martes, 4 de abril de 2017

Gente de principios

   A mi abuelo nunca le gusto demasaido viajar, y ya no digamos subirse a un avión, que es algo que no hizo nunca aunque tuvo muchas oportunidades: "si tuviéramos que volar nos habrían hecho con alas, y no es el caso" solía decir. El rechazo viajero no le impidió llegar, una vez en su vida, a donde verdaderamente le interesaba: a París para ver actuar a Josephine Baker y a las ruinas de Pompeya, a donde llevó a mi abuela en viaje de novios montada en un barco en pleno mes de diciembre que prefiero ni imaginar lo que se movería y el frío que se chuparon: pero vieron Roma y Pompeya. Y después nunca más salieron de España (Portugal no cuenta).

   A mi otro abuelo la televisión le parecía un invento diabólico y no tenía, en una época histórica en la que lo único que entretenía eran las revistas de Lina Morgan (para los que vivían en Madrid) y la televisión para los que vivían en el resto de España. Jamás tuvo televisión y eso no le impidió estar informado a la par de entretenido, porque leía periódicos muchos y cada día frecuentaba dos tertulias en las que se juntaba con unos señores mayores (mayores de toda la vida) donde arreglaban lo divino, lo humano, lo culinario y la actualidad. No tenía televisión, pero no era en absoluto un ignorante y sí una persona muy bien informada.

    A mi padre no le gustaba la Coca-Cola, que era para él un mejunje diabólico destinado a desatascar tuercas y tornillos. No creo recordarle nunca con una en la mano, no la compraba salvo cuando la grey infantil se lo pedíamos de rodillas y  cuando íbamos con él a los bares a tomar el aperitivo se negaba a perdirnos una Coca-Cola y nos pedía una Casera manchada con tinto (versión ultra desteñida del tinto de verano) que aun con alcohol y todo decía él que era más saludable. Nunca tomó Coca-Cola, pero sabía apreciar un buen vino, e incluso una buena cerveza. Tampoco probaba el turrón antes del 24 de diciembre, aunque luego podía estar comiéndolo hasta la Cuaresma.Mi padre no bromeaba con las cosas de comer.

   Mi madre le ha puesto el "no pasarán" a los teléfonos táctiles. Nada le conmueve: ni el WhatsApp, ni que muchas de sus amigas hablen con sus nietos por Skype, ni ver las fotos de toda la familia, ni hablar ella misma con sus nietos ni nada de nada, cero telefonía moderna; aunque en su tiempo ella misma fue una avanzada de la telefonía móvil y pretendía tener uno desde el momento mismo en el que empezaron a comercializarse y eran más que un teléfono, una maleta. Pero se quedó ahí y ha decidido, como buena mujer de principios, que los teléfonos son para telefonear, y lo demás no hace falta. No parece que eso haya producido un vacío a su alrededor ni que eche de menos unas cuantas fotos de saraos familiares más que menos. Puede que hasta le sobren.

   Ya estamos a 4 de abril, ese mes en el que me voy acercando, a pasos agigantados a la fecha de cumplir un año más de sabiduría y experiencia (como gusta decir mi amigo el madrileño) y sobre todo un año menos de presencia entre los mortales. Es en este momento en el que me pregunto: por qué aro no estoy dispuesta a pasar? Qué invento moderno me niego a probar? Qué cosa puedo decir que no haré ni probaré poniendo a Dios por testigo como mi adorada Escarlata? A bote pronto no se me ocurre nada, aunque creo que jamás en la vida seré vegetariana porque no puedo renunciar al jamón de la misma manera que creo que jamás renunciaré a leer libros aunque la humanidad (encabezada por la generación de mis dos retoños) haya decidido que leer es, además de una pesadez, un resquicio del siglo XX. Tengo que apresurarme a encontrar un principio, aunque sea uno solo, que no esté dispuesta a quebrar el resto de mis días, para no desmerecer de mis ancestros, que como habrá visto ustedes, eran  todos gente muy categórica! Y si no, como Groucho Marx: "estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros".

No hay comentarios:

Publicar un comentario