sábado, 8 de abril de 2017

Terapia a medida

    Los sábados soy taxista de familia, y entre idas y venidas y portes varios, tengo mucho tiempo para escuchar la radio.  He llegado a la conclusión que los sábados sale por la radio cualquiera que tenga una teoría sobre asuntos variados y quiera contarla, y que esta teoría versa casi siempre sobre nutrición, medicina alternativa o búsqueda de la felicidad. Es más, esta mañana he escuchado a un tipo que juntaba las tres cosas en un engendro que se llama "Buda bol" (o Buddha bowl en el original). No le he hecho mucho caso porque para mí la alegría nutricional (y buena parte de la existencial) se resume en una santísima trinidad compuesta de gazpacho, jamón de pata negra y churros; trinidad ésta por la que estoy dispuesta a matar que no a morir matando, como les ocurre a otros que piensan que aún hay vírgenes esperándoles en el paraíso.

   A medida que se agrupaban los trayectos de coche el del bol de Buda le dio paso a la de redecorar la casa para alinearse con los espíritus (no sé si bueno o malo) y si hago memoria, recuerdo que otros sabidos he oído hablar de teorías de todo tipo sobre si es bueno salir de noche o es mejor quedarse todo el fin de semana en casa; sobre si la fruta va antes que los cereales o viceversa (parece ser que hay gente que no tiene el tubo digestivo como el común de los mortales y los alimentos se van cediendo el paso unos a otros como en un cruce de caminos); he aprendido que existe la risoterapia la luminoterapia, la reflexoterapia; que hay gente que se va a la India para que le den un masaje unas serpientes y otros que se beben su propia orina porque es depurativa (orinoterapia, supongo) y que en  todas estas teorías y terapias, habrá quien tenga fundamento y, sobre todo, habrá muchos que se enriquecerán a costa de la tontuna humana.

    Yo me he criado en un recio hogar castellano donde si te dolía algo, incluida el alma, te decían que te tomaras un vaso de leche con una aspirina, y a otra cosa mariposa. No niego que el sufrimiento de las personas a veces sea muy fuerte y, por supuesto, no reparable con una simple aspirina; pero también supongo que desde la atalaya privilegiada en la que la edad me está colocando, puedo decir que en en mundo de las terapias extravagantes, hay  mucho caradura suelto.

    Ya de puestos, voy a ejercer de caradura los cinco minutos que les quedan a ustedes para acabarse estas líneas: practiquen la "amigoterapia", les aseguro que funciona. Ayer, sin ir más lejos, después de un día para borrarlo del mapa, lo único reseñable es que desayuné con mi vecina (y sin embargo amiga) y cené con otro querido grupo de amigos en un restaurante napolitano donde el dueño, simpático como pocos, acabará siendo un amigo a poco más que frecuente su garito. Esta misma semana, apareció por mi casa una amiga muy querida a quien no veíamos desde hace catorce años;  y en  pocos días estaré con los amigos de mi tierra comiendo y bebiendo y compartiendo risas y confidencias de la edad madura;  y si hay algo que me duele en este momento es la lejanía de muchos otros amigos muy queridos a quienes llevo años sin ver. Yo soy una enamorada de la vida y de mis amigos, de los muchos que la han hecho más interesante, más variada y más soportable y que, sobre todo, me ahorran el tener que recurrir a terapias extravagantes o comer cosas raras para sentirme bien. Les dejo una canción, amigos lectores, que hace mucho que no lo hago.


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