martes, 7 de enero de 2014

Vidas rebajadas

    A día de hoy, según países o legislaciones, medio globo terráqueo está de rebajas. Rebajas que, en su amplia mayoría se concentran en la ropa y el calzado, aunque a muchos como a mí nos interesaría más que rebajaran los seguros de hogar, las ortodoncias, las bicicletas o los billetes de avión, por poner ejemplos dispares. A la vista está que no nos hacen caso, y las rebajas son una maniobra destinada a llenar nuestros ya de por sí repletos roperos. 

    Las rebajas son una de esas experiencias sociológicas que me privan y de las que no me canso de hablar, como la lotería de Navidad, el veraneo, las procesiones de Semana Santa o la adolescencia; y gracias a que tengo un blog, me puedo poner las botas escribiendo sobre ellas. Ayer, sin ir más lejos, volvía de trabajar en el Metro y observaba una pareja en mi vagón: ellos dos ocupaban dos asientos, y los dos de enfrente los ocupaban las bolsas de todo lo que habían comprado, varios paquetes de los que sobresalían mangas y perneras varias. Ni que decir tiene que las bolsas eran tan voluminosas como sus propietarios, a la sazón,  una pareja de maduritos bastante entrados en carnes, tanto él como ella; y lo de su exceso de peso se lo cuento para que se hagan una idea del volumen de lo comprado. Ya, ya sé que las rebajas son,  para según quién,  la única manera de vestirse sin desplumarse, pero les aseguro que nuestra pareja del Metro no tenían pinta de sufrir por falta de liquidez.

    A mí me parece que lo de comprar ropa rebajada responde en la inmensa mayoría de los casos a una necesidad más psicológica que material: hay que comprar siempre algo y, en  enero, ese "algo" está rebajado, tanto mejor para ellos, los que compran. Quizás las rebajas sirvan para que no aumente el consumo de ansiolíticos y antidepresivos, que en este momento del año parecen bastante necesarios; también admito esa posibilidad. Yo personalmente aún no he pisado una tienda en rebajas, y la sóla idea de tener que hacerlo me produce urticaria, pero reconozco que eso es parte de lo que Lola Flores llamaría "mis personalidades". Para quienes no se resistan, o no quieran resistirse, les dejo unos cuantos datos para reflexionar. 

    Recuerdan ustedes el Rana Plaza? Era aquel edificio que se vino abajo en la capital de Bangladesh el pasado mes de abril, llevándose por delante 1.127 vidas y dejando entre sus escombros 2.000 heridos y mutilados. Casi todos los heridos eran mujeres, trabajadoras del sector textil, que en Bangladesh representa el 17 % del PIB. Desde el momento de la catástrofe, los sindicatos comenzaron unas duras negociaciones con la patronal que aún  no han concluido. Piden que el salario mínimo pase de los 30 euros mensuales actuales a 80. La patronal ha cerrado filas y se niega a sobrepasar la barrera de los 50 euros... Hay cuatro millones de trabajadores en el sector textil de Bangladesh; cuatro millones de personas que son quienes, en condiciones infrahumanas, sin horarios ni vacaciones, fabrican buena parte de esa ropa que se vende en Europa y Norteamérica a precios de risa y que se rebaja en enero. En temporada, de una prenda de 10 euros sólo 30 céntimos son destinados a la mano de obra, en tiempo de rebajas, los tales céntimos se reducen a la mitad. Y todas estas cifras se las doy porque las he leído en el "Wall Street Journal" que no es un periódico izquierdoso ni sindicalista, precisamente...

    No se crean que yo soy una santa, porque también  compro en esas grandes superficies textiles como cualquiera, y cada vez que lo hago salgo de allí con el alma encogida y arrepintiéndome de mis pecados; y como no practico la confesión, ni siquiera me los puedo quitar de encima (los pecados) así que estoy condenada a vivir con ese remordimiento textil encima. Las rebajas deberían ser para que, declaración de la renta mediante, compren en esta época los que no lo pueden hacer en temporada, y para que los que sí pueden todo el año, compren trajes carísimos al 50%, que ya sabemos todos que la ropa no vale en absoluto lo que piden por ella (véase mi entrada del 7 de mayo "La ropa o la vida"). Y de paso, les recuerdo también que, de todas las empresas de moda que empleaban obreros en el  desgraciado edificio derrumbado, sólo la irlandesa Primark ha creado un fondo para indemnizar a los familiares de las víctimas; las demás, con nuestro Mango nacional a la cabeza, han preferido mirar para otro lado.

    En las próximas semanas, cuando se lleven de la tienda de turno el jersey de cinco euros, del cual a la señora que lo ha confeccionado le van a quedar cinco céntimos, acuérdense de todo lo que les digo;  y ya que no lo podrán evitar, al menos cultiven la culpa y el dolor de corazón, porque la ropa admite rebajas, pero la vida humana, no.


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