miércoles, 26 de abril de 2017

Hortalizas equivocadas

    Hubo un tiempo en el que éste era el tiempo de los espárragos y las fresas. En el lugar que habito, los espárragos se dan bien, cosa lógica visto que vivimos entre tinieblas, y las fresas también, pero llegan mucho más tarde. Hace unos días estuve en España, también en tiempo de espárragos y fresas y, lamentablemente sólo se encuentran espárragos peruanos y fresas de Huelva cuyo olor y sabor recuerda tanto a una fresa como darle lametones a una señal de tráfico. Conclusión: hay que seguir comiendo naranjas y ensaladas de bolsa, a falta de las verduras que realmente tocan llegado el mes de abril. 

    Pero hubo un tiempo en el que el fresón de Lepe aún era fresa con sabor a fresa. Alguien me contó hace unos años (y era alguien que lo sabía de primera mano) que a los leperos,  los holandeses los engañaron vendiéndoles unas semillas hermafroditas para los fresones, que con el paso de los años y la traicionera ayuda de los invernaderos,  han dado  como resultado estos frutos bien coloreados y presentados en sus cajitas de madera, pero huecos por dentro y sin sabor. Los leperos y colindantes sacan cuatro cosechas al año, han terminado con el paro en la zona y se están cargando el Coto de Doñana gracias a los plaguicidas a cascoporro que le echan a sus frutas, y a nosotros nos llegan unas fresas que de fresa sólo tienen el dibujo de la etiqueta. Lo de los espárragos peruanos también me lo contaron en Lima, pero confieso que no retuve mucho la historieta.   Moraleja: en el momento del año en que deberíamos comer espárragos y fresones, estamos comiendo sandías, que en principio no tocan  pero que vienen  de Turquía donde el clima es más benévolo y puede que hasta Erdogan las haga crecer a toque de corneta. Mientras me atiborro de la sandía atemporal, espero ansiosamente a que lleguen  las cerezas del Jerte, las muchas que vi colgando de los árboles no hace ni un mes cuando anduve por aquellos parajes; y ya puedo esperar sentada, porque no sólo tiene que llegar, sino ponerse a un precio suficiente para que no tenga que hipotecar mi casa para comprarlas. 

    A los que somos amantes de las cuatro estaciones (las hortofrutícolas, no las de Vivaldi) nos cuesta resignarnos a tener siempre a mano tomates insípidos y judías verdes con más millas y más keroseno encima que el Concorde. Nos fastidia encontrar en el mercado todos los ingredientes del gazpacho cuando el cuerpo sólo pide sopitas de ajo y no tener fresas cuando llega la primavera, o una prima lejana suya, que es lo que estamos tenendo este año. Yo esperaba siempre este momento del año porque traía las fresas, los espárragos, la feria del libro y mi cumpleaños;  y ahora me tengo que conformar sólo con éste último,  que no es el que más me ilusiona. 

    Con estas frutas y verduras enloquecidas y fuera de temporada, habrá que buscarse otros puntos de referencia cronológica para ir pasando el año: cuando estrenan la siguiente temporada de "House of cards", cuando ponen "Cuéntame" y cuando no; cuando hay elecciones (y susto) en algún país europeo; cuando llega la próxima operación anticorrupción y a qué político mandan a la trena; cuando hay que declarar a Hacienda, o pagar el recibo gordo de la luz o, caso femenino éste, cuando toca ir al ginecólogo a pasar la ITV anual. No me digan que en términos de calendario no era mejor estar pendiente de las frutas y verduras que de esta lista de fechorías!

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