jueves, 19 de febrero de 2015

De compras

    Admito que haya a quien comprar le relaje, e incluso que para ciertas personas, las compras se hayan convertido en una enfermedad (que se llama Oniomanía, vaya palabreja) y es causa de disgustos muy gordos; admito pero no comprendo, vaya. Porque para mí, y cada vez más, las tiendas son un suplicio, con o sin los dependientes dicharacheros de los que hablaba el otro día, lugares donde a no ser que vendan libros, discos o películas no me da por entrar si no es absolutamente necesario. 

    Y como castigo divino, he tenido que comprar últimamente cosas muy gordas, de ese tipo de compras que requieren ir, ver, comparar precios, tener una charla con los vendedores, volver a casa cargado de catálogos, comparar de nuevo y pasarse un buen rato en la tienda haciendo el pedido del artículo en cuestión: total, un rollo de padre y muy señor mío; y la vida me da que no soy indecisa y que he podido solventar la compra de una cama y un coche (ahí es nada) en dos patadas, que ya me han parecido una eternidad.

    Experiencia práctica ésta de la que he sacado ciertas conclusiones que paso a desglosarles a continuación. La principal, es que comprar un coche sigue siendo una experiencia machista. No importa que tú le cuentes al vendedor que el coche es para tí y que tu marido jamás le va a poner las manos encima; ellos, los amables vendedores se empeñan una y otra vez en contarle al señor de la casa las bondades de las   ruedas de aleacíón ligera y del motor y sus respectivos caballos, mientras se dirigen a tí preguntándote de qué color te gustaría y lo bonita que queda la tapicería interior en dos tonos de gris. Voy por el cuarto coche que me compro en algo más de veinte años, y aunque los vendedores son cada vez más jóvenes (el último que me ha vendido el coche esta semana tenía hasta acné...) y se supone que van a aventajadas escuelas de marketing, y que se han criado ya en un entorno menos machista que sus predecesores, no han superado aún el estereotipo de que los hombres entienden de motores y las mujeres de tapicerías, qué le vamos a hacer.Por cierto, me he comprado un coche Seat, fabricado en Martorell (aún es España) que con la prespectiva del que vive fuera de España debe ser, casi casi, como comprarse una bata de cola o un traje de Fallera.

    Comprar una cama y un colchón, aunque sea para uso del público juvenil, no es una tarea menos hercúlea, porque las posibilidades son infinitas y las tiendas múltiples, siempre que se quiera evitar el Via Crucis con estación de penitencia que supone el Ikea (la definición es de la madre de una de mis amigas) y sobre todo, si se quiere evitar el apretar las miles de tuercas y tornillos que no coinciden con sus agujeros que supone uno de esos muebles suecos. Ya me dijo una amiga mía que odia las tiendas tanto como yo, hace muchos años, que no había nada más terrible ni liante en este mundo que el mercado del colchón, y qué razón tenía!

    Por si fuéramos pocos, aún he tenido que sacar fuerzas de flaqueza para pagarme una visita al Ikea en busca de una serie de objetos que he tenido que remplazar de mi cocina y que compro allí porque no tienen tornillos ni vienen embalados en esas cajas planas que pesan dos quintales cada una fuente de horno, plato de la pizza y artículos culinarios varios. Ya vienen montados y no hay que quebrarse la cabeza interpretando unas instrucciones que, a mí por lo menos, me resultan tan crípticas como los jeroglíficos de la tumba de Tutankhamon. 

   Y no se piensen que he estado de vacaciones, llevo una semana desplegando tamaña actividad comercial a la par que cumpliendo con mis obligaciones laborales, porque si comprar es una corvea, lo último que se me ocurriría sería dedicarle una parte de mis fines de semana que son sagrados! Y para desquitarme de tanta compra no deseada, me prometo a mí misma  dejar de contribuir a la fluidez de la economía mundial, cerrar mi monedero   y abrirlo sólo para comprar billetes de avión, que se me olvidó añadir entre la lista de las compras agradables, junto a libros y discos. Y algún jamón de vez en cuando...ya voy empezando a tener muchos años como para hacer todo el rato cosas que no me gustan!

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