viernes, 6 de febrero de 2015

Qué trabajos nos manda el Señor!

   Sin entrar en muchas explicaciones, resulta que me he pasado la mañana en casa sin tener que ir a trabajar. El día prometía porque al  fin se acordó de mí el tiempo y me trajo uno de esos cielos azules y ese sol del invierno que, por voz de Antonio Machado,  reclamaba yo en mi entrada anterior; eso sí, al bonito precio de dos grados bajo cero! Así que nada de actividades exteriores, me digo.  Después de desayunar y escuchar por la radio varios noticieros, me he puesto manos a la obra con varias de esas tareas que todos apuntamos en unas ristras de papel, con la temida mención "hacer" u otra aún peor que reza "pendientes". Tenía toda la casa para mí sola y la mañana por delante, larga ella, pues no eran mucho más de las ocho, pero como una tiene tendencia a la hiperactividad, descartado quedaba el plan de tumbarme en el sofá con mi iPad y saltar de la página de Facebook a la del "Vanitatis" haciendo escala en la prensa o en el Gmail. Me conozco, como no tengo remordimientos religiosos ni voy a  confesarme desde que hice la primera comunión, luego no puedo aprovecharme de esa cosa tan confortable que tienen los católicos del dolor de los pecados y del arrepentimiento y vuelta a pecar: me pongo manos a la obra en una serie de tareas idiotas que desde hace tiempo aparecen en mi lista de "cosas que hacer".

    Mi casa está limpia como uan patena porque la ensuciamos poco y porque de ello se ocupa desde hace años una buena mujer, discreta, eficaz y trabajadora como nadie que nos la deja reluciente hasta donde ella alcanza. A las lámparas de techo no alcanza, así que me pongo a quitarles el polvo y reponer todas las bombillas que no funcionan, y ya que ando con la escalera trashumante, de paso me asomo a todos los armarios y altillos para seguir quitando polvo y algún que otro trasto inútil que allí se ha refugiado. Acto seguido me meto con el armario de las medicinas y quito de la circulación mucha pastilla caducada. Y para clausurar la mañanita ocupacional, juego a "cada oveja con su pareja" con una pila de calcetinas que se han empeñado en hacer "menage à trois" y me preparo una ensalada con un resto de arroz que he encontrado en la nevera...Se acabó la mañana, tiempo!

    Mientras me como la ensalada, me acuerdo de las lavanderas de Goya, de las espigadoras de Millet y de la planchadora de Picasso; me acuerdo de las Sufragistas (incluídas las que salían en "Mary Poppins") y de todos los personajes del servicio de "Donwton Abbey", uno por uno, hasta del sinvergüenza de Thomas. Me acuerdo de la Petra de los tebeos de mi infancia, de Cándida la de Gomaespuma y de todas esas mujeres africanas que pasean con un cántaro en la cabeza y tres niños colgados del regazo, y aún sonríen. Me acuerdo de todas las señoras de la generación de mi madre, a quienes el régimen de Franco les dió cursillos para convertirse en auténticas ingenieras de hogar pero sin sueldo ni reconocimiento profesional; me acuerdo de todas las que aún hoy, bien rebasado ya el segundo milenio, todavía reclaman que ocuparse de su casa y sus familias es un trabajo a tiempo completo, que no lo es.Es un rollo!

    Mi mañana, señoras y señores, amables lectores todos, ha sido un rollo patatero, que hubiera sido peor de no ser por las Cantatas de Bach que me he puesto en el iPod mientras pasaba de la escalera al plumero y viceversa. O por el disco de Annie Lennox, del que les dejo un trocito de regalo (ya ven que no me canso de recomendarlo); se imaginan tener que abordar semenjantes tareas ciclópeas sin este apoyo sonoro?


    Aunque bandas sonoras para los trabajos forzados del hogar han existido siempre, ahora me viene a la memoria una de ellas:


    Y por la tarde, cuando abandoné mi casa camino de mi trabajo, me crucé y crucé dos palabras y una sonrisa con una de mis vecinas, la que lleva meses y meses peleando por permanecer en esta vida, y me digo, que en vez de tanto refunfuñar, debería de dejar de pelearme yo con la vida misma! Feliz fin de semana para todos.

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