en menos de una hora; o aprender de una vez a arreglar los pinchazos de las bicis. No se si conseguiré seguir escribiendo a este ritmo sostenido  que llevo ultimamente, o si me vencerá la pereza, o si ustedes me echarán de menos, o si seré yo la que eche de menos no escribir o no tener nada de qué escribir, que a veces ocurre.    Lo que si se es que a partir de hoy se abre un paréntesis en mi vida en el que no va a sonar el despertador. Dios sabe cuánto lo necesito, y ustedes?  Felices vacaciones a los que puedan disfrutarlas.

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